MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

El jardín de Volpi

12.29.2008
Jardín marino. No solo el jardín sino el mar, Jorge Volpi se diversifica. Fuente: casamerica

Rompiendo con su ciclo de novelas extensas, la nueva novela de Jorge Volpi, Jardín devastado (Alfaguara) es una pequeña música de cámara. Espero que la vendan en Bogotá para poder leerla. Aunque en cierto modo ya la leí, porque la novela fue apareciendo en fragmentos (100 microcapítulos) en un blog que Jorge administraba en El Boomerang. Dijo Volpi:

"Ha sido un proceso doloroso porque desde el principio me plantee explorar el dolor. Creo que la novela es una exploración del narrador, un proceso de liberación, en busca de un libro sobre la indiferencia, sobre el egoísmo como algo circunstancial del ser humano", dice Volpi. A la tarea de analizarse, añadió el cansancio que produce escribir cada capítulo a mano antes de volcarlo en su bitácora. "Escribir a mano cambia bastante el ritmo de la prosa por lo que se cansa la propia mano o por la velocidad que es menor, me gustaba esa combinación entre lo más primario y lo más tecnológico", explica. Capítulos de dos líneas, que más parecen aforismos, intercalados con imágenes narradas en dos páginas, en una prosa que destila poesía. En El jardín devastado, Volpi juega con el halo de ventana a la intimidad que le ofrece la herramienta del blog.

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Kafka en clave chilena

Pato Fernández, de gris, junto a algunos de sus personajes incluida su esposa. Fuente: moleskine

Cuando llegué a Santiago de Chile, a raíz de ser jurado de la revista Paula, compré en la primera librería que vi Los nenes de Patricio Fernández, de quien no conocía nada y me llamó la atención verlo en Anagrama. Luego descubrí que se trataba de quien fue director de The Clinic, una especie de periódico de humor muy exitoso (y jamás reproducido, pese a los intentos, en otros países). Pero luego ocurrió otro fenómeno: cada vez que me encontraba con alguien, y le comentaba -sin leerla aún- que la tenía, me decía con orgullo: "Ah, y soy personaje de la novela". Y así ad infinitum. La novela ha tenido una crítica bastante irregular, según sé, en Chile. Pero en España, J.J. Armas Marcelo cuenta en "La Intemperie" que se ha reído mucho. Seguro porque no es personaje de su novela. Dice Armas Marcelo que es "una novela sumamente divertida" y luego agrega (extrañamente):

Es una novela "en clave" pero su lectura remite a Kafka tan claramente que uno puede reírse a carcajadas sin reconocer a ninguno de sus personajes que se mueven en sus páginas.

Kafka en clave chilena. Ahí sí que me dio un escalofrío. Vamos a ver a qué se refiere JJ Armas Marcelo con esa frase (yo pienso que los únicos kafkianos latinoamericanos son los aduaneros). Voy a terminar la novela aunque, lamentablemente, mi lectura no será tan virginal porque ya sé quiénes son algunos personajes.

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Entrevistado en El Comercio

12.28.2008
Pagina de El Comercio con entrevista. Hacer clic para que vena la bonita foto. Fuente: el comercio

El narrador y periodista cultural Enrique Planas me entrevistó hace unas semanas en la Galería Lucía de la Puente, delante del cuadro de Luz Letts (que él dice que se llama "la visita" pero yo pensé que se llamaba "al día siguiente") que inspiró no solo la carátula de mi libro, sino incluso el tono y una escena concreta. En la entrevista, Quique me confesó que se iba a poner de "abogado del diablo" y soltar todas las tonterías que se dicen por ahí sobre mí. Y lo hizo, en buena onda además porque me permitió aclarar malentendidos. Por otra parte, gelizmente no salieron un par de preguntas que me hizo Quique ésas sí con una maldad extrema ("¿No crees que a los personajes de tus novelas los dejan sus mujeres porque son muy hermosas?" preguntó, y miré en sus ojos un brillo de malicia). Pero a pesar de lo gentil y buena de la entrevista, con lo que me quedo es con la sensación de haber tenido entre mis manos el cuadro de Luz: Fue como si por un momento el triste cuento de hadas de mi novela se hiciera realidad. Les dejo algunas preguntas:

¿Un escritor peruano ya no puede ganar un premio o publicar en España si no escribe sobre la violencia interna?
Eso es mentira. Enrique Prochazka ha publicado últimamente en España y no escribe sobre la violencia. Tampoco Jorge Eduardo Benavides, ni Fernando Iwasaki. No se trata de eso...

¿Escribir sobre Ayacucho y las cicatrices dejadas por la guerra no fue motivado por la presión de un agente literario que te invita a escribir sobre un tema de moda?
Jamás. Guillermo Schavelzon, mi agente, me presionaba pero para entregarle algo, lo que sea. De hecho, nunca pensé que esta novela sería publicada por un sello tan grande como Anagrama. Yo, personalmente, no creo que pueda ganar algo alguna vez. Creo que siempre voy a quedar segundo. Esta novela ha tenido muchas reescrituras. En una primera versión, no aparecía para nada el tema de la violencia. Era la historia de un hombre que estaba todo el tiempo encerrado en su casa, recordando a la mujer que se había ido y al hijo que había muerto. Pero justo en el momento que estaba escribiendo, ocurría la investigación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Y me di cuenta de que había una comunión entre lo que le pasaba a mi personaje y lo que le pasaba al país.

El reflejo del dolor íntimo en el dolor social...

El mayor problema al escribir la novela fue descubrir cómo hacer que un personaje tan melancólico, tan abandonado, se interesase en lo que sucede en el país. Necesitaba unir ambas historias. Como esta novela tiene mucho que ver con mi vida, recordé lo que hice cuando tuve mi propia pérdida. Yo perdí a mi hijo cuando mi esposa se fue y se lo llevó. No verlo todos los días es mi pérdida. Y por eso me encerré a ver videos. Una rutina en que agotaba todas las películas de cada director que me interesaba. Cuando ya estaba cansado de ver películas, prendía la televisión. Y entre las cosas que veía estaban los testimonios recogidos por la CVR. Las miraba como un loco observando el desfile de Año Nuevo. Me asombraba muchísimo ser parte de todo eso, pero desde fuera. Recordando eso pensé que mi personaje en algún momento recogería de forma parecida la fibra del dolor. Allí se me ocurrió que fuera periodista.

¿Recordar la pérdida también te hizo cambiar la forma de escribir?
A mí me encantan los escritores que en la primera frase de una novela dicen: "Hoy murió mi mamá. Tuve que sacar el auto del taller y peleé con el mecánico". Así, lateralmente, el lector tiene que descubrir que si el protagonista patea las llantas y discute con el mecánico se debe a la tristeza por la muerte de su madre, aunque todo el tiempo hable del carro para mostrar su dolor. Pero también me fascinan las novelas en las que uno escribe sacando cosas de dentro, cuando dicen: sufro, lloro, me muero de miedo, tengo pánico de que mi hijo se muera. Me encanta un escritor como Raymond Carver, pero también el diario de Cesare Pavese. Hay momentos en la vida de un escritor que tiene que escribir su expiación. Y en esa expiación no puede haber lirismo. Quería una novela en que tuviera que decir algo concreto. Ofrecer un mensaje literario que se puede subrayar y llevar. Será porque es una novela que escribí para mi hijo.

(...)

¿Y cómo eras?
He tratado de pasar por la vida como el hombre invisible. Todas las cosas que veía me parecían ajenas. La violencia senderista, las relaciones sentimentales, las historias con mi hijo. Como si las personas fueran actores y yo los mirase desde lejos. Y cuando alguien me señalaba, me escondía. Por ejemplo, puedo tener una idea sobre el dolor o la pena, sentirme acongojado cuando leo el informe o reviso los videos de la CVR, pero si en un momento me preguntan qué puedo hacer yo para apoyar, me escondo. Igual, puedo estar muy enamorado de una persona y amarla intensamente, pero cuando me confrontan, cuando me piden que luche por ella, si una novia mía empieza a sentir algo por otra persona, yo no lucho sino que me alejo.

(...)

¿Cuánta investigación fue necesaria para dar cuenta en tu novela de la violencia que se vivió en un escenario tan difícil como Oreja de Perro?
No he ido a Oreja de Perro. Lo que más me interesaba del lugar era el nombre. Tampoco he investigado nada. No sé si habrá luz eléctrica en el pueblo. Eso no me interesaba para escribir. Lo que me interesaba era que la novela sucediera en un lugar que hubiera sufrido mucho; podía haber sido cualquier sitio. Pero el nombre de Oreja de Perro es un regalo. Un perro cuando escucha levanta la oreja, pero no se mueve. Igual que mi personaje, que percibe lo que pasa, pero es incapaz de actuar.

(...)

¿No crees que la visión mediática de nuestra literatura en España aún nos percibe como algo exótico?
Los escritores latinoamericanos estamos siempre en una 'liga' distinta de los españoles. Es como si ellos jugaran en primera división y nosotros en segunda. Y así lo entienden los lectores allá, las editoriales, las librerías y, por supuesto, los periodistas. A mí me molestó una vez en un encuentro en España que un reportero nos preguntara: "¿Por qué no aparece otro García Márquez en América Latina?". Recuerdo que respondí: "Y cuándo aparece otro Cervantes entre ustedes?".

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Murió Harold Pinter

Harold Pinter. Fuente: smh.com.au

Este miércoles, en plena noche buena, falleció el dramaturgo inglés Harold Pinter, quien obtuvo el Premio Nobel en el 2005. Polémico, luchador, hablador infatigable, enemigo acérrimo de la participación de Gran Bretaña en la guerra de Irak, su premio Nóbel la verdad es que dejó helados a la mayoría pese a su innegable contribución al teatro en lengua inglesa. Imposible dejar de pensar que no fueron, necesariamente, sus méritos literarios sino aquellos de luchador social-políticamente correcto los que lo condujeron a este premio sin mayor trascendencia (sobre todo si se compara con el que obtuvo en la misma década JM Coetzee o el mismo Le Clezio). En fin, nos dejó Harold Pinter y queda su obra. Como siempre. Dice la nota en Ñ:

El miércoles murió el escritor inglés Harold Pinter, autor de más de treinta obras teatrales que buceaban en la violencia, el autoritarismo y los perversos juegos de poder que subyacen en la experiencia doméstica y política de la segunda mitad del siglo XX. Pinter tenia 78 años y le habían descubierto un cáncer de esófago en 2001. La enfermedad le había impedido recibir personalmente el Premio Nobel de Literatura en 2005, pero no seguir trabajando en guiones cinematográficos e incluso volver fugazmente a su viejo oficio de actor. Pinter deja una impecable obra dramática que incluye obras como El montaplatos (1957), El Cuidador (1959) o La vuelta al hogar (1965), representadas casi ininterrumpidamente también en la Argentina. Sin embargo, en los últimos años su exposición estuvo más ligada su rol como polemista político y defensor de los derechos humanos, que a la literatura. Pinter pertenecía a la generación que presenció el arco de sofisticación de la violencia que cruzó todo el siglo XX y los primeros años del XXI, desde la Segunda Guerra Mundial a la invasión de Irak. A diferencia de autores del teatro del absurdo como Beckett y Ionesco, con los que frecuentemente se lo relaciona, su obra tuvo un anclaje mucho más realista y político. Entre otras innovaciones formales, a Pinter se le reconoce la búsqueda de un lenguaje poético que incluyera el léxico, los tonos y la irracionalidad del lenguaje coloquial. También se destaca su maestría en el uso de los silencios, uno de los rasgos de su teatro que más parodiaron sus detractores. La variedad de escenarios y personajes que retrató en su obra van de los obreros que comparten una pensión en The Room (La habitación, 1957), su primera obra, a los aristócratas que cenan en un lujoso restaurante en Celebración (estrenada en 2000), su última obra.

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Top10 de El País

Carátula de la novela elegida por El País como la mejor del año. Fuente: babelia

El suplemento Babelia del diario El País ha escogido los 10 mejores libros del año, cruzando información con 57 críticos y colaboradores. Al final fueron un poco más de 300 libros mencionados, y para escoger a los 10 simplemente se sumó cuáles tuvieron más menciones, según un puntaje establecido. El resultado favoreció a Chesil Beach, de Ian McEwan, editada por Anagrama, con 90 puntos por sus 11 menciones (mientras mi novela obtuvo solo 6 pts gracias a las gentiles menciones de Javier Aparicio y Cecilia Dreymüller). Aquí la lista completa del Top10 que incluye el estupendo libro sobre Onetti de Mario Vargas Llosa:

1- Chesil Beach. Ian McEwan (Anagrama) Novela

2- God & Gu. Apuntes de polemología. Rafael Sánchez Ferlosio (Destino)
Ensayo

3- Sale el espectro, Philip Roth (Mondadori) Novela

4- Todos los cuentos. Cristina Fernández Cubas (Tusquets) Relatos

5- La isla. Giani Stuparich (Minúscula) Novela

6- En el café de la juventud perdida. Patrick Modiano (Anagrama) Novela

7- La vista desde Castle Rock. Alice Munro (RBA) Relatos

8- Millenium I y II: Los hombres que no amaban a las mujeres y La chica que
soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina
. Stieg Larsson (Destino)
Novela

9- El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. Mario Vargas Llosa
(Alfaguara) Ensayo

10-Ondulaciones. Poesía reunida (1968-2007) José-Miguel Ullán
(Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) Poesía

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Recomendaciones de Neuman

Andrés Neuman y yo en el Viva América de Bogotá este 2008. Fuente: moleskine

A diferencia de Ernesto Calabuig, a quien no conocía, al B39 Andrés Neuman lo conozco muchísimo y me he cruzado con él en por los menos tres encuentros el año pasado. Y nunca es suficiente. Ahora leo que ha escrito para un par de diarios sobre los mejores libros que leyó el año pasado, y en cuento coloca a nuestra mimada Gualupe Nettel:
Empecemos, cómo no, por los cuentos. No los de navidad (aunque también: ¿cómo dejar de insistir en relatos maravillosos como "Un recuerdo navideño" de Truman Capote, "La navidad de los viejos" de Ring Lardner o "Un cuento navideño" de Dino Buzzati?), sino los otros, los que no tienen estación. De los libros de cuentos que he leído este año, recuerdo con placer 'Érase una vez' de la inteligentísima Margaret Atwood, quien a estas alturas (premio Príncipe de Asturias mediante) no necesita presentación. También me fascinó 'Pétalos', de la joven narradora mexicana Guadalupe Nettel, capaz de narrar lo repulsivo de manera sublime. O, por emplear una imagen de su libro, de aspirar con amor el olor fétido de los baños.

Y en cuanto a novela, gentilmente menciona a la estupenda norteamericana Cynthia Ozcik y a la novela de quien esto escribe, Un lugar llamado Oreja de Perro:

En cuanto a las novelas, este año se han publicado varias excelentes. Una de ellas es 'Virilidad', de la anciana y rebelde narradora estadounidense Cynthia Ozick. En menos de cien páginas, este librito despliega una sátira sobre la escritura poética que termina tocando los nervios principales de nuestra sociedad: la emigración, la extranjería, las clases, el olvido histórico, la impostura de la identidad y finalmente, gracias a una pirueta imprevista, las desigualdades de género. Y lo hace, además, con un ironía encantadora y una especie de ternura cruel. Otra novela digna de encomio es la de Iván Thays, singular narrador peruano y bloguero célebre: 'Un lugar llamado Oreja de Perro', flamante finalista del premio Herralde. No apta para lectores que busquen tranquilidad y armonía, sino para aquellos que prefieren la oscuridad de la inquietud, esta novela conjuga un estilo económico con una conmovedora profundidad psicológica. Thays logra perturbarnos sin hacer grandes alardes, inyectándonos un malestar onírico a través de una prosa cortante, geométrica. Y de paso, mientras la trama íntima del protagonista nos atrapa, asistimos a ciertas atrocidades no exclusivamente peruanas.

Pero en realidad, lo que más me conmovió fue la carta privada que me mandó Andrés y donde descubrí no solo una lectura atenta sino comprometida. Qué difícil lograr eso incluso de un amigo. Por eso le pedí permiso por hacerla pública y me lo ha concedido:
Iván querido, tu novela me ha parecido excelente. Acabo de terminarla esta tarde, me la sorbí (como una infusión amarga) en dos sentadas. Me pareció perturbadora, dura y a la vez muy emocionante, como si en la maldad o el cinismo (que bascula del fotógrafo enano al propio narrador protagonista) latiera un desprotegido fondo de ternura o de amor golpeado. Digamos que el tono del libro es de niño con revólver, un niño que se obliga a fruncir el ceño con hostilidad, pero que en cuanto se descuida se asombra con cualquier cosa o se apiada de pronto. No sé si me explico. No hace falta que te diga lo que conmueve la historia de Paulo, pero es que, más allá de ese golpe en la cintura, toda la novela está recorrida por un temblor apenas oculto por el ritmo cortante y seco de la prosa. Sequedad, debo decir, y gracias al cielo, no exenta de lirismo. Que algunos parecen pensar que la frase corta y económica está reñida con la poesía o lo visionario. Eso fue otra cosa que me fascinó: consigues un clima pegajosamente onírico sin hacer grandes alardes estilísticos. Uno se va sintiendo mal, raro, inseguro de lo que ve, tal como le ocurre a nuestro aventurero a regañadientes cuando le afecta la altura.

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Ay, los libreros

Búsquelo entre las novelas policiacas. Fuente: boomerang

Todos hemos tenido experiencias como ésta: encontrar libros fuera de lugar en las grandes librerías. Cuando nos sucede resulta indignante, después simplemente cómico. Y a veces es una delicia porque, de no haberse equivocado el librero, jamás hubiéramos encontrado una novela inhallable "protegida por el error". Esto cuenta Jean Francoise Fogel:

Tenía que ocurrir : en la mesa de New Crime (nuevas novelas policíacas) de la librería Smith en la calle de Rivoli, la librería más grande para los libros en inglés de París, se ofrece, entre The Butcher of Smithfield ("El carnicero de Smithfield") de Susanna Gregory y The roar of the butterflies ("El gruñido de las mariposas") de Reginald Hill, la edición en bolsillo de una nueva novela: The savage detectives ("Los detectives salvajes") de Roberto Bolaño.Todo me parece claro: buscare La velocidad de la luz de Javier Cercas en ciencias físicas, pero no se por donde buscar Los girasoles ciegos: ¿botánica o patología?

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El peor año nuevo

David Byrne’s Welcome to Dreamland After-party @ Sortie on February 2, 2007 After party. Fuente: nicky digital

Hoy me acabo de comprar la tenida completa para el que, espero, sea Mi Mejor Año Nuevo de todos los años, bailando vallenato en Barranquilla. Pero la realidad me ha enseñado que uno no debe tener muchas expectativas y lo mejor se da de manera espontánea. Así que seguro haré el ridículo bailando vallenato, se manchará mi camisa y terminaré arrojado con insolación en Santa Marta. Bah, lo importante es que se vaya este año tan raro de una vez. Quizá esa sea la lección después de leer el artículo del suplemento Ñ en que cinco escritores (Andrés Neuman, Marina Mariasch y Cecilia Szperling, el chileno Alejandro Zambra y el peruano Santiago Roncagliolo) cuenten su peor fiesta de año nuevo. Tristes, absurdas, pero felizmente ninguna que se compare al cuento "Justo el treintaiuno" de Juan Carlos Onetti. Les dejo la de Alejandro y Santiago:

Alejandro Zambra
Año nuevo en Lisboa

Quería pasar el año nuevo en Madrid, pero mi amigo y su novia insistieron en que los acompañara a Lisboa —no es bueno que te quedes solo, me dijeron, pero eran ellos quienes verdaderamente temían a la soledad; eran ellos quienes necesitaban la presencia de un tercero, de un testigo, de alguien que viajara en los asientos de atrás, durmiendo o fingiendo dormir mientras discutían sobre las rutas correctas, sobre las canciones correctas, e incluso sobre mí, sobre lo que yo debía hacer con mi vida. Recuerdo, con precisión, ese diálogo: al principio hablaban bajo para no despertarme, pero de a poco fueron subiendo el tono. ¿Debía yo volver a Chile? Ella opinaba que sí, él creía que no. ¿Era yo un buen poeta? El decía que no, ella creía que sí. Nos detuvimos en Elvas a almorzar largo y luego hicimos un poco de turismo antes de emprender el tramo final. El pueblo era precioso, pero a esas alturas mis amigos se habían vuelto por completo insensibles a la belleza. La visión de un castillo o de un acueducto no tranquiliza a quienes viajan junto a las personas de las que huyen.Entramos a Lisboa por la noche del 30 de diciembre del año 2001. Dormí muy mal en esa pieza a la que llegaban, con nitidez, desde el cuarto vecino, numerosas recriminaciones y promesas y hasta el detalle de un polvo corto y rutinario. Por la mañana conseguimos entradas para la gran fiesta de año nuevo y la tarde se nos fue en rápidas caminatas que solamente interrumpimos para sacar, en el Chiado, las consabidas fotos junto a la estatua de Fernando Pessoa. Mis amigos discutían, ahora, sobre el posible parecido de Lisboa con Valparaíso, que a mi juicio era anecdótico, pero yo prefería guardar silencio, sobre todo porque la historia de ellos había comenzado justamente en Valparaíso, hacía dos años, cuando la estudiante española aventurera se había encaprichado con el poeta que vendía chocolates por las pensiones del puerto. Pasamos las doce en una plaza menor de la ciudad, en medio de un grupo de gente muy seria que hablaba, con cautela o con pavor, sobre la inminente puesta en circulación del euro. No teníamos relojes, por lo que esperamos a que los demás se abrazaran, pero al parecer esa gente no acostumbraba abrazarse o tal vez nadie en ese grupo llevaba relojes. Cuando ya era evidente que el año había comenzado hacía rato, mis amigos se miraron con amarga solemnidad y enseguida se abalanzaron sobre mí para llenarme de buenos deseos.Entonces fuimos a esa gran fiesta que no fue la peor de mi vida, pues en ese tiempo yo estaba acostumbrado a las fiestas malas, o más bien no creía que las fiestas pudieran ser buenas. Pero fue, sin duda, la peor fiesta en la vida de mis amigos. Pasé la noche en esa discotheque mirándolos hacerse pedazos, como los personajes principales que eran y querían ser. Quedaba, para mí, el alivio de no estar en el centro de esa pista movediza; el alivio de ser solamente un personaje secundario que pedía dignamente, cada tanto, otro whisky.


Santiago Roncagliolo
Mi primera borrachera

Yo tenía catorce años y no sabía nada de la vida. Pero comprendía que estaba a punto de entrar en un territorio de leyenda, en un lugar del que no se salía indemne, en la meca de la vida social: me habían invitado a una fiesta de quince años.Por entonces, entre los colegios de varones de Lima, el ranking femenino se establecía por colegios: una fiesta del San Silvestre era lo mejor que te podía ocurrir: significaba que tu futuro social estaba garantizado. No muy atrás quedaban las del Santa Ursula y el Villa María, que implicaban que eras aceptado en la pequeña aristocracia limeña. Aún resultaban respetables los colegios Belén y Sophianum. Y en el último lugar, casi en segunda división del atractivo femenino, estaba el colegio Nuestra Señora del Desamparo. Mi primera fiesta de quince años fue de ese colegio. Había que ir elegante a esas cosas. Yo llevaba una corbata mal anudada y un traje que mi papá había mandado a reducir para no comprarme uno nuevo. Papá insistía en que era un traje muy bonito de casimir. Es verdad que había sido bonito muchos años antes, antes incluso de mi nacimiento.Lo bueno es que ir vestido como un espantajo de los años sesenta no se veía especialmente mal en esa fiesta, cuyo sentido estético era muchísimo peor que el mío: las paredes estaban decoradas con rosas pegadas con cinta adhesiva, las chicas llevaban medias de bobitos, la quinceañera bailaba con su padre una versión pop del "Danubio Azul", y yo me sentía solo como una cucaracha con la corbata mal anudada.Yo no conocía a nadie, porque la fiesta era de una amiga de mi enamorada. Y mi enamorada se había retrasado en la peluquería. Así que me dediqué a hacer lo que un hombre de verdad haría en esas circunstancias: beber.Yo tenía catorce años y no sabía nada de la vida. No distinguía la cerveza del champán, el vino del whisky, el licor bueno del malo. Para cuando mi novia llegó de la peluquería, ella llevaba en la cabeza una especie de pastel de bodas negro e iba enjoyada como un árbol de Navidad. Y yo llevaba una borrachera de campeonato. Pero además, yo no sabía que estaba borracho, porque nunca lo había estado. Entonces empezó lo peor.Después de "El Danubio Azul", se dio paso a la tradición de que la quinceañera arrojase de espaldas un ramo de flores hacia los chicos. El que cogiese el ramo, debía bailar con ella. Ese era el momento en que todos los hombres se arrastraban por las paredes y se ocultaban entre los arbustos para huir del temido ramo. Todos menos el borracho, claro.Mi memoria de ese momento no es muy nítida, pero recuerdo que algo me cayó en la cabeza, que en el auditorio se oyó un suspiro de alivio y que, súbitamente, sentí que me arrastraban hasta topar con una figura blanca, delgaducha y sonriente: era la quinceañera. Imagino que ella estaba demasiado emocionada con la ocasión para prever lo que ocurriría. Y yo... bueno, yo no estaba en mis mejores días. La pieza que nos tocaba bailar era un vals, y a mí me costaba mucho coordinar mis movimientos, de modo que empecé a dejar que ella me llevase. Pero realmente, ella se movía demasiado rápido, describía gráciles piruetas sobre la pista de baile, y las sacudidas empezaron a perturbar mi delicado estómago. Intenté retirarme mientras estaba a tiempo, pero ella me apretó más fuerte y me recordó que la canción no había terminado, y de todos modos daba igual, porque ya era tarde, y entonces los compases del vals y las medias de bobitos y la sonrisa orgullosa del papá ya se me mezclaban con los tallarines del almuerzo, y la leche del desayuno, y con alguno que otro de los canapés de la fiesta, que francamente no estaban tan malos, pero que de todos modos devolví en su integridad a su verdadera propietaria, y precisamente sobre su blanco velo, símbolo de su pureza, de su inocencia y su virtud.Mi siguiente recuerdo es el de mi cabeza sumergida en el water. De vez en cuando, alguien la levanta y me larga un par de bofetadas. Bajo la pelea de gatos que parece su peinado, reconozco a mi novia, o más bien, ya en este momento, mi ex. Pero yo tengo catorce años, aún no sé nada de la vida, y de todos modos, las chicas de su colegio no figuran en el ranking femenino escolar.

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"excesos autobiográficos"

Wendy Guerra. Fuente: moleskine

Poner fotografías de Wendy Guerra (como la que coloco en este post) sería suficiente razón para capturar cualquier noticia de ella y comentarla en Moleskine Literario. Pero si además la noticia es una buena reseña en "Babelia" a su novela Nunca fui primera dama (Brugera) se justifica aún más la foto y la felicitación a mi recordadísima compañera de Bogotá 39. Dice la reseña de Nora Catelli dice que la novela comete algunos "excesos autobiográficos" y me queda la intriga: ¿Es o no una novela autobiográfica? Y si lo es: ¿Cómo puede tener excesos autobiográficos una novela autobiográfica? En fin, la próxima vez que pase por España me consigo el libro y me quito la duda.

A pesar de su variedad de recursos -evocaciones, diálogos, poemas, canciones, apuntes de diarios o encuentros intencionadamente melodramáticos- esta vez el desarrollo en torno del yo que se expone tiene más de crónica que de relato de aprendizaje. La figura central es Nadia Guerra, ente itinerante, nexo entre continentes, ciudades y edades. Ante amigos, amantes, testigos, aliados, París, Miami, en el sur de Francia o Rusia, se interrogará por dos ancestros femeninos, modelos cubanos fracasados y a la vez ideales. La novela es la historia de esa pregunta que sitúa a la narradora respecto de sus mayores, ambas personajes reales de la vida política y cultural cubana de los últimos cincuenta años. La primera es Celia Sánchez (1920-1980), la revolucionaria santa, la que tuvo "potestad para hacer" ante Fidel "lo que a nadie más se le hubiera permitido". La imagen contiene, colectiva y políticamente, el aura mística y entregada de la Cuba utópica y fallida: "Celia conoce personalmente a Fidel en febrero de 1957, es decir, casi cuatro años después del asalto al cuartel Moncada, ¿Que a partir de este encuentro su dedicación a Fidel aumentará hasta lo inconcebible?" No fue la única, dice la narradora, para agregar: "Y por estas razones, ya habiendo triunfado la Revolución, Celia se convierte en la figura femenina con más alta jerarquía moral y política del país, sin que nadie cuestionara esa posición, sólo superada por Fidel y Raúl Castro. Y así fue hasta su muerte". A pesar de que el relato parezca preguntarse por el sentido de esta entrega, de este derroche, Celia Sánchez permanece impenetrable, tal vez inútil, como si en el fondo no fuese posible volverla interesante. En cambio, como ya sucedía con la madre en Todos se van, Albis Torres (madre de Wendy Guerra), artista, poeta, animadora cultural en la sociedad literaria de varias generaciones cubanas, contiene todos los atributos del personaje seductor: patético y derrotado a la vez que enigmático y resistente. Su retrato combina múltiples procedimientos. Los casi periodísticos de la biografía, que se escribe con giros convencionales: "Fue una brillante corredora de fondo, aglutinó a un grupo de artistas que hoy forman parte de la intelectualidad cubana activa dentro y fuera de Cuba". Después existe la evocación íntima, por ejemplo, en la anécdota de los libros "forrados" para prevenir la delación: "Cuando conocí a Eliseo Diego" (el célebre poeta cubano) "yo tenía ocho años y le pregunté a mi madre: ¿mami, él escribe libros forrados?". Por último, Albis Torres, en su decadencia final, suscita la compasiva atención de la hija y la novela se prodiga en una sentimentalidad directa: "Cada día duermo a mi madre como a una niña. Le canto en la cama, leo algo que le guste para que no se le olvide mi voz. Sé que todo está perdido, vino a morir aquí, piensa que soy su hermana". ¿Para qué reconstruir el itinerario de los dos fracasos? Aquí el objetivo parece más bien reforzar el carácter casi icónico del personaje de la escritora que mostrar el complicado derrotero de sus antecesoras. Casi podría pensarse que esta novela utiliza de ese modo la interrogación compulsiva -común a mucha literatura de la isla al menos desde los años ochenta del siglo XX- acerca de la responsabilidad de las distintas generaciones en la Cuba revolucionaria. Sin embargo, más allá del exceso autobiográfico, Nunca fui primera dama hace patente la fascinación por esa identidad marcadísima en que consiste su historia y la incomodidad ante una herencia tan pesada como insoslayable. -

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Las cartas de la amante de Apollinaire

un caligrama de Apollinaire. Fuente: elpaís

Se van a publicar en España por primera vez las cartas a la amante de Apollinaire, enviadas durante la I Guerra Mundial. La verdad es que no me llaman tanto la atención: dudo que sean tan inteligentes y lúcidas como las de Gustave Flaubert a Lousie Collet; tan arrebatadas e hipocondriacas como las de Kafka a Milena; o tan pornográficas como las de Joyce a Nora. Después de eso, solo queda escribir mensajitos en facebook. Eso sí, en algunas de ellas pueden encontrar algunos caligramas. No podría con su genio. Dice la nota:

En Cartas a Lou, Apollinaire "explora y experimenta nuevas vías literarias". Son textos puramente vanguardistas, que escribió mientras estaba en el frente, al que acudió voluntariamente. Apollinaire conoció a Lou en septiembre de 1914, poco antes de incorporarse al 38 Regimiento de Artillería de Campaña y de ese encuentro nació una apasionada y encendida relación amorosa. Los poemas y las cartas en que se arroparon muestran la evolución de su relación y su exploración literaria: están sus primeros caligramas, textos ideogramáticos que luego se convertirían en su gran aportación a la poesía de las vanguardias de principios de siglo XX.
En ellas, dice Pino, se puede observar su experimentación poética, "desde unos poemas más clásicos, que siguen los esquemas tradicionales métricos, hasta unos poemas más libres, sin rima ni esquemas rígidos, todos integrados en las cartas". Los textos son esencialmente amorosos, con una fuerte carga erótica, que permiten observar también la relación entre el escritor y su amante. Las primeras muestran una relación de amor cortés, mientras que en las últimas, "Lou acaba siendo su esclava", dice Pino. En ellas, además, hay una marcada influencia del Marqués de Sade, según su traductora, aunue también se incluyen muchas referencias a muchos personajes del mundo de la vanguardia, en constante contacto con el poeta.

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Autombombo, una explicación

12.24.2008
autobombo. Fuente: l´esclafit


Un lector furibundo me escribe:

He dudado mucho para enviar este comentario (nunca antes lo he hecho), y he dudado porque no me gusta hablar mal de nadie, pero en este caso tengo que hacerlo, aunque no lo quiera.Soy un viejo lector de tu Moleskine, Iván. Soy de quienes "lloraron" tu primera partida hace un par de años y de quienes se alegraron con tu regreso. No soy tan fan de tus novelas pero creo que eres un escritor de cierto respeto. Sin embargo, de un tiempo a esta parte tu blog me parece de un mal gusto insoportable: el autobombo a la orden del día ya hastía, cansa y genera anticuerpos hasta en quienes nunca tuvimos nada qué reprocharte. Y no es envidia ni mucho menos, créeme. Me alegra tu galardón, y creo que es para estar contento; supongo que el reconocimiento fue una catarsis para sacudirte de tantos años "improductivos" (al menos para la imprenta)y de la mala leche de quienes te agraviaron. El lícito tu festejo y tu algarabía, pero ya pues, hasta ahí nomás. No es para tanto. Muchos han obtenido premios iguales o mejores y se han mostrado menos arrogantes y dispuestos a hablar a cada rato de sí mismos y sus novelas. Que tu novela crezca sola, déjala. Si es buena ya lo dirá el tiempo. Y si no, pues escribe otra mejor. talento tienes, no lo pierdas en "figuretear", escribe.

Yo le respondo, con absoluta honestidad y sin falsa modestia:

Lo que ocurre es que mi blog es tan exitoso y leído, que mucha gente se confunde y piensa que es la sección cultural de un diario o una página informativa de internet adherida a una agencia de noticias. Pero no es así: este es un blog personal y así como coloco las noticias que me interesan, también hablo de mis depresiones y felicidades, de mis amistades, de mi hijo, de mis amores reales y platónicos, de mis viajes y por supuesto de las cosas interesantes que aparecen sobre mi novela. Es natural y no lo veo nada de malo, sobre todo porque este blog lo administro yo, se me ocurrió a mí y ni siquiera tengo adsense así que es absolutamente Ad Honorem.

Por otra parte, si espero que algún otro blog ponga una noticia buena sobre mí tendré que esperar sentado. Han hecho todos un boicot y está bien, no me quejo. Después de todo, Moleskine Literario, gracias a mi dedicación y esfuerzo y, por qué no, talento (qué difícil no ser falso modesto en el perú ¿no?) tiene más lectores que todos esos blogs juntos.

Así que tendrás que seguir leyendo nomás las cosas buenas que salen sobre mí, o irte a otro blog. Estás en tu derecho como yo en el mío de comentar lo que quiera...

Por otra parte, no soy el primero ni seré el único blogger que usa su espacio para comentar sus noticias. Lo ha hecho Daniel Link, Fuguet, Paz Soldán, Faverón, Coral, Paolo de Lima, etc. En general, todos los bloggers del mundo. E incluso lo hace exclusivamente César Gutiérrez, sin que nadie le diga nada. Todo OK. Finalmente, quiero añadir que creo que estos post que hablan sobre mi novela son un servicio a la comunidad literaria: Gracias a ellos los curiosos, lectores, reseñistas y futuros críticos solo tendrán que hacer clic a la etiqueta "thays" u "Oreja de perro" y tendrán toda la información que vale la pena (no la prejuiciosa o simplemente insultante) sobre mi novela en vez de irse de hemeroteca en hemeroteca. ¡Bienvenidos a la nueva era de las comunicaciones literarias!

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Edmundo Paz Soldán sobre Un lugar llamado Oreja de perro

12.23.2008
Carátula de la novela. Fuente: boomerang

Edmundo debe tener una excelente memoria, o anotar las cosas en una libreta Moleskine, porque se ha acordado que yo pretendía balzacianamente unificar todas mis novelas bajo el título Armonía Perdida. Pues ese es el título que le ha colocado al post, tan generoso como siempre, a mi novela Un lugar llamado Oreja de Perro. Publicó en el "Boomeran(g)" su reseña. Por otra parte, también agradezco los comentarios tan elogiosos de los lectores de su blog, incluso el grosero que anda por ahí, y le da el toque de realidad. ¡Un abrazo, Edmundo y gracias! A ver si coordinamos agendas para vernos este año:

El regreso de Iván Thays a la ficción no podía haber sido más auspicioso. Un lugar llamado Oreja de Perro, su nueva novela, ha resultado finalista del premio Herralde. En estos años, muchas cosas han cambiado en el estilo de Iván. La prosa, que solía estar llena de florituras, de metáforas, se ha vuelto despojada, directa. Eso la hace más efectiva: "Pensamos que las fotografías, los recortes de periódico, las cartas, los videos, los testimonios, los recuerdos, sostienen la memoria. Pero no la sostienen, la reemplazan".
El narrador arrastra las heridas producidas por el fallecimiento de su hijo y el hecho de que su esposa lo haya abandonado; con el panorama personal de una crisis devastadora, acepta el encargo de su periódico, de visitar un caserio en los andes peruanos llamado Oreja de Perro, golpeado por el terrorismo en los años ochenta y donde los militares han sido causantes de violaciones a los derechos humanos. Con gran acierto, Thays convierte a Oreja de Perro, lugar de supuesta reconciliación nacional (el presidente debe lanzar allí un programa asistencialista), en una metáfora de la violencia, de la pérdida, de la descomposición, social y personal: "Imagínate, todos los días descuartizaban perros en Ayacucho. Y si lo ves en un mapa, este sitio parece un pedazo enorme cercenado de alguno de esos perros, o de todos".
En Oreja de Perro, el narrador se verá involucrado con Jazmín (una muchacha que padece las secuelas de la violencia) y sabrá de los deseos de venganza de gente del pueblo contra los militares. Descubrirá, también, que hay ciertas tragedias que no se superan, pero que eso no implica el desaliento: hay que aprender a vivir con la armonía perdida. Los que se sorprendieron al ver que este escritor de la intimidad publicaba una novela política, descubrirán que en esta novela la política importa, pero que, como siempre en un libro de Iván Thays, el viaje que de veras cuenta es el interior (El viaje interior es el título de mi novela favorita de Iván). A los que no les haya convencido la inacción del narrador, su autismo, su incapacidad para preocuparse de veras por ese entorno desolador de injusticia social en su país, habrá que decirles que, a pesar del cambio de estilo, Thays es siempre Thays. Aunque esta vez se da incluso el lujo de un final esperanzador.

Me encanta ese final "Thays es siempre Thays", a ver su aprenden los que creen que he cambiado para "ganar premios en España" (cosa que no he hecho, soy solo un pobre finalista). Lo que sí no entiendo es, eso sí, que Edmundo prefiera la melodramática El viaje interior a mi nueva novela escrita con los tendones. Ah, Edmundo, un romántico incurable sin duda.

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Un cuento corto de CCF

Biblioteca de Burdeos. Fuente: pasa la vida

Carlos Calderón Fajardo le ha dedicado un cuento breve a Ricardo Sumalavia, que éste ha colgado en su blog Gambito de Peón. Es precioso. Lo cuelgo entero como una hermosa muestra de amistad, más allá de los años y los cambios de vida de cada uno. Qué pena que no todos los amigos sean así. Yo perdí hace poco uno al que adoraba - y ahora considero un miserable- pero cuya risa, sin sonido, recuerdo aún con nostalgia:

Montaigne y los bosques

A mi hermano R. S

Ricardo entra a la biblioteca de la Universidad de Burdeos y encuentra a Montaigne.
Él sabe que Montaigne frecuentaba los paisajes de Burdeos, pero no esperaba encontrarlo en la biblioteca.

-Sabe usted que yo fui alcalde de Burdeos -le dice Montaigne.

- Usted fue el primer enciclopedista del empeño humano,- responde Ricardo.

- Tiene usted razón. Soy el primero en examinar cuidadosamente la totalidad del saber humano. ¿Podría decirme en qué año estamos?


Ricardo sabe que si dice en que año verdaderamente están, Montaigne se evaporará.

-Estamos en 1560 -responde.

-¿Conoce usted mi método? Elijo interrogantes y luego ensarto junto fragmentos de pensamientos que son obtenidos de comentaristas y meditadores de primera línea. Agrego pero no corrijo. Todo lo que se diga puede ser registrado como evidencia. En la biblioteca estantes de libros ignorados imploran por un lector.

En ese momento a Montaigne se le ocurre que las bibliotecas son bosques.

Cuando los bosques se enteran lo que se le ha ocurrido a Montaigne salen huyendo de los estantes.

Diciembre, 2008

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El Capital en Manga

El Capital en manga. Fuente: eñe

Yo me hice fanático de la serie Candy (sí, tengo mi venus en Libra y tengo mi lado femenino bien desarrollado, ¿les jode?) y desde entonces, leía todas las mangas que caían en mis manos, fascinado por esos novelones gráficos llenos de complejidades. Era casi como leer una y otra vez Anna Karenina. Pero lo que nunca me imaginé es que Marx, no Groucho sino Caritos, estaría en Manga. Me parece lo máximo. Además, ya sé qué regalarle a Miguel Gutiérrez en Navidad. Yo creo que el Oscar de plástico dorado que le mando todos los años, con la placa "para el que se cree el mejor escritor del mundo" ya no le dá risa, aunque los colecciona. Dice la nota:

Los lectores a quienes se dirige la obra son empleados de oficina de alrededor de treinta años. La editorial quiso aprovechar además el incremento de ventas que trae aparejada esta época de fiestas. El primer volumen de El Capital llevado a la historieta es el relato de una fábrica de queso administrada por su protagonista, Robin, quien se rebela contra los principios socialistas de su padre y se convierte en un conductor esclavo tras asociarse con un inversionista. Robin, sin embargo, tiene un complejo de culpa, al sentirse tironeado entre sus ambiciones capitalistas y el daño que causa con la explotación de los trabajadores. Maruo dijo que la versión "manga" de la obra de Marx fue planeada hace algunos meses, luego del éxito que tuvo una nueva edición de la novela comunista de 1929 El buque factoría de cangrejos, historia de un capitán sádico que obliga a su tripulación a trabajar como mano de obra esclava.

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El reverso de Kafka

Ilustración de Josef Lada, ilustrador de la edición original de 'El buen soldado Svejk' (1923) Fuente: el país

Galaxia Gutemberg ha publicado Las aventuras del buen soldado Svejk de Jarolsav Hasek, a quien llaman "el reverso irónico de Franz Kafka". Ambos fueron contemporáneos en Praga, pero mientras Franz Kafka era un hombre lacónico, Hasex era un bullicioso que iba de taberna en taberna. Aquí lo comenta El País debido a la publicación en castellano por primera vez de la novela. No se pierdan el final de la cita, es genial:

Es una lástima que no conste ningún encuentro entre Kafka (1883-1924) y Hasek, porque seguramente habrían tenido mucho de que hablar. Ambos recelaban profundamente de ese Estado moderno hiperburocratizado que se encarnaba en el Imperio austrohúngaro, un inestable mosaico multinacional que se extendía desde el Adriático hasta las actuales República Checa, al norte, y Ucrania, al este. Los dos autores estaban convencidos de que ante aquella administración elefantiásica el individuo quedaba reducido a poca cosa. Fueron de los primeros en verlo con tanta claridad, pero su enfoque fue dispar. Mientras Kafka le dio forma de pesadilla, como en la novela El castillo o el cuento Ante la ley, el incorregible Hasek prefirió reírse de todo aquello. Su mayor creación, el soldado Svejk, es un ingenuo charlatán que se alista al ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial como si se tratara de una reyerta de bar entre autriacos, serbios y turcos. Es arrestado por alta traición, ingresado en un manicomio y se pierde en el sur de Bohemia antes de llegar al frente. Nadie es capaz de determinar si se trata de un conspirador o de un solemne idiota. Eso sí, sus andanzas ponen de vuelta y media al ejército, las instituciones médicas y la administración. (...) El bonachón recluta Svejk, vendedor de perros e impermeable al desánimo, es en cierto modo un trasunto del propio Hasek, según opina la traductora. "Los dos trabajaron vendiendo perros, entre otras ocupaciones y fueron voluntarios a la Primera Guerra Mundial". Eso sí, Hasek sí que llegó a combatir en el frente, donde contrajo la tuberculosis. La revolución bolchevique lo sorprendió en Rusia, donde residió un tiempo y se casó por segunda vez, mientras seguía unido a su primera mujer, Jarmila, que vivía en Praga. Hasek era un bohemio a quien "a menudo había que sacar a la fuerza de las tabernas", añade Zgustova. "Además, le gustaba tomarle el pelo a todo el mundo, sobre todo a los carcas". El autor compaginaba la creación literaria con la colaboración en una revista zoológica en la que se inventaba animales fantásticos e incluso su genealogía. Evidentemente, en cuanto fue descubierto, lo despidieron.

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Un lugar llamado Oreja de perro en RdL

12.21.2008
Guillermo Fadanelli y yo, entonces con pelo largo y no deflecado como lo tengo ahora, en nuestros pueblos fantasmas. Fuente: revistadelibros

Una alegría enorme ha sido que la tapa de La Revista de Libros, del diario "El Mercurio", de hoy domingo haya sido destinada al artículo que ha escrito Patricio Jara sobre la reedición de Lodo, la novela de Guillermo Fadanelli publicada en 2002, y Un lugar llamado Oreja de perro, mi novela, ambas publicadas por Anagrama. Patricio ha encontrado un punto de unión en las novelas: las dos suceden en pueblos de apariencia espectral, y en ambas además se intentaría "escapar sin perder la memoria". Dice la nota sobre Lodo de Fadanelli:

(...) Lodo cuenta la historia de Benito Torrentera, un solitario profesor de filosofía de 50 años y un metro 80 centímetros, quien está convencido, después de dos décadas en las aulas, de que el futuro de la disciplina se encuentra lejos, muy lejos, de la universidad. Acosado por los fantasmas de los padres fundadores del pensamiento clásico, Torrentera es incapaz de ver el mundo desde otro prisma que no sea la abstracción libresca. Aquello, claro, hasta cuando conoce a Eduarda, una dependiente de la cadena de almacenes Seven Eleven. Ella, 28 años menor, planea robarse la recaudación del día y verá en Torrentera a su mejor aliado. De modo que lo que comienza como una triste novela sobre el resentimiento de un profesor derrotado se transforma en una historia de pistolas y carreteras que conducen a ese "pinche pueblo en el que jamás se detendría ningún policía respetable". El relato, además, es el engranaje que faltaba para articular las otras novelas de Fadanelli, especialmente Educar a los topos y Malacara, que, como explica el propio autor a Revista de Libros, tienen una motivación clara: "A mí no me interesa contar historias, ni entretener a los lectores, sino encontrar sentido al hecho mismo de escribir: el sinsentido, el vacío, el caos están ocultos en los buenos libros, son su esencia". Galardonada con el Premio Nacional de Narrativa Colima de su país, Lodo es una patada en el trasero a la búsqueda de la erudición como fin último, total y excluyente; un corte de mangas a la academia anquilosada y empeñada en entender lo que pensaron otros y perpetuarlo con intolerancia y a rajatabla.

Y en lo que respecta a mi novela, dice:

Un lugar llamado Oreja de Perro, de Iván Thays, despliega como escenario las ruinas de un pueblo que ha sufrido la violencia de Sendero Luminoso y su doctrina del miedo impuesta por Abimael Guzmán, alguna vez también profesor de filosofía; y junto con ella las asoladas del narcotráfico y de la represión militar. Oreja de Perro (que existe; aún) es un caserío sembrado de fosas comunes donde ha llegado el protagonista de la historia de Thays, un hombre que lleva a cuestas una doble tragedia: la muerte de Paulo, su pequeño hijo, y un matrimonio congelado como consecuencia. Ambos acontecimientos serán prefigurados por Jazmín, una joven lugareña embarazada que oculta un terrible secreto. Un lugar llamado..., que junto con marcar el regreso del autor a la ficción tras casi una década resultó finalista del Premio Herralde, se hace cargo de la memoria personal del periodista-personaje-narrador enviado a cubrir la visita del Presidente Toledo al único lugar donde los campesinos "lograron vencer al terrorismo sin ayuda de la policía" y por lo tanto merecen ser premiados por el Estado ahora que el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (un símil de nuestra Rettig) los ha puesto en el inventario del horror nacional. "Para él ese lugar es tan espectral como puede serlo una ciudad fantasma o la misma Comala", comenta el novelista desde Lima. "Un lugar remoto, frío, sin sentido, donde se enferma a cada rato, una ciudad irreal llena de sombras de hombres y perros, como si fuera un set de grabación de David Lynch, que pasan por detrás del telón". Thays articula una historia sobre la soledad, sobre aquello que no se puede olvidar y se encorva en la espalda; un peso que en medio de la sierra se encarna en animales famélicos y de ojos lechosos; en campesinos desdentados que hablan quechua y soportan las burlas de los militares; la bota implacable que está allí para recordar que la violencia no ha terminado y que para que un pueblo merezca ser llamado fantasma, entonces siempre alguien tiene que morir.

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Fuentes literarias de Ian Curtis

Ian Curtis. Fuente: plain or pan

Para todos los fans de Joy Division, y en particular de Ian Curtis, les dejo este regalo que me encontré en la revista Ñ: Un comentario sobre la relación de Curtis con la literatura. Era obvio, ¿no? Dice la extensa nota de Jon Savage (guionista de una película sobre Joy Division), traducida de The Guardian:

No se trata de legitimar las letras de Curtis como obra literaria, sino de dejar en claro que en los años 60 y los 70, la cultura pop actuaba como centro de intercambio para la información que estaba literalmente oculta como la esotérica, o era degradada, impopular y estaba por debajo del radar de la literatura. Y existía toda una subcultura y un mercado que sostenían estos intentos de clandestinidad. Joy Division continúa inspirando nuevas generaciones de oyentes, pero sin duda fueron el producto de un tiempo y un lugar. Ian Curtis era un ávido lector que se convirtió en escritor fecundo. En el noroeste de Inglaterra, a mediados de los años setenta, encontró los materiales que necesitaba para escapar, pero sólo para descubrir, como era evidente en muchas de sus lecturas, que escapar era imposible. Como los Doors y The Fall, Joy Division tomó su nombre de un libro. No se inspiraron en Huxley o en Camus, sino en una pieza relacionada con el Holocausto. The House of Dolls de Ka-Tzetnik (su verdadero nombre es Yehiel Feiner) cuenta de zonas en los campos de concentración en las que se forzaba a las mujeres a la esclavitud sexual: no era la División de trabajo forzado (Labour Division) sino la División del placer (Joy Division). En 1978, cuando el grupo adopta el nombre, la novela había vendido millones de copias en edición rústica. Desde principios hasta mediados de la década del setenta, fue la época dorada de las publicaciones en rústica, fueran buenas o malas. Aparte de Penguin, con su fuerte línea de ciencia-ficción, que incluía autores como Philip K. Dick, Olaf Stapledon y J. G. Ballard, estaba Picador, Pan, Mayflower y Paladin, este último con una amplia lista que incluía a Jeff Nuttall y Timothy Leary. Con sólo 50 peniques, cuando un disco LP costaba 3,25 libras, estos libros estaban al alcance de los jóvenes. (...) Joy Division muy rara vez daba una entrevista. En enero de 1980, sin embargo, le dieron una audiencia al joven escritor y cantante Alan Hempsall. Esta sería la única vez que Curtis habló de sus lecturas. Mencionó Naked Lunch y The Wild Boys como dos de sus libros favoritos. Curtis comenzó escribir en serio durante 1977 cuando él y su esposa Deborah se mudaron a Barton Street en Macclesfield, al sur de Manchester. En sus memorias Touching from a Distance, Deborah Curtis recuerda que "la mayoría de las noches Ian se encerraba a escribir en el cuarto azul, interrumpiendo solamente para beber una taza de café entre las volutas de humo de un Marlboro. No me importaba la situación: lo encarábamos como un proyecto, algo que debía hacerse". (...) Como muchos jóvenes, los sentimientos de Curtis oscilaban entre la omnipotencia y la protesta, esto se reflejaba en sus letras. La sensación de luchar en vano, tal vez, contra un sistema laberíntico es un tema recurrente en Kafka, Gogol y Burroughs, entre otros. Es fácil seguir una línea temática entre los agentes de control en El Castillo de Kafka y las teorías del control en Burroughs, o en el fatalismo de los rusos del siglo XIX a la ciencia-ficción de posguerra. (...) No es difícil darse cuenta cómo Curtis se identificó con el funcionario público, el héroe de Memorias del subsuelo de Dostoievski con su desdén nihilista por el "hormiguero humano": Nacimos muertos. El problema con la música rock es la idea de autenticidad, requiere que el cantante actúe, caracterice las letras y el estado de ánimo. En la medida que Joy Division despegaba, él quedó atrapado en sus propias letras. Curtis escribe para Atrocity Exhibition: "para divertirse miran como se retuerce su cuerpo/ Detrás de sus ojos dice 'todavía existo'". Aunque se refiere a la novela de Ballard, el clima de la canción es más parecido a El Lobo Estepario de Hermann Hesse. En 1980, cuando Alan Hempsall le preguntó al respecto, Curtis dijo que había escrito la canción mucho antes de leer el libro. "Sólo vi el título y me pareció que encajaba con las ideas de la letra".

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La voz de los suburbios

Fotograma de la película Vía Revolucionaria con Kate Winslet y un sujeto. Fuente: the atlantic

"Suburbs of Our Discontent" es el nombre que tiene la columna del gran Christopher Hitchens, en The Atlantic, sobre la novela del momento (gracias a Kate Winslet, insisto) Vía Revolucionaria, de Richard Yates. Debo agradecer, otra vez, a Diego Salazar que me haya pasado este enlace como tantas otras veces ha colaborado desinteresadamente con Moleskine Literario. Junto a Daniel Mordzinski, dos auténticos socios honorarios de este blog. Dice Hitchens ("Hitch" para los friends):

The achievement of Richard Yates’s Revolutionary Road was to anatomize the ills and woes of suburbia while simultaneously satirizing those suburbanites and others who thought that they themselves were too good for the ’burbs. It is also the reason why the novel can seem, and in the literal sense is, dated. Published in 1961 and set in 1955, this psychodrama of an ambitiously named development in Connecticut (the source of Yates’s superbly misleading title) recalls us to the period that saw the publication of David Riesman’s The Lonely Crowd (1950), Sloan Wilson’s novel The Man in the Gray Flannel Suit (1955), the pop sociology of men like William H. Whyte and Vance Packard, whose critiques The Organization Man (1956) and The Hidden Persuaders (1957) made American business seem impersonal and cynical, and—if this isn’t too fanciful—Edward Albee’s Who’s Afraid of Virginia Woolf? and Malvina Reynolds’s song “Little Boxes,” both of which made their debut in 1962. Pete Seeger had a huge success of his own with the song, which ridiculed the harmless citizens of Daly City, California, and gave us the word ticky-tacky. No less a man than Tom Lehrer was to say that it was “the most sanctimonious song ever written,” but this insight would be buried by later developments in the ’60s, when removal to the suburbs became a polite synonym for “white flight” (see the mythscape of Jeffrey Eugenides’s Detroit) (...) Frank and April Wheeler are the reverse of the unhappy family in Chekhov’s Cherry Orchard. They have already tasted the fruits and sweets of the big city, and qualified as urban—perhaps better say urbane—sophisticates. But you know how it is. Pregnancy comes to April a teeny bit earlier than had been anticipated (or desired), and the distressing need to earn some actual money is then imposed upon Frank, who must martyr his aestheticism to the brute requirements of “the firm.” Soon enough the days become regulated by the commute and, of course, by the needs of the children. Even so, the lost Bohemia of their Greenwich Village period will not be denied, and before too long Frank and April are smilingly condescending to help out a local troupe called, with brilliant ominousness, the Laurel Players. They decide to build up the spirit of community theater with a production of The Petrified Forest. I shall simply say that I don’t remember ever feeling so sorry for a set of fictional characters. If Yates had one talent above all, it was for conveying the feeling of disappointment and anticlimax, heavily infused with the sort of embarrassment that amounts to humiliation. As the full horror of the first night, and the full catastrophe of April’s own performance, become apparent, Yates catches the ghastly moment by writing, “The virus of calamity, dormant and threatening all these weeks, had erupted now.”

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El destino de Anagrama

Jorge Herralde. Fuente: elpaís

En la Revista de Libros del diario "El Mercurio" encuentro esta nota suelta acerca de la editorial Anagrama y el destino de la misma. Especulaciones que van y que vienen. ¿Qué habrá de cierto? ¿Es que Herralde se cansó ya de todos nosotros y quiere comprarse una isla para ir a pescar con hilo todos los días como Marlon Brando? No me pareció, en noviembre, que Herralde quisiera dejar de dar batalla. Por lo pronto, las editoriales españolas deben haber quedado con un sabor amargo al leer este suelto porque: ¿Quién no querría meter mano de ese fabuloso backlist lleno de longsellers como las novelas de Capote, Nabokov, Carver, Bukowski, Kapuszinski o Bolaño? Dice la nota (sin firma):

Especular sobre el destino de la editorial fundada por el incombustible Jorge Herralde es uno de esos juegos de salón que, cada cierto tiempo, se ponen de moda en el ambiente literario. Aunque algunos vieron en su alianza con Planeta y Grup 62 para crear Enlaces, la megadistribuidora de libros dentro de España, un primer paso hacia un cambio en la propiedad de Anagrama, lo cierto es que el propio Herralde se encargó de desmentirlo. Así las cosas, el destino del sello creado a fines de los años 60, y que reúne en su catálogo a autores tan apetecidos como Bolaño, Carver, Bukowski y Nabokov, vuelve a quedar en suspenso. Allegados al editor barcelonés dicen que, a sus 73 años, y sin herederos de su matrimonio con Lali Gubern, Herralde ha recibido más de una oferta por Anagrama, pero que hasta el momento la que tiene más posibilidades de prosperar es la de una editorial italiana. Curiosamente, no sería de Adelphi, dirigida por su amigo Roberto Calasso, sino del grupo editorial Feltrinelli. Por el momento, estas conjeturas refuerzan la idea de que, suceda lo que suceda con el sello, no quedará en manos de españoles.

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Brizuela en Lisboa

casa de Amalia Rodrigues en Lisboa. Fuente: flickr

El suplemento ADN del diario La Nación le ha dado la espalda a los homenajes navideños y nos lanza directamente a los viajes de fin de año. Y lo hace reuniendo a un grupo de periodistas y escritores para que comenten su viaje inolvidable. Son los narradores Edgardo Cozarinsky, Leopoldo Brizuela, Daniel Guebel, Vlady Kocianchich y Luisa Valenzuela, y los periodistas Hugo Beccacece y Leonardo Tarifeño quienes hablan de lugares como Beirut, Lisboa, Barcelona, Río de Janeiro, Viena, Budapest e Illiers, la ciudad de Marcel Proust. Aquí falta la historia de Zambra sobre Santo Stefano Belbo, la ciudad en que nació Cesare Pavese (una crónica de amor y odio) y también, ejem ejem, la crónica que escribiré yo después del 4 de enero, luego de irme a bailar vallenato (y alguna salsita si resbala por ahí) en Barranquilla por Año Nuevo. Por lo pronto, el retrato que hace Leopoldo Brizuela de Lisboa -la ciudad que más añoro conocer y que persigo hace años- a partir de su búsqueda de los orígenes de la cantante de fado Amália Rodrigues. El origen de la melancolía. Dice Brizuela:

Poco antes del mediodía, desde el embarcadero de Terreiro do Paço, bajo una lluvia feroz, corrí a refugiarme en el atrio de Nossa Senhora da Conceiçao Velha (la única, me diría después un taxista, que se salvó del terremoto de 1775: el único testimonio de la antigua Lisboa), y entré en plena ceremonia. Hacía veinte años que no iba a misa. Había detrás del cura una imagen de la Virgen, rodeada de un palio barroco, dorado y ennegrecido, y de largos gladiolos blancos. Adelante, una decena de fieles, todos viejísimos. Uno, encargado de la lectura, lastimosamente entorpecido por la falta de luz y la miopía, impacientaba al cura. Y yo pensaba todo, todo el tiempo, en el mar. Viejos y extranjeros somos uno en el rito. ¿Cuál es la patria que dejamos atrás y que imploramos? ¿El lugar donde creíamos entender? La sensación de comunión con los ancianos es tan fuerte que, cuando llega el momento, me pongo en la fila para comulgar. No me acogí en la Iglesia, me acogí en el rito. El rito religa no a Dios, sino a la ilusión de que, sólo por seguir los pasos de los muertos, de algún modo, los reencontraremos.
(...)
Una calle estrecha y empinadísima. Casas de tres, cuatro pisos, con frentes derruidos, con buhardillas de tejados rotos y tanta ropa colgada en los balcones que no se puede ver el cielo. De aquí abajo arranca una baranda para ayudarse a subir. Imagino a la madre de Amália (no sé por qué la imagino sola), en el calor de julio de 1920. Con la pesadez de los nueve meses, con los dolores, posando uno por uno, uno tras otro, los pies en los peldaños. La placa está donde la calle termina: en el patio de esta casa nació Amália Rodrigues. Es blanca, sencilla, con letras celestes y el dibujo de una alondra, también celeste, que en portugués lleva el delicioso nombre de cotovía . Cuando dudo frente a la puerta del inquilinato, que junto al lujo de la placa luce aún más miserable, una vieja sale a la ventana del último piso de la casa: "¡Entre!", me grita, y yo me vuelvo y la veo sonreír, gorda, vestida de negro, orgullosa. "Adentro hay otra..." Tiene los mismos rasgos que Amália, probablemente su misma edad, y está toda vestida de negro. Pero es gordísima, y tiene el pelo descuidado, largo, completamente blanco. Siento que me comprende. Paso el portal, bajísimo, entorpecido de ropa colgada de niño y de viejo, y altos tachos de basura, paso una puerta con un cartel escrito a mano, "Se arreglan electrodomésticos", y después de otra breve escalerita de piedra, se llega a un patiecito que no es el de una casa, sino el de un conventillo, apenas más grande, con su ropa colgada, sus flores en macetas, sus piletones de cemento y sus flores en latas oxidadas, sus fuentones de ropa. Hay otra placa, sí, mucho más pretenciosa, que dice: "Aquí nació Amália Rodrigues el 23 de julio de 1920", en letras doradas sobre mármol rosa, y firmada: ALCAIDIA DE LISBOA. Pero ¿qué quiere decir "aquí"? ¿La muchacha campesina que subía por la Rua Martín Vaz fue aquí donde desistió y se tendió a parir a Amália? ¿O vivía la comadrona y con el calor de julio la dejó salir? Pero es bueno nacer de cara al cielo, en este nido popular, en este olor a pobreza y a familia, en este cielo de la Morería.
(...)
En torno a aquel patio en que nació Amália ya todo es Amália pura. La Igreja da Pena, donde fueron a bautizarla tantos días después que ya nadie podía recordar en qué día preciso, tan alta en la calle estrecha que no se consigue fotografiarla entera ni aun tendiéndose en la vereda opuesta. Las calles de nombres como estigmas: calle de la Pena, asilo de la Pena, callejón de la Pena. La casa, muy próxima, en donde murió Camões, esperando a que allí mismo naciera quien habría de cantarlo. Y la gente, obreros, que van entre un olor de pescados asados en la calle, en pequeños espetones, sobre braseros y parrillas diminutas, entre lluvia y lluvia.

Por cierto, los que no puedan ir a Lisboa a conocer la casa de Amalia, ni siquiera con la imaginación, pueden conocerla a través de este enlace a youtube.

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Hernández & Murakami

Felisberto Hernández. Fuente: libreriahispana

Las asociaciones literarias son, mientras más arbitrarias y libres, mejor. Y eso lo comprueba Enrique Vila Matas en su último "Dietario Voluble" en que une las obras de un escritor oscurecido y casi desconocido de Uruguay a mediados del XX, y las de un narrador japonés en pleno apogeo en el siglo XXI: Felisberto Hernández y Haruki Murakami. Esto es lo que resulta al juntar a este par: mundos quietos con vida propia, en palabras de Vila Matas:

Mari en su espejo del Skylark me recuerda el oscuro mal que se instaló en mi mano derecha cuando leí el primer cuento de Felisberto Hernández. Percibo evidentes puntos en común entre el mundo de Murakami y el de Felisberto, aunque es difícil que el japonés haya ni siquiera oído hablar del gran escritor uruguayo, cuyos cuentos en su momento fueron dejando en mí una sensación de raro extrañamiento, que se fue traduciendo en una modificación de los hábitos a través de los cuales contemplaba la realidad, o, mejor dicho, era observado por ella. Y no estoy hablando sólo de las modificaciones en mi mano derecha, que ya no volvió a ser la misma después de aquel libro de Felisberto, sino de la impresión que me quedó para siempre de que no se podía leer a este autor sin correr ciertos riesgos. Porque con él uno pasaba a ser observado por mundos quietos con vida propia. Murakami no es más que un involuntario sucesor de Felisberto en la creación de ese mundo de la realidad que nos mira. En un genial cuento del uruguayo, "El balcón", una mujer se enamora de una especie de mirador en el que se pasa la vida imaginando historias sobre los transeúntes que ve a través de los cristales. Un día, el balcón se cae, pero lo que el lector percibe es que el balcón no se ha caído, sino que se ha suicidado porque la mujer le ha sido infiel con un hombre. O sea que era el balcón el que la observaba a ella. La literatura de Felisberto nos sitúa en muchas ocasiones al borde de un misterio perturbador. No conozco la vida de Murakami y ni tan siquiera si conserva los cinco dedos en cada mano, sólo sé que la vida de Felisberto fue desgraciada; persiguió el reconocimiento como escritor y no lo obtuvo y, sin embargo, vivió de los dedos de sus manos: fue compositor, pianista de cine y de cafetín, y dio conciertos en salones elegantes y casinos de mala muerte. Las notas de este artista compusieron un espacio fantasmal de ficciones, de espejos y balcones que capturan las imágenes y desde ellas observan la realidad. Se casó cuatro veces, pero siempre acababa regresando a la casa de su madre. Parece que no fue feliz un solo día de su vida, pero inventó un sistema taquigráfico que le sirvió para escribir más deprisa en los últimos años. Ya sólo por haber inventado ese método de lo fulminante, Felisberto habría pasado a la historia, pero es que, además, fue un cuentista excepcional, que controlaba muy bien la locura en sus relatos de premeditada, cabal rareza. Siguen las densas brumas de la calle sin llegar adonde estoy tan perfectamente acomodado, mientras me acuerdo de Felisberto, que decía que la metáfora era un vehículo burgués, confortable, que iba a muchos lados, pero que antes, eso sí, teníamos que decirle siempre al conductor adonde íbamos, concretar el sitio, porque si le decíamos que queríamos ir a lo incognoscible sabía dónde llevarnos: al manicomio.

Pero Enrique Vila Matas no será el primero, ni el último, gran escritor que se queda fascinado al leer/descubrir a don Felisberto, pianista y cuentista. Aquí las palabras de asombro que dejó Italo Calvino como testimonio.

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Los mejores libros 2008 en Ñ

Los libros del año según revista Ñ. Fuente: revistañ

La revista Ñ le pidió a 15 personalidades literarias, entre escritores y críticos literarios, que eligieran un libro que represente para ellos al Libro de Año y que luego escribieran sobre él. Lamentablemente, no están colgadas en la web las opiniones de cada autor, pero sí la lista de los elegidos y sus electores. Aquí está la lista:


"La gran literatura se hace con el cuerpo" El crítico Juan José Becerra rescata la reedición de "La novela luminosa", del escritor uruguayo Mario Levrero.


El polaco existencial "Gombrowicz en Argentina", dice Elvio Gandolfo, es un libro "sólido y complejo".


La oralidad literaria de Ricardo Zelarayán "Lata peinada" le permite a Luis Gusmán detenerse en un autor más allá de las modas, y que "ha producido un sismo".


La elección imposible Levrero, Calveyra, Bustriazo Ortiz son algunas de las preferencias de Fogwill.


La revolución histórica Un clásico de Jules Michelet reeditado en España es para Fernando Savater un acontecimiento.


Una prosa particular "Mil tazas de té", para Oliverio Coelho, es obra de un ensayista en "estado de gracia".


Una continuidad a la obra lamborghianiana Para la poera Tamara Kamenszain esta necesaria biografía de Strafacce sobre Lamborghini denota un gesto brutal.


Una obra gigantesca Luis Chitarroni elige la novela póstuma del escritor cubano Guillermo cabrera Infante.


Descrubir un bello libro aún por leer El escritor Pablo ramos dice que Bernardo Jobson es "un gigante". Y avisa: hay que leer "El fideo más largo del mundo".


Relatos melancólicos Pablo De Santis escribe sobre "Tres hombres elegantes", de Marcelo Birmajer.


Las crónicas de viaje de Claudio Magris "No es que Magris va a los lugares: los lugares van a Magris", dice el periodista Sergio Wolf sobre "El infinito viajar".


El mapa de un escritor La escritora Angela Pradelli elige "Cuaderno de notas", de Anton Chéjov.


La revelación de un mundo La obra completa de Miguel Angel Bustos permite descubrir a un poeta híbrido y mestizo que va a contrapelo de las modas.


Diagnóstico y epitafio de una década. Así define Edgardo Cozarinsky "Los libros de la guerra", volumen que reúne los artículos de Fogwill publicados desde los años 80.


Crónicas para repensar la "conquista del desierto" En "Ser en el sueño. Crónicas de historia y vida toma", el antropólogo Pablo Wright aborda en profundidad la cosmovisión toba en una comunidad de Formosa.


Además, la propia revista Ñ elije los mejores libros del año para ellos, en diferentes rubros (novela argentina, novela extranjera, revelaciones, bestsellers, etc.) En el rubro "revelación" destaca la presencia de nuestro añorado amigo B39, Daniel Alarcón, con Radio Ciudad Perdida.

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Marsé conversa con Juan Cruz

Juan Marsé. Foto: Caterina Barjau/ el país

En una conversación, a manera de balance, con Juan Cruz, el flamante premio Cervantes Juan Marsé habla de política local pero también de literatura. Comenta, por ejemplo, una anécdota sobre la censura a su libro (uno de los mejores que le he leído) Si te dicen que caí:

Una estudiante americana que preparaba una tesis sobre la censura en España se metió en los archivos y encontró cosas muy curiosas. Al final del informe sobre Si te dicen que caí, el censor decía algo así como: "Si quitamos que salen maricones y gente de malvivir y prostitutas, si quitamos todo eso, todavía sería una porquería la novela". Para que quedara claro, ¿no?

La frase es genial, me he reído mucho. Pero luego me ha tocado sorprenderme mucho con lo que cuenta Marsé sobre su historia familiar:

Mi madre adoptiva había tenido un bebé muerto, y el médico le había dicho que no podía tener más hijos. Y mi madre había muerto. Mi padre me dio en adopción a esa señora. Ella salía con su marido de la clínica, pararon un taxi, y ahí iba mi padre, que la oyó llorar. Supo la historia, y les dijo: "A mí me ha pasado lo contrario. Perdí a mi esposa y tengo un niño de días. Y no sé qué hacer, porque además tengo otra niña de cinco años". Esa historia, según mi hermanastra Regina, no es cierta, mi madre se la inventó. Siempre he estado a favor de esa historia, me gusta porque parece sacada de una novela de Dickens. Pero Cuenca no ha encontrado en ninguna clínica ni en el Registro Civil constancia de ese niño muerto... Podían ser fantasías de mi madre, y mi madre adoptiva, Berta, tenía una fantasía extraordinaria (...) Yo tendría nueve años. Íbamos por la calle y una vecina le dijo a mi abuela paterna: "¡Qué niño más guapo! Se ve que no es un Marsé, porque no se parece en nada ni a su padre ni a su madre". Le pregunté a la abuela y ella empezó a contarme...; decía que había otros padres míos, pero que eso me lo comentaría mi madre, "porque ella prometió decírtelo cuando tuvieras 10 años". Eso precipitó la confesión de mi madre. Pero entonces yo me acoracé, no quería tener más padres, ya estaba bien con los que tenía. Y después tomé una actitud de indiferencia, de que aquello me resbalaba. Y mi padre adoptivo nunca me comentó nada. Cuando fui ya mayorcito, Regina empezó a contarme cosas de mi padre biológico... Pero yo estaba tan bien con aquellos padres, que decidí que aquéllos eran mis padres y punto.

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Novela-río de Elsa Morante

Elsa Morante y su gato. Fuente: giornaldifilosofia

Mi único recuerdo literario de Elsa Morante (más allá de la anécdota de que fue la primera esosa de Alberto Moravia) es la lectura en una colección llamada Grandes Bestsellers de su bellísima y poética novela La isla de Arturo, que recuerdo con mucha felicidad haberla leído en la playa. Pero, al parecer, La isla de Arturo era una isla en medio de la obra literaria de la Morante. Al menos eso es lo que deduzco (quizá erróneamente) de la reseña que Mercedes Monmany le dedica en el ABCD las letras a la reeditada novela La historia (Gadir), a la que califica de "monumento literario europeo, equiparable a las obras de Vasili Grossman, a cualquiera de Solzhenitsin o al terrible ciclo escrito por Primo Levi". Dice la reseña:

Leer hoy esta fascinante novela-río, que en el momento de su aparición, 1974, provocó sonoras polémicas y agrias discusiones en su país a causa de su vertiente de pesimismo «anárquico», dotado de «una energía salvaje que no lograba consumirse sino en forma de dolor», y por incidir demasiado en el drama de los individuos y no de la colectividad, algo muy mal visto por la «heroica» izquierda oficial, es recuperar un importantísimo monumento literario europeo, equiparable a las obras de Vasili Grossman, a cualquiera de Solzhenitsin o al terrible ciclo escrito por Primo Levi. Una obra o «gran mosaico poliédrico» (como lo definirá en el prólogo Flavia Cartoni, que ya había realizado la edición en Cátedra de la novela El chal andaluz, de esta mismo autora) que se convierte en una mezcla apasionante de documento, crónica, ensayo, reflexión intelectual y ficción sobre la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, en este caso vistos a través de la historia de una joven viuda romana, «medio judía», Ida Ramundo, y de su hijo bastardo, Useppe, fruto de una violación llevada a cabo por un soldado alemán. Con esta obra, que comienza en el año 1941 y finaliza en 1947, Morante quiso no sólo dar testimonio de una época terrible y crucial, sino sobre todo rendir homenaje a la figura de la «víctima» de la Historia: esos millones de olvidados, de sacrificados anónimos, de «sujetos de servidumbre» que nunca participarían en intereses y beneficios de las Grandes Potencias y de los Estados, fueran los que fueran, y que, por el contrario, sólo serían utilizados como carne de cañón de «abstracciones ideales» en las que otros les harían militar a la fuerza, dependiendo del momento. Como esta misma autora diría en alguna ocasión, «más que una obra poética, La Historia quería ser una acusación contra todos los fascismos del mundo». Y así lo declarará uno de los personajes más emblemáticos de la novela, el poeta e intelectual fracasado, abocado amargamente al suicidio, Davide Segre: «En resumidas cuentas, toda la Historia es una historia de fascismos más o menos larvados? [...] Siempre y por doquier libres y esclavos? Ricos y pobres, compradores y vendidos? Superiores e inferiores? Jefes y subordinados? El sistema no cambia nunca? Todos seudónimos? Todas máscaras? ¡¡Todos quieren carne de hombres!!».

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