MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Lo que se viene

1.15.2010
Leopoldo Brizuela y nueva novela. Fuente: lanacion

En el suplemento Ñ adelanta qué libros se vienen para inicios del 2010. Entre ellos, el defenestrado La humillación de Philip Roth (¿leer o no leer?). Lo nuevo de Vila Matas (leer) Algo de Pynchon (no leer). Algo de Murakami (quizá). Y, entre los argentinos, la esperadísima novela de Leopoldo Brizuela, Lisboa, que sale con Alfaguara luego de 10 de trabajo desde la estupenda Inglaterra, una fábula. Dice la nota:

A quién no le tiemblan los dedos acariciando la posibilidad de tener entre las manos la nueva novela de Philip Roth, La humillación (Mondadori), que está llegando a la Argentina?; ¿quién no delira al imaginar un viaje sin ataduras en el maravilloso mundo de Haruki Murakami, que este año trae a los hispanohablantes su novela El fin del mundo y un despiadado País de la Maravillas (Tusquets)? ¿Quién no se crispa desentrañando los pasadizos de las historias del sueco Hanning Mankell que nos promete acción y emoción en El ojo del leopardo (Tusquets)? Quienes sí tiemblan y se ilusionan con estos adelantos literarios pueden seguir leyendo. Hay letras que van, y letras que vienen. El año editorial 2010 arranca ya en los próximos días con las primera novedades, hay tanques, como siempre, y hay fuertes apuestas a la literatura local. Este año, desde el exterior, llegan la última novela de David Grossman La vida entera (Lumen), Contraluz (Tusquets), de Thomas Pynchon, Snuff (Mondadori), del estadounidense Chuck Palahniuk, y lo nuevo de Stephen King, La cúpula (Mondadori), una novela sobre un pequeño pueblo de Maine, en los Estados Unidos, que se descubre aislado, repentinamente, del resto del país y del mundo por una cúpula invisible. Una historia que, según adelantaron en la editorial, no decepcionará a los fanáticos. En el ámbito local, en tanto, también habrá importantes novedades en 2010. Entre ellas, Oscura monótona sangre, de Sergio Olguín, novela ganadora del premio Tusquets 2009; Lisboa (Alfaguara), una novela en la que Leopoldo Brizuela trabajó durante los últimos diez años y una nueva ficción con el sello de Marcelo Birmajer, que publicará Norma. (...) Aunque todavía no está confirmado, se espera la visita a la Argentina de John Irving, en el segundo semestre del año, con su nueva ficción: Last night in Twisted River (Tusquets). Entre muchas otras visitas a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se cuenta la del colombiano Fernando Vallejo que presentará El don de la vida (Alfaguara). Otras ficciones que estarán disponibles para los lectores argentinos en 2010 serán Asedio (Alfaguara), lo nuevo de Arturo Pérez Reverte, que recrea el Cádiz de 1812 bajo el asedio de las tropas napoleónicas; Dublinescas (Seix Barral), lo nuevo de Enrique VilaMatas; la primera novela de Leonard Cohen, Hermosos perdedores (Edhasa) y un nuevo novelón de Ken Follett, que dará inicio a una trilogía con olor a best seller, bajo el sello de Plaza & Janés.

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Brizuela en Lisboa

12.21.2008
casa de Amalia Rodrigues en Lisboa. Fuente: flickr

El suplemento ADN del diario La Nación le ha dado la espalda a los homenajes navideños y nos lanza directamente a los viajes de fin de año. Y lo hace reuniendo a un grupo de periodistas y escritores para que comenten su viaje inolvidable. Son los narradores Edgardo Cozarinsky, Leopoldo Brizuela, Daniel Guebel, Vlady Kocianchich y Luisa Valenzuela, y los periodistas Hugo Beccacece y Leonardo Tarifeño quienes hablan de lugares como Beirut, Lisboa, Barcelona, Río de Janeiro, Viena, Budapest e Illiers, la ciudad de Marcel Proust. Aquí falta la historia de Zambra sobre Santo Stefano Belbo, la ciudad en que nació Cesare Pavese (una crónica de amor y odio) y también, ejem ejem, la crónica que escribiré yo después del 4 de enero, luego de irme a bailar vallenato (y alguna salsita si resbala por ahí) en Barranquilla por Año Nuevo. Por lo pronto, el retrato que hace Leopoldo Brizuela de Lisboa -la ciudad que más añoro conocer y que persigo hace años- a partir de su búsqueda de los orígenes de la cantante de fado Amália Rodrigues. El origen de la melancolía. Dice Brizuela:

Poco antes del mediodía, desde el embarcadero de Terreiro do Paço, bajo una lluvia feroz, corrí a refugiarme en el atrio de Nossa Senhora da Conceiçao Velha (la única, me diría después un taxista, que se salvó del terremoto de 1775: el único testimonio de la antigua Lisboa), y entré en plena ceremonia. Hacía veinte años que no iba a misa. Había detrás del cura una imagen de la Virgen, rodeada de un palio barroco, dorado y ennegrecido, y de largos gladiolos blancos. Adelante, una decena de fieles, todos viejísimos. Uno, encargado de la lectura, lastimosamente entorpecido por la falta de luz y la miopía, impacientaba al cura. Y yo pensaba todo, todo el tiempo, en el mar. Viejos y extranjeros somos uno en el rito. ¿Cuál es la patria que dejamos atrás y que imploramos? ¿El lugar donde creíamos entender? La sensación de comunión con los ancianos es tan fuerte que, cuando llega el momento, me pongo en la fila para comulgar. No me acogí en la Iglesia, me acogí en el rito. El rito religa no a Dios, sino a la ilusión de que, sólo por seguir los pasos de los muertos, de algún modo, los reencontraremos.
(...)
Una calle estrecha y empinadísima. Casas de tres, cuatro pisos, con frentes derruidos, con buhardillas de tejados rotos y tanta ropa colgada en los balcones que no se puede ver el cielo. De aquí abajo arranca una baranda para ayudarse a subir. Imagino a la madre de Amália (no sé por qué la imagino sola), en el calor de julio de 1920. Con la pesadez de los nueve meses, con los dolores, posando uno por uno, uno tras otro, los pies en los peldaños. La placa está donde la calle termina: en el patio de esta casa nació Amália Rodrigues. Es blanca, sencilla, con letras celestes y el dibujo de una alondra, también celeste, que en portugués lleva el delicioso nombre de cotovía . Cuando dudo frente a la puerta del inquilinato, que junto al lujo de la placa luce aún más miserable, una vieja sale a la ventana del último piso de la casa: "¡Entre!", me grita, y yo me vuelvo y la veo sonreír, gorda, vestida de negro, orgullosa. "Adentro hay otra..." Tiene los mismos rasgos que Amália, probablemente su misma edad, y está toda vestida de negro. Pero es gordísima, y tiene el pelo descuidado, largo, completamente blanco. Siento que me comprende. Paso el portal, bajísimo, entorpecido de ropa colgada de niño y de viejo, y altos tachos de basura, paso una puerta con un cartel escrito a mano, "Se arreglan electrodomésticos", y después de otra breve escalerita de piedra, se llega a un patiecito que no es el de una casa, sino el de un conventillo, apenas más grande, con su ropa colgada, sus flores en macetas, sus piletones de cemento y sus flores en latas oxidadas, sus fuentones de ropa. Hay otra placa, sí, mucho más pretenciosa, que dice: "Aquí nació Amália Rodrigues el 23 de julio de 1920", en letras doradas sobre mármol rosa, y firmada: ALCAIDIA DE LISBOA. Pero ¿qué quiere decir "aquí"? ¿La muchacha campesina que subía por la Rua Martín Vaz fue aquí donde desistió y se tendió a parir a Amália? ¿O vivía la comadrona y con el calor de julio la dejó salir? Pero es bueno nacer de cara al cielo, en este nido popular, en este olor a pobreza y a familia, en este cielo de la Morería.
(...)
En torno a aquel patio en que nació Amália ya todo es Amália pura. La Igreja da Pena, donde fueron a bautizarla tantos días después que ya nadie podía recordar en qué día preciso, tan alta en la calle estrecha que no se consigue fotografiarla entera ni aun tendiéndose en la vereda opuesta. Las calles de nombres como estigmas: calle de la Pena, asilo de la Pena, callejón de la Pena. La casa, muy próxima, en donde murió Camões, esperando a que allí mismo naciera quien habría de cantarlo. Y la gente, obreros, que van entre un olor de pescados asados en la calle, en pequeños espetones, sobre braseros y parrillas diminutas, entre lluvia y lluvia.

Por cierto, los que no puedan ir a Lisboa a conocer la casa de Amalia, ni siquiera con la imaginación, pueden conocerla a través de este enlace a youtube.

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Notas de Chejov

6.02.2008
anton chejov. Fuente: filmplus

El Cuaderno de notas de Anton Chejov ha sido publicado en Argentina por la editorial La Compañía. Pero antes de arrojarse hacia él, futuros escritores, tienen que saber una cosa: no encontrarán ahí consejos literarios ni reseñas de lecturas. Son cuadernos donde lo que más le interesa al autor, según comenta Leopoldo Brizuela, es refelxionar sobre temas más generales y abarcadores que el hecho literario. Ah, y bueno, también hay listas de compras y de gastos diarios por si les interesa acariciar esos detalles.
(...) nada más lejano de estos Cuadernos de notas que los "apuntes de escritor", verdaderas antologías de "microensayos" que compusieron escritores como Julien Gracq o Ricardo Piglia. Acerca de sus lecturas, copiosas y variadísimas, Chejov no hace más que citar los libros que compra; y es solo la reincidencia, por ejemplo, lo que nos revela su pasión por Molière. De la vida literaria, solo nos deja entrever su respeto casi filial por el conde Tolstoi, cuando retrata con tierna ironía una visita a su "familia disfuncional", o deja constancia, con la parquedad de las grandes emociones, que "hoy le he hablado por teléfono". En cuanto a su escritura, el silencio es aun mayor. Considerado el padre del cuento contemporáneo, el creador de un modo de "imitación de la vida" que logra pulverizar los rígidos preceptos de la narración a lo Edgar Allan Poe; revolucionario también del teatro, sobre todo en términos de estructura, Chejov no hace aquí una sola alusión a sus técnicas, que sí describe, brevemente pero con precisión indudable, en ciertas cartas, como las que dirige a su sobrino escritor. ¿A qué se deben estos silencios? ¿Por qué estos Cuadernos de notas consisten, casi exclusivamente, en narraciones brevísimas, realmente acontecidas a gente que lo rodea, y solo a veces imaginarias, tan extrañas todas como para que casi ningún escritor de la época fuera capaz de concebirlas? ¿Por qué sus reflexiones son escasas, incompletas y bellísimas, como revelaciones? Ninguna candidez. En varios pasajes demoledores, Chejov defiende la "literatura revolucionaria", de la que se considera parte, aunque solo la defina por oposición a ciertos rasgos de la literatura burguesa; la totalidad de los Cuadernos permiten deducir hasta qué punto esta concepción de la "vanguardia" es radical, cómo para Chejov ser un "vanguardista" es, en fin, mucho más que descubrir ciertos malabares técnicos. Marguerite Duras, en un texto inolvidable, cuenta como, en los días en que escribía verdaderamente, el mundo todo parecía escribir con ella, es decir, como toda percepción era elaborada por su mente narradora en provecho de la obra. En cierto modo, los Cuadernos de Chejov, aunque lo muestran en un permanente "estado de gracia" (al que alude Duras), testimonian un proceso inverso. Para él, la escritura no es más que una de las facetas de una búsqueda mucho más total, en la que están comprometidos cada segundo y cada aspecto de la vida: la búsqueda de una manera distinta de entender el mundo. La novedad, rasgo imprescindible de la literatura, no es algo que se busque separada o específicamente, sino la característica naturalmente derivada de una personalidad que logra, gracias a ese esfuerzo monumental, ubicarse en otro sitio virgen, nunca antes ocupado, desde donde todo se mira y se refleja de otra manera.

Si quieren leer algunas de esas notas chejovianas, pueden ir a este enlace.

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La shortlist del premio Clarín

10.18.2007

Retrato de grupo de los anteriores ganadores. Fuente: clarín

Más premios literarios en Moleskine (para decepción de uno de mis lectores anónimos) Ahora se trata del premio Clarín de Novela 2007, que otorgará al ganador 100,000 pesos. Ya apareció la lista de los 10 finalistas o, en lenguaje marketero, la shortlist. El premio Clarín ha tenido ganadores notables, como Una noche con Sabina Love, de mi queridísimo pata Pedro Mairal, o Inglaterra, una fábula, de Leopoldo Brizuela. Habrá que esperar hasta el 7 de noviembre a ver quién gana esta vez.

Los finalistas son: "Los finalistas son, según sus seudónimos: Dom, de Pinzel Atefer; Composición de lugar, de Susana San Juan; Papeles doblados, de Rodolfo Espósito; M, de Moll Flanders; Lengua madre, de Juanjo Pérez; Brazos de agujas, de Edmundo Cassey; Forastero, de Másmedula; ¿Yo? Bien gracias, firmado por René Byrne; La mujer barbuda, de José Mateus; y La música en que flotamos, enviado por Paquiderma.

Dice la nota: "Hay entre las elegidas, según adelantaron los jurados de preselección, tres historias que desde diferentes ángulos y con tratamientos diversos trabajan sobre la represión en la última dictadura militar. Se trata de Composición de lugar, ¿Yo? Bien gracias y Lengua madre. Por supuesto hay un policial: Brazos de agujas y también una novela de terror, Forasteros. En tanto que Dom arranca de lleno como ciencia ficción y luego deviene en una reflexión filosófica sobre el espacio y el tiempo. Papeles doblados, La mujer barbuda y La música en que flotamos, "expresan diferentes entonaciones de la nostalgia", comentaron los jurados. Además, adelantaron que M, es una cruda historia de vida.La elegida será publicada bajo el sello Clarín/Alfaguara

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Cuatro argentinos

10.08.2007
Pablo de Santis, Leopoldo Brizuela, Alan Pauls, Guillermo Martínez. Fuente: Página12

La revista ADN Cultura los llama "grandes" en doble sentido: en que han pasado la barrera de los cuarenta años (pero aún no la de los 50) y porque han hecho obras notables. Se trata de cuatro escritores argentinos que iniciaron su carrera en los años 80, y que ahora son parte indiscutible de la literatura argentina: Alan Pauls, Pablo de Santis, Leopoldo Brizuela y Guillermo Martínez. Los cuatro hablan de sus inicios literarios, del lector, de Borges, de la literatura y el mercado, de la novela experimental (recuerdan a Mario Libertella) y también evalúan el futuro de la literatura argentina. Y esto es lo que dicen sobre ese futuro cada uno de ellos:

Alan Pauls: -A mí me parece que la literatura argentina goza de muy buena salud. Leo todo el tiempo cosas que me interesan. Es una literatura muy poco acomplejada, eso me parece interesante. Cada uno escribe lo que se le canta. Tipos que a mí me interesan son Juan Becerra, Oliverio Coelho, Raimondi.

Guillermo Martínez: -La percepción que yo tengo es que las generaciones que vienen a continuación no participan de un debate teórico tan agudo, no tienen un programa tan claro o principios tan establecidos como los que dividieron aguas en años anteriores. Veo también que hay algo muy libre, que cada cual escribe lo que se le da la gana. Creo que los blogs han contribuido también a esta libertad absoluta. Entre los nombres que a mí me resultan más interesantes están Samanta Schweblin y Fernanda García Lao, que es una especie de continuadora de Gombrowicz. Y otro escritor que, si bien no es joven, tiene un libro de cuentos que me parece extraordinario, Formas transitorias , es Gabriel Bellomo.

Pablo De Santis: -Pienso lo mismo, que hay cantidad de escritores. Hay un diluvio constante de libros muy distintos. En cuanto a los autores, yo nombraría a Gonzalo Carranza, un escritor muy perezoso pero que me gusta mucho. Hay un librito que se llama Niños , de una escritora nacida en Entre Ríos, Selva Almada, que también me encanta.

Leopoldo Bruizuela: -En cuanto a la gente de mi edad, la amistad de Pablo De Santis me marcó muchísimo. Pero en lo profundo, sí, hay dos escritores que están parados exactamente en el punto desde donde yo cuento historias, aunque tengan distinta voz, y de los que me siento hermano. Quisiera nombrarlos, porque hablamos poco de ellos. Uno es Marcelo Birmajer; el otro, Juan Forn. Después, el menemismo fue la época de la entronización del marketing y el diseño como disciplinas reinas, esto es, de la estrategia mercantil y de la frivolidad. También, la de la devaluación de la creación literaria en todos sus ámbitos. Yo no tengo esa visión de la libertad de las nuevas generaciones. Hay amos virtuales muy poderosos, con esta idea muy extendida de la estrategia permanente. Y ojo con pensar la libertad como obligación.

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Sandor Marai

9.23.2007
Sandor Marai en Budapest. Fuente: adn cultura

La publicación en castellano de El último encuentro de Sandor Marai desató una inusiatada fiebre por el escritor húngaro que una década antes, olvidado y en el exilio, se había suicidado en Estados Unidos. El comienzo de su éxito se dio en 1999 (se había matado en el 89) de la mano de un editor con una erudición y un olfato como Roberto Calasso. En castellano, es Salamandra la que tuvo el buen tino de traducir su obra y conseguir así éxitos enormes con todos sus títulos, incluyendo sus primeras novelas. El narrador argentino Leopoldo Brizuela ha escrito para ADN Cultura una detallada biografía de Marai que nos conduce por sus escenarios vitales y por sus afectos, y obviamente también por la compleja escritura de sus obras.

Dice Brizuela: "Hay un misterio en las novelas de Sándor Márai, en el silencio de sus personajes, en la oscura motivación de sus acciones y sus reposos tensos, en las sombras de esos escenarios opulentos y decadentes, ya para siempre perdidos. Ese misterio empezó a conquistar a millones de lectores en todo el mundo desde 1999 (diez años después del suicidio del autor y a medio siglo de su partida de Hungría), a la vez como un presagio y una clave del horror que pronto estallaría. Algo parecido pasa con su vida. Los recuerdos de su familia, que lo concibió y lo crió como la flor de una estirpe y una clase social; sus prematuras memorias; los infinitos testimonios dejados por la prensa y la crítica, que durante al menos veinte años lo reflejaron según el molde del "escritor exitoso"; y por fin, las miles y miles de páginas de los diarios personales que llevaron, durante décadas y décadas, él y su esposa; todo ese material revela, por contraste, un itinerario irreducible a cualquier esquema o mote, empezando por el que él mismo eligió ponerse: el de burgués. ¿Quién era Sándor (Alejandro) Márai?, se pregunta el lector de sus relatos, perplejo ante la reserva de sus biografías, intuyendo que en él hubo alguien capaz de mirar a los ojos la tragedia y de sobrevivir a ella. "Pero ¿qué puede responderse con palabras?", replica uno de los personajes de su novela El último encuentro. "¿Y de qué vale, en todo caso, una respuesta dada en palabras y no en la moneda de una vida entera." Así, mientras dure nuestra pasión por su literatura, quizá no nos quede otro remedio que narrarnos una y otra vez la historia de Sándor Márai, dispuestos a corregirla cuando un nuevo dato invalide el esbozo anterior; guiados apenas por la esperanza de recibir, en su moneda, el pago a la templanza que exige su lectura. "

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