Moleskine Literario de vacaciones
12.29.2009Etiquetas: argentina, blogs, eterna cadencia, mairal, moleskine, NOTICIA, thays
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2009 has proved that rumours of the death of the short story – so often forecast that almost every review of almost every collection seems duty-bound to repeat and thus propagate it – are greatly exaggerated. The consensus running through the end-of-year reviews is that it's been a vintage year for short fiction, and I agree. I come here to praise the short story, not to bury it. Starting at the top, one of the world's greatest living short story specialists, and one of its greatest writers full-stop, took the 2009 Man Booker International prize. Canadian Alice Munro published her 14th collection, Too Much Happiness, earlier this year. A powerful grouping of stories more violent than her normal work, it shows her enormous talent remains undiminished as she nears her ninth decade. Mavis Gallant is already well into hers, and while no new work is forthcoming an edition of her previously uncollected stories, The Cost of Living, has just been published. As for the brand new, this year saw collections from big names such as Kazuo Ishiguro, Ha Jin, Chimamanda Ngozi Adichie, James Lasdun, and this parish's own AL Kennedy. [...] This has also been an excellent year for debuts. I read David Vann's Legend of a Suicide and Wells Tower's Everything Ravaged, Everything Burned back to back, and while their shared interests – hunting, ichthyology, destructive rages, divorce, abuse and guns – might lie heavily on their readers' psyches, the quality of the writing precludes any chance of leaving them depressed. Both superb, Vann's book in particular suggests the arrival of a significant talent; one who can marry tremendous plot twists to an appealingly downbeat style that fans of Carver and Cormac McCarthy alike will thrill to. [...] Of course, all this jubilation would be Panglossian without some acknowledgement of the short story market's real and present downsides. In the US it's commonplace for short story writers to get a deal for their first collection only on the proviso that a novel follows, a business practice that casts short story-writing as apprentice work. In the UK it's worse still, with story collections treated like dirty secrets to be snuck out in disguise (pace Penguin's strategy with Vann), with only a determined study of the back cover revealing the truth. And I don't know if it's a case of reading practices following publishing's lead or vice versa, but I'm constantly surprised and disheartened by the number of readers who tell me they don't read short stories, as if they were a homogenous type that could be not to your taste like, say, policiers. I do see more reason to celebrate than to mourn, however. Radio 4 broadcasts nearly 150 stories a year; the Atlantic's recent decision to sell short stories via its Kindle store inspires hope for a vibrant market for individually sold shorter works, while flash fiction and sites dedicated to the short story continue to proliferate online. This year saw the US publication of the Collected Stories of Lydia Davis, a particular favourite of mine, whose sharp, hilarious, often minuscule fictions have long had a small but dedicated following. She's the next subject in the short story series I've been writing for the last couple of years, and in the words of the New Yorker her body of work "will in time be seen as one of the great, strange American literary contributions, distinct and crookedly personal." Hamish Hamilton have just picked up the UK rights, so British readers as yet unfamiliar with her will soon have an even better chance to find out how good she is. It looks like 2010's already shaping up to be another good year.
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En la tradición latinoamericana no hubo tanta adherencia al género, y éste no logró consolidarse como un mundo autónomo, con sus propias revistas, críticos y premios. Por ello, la historia no es tan secreta. O al menos no debería: Holmberg, Quiroga, Lugones, Clemente Palma, Borges, Bioy Casares... La lista es larga, y sin embargo, la literatura latinoamericana -tanto críticos como lectores y autores- se empeña en aparentar que la ciencia ficción es cosa de otros. La ciencia ficción latinoamericana actúa como la carta robada de Poe: se halla escondida a la vista de todo el mundo
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La historia es bastante nostálgica.
-Sí. No me interesa la ciencia ficción tecnológica y menos la anticipatoria. Uno de los héroes de El fondo del cielo es Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel (otra historia de amor con reflejos de science fiction) y El sueño de los héroes (y ese intento de recuperar un momento perdido en el tiempo). Enorme escritor que, siempre, pero sobre todo en los últimos tiempos, es criticado y considerado una especie de idiota savant burgués por parte de la intelligentzia de mi país. Otro de esos grandes -pero tan pequeños- misterios argentinos, supongo.
-En la novela el amor funciona como un parche para los personajes...
-Sí, pero en El fondo del cielo el amor es más que un parche: es el punto de fuga hacia el reencuentro final y la versión definitiva de todas las cosas. El amor funciona como posibilidad postrera de final feliz para personajes tan infelices. Y, de acuerdo, Ezra e Isaac aman a una mujer, se aman entre ellos y aman a un género. Pero lo que se impone es ese gran amor que trasciende a ellos y que, como escribió Dante, "mueve el sol y las estrellas".
-¿Qué efecto tuvo la muerte de J. G. Ballard y de Kurt Vonnegut en esta novela? Ambos escritores, con sus matices, encajan dentro de esa etiqueta de escribir "con" ciencia ficción...
-Y el suicidio de David Foster Wallace entre uno y otro.
Sí, siempre fueron tres modelos muy presentes. El modo en que piensan el futuro y los muchos otros planetas. La idea de que, al final, no hay nada más alien que los seres humanos. Y de que nos vamos transformando en nuestros propios extraterrestres.
-¿Cómo es eso?
-Hoy viajamos al interior del ADN como alguna vez viajamos a la Vía Láctea. No sé si es un buen cambio porque qué sentido tendrá vivir más tiempo si, por el camino, nos lo pasamos restándole años de vida a nuestro planeta. De seguir así, nos convertiremos en inmortales sin Olimpo, en viajeros sin destino.
-Luego de seis años sin publicar, ¿cómo se siente ponerse el traje espacial de la ficción una vez más?
-Fueron seis años de no publicar pero de constante escribir. Antes de comenzar El fondo del cielo ya tenía otra novela terminada, que seguirá inédita por un tiempo. No será mi próximo libro. Así que el traje no me lo quité nunca. Todo este tiempo he estado flotando.
"Una pequeña fraternidad de hombres y mujeres solitarios, enclaustrados y maniáticos que pasamos casi todo nuestro tiempo encerrados luchando por colocar palabras en una página. Es algo demasiado arduo, demasiado mal pagado, demasiado lleno de decepciones para que, de otro modo, alguien acepte este destino". Así define Paul Auster el oficio de escritor. El novelista estadounidense, de 62 años, cambió ayer Brooklyn por León para recibir un premio sin dotación económica cuyos organizadores parecen salidos de su imaginación. [...] El novelista pasó más de una hora respondiendo a las preguntas del público. Le acompañaban su esposa, la escritora Siri Hustvedt y su editor español, Jorge Herralde, de Anagrama. El coloquio fue un repaso caótico y casi enciclopédico al universo de Auster: desde los motivos que le llevaron a escribir ("darme cuenta de que no sería jugador profesional de béisbol"), hasta el autor que más le ha inspirado ("tal vez Billy Wilder y su idea de que cuando estás eufórico debes escribir un drama y si estás deprimido, una comedia") pasando por Obama ("elegirlo fue lo mejor que ha hecho la sociedad estadounidense en mucho tiempo; ustedes, los europeos, no saben lo que significa no tener seguridad social"). Hubo además un buceo en su condición de escritor judío, que él zanjó así: "Me interesan mis raíces pero soy estadounidense de tercera generación. El hecho de ser judío marcó más a autores de primera o segunda generación como Saul Bellow". Auster aprovechó para revelar que el autor de Herzog nunca ha sido santo de su devoción: "Decidí darle una segunda oportunidad y metí un libro suyo en la maleta para venir a León. Empecé a leerlo y me quedé dormido. Tendremos que esperar a la vuelta".
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Si la novela, como conjunto, es estructuralmente sencilla, muchas de sus escenas son extraordinarias, de una intensidad, de una claridad tal en la observación y descripción de los fenómenos sensoriales, que uno tarda en acabar el libro porque resulta imposible leer más de unas pocas páginas por sesión. "Uno se separa de cada página como quien despierta de un sueño", dijo acertadamente su amigo el poeta simbolista Sasa Paná, en 1947, en el texto que tenía que ser prefacio de las obras completas de Blecher, edición suspendida por las nuevas autoridades comunistas rumanas, más interesadas en la publicación de libros edificantes de autores con carné. Para encontrarle un hueco a Blecher en las ediciones estatales (otras no había) hubo que esperar hasta 1970, y nadie se enteró. Ahora la publicación de esta novela por Pre-Textos completa la edición en España, casi simultáneamente a las de Alemania y Reino Unido, de su breve y fascinante obra, tras las novelas Acontecimientos de la irrealidad inmediata y La guardia iluminada. Diario de sanatorio (Aletheia) y del poemario Cuerpo transparente (La rosa cúbica). Blecher nació en Rumanía en 1909, hijo de un próspero comerciante en porcelana. A los diecinueve años, recién llegado a París para cursar estudios de Medicina en la Sorbona, se le declaró la tuberculosis ósea y se internó en un hotel-sanatorio de Berck. Durante los siguientes diez años y hasta su muerte en 1938, o sea a los 29 años de edad, sufrió terribles crisis de dolor, vistió permanentemente un corsé de escayola, y guardó cama, con las piernas dobladas y paralizadas, en sanatorios de Francia, Suiza y su Rumanía natal, y en la casa familiar. Pero no se quejaba, y poco antes de entrar en el coma fatal le hizo a su madre este balance de su vida: "En 29 años he vivido más que otros en cien. He viajado, he visto, he escrito". Su recuperación se ha recibido en todas partes con la deferencia debida a un talento tan grande, tan original y tan inesperado. Es un acontecimiento literario, coinciden todos. Salvo alguna voz disidente que califica Corazones... de mal hilvanado plagio de La montaña mágica. Cierto es que tanto Emmanuel como Hans Castorp fatigan un parecido escenario de sanatorios y enfermos, pero ahí se acaban las semejanzas. Si hubiera que buscarle parientes a Blecher, sería un Robert Walser, que también cuenta la vida real como un ensueño desprovisto de causalidad. La enfermedad como catástrofe física, pero también como carta de libertad. Corazones cicatrizados es la segunda de las tres novelas de Blecher, las tres de carácter autobiográfico. La más apegada a los hechos y a la realidad física de su vida, y la única narrada en tercera persona, cuenta el periodo que transcurre desde que se declara la enfermedad, interrumpiendo la vida de estudiante que empezaba a llevar en París, y con el súbito fin de esa vida previsiblemente lógica, el comienzo de otra en la que el mundo se despliega como un catálogo riquísimo de fenómenos inverosímiles, quizá alucinatorios, empezando por el ingreso en el sanatorio de Berck, los diversos personajes que lo habitan, unos enfermos, y otros dados de alta pero que ya se consideran incapaces de vivir en otra parte; algunas muertes; la marcha de otros que dejan detrás una habitación vacía como una alucinación. En esas últimas palabras a su madre Blecher le pidió que sus hermanas no sufrieran por su muerte: "Que se paseen por donde haya flores. Que cojan flores. Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo". Pero olvidar a Blecher, después de leerle, es imposible.
Puede ser una moda pasajera. O no. Lo cierto es que la Navidad que acaba de pasar marca un cambio de rumbo para la venta de libros. Al menos lo marca para las ventas que se hacen desde Internet. Amazon, una de las grandes tiendas online, es la más beneficiada, pero no la única. Y no sólo lo es por el 2,5 por ciento que treparon sus acciones en el Nasdaq, la bolsa de las tecnológicas, sino porque primera vez vendió más libros digitales que físicos, y además, su lector electrónico Kindle se convirtió en el objeto más regalado en la historia de la tienda. "El día de Navidad los clientes compraron por primera vez más libros digitales que libros físicos. Estamos encantados de que hayan hecho que Kindle sea el objeto más regalado de nuestra historia", aseguró el fundador y consejero delegado de Amazon en un comunicado. En cualquier caso, Amazon continúa con su política de no difundir datos concretos sobre las ventas de Kindle, por lo que está por ver si la compañía efectivamente lidera el mercado de los lectores electrónicos frente a otros competidores como Sony y Barnes & Noble.
¿Publica lo que le gustaría leer?
Yo publico aquello que no logro olvidar. Editar es un modo de compartir lo disfrutado. No se puede ser tan egoísta de quedarse uno solo con el placer de una buena lectura.
Hay escritores que dicen que escriben para sí mismos...
Eso es soberbia. Nadie escribe para uno mismo, sino para ser leído; de lo contrario, es un acto banal. Hay excepciones, claro. Así como hay escritores que escriben para que los quieran, yo edito para que me quieran. Se discute el futuro del libro.
¿Siempre habrá un lugar para el papel?
Hay una ofensiva por vendernos un nuevo producto. No me niego al progreso, y creo que el libro electrónico ayudará. Pero me parece sospechosa la unanimidad por colocar este nuevo producto. Se nos está imponiendo una sociedad 'mileurista’, es decir, con personas mal pagadas, que viven en condiciones miserables; entonces, este es el mundo que anuncia el Kindle, el i-Book. Cada vez estaremos actuando en espacios más reducidos, y eso afecta nuestra propia libertad. Sé que esto que digo no es políticamente correcto, pues debería hablar del editor que se acomoda a la tecnología. Yo espero que el libro en su actual formato no desaparezca nunca. Porque yo creo en la relación física con las cosas. Yo prefiero hacer el amor sintiendo el olor que sale por los poros de mi 'partner’ que hacerlo a través del chat.
¿Qué tipo de literatura estamos creando?
Yo, si de algo me enorgullezco, es de mi catálogo; es el mejor libro que puede escribir un editor, y también me enorgullezco de mis autores, de mi sensibilidad para elegirlos. Me quisieron comprar Pre-Textos, y al comprador no le interesaban ni mis autores ni mi catálogo. “Entonces, ¿qué quieren comprarme?”, le pregunté. “Su prestigio”, me respondió.
¿Qué autores peruanos están en su catálogo?
Vallejo, Varela, Belli, Eielson, Sologuren, Watanabe, Loayza, Cisneros, Cueto, etc. Siempre he sido un gran admirador de la literatura peruana. Me gustaría editar más narradores, pero, a veces, en ella es difícil competir.
¿Qué aprecia de nuestra poesía?
La poesía peruana es una de las más sólidas escritas en español.
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Mientras la Procuraduría de los Derechos Humanos ordenaba el material, Rey Rosa consiguió autorización para investigar la infinidad de carpetas, libretas y fotografías que componían el archivo. Este es el punto de partida de su última novela, El material humano (Anagrama); así como pasaba en Caballeriza (2006), aquí el protagonista es un escritor guatemalteco llamado Rodrigo Rey Rosa, pero esta vez la novela está armada a partir de la bitácora y las anotaciones de éste, en un principio, en sus visitas al archivo. En diálogo con PERFIL, Rey Rosa reconoce que El material humano surgió “inesperadamente, como suelen surgir en mi caso las novelas”.
“Al principio, yo había pensado en hacer una crónica extensa con ese material”, dice el escritor, “pero en el momento en que, tres meses después de haberme autorizado para visitar el archivo, me prohibieron volver allí, comencé a verme ‘desde fuera’, y decidí tratarme como a un personaje de ficción; o sea, colocarme en el contexto de una trama”. Si hasta entonces el relato estaba compuesto por la trascripción de los documentos, formando una enumeración de víctimas y justificaciones para su captura o su asesinato, revelando una lógica imposible e implacable, una vez que aparece la prohibición, éste se convierte en una suerte de diario del autor. Así, se entrelazan con la investigación detenida y la seguidilla de trámites burocráticos para levantarla, sus problemas domésticos, su vida sentimental y la condición de “escritor latinoamericano”, en definitiva, su biografía. Respecto a la condición de híbrido entre realidad y ficción, Rey Rosa prefiere dejar la distinción a criterio del lector y acota: “Creo que El material humano puede ser leído como ficción porque tiene una trama con su exposición, nudo y desenlace, y esto no ocurre en la llamada vida real. Es una fabricación literaria”. Pero los anotadores de El material humano son también diarios de lecturas; ya en Cárcel de árboles el texto mostraba, a modo de epígrafes y tópicos, la permeabilidad de las lecturas del autor en su escritura; en aquel relato, eran Plan de escape de Adolfo Bioy Casares y las obras de Wittgenstein y de Borges quienes atravesaban el texto. En este caso, además de Voltaire (“No a todo el mundo le está permitido cometer las mismas faltas”), W.H. Auden y Adam Zagajewski, para nombrar algunos, el texto es marcado a fuego, tanto en su contenido como en su forma, por la lectura de un libro que, quizá por ser demasiado reciente y extenso, todavía carece de una lectura crítica exhaustiva: el Borges de Bioy Casares (2006).
Global Rhythm Press acaba de editar en un único volumen dos novelas de John Lennon: Por su propio cuento y Un españolito en obras, dos obras que el cantante había publicado entre 1964 y 1965 y que, en medio del éxito de los Beatles, pasaron inadvertidas. Se trata de textos humorísticos –repletos de juegos de palabras, neologismos, retruécanos y aliteraciones– que parecen llevar hasta las últimas consecuencias el non sense de Lewis Carroll. El volumen, publicado en edición bilingüe, incluye ilustraciones del mismo Lennon.
Para mí, José Donoso no fue ni lejos mi mejor amigo y tildarlo de maestro sería, como él mismo lo hubiera dicho, "un poco siútico, ¿te fijas?". No lo siento como mi maestro, entre otras cosas porque no creo que él andaba por la vida recogiendo escritores vagos y perdidos. Pero fue un gran aliado, un notable profesor, una suerte de abuelo como nadie podría pensar que podría ser un abuelo porque, por un lado, parecía de noventa años (siempre tuvo noventa) y, por otro, estaba lleno de preguntas, curiosidad y vida. Nunca estábamos de acuerdo en cine. Una vez le comenté que, por culto y leído que era, no era un hombre de cine ni un cinéfilo, sino, a lo más, un espectador que se dejaba llevar "por la cintas de época". Él se rió. Yo lo envié, me acuerdo, a ver Las montañas en la luna, cinta acerca de uno de sus ídolos: Sir Richard Burton. Pienso: ahora que La nana es la cinta del año, ¿qué pensaría al respecto?, ¿le hubiera gustado? [...] Para aquellos que tuvimos la suerte de pertenecer, aunque sea tangencialmente, a su círculo, Correr el tupido velo termina por ordenar y reconfirmar datos y eventos que yo, al menos, pensaba que eran parte de mi imaginación. La primera vez que circulé por Galvarino Gallardo, creo que el año 85 u 86, me aterraba tener que pasar frente a una pieza que daba a la puerta principal, pues veía a una señora que estaba muriendo. Yo tenía veintiuno o veintidós y la idea de la vejez me asqueaba. Siempre pensé que la presencia de "esa vieja" era algo así como una alucinación mía. Pero, en efecto, era verdad. Ocurrió. Pilar Donoso lo confirma. Era la madre de doña María Pilar la que estaba en esa cama con ventana a la puerta de entrada y estaba ahí agonizando. Lo otro alucinante para alguien que estuvo en el taller es confirmar cosas que no anoté, pero que quedaron almacenadas en mi mente todos estos años: uno escribe una novela no porque uno tenga una vida novelesca, sino porque quiere hacer una novela con su vida. Respecto a "el caso Dostoievski", sí es verdad. Aunque se ha mitificado. Donoso fue el que empezó a contar la anécdota. En efecto, me echó del taller por no haber leído al ruso. No duré más de seis sesiones. Yo le respondí que si él había leído a Bukowski. Me dijo que no. Entonces yo le dije que cómo se atrevía a seguir publicando. Me preguntó qué estaba estudiando. Periodismo. "Lejos vas a llegar, es la peor profesión de todas y no tiene nada que ver con crear, sino con robar". Luego me preguntó cuál había sido la última exposición de arte a la que había asistido. "Dedícate a otra cosa, no me hagas perder el tiempo". [...] Pero las cosas cambiaron, leí algo de Dostoievski (Memorias del subsuelo) y él me confesó que había "hojeado a Bukowski". Le pareció "bastante pedestre". Volví al taller que luego fue tildado como "plagado de donositos" pero la verdad es que aún no leo una novela que intente siquiera copiar o imitar a Donoso. Para mí, ingresar a ese mundo era, entre otras cosas, alejarse del país y, sobre todo, de la Escuela de Periodismo, donde el tema urgente era la política, seguido del ping-pong, y no el mundo de los libros o lo creativo. Cuando pienso en mi educación superior, pienso en la casa de Galvarino Gallardo. No tuve la suerte de ir a Yale o Harvard o Cambridge, pero en esa casa, con doña María Pilar gritando del segundo piso ("Pepe: te llama Mario de Lima"), con repisas enteras de libros que nunca había leído, con conversaciones donde me quedaba mudo y todos hablaban de arte y música y ciudades y cine (de mal cine, pero bueno…), me sentía el tipo más afortunado. Cuando me tocó leer por primera vez el primer capítulo de mi primera novela, Mala onda, les expliqué a todos que "era de época y que me faltaba aún mucha investigación en la Biblioteca Nacional". Donoso quedó de una pieza y feliz. Luego, al partir leyendo, captó que la época era 1980. "Pero ésa no es una época, sucedió la semana pasada". Yo le respondí que no, que ya habían pasado ocho años. "Más de un tercio de mi vida, don Pepe". Sonrió y me dijo: "Sigue, veamos de qué va tu novela histórica". Sólo diré esto: no hay nada como sentir la aprobación de gente que uno admira y respeta cuando más lo necesitas. Eso te salva. Al taller uno no iba a aprender a escribir, uno iba a ser escuchado, apoyado, tomado en cuenta. Uno iba a escapar e ingresar a un mundo que, por viciado o dañado que estuviera, claramente era mejor que el que estaba afuera
Donoso nunca pudo salir del horroroso Chile. Trató, pero no pudo. Escapó a México y Europa, hizo clases en cuanto college se le cruzó, miró de cerca y de lejos el boom, tuvo cien domicilios en tres continentes distintos, pero terminó volviendo (en plena dictadura) para convertirse en algo parecido a los personajes de sus primeras novelas: maniático, avaro, insoportablemente narcisista, preocupado de las extensiones de su ego, asustado por las genealogías familiares, los avances de la enfermedad y la amenaza de la pobreza. Chile es, entonces, lo que late en el fondo de Correr el tupido velo. O, mejor dicho, la literatura chilena como el disfraz del resentimiento chileno, la envidia chilena, la ligereza chilena. En el libro, este país es retratado como un infierno familiar y social al modo de una comedia de vanidades donde el escritor y su familia lucen a veces felices, a veces desencajados, mientras busca formas de fugarse: beber, casarse, ir al psicoanalista, irse a Princeton o a Lota, fundar un taller literario. Todo, en el caso de Donoso, para convertir a quienes lo rodean en modelos para su obra o escribir otra novela más. Gracias a eso, a su capacidad para habitar de modo permanente ese lugar que despreciaba -y que para Lastarria se llamaba Espelunco; y Santa Teresa para Bolaño-, José Donoso se convirtió en nuestro novelista esencial de la segunda mitad del siglo XX, del mismo modo que Blest Gana lo fue del XIX. Tal y como señaló alguna vez Cyril Connolly sobre Joyce en su obituario, un artista como él -dispuesto a sacrificar vida y familia completa por su arte- sería imposible en estos tiempos. Por mi parte, espero que éste ya no sea el país que él describió, el que anotó día tras día mascando la nostalgia sazonada con odio. Ojalá éste ya no sea más el país de Donoso o, mejor dicho, vaya dejando de serlo: el país del eterno peso de la noche, del orden idiota de las familias, de los adultos que no pueden cuidar sus vidas y las de sus hijos porque su vocación por el gran arte o la gran novela paraliza toda su voluntad. Por supuesto, hay que celebrar a Pilar Donoso por esto. Hay que agradecerle por este exorcismo ineludible y por recordarnos la lección -moral, al fin y al cabo- de que la literatura nunca vale más que la vida. Porque es sugiriendo aquello como la hija consigue lo impensable. Cruzando voces y haciendo de tripas corazón, Pilar Donoso se libera para escribir esa novela total sobre Chile, que siempre fue la maratón interminable cuya redacción consumió a su padre, el fondo negro de sus obsesiones y que tomó forma como el corpus central de nuestro canon local. Eso hace que éste sea uno de los libros más hermosos y terribles publicados en los últimos años por acá, una forma final de sacar la basura a la calle y sanar de una vez por todas las heridas familiares mientras traza uno de los retratos esenciales sobre las desquiciadas relaciones entre arte y vida, cuerpo y literatura, experiencia y ficción jamás escritos en Chile.
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A partir de la observación de que prácticamente ninguna traducción de Las mil y una noches era idéntica a otra, al escritor peruano Mario Vargas Llosa se le ocurrió hacer una propia, "libre" y "minimalista". El texto, que él mismo interpretó en teatro junto a la actriz Aitana Sánchez Gijón, llega ahora a las librerías. Para escribir sus Mil y una noches, Vargas Llosa consultó distintas traducciones de este compendio de "multitud de historias, algunas orales y otras escritas, de origen principalmente persa, indio y árabe". Aunque muchas de ellas se remontan a los siglos IX y X, buena parte de los relatos son cuentos del siglo XIII que comienzan a ser recopilados a partir del siglo XVIII y a traducirse (en general con muchas variantes) a lenguas como el francés, el inglés y el alemán. La historia de cómo la princesa Sherezada se salva de una condena a muerte gracias a su capacidad para contar relatos encarna, según Vargas Llosa, "la función humanizadora y civilizadora que tiene la ficción". En su versión minimalista, pensada originalmente para ser llevada a escena, el escritor recrea algunos de los cuentos y noches menos conocidas. A partir de la estructura de esos relatos, el autor añade y recorta "desde lo que podría llamarse una sensibilidad moderna".
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La elección del libro de Cercas es el resultado de una encuesta con cincuenta críticos y periodistas de la revista cultural de EL PAÍS, publicada el sábado 26 de diciembre. Algunas de las conclusiones hacen referencia a que el ensayo ha destronado a la novela como género dominante, a que la presencia de autores en español ha disminuido notablemente entre los favoritos porque "quizá este año no sea una de sus mejores cosechas", a que el tema de la Guerra Civil española sigue vigente en fondo y forma y que las editoriales pequeñas o independientes se reafirman como una alternativa de calidad y variedad literaria (cinco de ellas, con seis libros, están entre los veinte títulos más votados). Javier Cercas recuerda que empezó a escribir este libro como una novela, con personajes de ficción pero que cuando la obra iba muy avanzada se dio cuenta de que esa forma no era la más eficaz para contar lo que quería contar. Entonces tiró todo lo escrito y empezó de nuevo, mirando de frente a la Historia y a la realidad de aquellos hechos cruciales del 23-F. Así surgió esta especie de gran crónica a través de la narración, la investigación, el análisis, el testimonio o la reflexión, y otros recursos de la ficción y el ensayo, que da como resultado la recreación de aquel momento crucial para España recogiendo los hilos que lo tejieron.
"Lo nuevo es lo viejo", afirma convencido el autor catalán sobre la hibridación de recursos en Anatomía de un instante. "Ya desde el Quijote viene la mezcla de géneros y la utilización de diferentes registros literarios para contar algo. En el siglo XIX, con la novela realista, se diluyó la herencia cervantina que luego se recuperó en el XX y se ha reactivado en los últimos años con otros planteamientos". Es entonces cuando Javier Cercas cita al autor argentino Damian Tabarovsky: "La literatura y el arte deciden convertir la repetición en novedad. Un mismo objeto en otro contexto: He aquí lo nuevo". A lo cual el autor de obras como Soldados de Salamina agrega que "nada se crea ni se destruye, sólo se transforma. Sin tradición no hay novedad. Hay que forzar los límites de todo". Y aunque Cercas insista en que la novedad absoluta no existe, deja claro que eso no significa que la novela pura vaya a desaparecer. Él mismo se reconoce como un gran lector de novelas y cree en su gran potencial para seguir contando y transmitiendo ideas. Lo que sucede, aclara, es que "hay un agotamiento de lo convencional. Tienes que cambiar o adaptar las herramientas literarias para saber contar lo que sucede a los lectores del presente. A tus contemporáneos, porque es a ellos a quienes te diriges en primera instancia". La gente no está cansada de la ficción, dice convencido el escritor. Pero "sí lo está de las formas consabidas y convencionales. Son muchísimos años contando las cosas de la misma manera y hay que renovarse. Teniendo como base la novela se pueden hacer cosas maravillosas. Depende del talento de quien lo haga. Sigo creyendo en la ficción. Lo que ocurre es que yo no puedo escribir de forma adocenada porque ya no me lo creo, y ese es uno de los retos que tenemos los escritores: buscar nuevas formas de narrar. ¡La literatura es forma, no fondo!".
Normalmente, en estas fechas siempre hacía una broma por el día de los inocentes. Y muchas veces, esas bromas las hacía en pared con Gustavo Faverón y "Puente Aéreo". Era divertido. Pero este 28 no hay bromas. El único al que todo el año lo han agarrado de inocente, en realidad, es a mí. Así que Feliz Día, Iván.
'Auggie and I have known each other for close to eleven years now. He works behind the counter of a cigar store on Court Street in downtown Brooklyn, and since it's the only store that carries the little Dutch cigars I like to smoke, I go in there fairly often.'
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Esta nota en The Guardian pone las cosas en su real dimensión. ¿Cuáles son los libros más vendidos de la década? Obviamente, la saga de Harry Potter se lleva el primer lugar. Pero, como dice la nota, hay algunas sopresas en los primeros 100 puestos. Por ejemplo, William Shakespeare en el puesto 45, entre los best-seller Joanne Harris y Carol Vorderman, es el único longseller de la lista. Stepehn King se desploma al puesto 27 y Tolkien alcanza, raspando, el puesto 25. ¿Y cómo le ha ido a los Dream Team británicos? Nada bien. Solo Ian McEwan aparece entre los primeros 50, en el puesto 37. Lo mejor de la lista: la cantidad de libras esterlinas que vende cada uno. Para asustarse.
Author Books Sold (Value)
1 JK Rowling 29,084,999 (£225.9m)
2 Roger Hargreaves 14,163,141 (£26.6m)
3 Dan Brown 13,372,007 (£74.1m)
4 Jacqueline Wilson 12,673,148 (£69.9m)
5 Terry Pratchett 10,455,397 (£77.2m)
6 John Grisham 9,862,998 (£65.9m)
7 Richard Parsons 9,561,776 (£49.2m)
8 Danielle Steel 9,119,149 (£51m)
9 James Patterson 8,172,647 (£53.8m)
10 Enid Blyton 7,910,758 (£31.2m)
11 Bill Bryson 7,409,656 (£61.2m)
12 Patricia Cornwell 7,355,180 (£49.8m)
13 Jamie Oliver 7,244,620 (£89.5m)
14 Daisy Meadows 7,149,788 (£24.1m)
15 Ian Rankin 6,848,039 (£44.3m)
16 Julia Donaldson 6,621,594 (£33.7m)
17 Alexander McCall Smith 6,609,779 (£40.6m)
18 Francesca Simon 6,564,681 (£31.6m)
19 Bernard Cornwell 6,297,911 (£45.5m)
20 Roald Dahl 6,169,406 (£33.8m)
21 Martina Cole 6,021,960 (£41.7m)
22 Philip Pullman 5,544,376 (£35.8m)
23 Stephenie Meyer 5,487,313 (£32m)
24 Maeve Binchy 5,476,134 (£37.6m)
25 J R R Tolkien 5,280,406 (£50.6m)
26 Delia Smith 5,269,783 (£58.7m)
27 Stephen King 5,268,577 (£38m)
28 Marian Keyes 5,029,363 (£31.7m)
29 Jeremy Clarkson 4,913,989 (£35.1m)
30 Josephine Cox 4,651,166 (£24m)
31 Sophie Kinsella 4,528,095 (£27.7m)
32 Jodi Picoult 4,514,620 (£24.1m)
33 Terry Deary 4,495,655 (£21.6m)
34 Anthony Horowitz 4,304,041 (£23.6m)
35 Lemony Snicket 4,220,508 (£23.9m)
36 Andy McNab 4,123,633 (£30.4m)
37 Ian McEwan 4,040,887 (£27.7m)
38 Wilbur Smith 3,871,484 (£30.1m)
39 Michael Connelly 3,785,330 (£23.5m)
40 Sebastian Faulks 3,782,665 (£27.5m)
41 Kathy Reichs 3,514,087 (£22.2m)
42 Helen Fielding 3,473,003 (£22m)
43 Cecelia Ahern 3,422,899 (£19.5m)
44 Joanne Harris 3,392,198 (£21.2m)
45 William Shakespeare 3,333,670 (£17.8m)
46 Carol Vorderman 3,315,641 (£11.2m)
47 Chris Ryan 3,289,855 (£21m)
48 Lee Child 3,274,928 (£20.2m)
49 Dave Pelzer 3,217,905 (£20.2m)
50 R L Stine 3,096,584 (£13.1m)
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Los textos inspirados en canciones como “Gavilán o Paloma”, “Una mañana”, “Payaso”, “La nave del olvido”, “Si me dejas ahora” y “El triste”, son un acercamiento a un momento de la cultura popular, tanto que Pérez Gay no tiene duda en que José José va a quedar a la altura de José Alfredo Jiménez o Javier Solís. “En algún momento se le va a recordar como otro de los grandes de la canción porque José José deja un poco atrás al bolero para constituir lo que es la balada romántica que surgió en los años 80 y de la cual él es eso precisamente, el Príncipe de la canción”. Tampoco Ana Clavel tiene duda de que el libro es una especie de reconocimiento al papel que en la vida y en los “corazones más sensibleros” de esa docena de escritores tiene la figura de José José. “Además él en su vida personal ha llevado un registro de sus propias canciones, ha sido Gavilán, ha sido Paloma, ha sido volcán apagado, ha sido El Triste. Tuvo sus momentos gloriosos porque tenía una voz portentosa y una manera única de interpretar, y sigue siendo la voz del corazón abierto”. Iván Ríos Gascón por su parte asegura que él descubrió todo un universo al escuchar con atención las canciones de José José. “Realmente no había medido la genuina dimensión de lo que significa José José como personaje, como cantante y sobre todo el contenido de sus baladas románticas”a un gran momento de la cultura popular y lo situan, como dice Pérez Gay, a la altura de José Alfredo Jiménez o Javier Solís. “José José deja atrás al bolero para constituir la balada romántica surgida en los 80”. Si en su texto Roberto Diego Ortega señala que José José diseñó la fórmula perfecta de su voz, una esfera definida por la intensidad erótica y el corazón hipersensible”, Rafael Pérez Gay declara que su relación con el Príncipe “es larga, añeja y muy afortunada, siempre me pareció un gran cantante, de enorme éxito, pero destruido por el triunfo demoledor de sueños que llega con el éxito”. [...] Los doce autores que fueron invitados a participar y trabajaron sobre una canción de José José, se dejaron llevar por la inspiración, por los celos, la traición, la soledad, la mentira, el abandono, el adulterio y la pasión que contienen todos los temas interpretados por el cantante. Ana Clavel se adentró en 40 y 20 para contar la historia de un cuarentón que se relaciona con una chica de 20 cuyos primeros años fueron el paraíso. Una frase de la canción fue determinante: “Dicen que tú eres dulce primavera, no saben que yo guardo un verano que cuando te miro te quemas”. Para ella “Esa incandescencia de un hombre mayor enamorado de una chica más joven me sirvió de pretexto para contar una historias que va de sorpresa en sorpresa, desde el momento en que él está a punto del suicidio cuando lo deja la chica. Ahí comienza la historia”, relata la escritora ana Clavel. En tanto que Guillermo Fadanelli apostó por "Me basta" para relatar que “Todo comenzó cuando abrí una puerta que debió mantenerse siempre cerrada”, Carmina Narro se inspira en ‘Será’ para contar que no sabe cuándo empezó todo pero desde las primeras líneas parafrasea: “Será que te llevaste algo de mí... el día que te fuiste... Será que estaba acostumbrado a ti...” y Héctor de Mauleón crea un retrato perfecto de ‘El Triste’ a través de una historia contada en primera persona es un caminador eterno de la ciudad pero siempre en soledad.