MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Desembalsamando a Donoso

12.28.2009
Retrato de Donoso con palomas. Fuente: el mercurio


José Donoso algo aplastados por el Boom Literario (de izq. a der.): Patricia Vargas Llosa, Mercedes García Márquez y María Pilar Donoso. FOTO: Archivo Max Silva Tuesta. Fuente: flickr

Los escritores chilenos todavía están impactados con el libro de Pilar Donoso (¿alguien sabe si tiene novio o algo?) Correr el tupido velo donde reseña las cartas encontradas sobre su padre José Donoso, en las cuales se muestra como egocéntrico, homosexual, gruñón, etc. En Qué Pasa han hecho un homenaje titulado Deconstruyendo a Donoso en que participan Alberto Fuguet (que en su blog adelantó que la lectura del libro era adictiva) y Alvaro Bisama. El artículo de Fuguet es una memoria de ex-tallerista y un cariñoso ajuste de cuentas, por qué no, uno más, otra raya ya qué le hace al tigre:

Para mí, José Donoso no fue ni lejos mi mejor amigo y tildarlo de maestro sería, como él mismo lo hubiera dicho, "un poco siútico, ¿te fijas?". No lo siento como mi maestro, entre otras cosas porque no creo que él andaba por la vida recogiendo escritores vagos y perdidos. Pero fue un gran aliado, un notable profesor, una suerte de abuelo como nadie podría pensar que podría ser un abuelo porque, por un lado, parecía de noventa años (siempre tuvo noventa) y, por otro, estaba lleno de preguntas, curiosidad y vida. Nunca estábamos de acuerdo en cine. Una vez le comenté que, por culto y leído que era, no era un hombre de cine ni un cinéfilo, sino, a lo más, un espectador que se dejaba llevar "por la cintas de época". Él se rió. Yo lo envié, me acuerdo, a ver Las montañas en la luna, cinta acerca de uno de sus ídolos: Sir Richard Burton. Pienso: ahora que La nana es la cinta del año, ¿qué pensaría al respecto?, ¿le hubiera gustado? [...] Para aquellos que tuvimos la suerte de pertenecer, aunque sea tangencialmente, a su círculo, Correr el tupido velo termina por ordenar y reconfirmar datos y eventos que yo, al menos, pensaba que eran parte de mi imaginación. La primera vez que circulé por Galvarino Gallardo, creo que el año 85 u 86, me aterraba tener que pasar frente a una pieza que daba a la puerta principal, pues veía a una señora que estaba muriendo. Yo tenía veintiuno o veintidós y la idea de la vejez me asqueaba. Siempre pensé que la presencia de "esa vieja" era algo así como una alucinación mía. Pero, en efecto, era verdad. Ocurrió. Pilar Donoso lo confirma. Era la madre de doña María Pilar la que estaba en esa cama con ventana a la puerta de entrada y estaba ahí agonizando. Lo otro alucinante para alguien que estuvo en el taller es confirmar cosas que no anoté, pero que quedaron almacenadas en mi mente todos estos años: uno escribe una novela no porque uno tenga una vida novelesca, sino porque quiere hacer una novela con su vida. Respecto a "el caso Dostoievski", sí es verdad. Aunque se ha mitificado. Donoso fue el que empezó a contar la anécdota. En efecto, me echó del taller por no haber leído al ruso. No duré más de seis sesiones. Yo le respondí que si él había leído a Bukowski. Me dijo que no. Entonces yo le dije que cómo se atrevía a seguir publicando. Me preguntó qué estaba estudiando. Periodismo. "Lejos vas a llegar, es la peor profesión de todas y no tiene nada que ver con crear, sino con robar". Luego me preguntó cuál había sido la última exposición de arte a la que había asistido. "Dedícate a otra cosa, no me hagas perder el tiempo". [...] Pero las cosas cambiaron, leí algo de Dostoievski (Memorias del subsuelo) y él me confesó que había "hojeado a Bukowski". Le pareció "bastante pedestre". Volví al taller que luego fue tildado como "plagado de donositos" pero la verdad es que aún no leo una novela que intente siquiera copiar o imitar a Donoso. Para mí, ingresar a ese mundo era, entre otras cosas, alejarse del país y, sobre todo, de la Escuela de Periodismo, donde el tema urgente era la política, seguido del ping-pong, y no el mundo de los libros o lo creativo. Cuando pienso en mi educación superior, pienso en la casa de Galvarino Gallardo. No tuve la suerte de ir a Yale o Harvard o Cambridge, pero en esa casa, con doña María Pilar gritando del segundo piso ("Pepe: te llama Mario de Lima"), con repisas enteras de libros que nunca había leído, con conversaciones donde me quedaba mudo y todos hablaban de arte y música y ciudades y cine (de mal cine, pero bueno…), me sentía el tipo más afortunado. Cuando me tocó leer por primera vez el primer capítulo de mi primera novela, Mala onda, les expliqué a todos que "era de época y que me faltaba aún mucha investigación en la Biblioteca Nacional". Donoso quedó de una pieza y feliz. Luego, al partir leyendo, captó que la época era 1980. "Pero ésa no es una época, sucedió la semana pasada". Yo le respondí que no, que ya habían pasado ocho años. "Más de un tercio de mi vida, don Pepe". Sonrió y me dijo: "Sigue, veamos de qué va tu novela histórica". Sólo diré esto: no hay nada como sentir la aprobación de gente que uno admira y respeta cuando más lo necesitas. Eso te salva. Al taller uno no iba a aprender a escribir, uno iba a ser escuchado, apoyado, tomado en cuenta. Uno iba a escapar e ingresar a un mundo que, por viciado o dañado que estuviera, claramente era mejor que el que estaba afuera

Por otra parte, el marciano Alvaro Bisama también comenta el libro y descubre algo insólito. El verdadero personaje no es Donoso ni su hija Pilar. El protagonista de Correr el tupido velo es Chile mismo o, peor aún, la literatura chilena:

Donoso nunca pudo salir del horroroso Chile. Trató, pero no pudo. Escapó a México y Europa, hizo clases en cuanto college se le cruzó, miró de cerca y de lejos el boom, tuvo cien domicilios en tres continentes distintos, pero terminó volviendo (en plena dictadura) para convertirse en algo parecido a los personajes de sus primeras novelas: maniático, avaro, insoportablemente narcisista, preocupado de las extensiones de su ego, asustado por las genealogías familiares, los avances de la enfermedad y la amenaza de la pobreza. Chile es, entonces, lo que late en el fondo de Correr el tupido velo. O, mejor dicho, la literatura chilena como el disfraz del resentimiento chileno, la envidia chilena, la ligereza chilena. En el libro, este país es retratado como un infierno familiar y social al modo de una comedia de vanidades donde el escritor y su familia lucen a veces felices, a veces desencajados, mientras busca formas de fugarse: beber, casarse, ir al psicoanalista, irse a Princeton o a Lota, fundar un taller literario. Todo, en el caso de Donoso, para convertir a quienes lo rodean en modelos para su obra o escribir otra novela más. Gracias a eso, a su capacidad para habitar de modo permanente ese lugar que despreciaba -y que para Lastarria se llamaba Espelunco; y Santa Teresa para Bolaño-, José Donoso se convirtió en nuestro novelista esencial de la segunda mitad del siglo XX, del mismo modo que Blest Gana lo fue del XIX. Tal y como señaló alguna vez Cyril Connolly sobre Joyce en su obituario, un artista como él -dispuesto a sacrificar vida y familia completa por su arte- sería imposible en estos tiempos. Por mi parte, espero que éste ya no sea el país que él describió, el que anotó día tras día mascando la nostalgia sazonada con odio. Ojalá éste ya no sea más el país de Donoso o, mejor dicho, vaya dejando de serlo: el país del eterno peso de la noche, del orden idiota de las familias, de los adultos que no pueden cuidar sus vidas y las de sus hijos porque su vocación por el gran arte o la gran novela paraliza toda su voluntad. Por supuesto, hay que celebrar a Pilar Donoso por esto. Hay que agradecerle por este exorcismo ineludible y por recordarnos la lección -moral, al fin y al cabo- de que la literatura nunca vale más que la vida. Porque es sugiriendo aquello como la hija consigue lo impensable. Cruzando voces y haciendo de tripas corazón, Pilar Donoso se libera para escribir esa novela total sobre Chile, que siempre fue la maratón interminable cuya redacción consumió a su padre, el fondo negro de sus obsesiones y que tomó forma como el corpus central de nuestro canon local. Eso hace que éste sea uno de los libros más hermosos y terribles publicados en los últimos años por acá, una forma final de sacar la basura a la calle y sanar de una vez por todas las heridas familiares mientras traza uno de los retratos esenciales sobre las desquiciadas relaciones entre arte y vida, cuerpo y literatura, experiencia y ficción jamás escritos en Chile.

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Moleskine Literario en Chile

12.15.2009
Fuente: the nest

No, lamentablemente no quiero decir que voy a viajar a Chile, pese a que me encantaría abrazar y conversar con cada uno de los 5A de Santiago: Andrea, Alejandro, Alvaro, Arturo, Alberto. Pero no es posible. A lo que se refiere el título del post es a un artículo en el diario digital chileno Observatorio de Medios donde se habla de este Moleskine Literario y su repercusión entre los escritores chilenos. Espero que entre esos lectores no se encuentre la Pilar Donoso y se moleste de mi confesión de la vez pasada. Dice la nota:

Los escritores chilenos observan con atención al peruano Iván Thays (39). Creador de varios blogs, entre ellos “Moleskine” (el más popular), ha marcado tendencia en este mundo y es nombrado en forma recurrente a la hora de consultar por sus bitácoras preferidas. “Qué bueno que en Santiago han mencionado mi blog”, exclama desde Perú. Su sitio es visitado con frecuencia por Pablo Simonetti (46), Rafael Gumucio (38) y Carlos Franz (49), entre otros. “El de Iván Thays es una referencia, es informativo por lo tanto cumple una función”, dice Alejandro Zambra (33). “Mi referencia es el contador, que le da cerca de 1.500 visitas diarias”, dice Thays. Zambra destaca que ésta es una forma de escritura “que todavía se está configurando”. Sin embargo, tiene reparos: “No me gustan los blogs que son demasiado autorreferentes, deberían ser como cuaderno de notas”. Alcance compartido por Rafael Gumucio: “Me cargan los blogs que me parecen una muestra terrible de impudor egolátrico”. No obstante, revisa Moleskine, que también es el preferido de Pablo Simonetti. “Si Henry James o Philip Roth tuvieran uno, claro que los visitaría”, agrega el autor de “Madre que estás en los cielos”, quien no posee una bitácora por falta de tiempo. “Creo que no tendría cosas interesantes que postear con la frecuencia y velocidad que exige ese medio”, revela en cambio Carlos Franz, desde Madrid. [...] En Chile el fenómeno recién empieza a tomar fuerza y entre los precursores están Jorge Baradit, Alberto Fuguet y Álvaro Bisama. Este último creó su sitio “El comelibros” hace 3 años y estuvo activo 24 meses, pero lo dejó. “Me aburrí. Tienes que dedicarle mucho tiempo y son cosas que te consumen, como Facebook”. Alberto Fuguet, en cambio, participa activamente en la renovación de su blog, el que surgió para tener su propio medio de comunicación global. “Lo considero un medio de expresión en el sentido literario, no es un diario de vida ni una bitácora”, recalca.

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Más libros para regalar

12.16.2007
Navidad con spam. Ilustra: Ian Baker. Fuente: spam


Si me gubieran preguntado a mí qué libro sugiero para regalar en Navidad hubiera contestado, sin duda, Calor de Bill Bufford, editado por Anagrama. A mí me lo regaló Jorge Eduardo Benavides y la verdad es que es un libro estupendo. Como lo venden en Lima, veré de dárselo a alguien bien envuelto para que luzca bajo el árbol. En "El Mercurio" hacen su lista de regalitos librescos. Por cierto, no me hago responsable de algunas sugerencias (como la del libro de Bertoni) que más parecen bromas de Jack Skellington.

PD.- El diario Babelia también da su lista para regalar, dividida en clásicos, libros de cine, fotografías, etc. Vale la pena revisar el número.

Ignacio Valente.- Recomiendo los Diarios de León Bloy, cuya recopilación completa he esperado por muchos años. No hay diario de vida que se le compare en la literatura del siglo XX.

Ernesto Ayala.- Bernardo de Alfredo Sepúlveda. Es la vieja historia de siempre pero contada con ganas, como si un amigo inteligente, escéptico y muy bien informado (y un poco cómico también) se largara a contar una historia en una sobremesa larga y apasionante. Una comida que no se olvida fácilmente.

José Promis.- El ataque contra la razón, de Al Gore. Aunque el ensayo aplica sus conclusiones a la crisis de la democracia estadounidense, sus hipótesis son perfectamente aplicables a la realidad social chilena, que atraviesa un período de farandulización similar al de Estados Unidos.

Pedro Gandolfo.- Menos que uno de Joseph Brodsky. Escojo este libro por su inteligencia, fuerza y belleza.

Luis Vargas Saavedra.- Como lo sumo en libro es dar lección para bien vivir y mejor morir, la lectura que más me ha colmado en el 2007 es Jesús de Nazaret, por Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

Álvaro Bisama.- Tres viajes de Francisco Mouat es un artefacto de cristalería fina. Francisco Mouat construye un texto que mezcla tres diarios de vida con su propia voz: el de un médico en Vietnam, un náufrago en medio de la fiebre del loco y una mujer enferma de cáncer.

Javier Edwards.- Mi elección recae sobre la última novela de Diamela Eltit, Jamás el fuego nunca, porque en ella la función literaria de la escritura alcanza un nivel excepcional.

Ignacio Rodríguez.- Rápido, antes de llorar, de Claudio Bertoni, es como la cerveza Cristal: único, grande, nuestro. Y además, refrescante, mareador, adictivo.

Camilo Marks.- Las Benévolas de Jonhatan Littell. Es una novela gigantesca y, a primera vista, puede parecer abrumadora. Sin embargo, presenta un despliegue narrativo incesante, una fuerza arrolladora y una inquietud ética omnipresente.

Ignacio Echeverría.- El rescate de este viejo y célebre título de Fogwill, Help a él, tiene, para cualquier lector, el impacto de una novedad. Sexo, drogas, coprofagia, gnosis y romanticismo: Help a él propone una reescritura psicotrópica de "El aleph", el ya clásico cuento de Borges, que sirve de base a un cóctel afrodisíaco que mezcla ecos de Nabokov, de Burroughs, de Bataille, pero cuyo sabor final es inconfundiblemente Fogwill: fuerte, seco, ácido, narcótico, excitante, adictivo.

Juan Villoro.- Pelando la cebolla de Günter Grass. . Un libro ejemplar, en la cuerda de las Confesiones de San Agustín o las de Rousseau: un hombre se inculpa para salvar la idea de lo humano.

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Tributo a Norman Mailer

11.18.2007
Norman Mailer. Foto: Bob Daemmrich. Fuente: nymag

La muerte de Norman Mailer ha dejado una larga huella entre los periodistas culturales, como era obvio, porque ninguno como él pudo destacar con tanta nitidez en el mundo de la novela como el de la crónica. En la Revista de Libros de "El Mercurio" dos escritores comentan su muerte: Alvaro Bisama se despide del "monstruo" y Juan Villoro en un artículo titulado "Los dos Mailer". Mientras que en el suplemento Ñ, del diario Clarín, traducen las palabras publicadas en el NYT de Michiko Kakutani.

Dice Michiko: "Norman Mailer (1923- 2007) era, amén de todo lo demás, ambicioso. En una oportunidad declaró que quería escribir "una novela que Dostoievski y Marx; Joyce y Freud; Stendhal, Tolstoi, Proust y Spengler; Faulkner, y hasta el viejo enmohecido Hemingway puedan llegar a leer". Con su obra, quería "alterar los nervios y la médula" del país, "cambiar la conciencia" de su época. Quería escribir el Gran Libro, la Gran Novela Americana. Quería meter el mejor de todos los goles (...) Ya en los años 80 Mailer observó que repetía la mayor parte de sus ideas sobre Dios, el arte, la violencia, al igual que la visión de Estados Unidos como una suerte de miasma decadente -él lo llamó Cancer Gulch- espiritualmente empobrecido, que desarrolló en la década de 1950, cuando terminó oponiéndose a las costumbres represivas del país. Dijo que estaba abocado "cada vez menos a una exploración y más a una ocupación de territorios que reconocí hace años"."Lo que pasa es que nos convertimos en el sombrero que llevamos en la cabeza", dijo. "No tenemos el placer de disfrutar nuestra propia mente como antes, cuando éramos jóvenes, sino que tenemos que trabajar con lo que la mente produce. Hace años me encontré con Henry Kissinger y le pregunté si disfrutaba el estímulo intelectual del trabajo y me dijo, efectivamente: 'Trabajo con las ideas que formé en Harvard hace muchos años. Desde entonces no he tenido una verdadera idea; lo único que hago es trabajar con las viejas'. Ahora sé exactamente a qué se refería -pienso que se pueden tener solamente algunas ideas en la vida y una vez que las tenemos, debemos desarrollarlas".

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Crónicas chilenas

11.11.2007

Carátula del libro. Fuente: tiendaclub

A raíz del libro de Daniel Titinger Dios es peruano, editado por Planeta, a la sucursal chilena del grupo se le ocurrió publicar una versión nacional bajo el título Dios es chileno. En ésta, aparecen varios autores como Costamagna, Bisama, de la Parra, Meneses y el mismo Titinger, entre otros, que bucean en torno a temas chilenos a través de crónicas que suman diez. En la Revista de Libros hacen una reseña del libro:
"La desconfianza hacia cualquier discurso con ínfulas de representar realidades totales se manifiesta ahora en relatos de pretensiones más humildes que nos muestran sólo fragmentos de esa inconmensurable realidad, o aspectos que fueron tradicionalmente relegados a la oscuridad , el olvido y la marginalidad, esperanzados en encontrar ahí sentidos que de otra manera escaparían porfiadamente a nuestra comprensión. En otras palabras, no más novelas totalizantes de Vargas Llosa, García Márquez o Carlos Fuentes.Para partir con el título, Dios ya no pertenece a toda la humanidad: sólo a los que han tenido la suerte de nacer en nuestro territorio. Dios exhibe apellido criollo, nacional, y no se manifiesta a través de esos milagros y maravillas que admiraban a nuestros cándidos escritores jesuitas del siglo XVII, sino en esos fracasos que transformamos en victorias, en personajes curiosos que marcan el anecdotario del país, en anécdotas transformadas en mitos nacionalistas, en episodios banales, en chascarros, como afirma Sergio Gómez, que reflejan nuestra idiosincrasia escondida. Naturalmente que para hablar de este nuevo Dios, los colaboradores del volumen han tenido que utilizar un lenguaje un tanto humorístico y juguetón, porque a un Dios chileno tampoco se lo puede representar con el discurso solemne e incensado de las misas latinas tradicionales que, después de todo, nos llegaron y nos impusieron desde Europa. La visión jocosa de los avatares de Manuel Plaza revela mitos de nuestra esforzada nacionalidad, el Wi-Fi de Salamanca pone en jaque nuestros liderazgos continentales; una fotografía histórica, la precariedad de algunos de nuestros símbolos; la narración cinematográfica de las apariciones de la Virgen de Villa Alemana recrea en simpatía el ambiente de una ciudad del interior bajo tiempos duros; las figuras de la geisha chilena, de un obrero antofagastino prisionero de los nazis, del hundimiento del submarino Flach o de los cuatro africanos ilegales en Talcahuano, iluminan nuestros afectos, aspiraciones y ternuras no siempre recompensadas; infantilismos nacionalistas o la desorientación histórica de nuestra sufrida clase media tampoco escapan a la cálida ironía de los colaboradores de este volumen. Dios es chileno ofrece una tarde de lectura fácil y agradable, salpicada de frecuentes sonrisas. Sonrisas un tanto cómplices porque, considerándolo bien, nos reconocemos en sus imágenes. Son fragmentos amables de nuestra personalidad delineados con una prosa ligera, ágil y colorida que desafía al estilo circunspecto de la historia oficial."

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La shortlist del premio Herralde

10.31.2007
Mapa: desde ahí se emitirá el veredicto. Fuente: anagrama.ed

Luego de decantada la primera lista (en la que figuraban nombres conocidos como la peruana Teresa Ruíz Rosas, el español Eloy Cebrián y el chileno Alvaro Bisama), ya salió la shortlist del premio Herralde, los finalistas del prestigioso premio de la editorial Anagrama. En esta ocasión, los autores son de Argentina, España, México y Uruguay. Y al igual que el Goncourt, será el lunes 5 de noviembre la fecha en que conoceremos al ganador.

Dice la nota: "La lista de finalistas está integrada por ‘Ciencias morales’ y ‘Novela total’, de los argentinos Miguel Cané y Pablo Tenembaum, de manera respectiva, y ‘Volveré y conmigo el fuego’ del mexicano Francisco Calderón, en todos los casos seudónimos. Además de ‘En qué piensas cuando no piensas en nada’ del español Rictus Ceballos, ‘La velocidad’ del también español Alfonso Yáñez y ‘La profecía’ del uruguayo Roberto Echavarren.

En 2006, la obra premiada fue ‘La enfermedad’, del venezolano Alberto Barrera Tyszka.En la convocatoria del 2006, Anagrama recibió 172 originales, mientras que este año la cifra aumentó a 201, lo que a juicio de la editorial muestra el creciente interés por este galardón literario.

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Alarcón en Chile

10.28.2007

Daniel Alarcón en Chile. Fuente: el mercurio

Daniel Alarcón se encuentra en Santiago de Chile para participar en la FILSA, donde presentará su novela Radio Ciudad Perdida (Alfaguara). Alvaro Bisama aprovecha y lo entrevista para la Revista de Libros. Dos Bogotá39 en acción hablando de literatura y, por supuesto, de encuentros literarios agotadores.

Dice Daniel sobre la literatura latinoamericana: "No me pidas que comente sobre la literatura latinoamericana, hombre. He leído muy poco, y no me siento capaz de opinar sobre la totalidad de la producción literaria de nuestro continente. No tengo la más mínima idea de cuál sería el tema central de la literatura latinoamericana, ni la china, la africana, la rusa, la gringa. Ni siquiera sé cuál es el tema central de mis propios textos. Sospecho que tienes razón, el olvido y la memoria son una preocupación constante en los dos libros que he escrito. Cuando se trata de una guerra que cobró 70 mil vidas, la pregunta de siempre va a ser: ¿cómo enfrentar ese trauma? ¿Cómo recordar estas víctimas? Una novela no puede resolver este conflicto, pero quizá sí puede ampliar el debate, o impulsar una conversación necesaria. (...) El español latinoamericano es un idioma muy rico, muy diverso. Tiene una agilidad y un encanto envidiable. Cuando estoy en Latinoamérica soy un estudioso de la lengua, de la forma en que habla la gente, de la nueva jerga. El idioma se va renovando constantemente, y nunca morirá. Yo escribo en inglés porque crecí en los Estados Unidos desde los tres años, toda mi educación ha sido en inglés desde la primaria. No es que opté por el inglés, ni que desprecie el español. En alguna crítica me pintaron como un peruanito acomplejado que escribe en inglés para caerles bien a los yanquis. Me dio mucha risa esa interpretación. Es absurdo. Me encantaría escribir en español, pero no tengo las herramientas para hacerlo bien. Cuando se trata de escribir, manejo el inglés mucho mejor, de eso no hay ninguna duda. He vivido toda mi vida en gringolandia, hablando español con mis padres y mis hermanas, y punto. ¿Cómo voy a intentar escribir una novela en castellano?"

Sobre los encuentros literarios: "De los encuentros con escritores no sale literatura, sino una resaca maldita. Seguro hay escritores más disciplinados, gente que puede sentarse en un hotel en una ciudad desconocida y entrar de lleno a la vida imaginaria. Yo no. Mi creatividad viene de la rutina, de una vida cotidiana bastante aburrida, y es lo que más prefiero. Todo los días, de la casa a la oficina, en el metro como un obrero más. Ha sido un año increíble, algo que nunca me esperaba, y de ninguna manera me estoy quejando. Siento que he tenido una suerte alucinante, quizá no merecida. Entonces, el 2008, a trabajar."

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Bisama y Bogotá39

9.02.2007
Alvaro Bisama y Santigo Roncagliolo esperando que les abran la puerta de reuniones del Suite Jones para conversar sobre películas serie B y cameos de escritores lejos del ruido de la omnipresente salsa colombiana.

Alvaro Bisama, quien estuvo entre los dos representantes chilenos del Bogotá39, ha cedido rápido al ejercicio de la nostalgia y publica en su sección dentro de la Revista de Libros un recuento sobre lo que significó para él el evento y la ciudad que nos acogió. Lamentablemente, no contó la anécdota buenísima de un escritor aficionado que se le acercó con un manuscrito y prácticamente le exigió que lo lea ahí mismo y le diga si valía la pena insistir en ser escritor. Lo más gracioso del asunto es que Alvaro lo leyó y le pareció que aparecían vampiros. ¿Es eso cierto o está contándome el argumento de otra de las novelas pulp fiction que tanto le gustan?

Sobre Bogotá39, también les dejo este enlace en que entrevistan en el periódico ABC de Paraguay a Jose Pérez Reyes sobre las conclusiones del evento. Y este blog donde un oyente identificado como Daniel Ferreyra deja sus impresiones sobre los hechos.

Dice Bisama: "No voy a narrar aquí con detalle lo que pasó, pero sí voy a señalar que la costumbre colombiana de mantener al invitado con el vaso siempre lleno resume, además de la increíble acogida de nuestros anfitriones, la intensidad de los cinco días que duró el evento. Más pistas dispersas: tres o cuatro actividades por jornada, entrevistas televisivas, la salsa sonando en vivo y a todo volumen, micros que parecían naves espaciales, conversaciones extendidas hasta la madrugada, la imaginería colonial del santuario de Monserrate, las preguntas transparentes pero complejas del público.Así, en Bogotá se produjo un vértigo feliz y ligeramente ebrio, asorochado. Si es por lo que escuché ahí, la literatura latinoamericana está en buenas manos. Por supuesto, es imposible pensar que los efectos de Bogotá 39 sean instantáneos. La antología de relatos de quienes estuvimos, la revista que contenía nuestros making off personales, amén del volumen con la reproducción de las primeras páginas de los libros de los participantes son documentos de una vida literaria confusa y sorprendente; señales de vida obligatorias que anticipan un futuro insondable donde es posible leer -más como una actitud que como una utopía- cierta épica generacional: poéticas y voces y obsesiones dibujando disímiles paisajes de un territorio que podríamos reconocer como una comarca común. Tal vez eso fue Bogotá 39, más que una lista de autores, una especie de lingua franca pronunciada desapegada de cualquier divismo ("Carencia de ego", la llamó el peruano Daniel Alarcón) puesta al servicio del diálogo mientras se intentaba contestar una pregunta común: ¿qué significa hoy por hoy ser escritor en Latinoamérica?"

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Revista de Libros

6.24.2007
Juan Villoro. Fuente: jornada.unam.mx

Aparte de la reseña al último poemario de José Watanabe, la "Revista de libros" de El Mercurio de Chile tiene varios artículos apetitosos (perdonen la metáfora, pero yo también estoy a dieta como Hemingway). En primer lugar, una entrevista a Juan Villoro por parte de Alvaro Matus, a raíz de la publicación de Llamadas a Amsterdam, una novela breve publicada por la editorial argentina Interzona. Por otro lado, también hay un comentario sobre la publicación en castellano de los poemas de ese autor-catedral que es el alemán Hermann Broch. Además, una reseña de la nueva novela de Jorge Volpi, No serás la tierra, editada por Alfaguara y que se presentará en Santiago.
Asimismo, entre los comentarios, destacan los de Ignacio Echevarría sobre la necesidad de una lectura conjunta entre padres e hijos (en ésta, Echevarría cita a un crítico español que dice que el complejo de Edipo es de ida y vuelta: también puede leerse como que los padres quieren siempre matar a los hijos), y en su sección "El Comelibros" Alvaro Bisama rechaza las críticas españolas que consideran que las novelas de Zambra no son novelas (?).

Siempre lúcido, Juan Villoro dice sobre la crítica literaria: "Es muy difícil ser indiferente a la crítica, pero también es muy difícil ser objetivo. En la adolescencia, cuando mi hermana hablaba con una amiga que a mí me gustaba, yo descolgaba el teléfono para saber si decían algo de mí. Leer críticas se parece un poco a eso: es una conversación entre otras personas que de pronto se refieren a ti y que quizá no deberías oír. Dicho esto, durante muchos años dependí de la crítica. Publiqué mi primer libro, La noche navegable, en 1980, y recibí un primer premio veinte años después. Para un autor sin premios, ni muchos lectores, ni grandes recompensas a la mano, el impulso principal venía de la crítica. Las notas favorables me impulsaron en un camino sin meta definida."

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Dick regresa

5.28.2007
Androide de Philip Dick realizado en el 2005. Fuente: Hotel Kafka

En vida, Philip Dick no fue un escritor desconocido. Tenía miles de fanáticos y, poco antes de morir, vendió una novela suya para adaptarla al cine en el clásico Blade runner. Pero ese reconocimiento estuvo siempre supeditado al título “escritor de ciencia ficción” que lo subestimaba (y, de paso, subestimaba al género). Hoy en día cada vez hay más fanáticos de Philip Dick (Rodrigo Fresán y Roberto Bolaño entre ellos) quienes han tenido una reivindicación. Lo explica esta nota de Terra: “El 31 de este mes, The Library of America, una editorial sin fines de lucro que consagra al mejor talento de las letras de este país, reeditará cuatro de sus novelas de los años 60, un gesto que ha sido ampliamente apreciado por la crítica literaria mundial.” Ya está dicho: nunca es demasiado tarde cuando el gesto es sincero.

Las novelas que saldrán publicadas son: 'El hombre en el castillo' (1962), 'Los tres estigmas de Palmer Eldritch' (1965), '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' (1968) y 'Ubik' (1969).

La nota subraya este curioso dato biográfico: “[El autor era] un consumidor asiduo de anfetaminas -dicen algunas biografías que llegó a tomar hasta 1.000 píldoras por semana-, Dick desarrolló una paranoia tal a principio de los años 70 que llegó a escribir una carta al FBI en la que denunciaba que los académicos y críticos literarios eran agentes infiltrados de la KGB que querían apoderarse del género de ciencia ficción de EEUU.”

Pueden ver también la nota del comelibros Alvaro Bisama en "Revista de Libros".

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