MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Andrés Neuman en Lima

7.16.2009
Andrés Neuman. Fuente: elmundo.es

¡Bienvenido, Andrés! Andrés Neuman, el ganador del Premio Alfaguara de Novela 2009 está en Lima. Hoy tendré el honor -y sobre todo el enormísimo gusto- de presentar la novela junto a Gustavo Rodríguez en la Eñe, a las 8 de la noche. Pero en un rato más tendré la felicidad de reencontrarme con ese amigo del B39 y de otros encuentros literarios, este auténtico cómplice con el que nunca dejo de hablar por horas y reír. Nos hará falta un tercer mosquetero para repetir las correrías, seguro extrañaremos al querido Eduardo Halfon, pero igual seguro levantaremos una copa por él, otra por el premio, otra por la amistad. Madre mía, espero llegar sano y salvo mañana a Guayaquil. Los dejo aquí con una entrevista respecto a El viajero del siglo en el diario La Nación y una curiosa nota sobre algunos datos camuflados en la novela que Andrés descubrió en Paraguay bajo la atenta mirada de José Pérez Reyes, otro B39.

-¿Cómo se siente ser reconocido con un premio?
-Es raro. Me siento afortunado y feliz pero para un escritor cuando el libro se publica en cierta forma muere. Probablemente resucite para los lectores, pero el escritor recibe un reconocimiento por algo que ya no le sirve. Uno habla de la historia anterior y lo que tiene en la cabeza es la siguiente. Yo le propondría a las editoriales hacer promociones de los libros que estamos por escribir, eso sería psicológicamente más saludable (se ríe).

-¿Cuál es la siguiente historia?
-Creo que las ganas de contar tienen algo sagrado, como una especie de llama que se va consumiendo si uno la disemina por ahí. Entonces no acostumbro a contar por el temor a que la urgencia por narrar esa historia desaparezca.

-¿Cómo surgió la idea de El viajero del siglo ?
-No hubo un estímulo único, sino una especie de abanico. Creo que el primero fue escuchar Viaje de invierno de Schubert, un ciclo de lieder que sonaba mucho en mi casa [Neuman es hijo de músicos]. Mucho tiempo después descubrí que narraba la historia de un viajero que una noche se iba sin saber adónde. Y en la última de las canciones, después de no quedarse en ninguna parte, se encuentra con un organillero que, a pesar de que nadie lo escucha, está a gusto. Me pareció linda idea empezar la novela con el encuentro de esos dos personajes.

-A pesar de estar ambientada en el siglo XIX, decís que reflexiona sobre cuestiones del presente ¿Cuáles?
-Entre fines del siglo XVIII y principio del XIX pasaron un montón de cosas que inauguran conflictos que se mantienen al día de hoy. En este período se produce un gran desencanto de las utopías revolucionarias: Napoleón, que había prometido constituciones, libertades y derechos, termina convirtiéndose en emperador, invadiendo países, tratando de anexionarlos y todo eso genera un giro conservador en Europa. Hoy en ese medio ambiguo que llamamos Occidente hay un giro conservador que proviene en parte del fracaso de las promesas revolucionarias.
Aparte, es un momento en el que se produce un choque entre los proyectos políticos continentales y las leyendas nacionales y patrióticas que se están forjando en cada país. Eso pasó entonces y está pasando ahora. Pensamos en el Mercosur y las enormes limitaciones de ese proyecto porque cada país trata de defender sus propios intereses. La Unión Europea también se topa con esa limitación todos los días. Después, está la situación de las mujeres. Las intelectuales de esa época empiezan a ser conscientes de que la Declaración de los Derechos Universales del Hombre era más bien de los hombres. Prueba de esto es que sólo dos años después de la Revolución Francesa se publica la vindicación de los derechos de la mujer. Fue la primera generación de mujeres que tomó consciencia de que los intereses profesionales y personales son difícilmente conciliables. Por ejemplo, Sophie Mereau, la primera traductora alemana, le reprochaba por carta a su esposo que los hijos de ambos no le dejaban tiempo para traducir a Homero.

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Bellatin en Paraguay

4.27.2009
José Pérez Reyes, Mario Bellatin. Fuente: josépérezreyes

Mario Bellatin logró librarse de la gripe porcina que arremete contra México actualmente, y poco a poco contra otros países, y del encierro decretado en su país a raíz de esa enfermedad, al viajar fortuitamente a Paraguay. Allá se presentó en una mesa redonda, encandiló con su "presencia ausente", hizo amigos, leyó una ponencia "que se extendió en más minutos de los que sostiene la paciencia", fue presentado por el B39 José Pérez Reyes (conocido en su país como "el compatriota escritor") y luego dejó la ciudad con rumbo desconocido. Se sabe que a México no llegó y algunos dicen que lo han visto paseando en Buenos Aires, adelantándose quizá a su futura larga estancia porteña. También lo han visto nadando con tortugas en Costa Rica, cenando hambriento en Larco Mar con un par de sujetos, tomando fotos con su cámara Diana en el Chaco, navegando en el Ganges detrás de un bote fúnebre o mirando la primera temporada de "In Treatment" en el loft neoyorquino de su amigo fotógrafo famoso. Mientras aclaramo qué ha sucedido con el hombre de negro, Bellatin, leamos esta crónica de su viaje a Asunción:

El compatriota escritor José Pérez Reyes presentó, en la noche del miércoles 22 en el Auditorio Ruy Díaz de Guzmán, al destacado novelista mexicano Mario Bellatin, quien llegó al país para hablar sobre su obra y las maneras de hacer literatura. Con una lectura anónima, versada de alegorías, Bellatin expuso las claves que le llevaron a ser publicado por Gallimard, una prestigiosa editorial francesa. Vestido de negro Mario Bellatin logró el anonimato con el fondo del escenario que presentó el salón auditorio de la Manzana de la Rivera. Con esa presencia ausente compartió sus experiencias de escritor, trayectoria con la que ya ganó importantes premios literarios. Pero el mexicano no escribe para lograr ese reconocimiento, sino para descubrir los misterios que encubre el trabajo de escritor, con el metafórico fin de separarse de ellos para disfrutar de los días soleados. Por medio de una lectura, que se extendió en más minutos de los que sostiene la paciencia, expuso su relación con la cinematografía, arte que le interesa para descubrir oportunidades que la simple palabra no puede otorgar. De hecho, este escritor se encuentra enfrentado con la palabra física, por lo que busca nuevas maneras de creación literaria con la práctica de otras artes: entre ellas la fotografía, a la que utiliza como claroscuros de su investigación literaria. Así de contradictorio parece Bellatin, pero solamente parece en la superficialidad, puesto que su genio literario se expresa en cada composición publicada. En particular Pérez Reyes escogió “Flores” para expresar una imagen sobre la manera de escribir del invitado por la Embajada de México.

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Bisama y Bogotá39

9.02.2007
Alvaro Bisama y Santigo Roncagliolo esperando que les abran la puerta de reuniones del Suite Jones para conversar sobre películas serie B y cameos de escritores lejos del ruido de la omnipresente salsa colombiana.

Alvaro Bisama, quien estuvo entre los dos representantes chilenos del Bogotá39, ha cedido rápido al ejercicio de la nostalgia y publica en su sección dentro de la Revista de Libros un recuento sobre lo que significó para él el evento y la ciudad que nos acogió. Lamentablemente, no contó la anécdota buenísima de un escritor aficionado que se le acercó con un manuscrito y prácticamente le exigió que lo lea ahí mismo y le diga si valía la pena insistir en ser escritor. Lo más gracioso del asunto es que Alvaro lo leyó y le pareció que aparecían vampiros. ¿Es eso cierto o está contándome el argumento de otra de las novelas pulp fiction que tanto le gustan?

Sobre Bogotá39, también les dejo este enlace en que entrevistan en el periódico ABC de Paraguay a Jose Pérez Reyes sobre las conclusiones del evento. Y este blog donde un oyente identificado como Daniel Ferreyra deja sus impresiones sobre los hechos.

Dice Bisama: "No voy a narrar aquí con detalle lo que pasó, pero sí voy a señalar que la costumbre colombiana de mantener al invitado con el vaso siempre lleno resume, además de la increíble acogida de nuestros anfitriones, la intensidad de los cinco días que duró el evento. Más pistas dispersas: tres o cuatro actividades por jornada, entrevistas televisivas, la salsa sonando en vivo y a todo volumen, micros que parecían naves espaciales, conversaciones extendidas hasta la madrugada, la imaginería colonial del santuario de Monserrate, las preguntas transparentes pero complejas del público.Así, en Bogotá se produjo un vértigo feliz y ligeramente ebrio, asorochado. Si es por lo que escuché ahí, la literatura latinoamericana está en buenas manos. Por supuesto, es imposible pensar que los efectos de Bogotá 39 sean instantáneos. La antología de relatos de quienes estuvimos, la revista que contenía nuestros making off personales, amén del volumen con la reproducción de las primeras páginas de los libros de los participantes son documentos de una vida literaria confusa y sorprendente; señales de vida obligatorias que anticipan un futuro insondable donde es posible leer -más como una actitud que como una utopía- cierta épica generacional: poéticas y voces y obsesiones dibujando disímiles paisajes de un territorio que podríamos reconocer como una comarca común. Tal vez eso fue Bogotá 39, más que una lista de autores, una especie de lingua franca pronunciada desapegada de cualquier divismo ("Carencia de ego", la llamó el peruano Daniel Alarcón) puesta al servicio del diálogo mientras se intentaba contestar una pregunta común: ¿qué significa hoy por hoy ser escritor en Latinoamérica?"

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