Crónicas chilenas
A raíz del libro de Daniel Titinger Dios es peruano, editado por Planeta, a la sucursal chilena del grupo se le ocurrió publicar una versión nacional bajo el título Dios es chileno. En ésta, aparecen varios autores como Costamagna, Bisama, de la Parra, Meneses y el mismo Titinger, entre otros, que bucean en torno a temas chilenos a través de crónicas que suman diez. En la Revista de Libros hacen una reseña del libro:
"La desconfianza hacia cualquier discurso con ínfulas de representar realidades totales se manifiesta ahora en relatos de pretensiones más humildes que nos muestran sólo fragmentos de esa inconmensurable realidad, o aspectos que fueron tradicionalmente relegados a la oscuridad , el olvido y la marginalidad, esperanzados en encontrar ahí sentidos que de otra manera escaparían porfiadamente a nuestra comprensión. En otras palabras, no más novelas totalizantes de Vargas Llosa, García Márquez o Carlos Fuentes.Para partir con el título, Dios ya no pertenece a toda la humanidad: sólo a los que han tenido la suerte de nacer en nuestro territorio. Dios exhibe apellido criollo, nacional, y no se manifiesta a través de esos milagros y maravillas que admiraban a nuestros cándidos escritores jesuitas del siglo XVII, sino en esos fracasos que transformamos en victorias, en personajes curiosos que marcan el anecdotario del país, en anécdotas transformadas en mitos nacionalistas, en episodios banales, en chascarros, como afirma Sergio Gómez, que reflejan nuestra idiosincrasia escondida. Naturalmente que para hablar de este nuevo Dios, los colaboradores del volumen han tenido que utilizar un lenguaje un tanto humorístico y juguetón, porque a un Dios chileno tampoco se lo puede representar con el discurso solemne e incensado de las misas latinas tradicionales que, después de todo, nos llegaron y nos impusieron desde Europa. La visión jocosa de los avatares de Manuel Plaza revela mitos de nuestra esforzada nacionalidad, el Wi-Fi de Salamanca pone en jaque nuestros liderazgos continentales; una fotografía histórica, la precariedad de algunos de nuestros símbolos; la narración cinematográfica de las apariciones de la Virgen de Villa Alemana recrea en simpatía el ambiente de una ciudad del interior bajo tiempos duros; las figuras de la geisha chilena, de un obrero antofagastino prisionero de los nazis, del hundimiento del submarino Flach o de los cuatro africanos ilegales en Talcahuano, iluminan nuestros afectos, aspiraciones y ternuras no siempre recompensadas; infantilismos nacionalistas o la desorientación histórica de nuestra sufrida clase media tampoco escapan a la cálida ironía de los colaboradores de este volumen. Dios es chileno ofrece una tarde de lectura fácil y agradable, salpicada de frecuentes sonrisas. Sonrisas un tanto cómplices porque, considerándolo bien, nos reconocemos en sus imágenes. Son fragmentos amables de nuestra personalidad delineados con una prosa ligera, ágil y colorida que desafía al estilo circunspecto de la historia oficial."
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