MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Anglofilia: 100 libros Newsweek

7.13.2009
Libros en instalación. Fuente: convalor

La revista Newsweek ha hecho una lista, o más propiamente una "Meta-Lista", de los 100 mejores libros de todos los tiempos. ¿Por qué la llaman Meta-Lista? porque para su elaboración se han basado en 10 listas anteriores, con similares preguntas, hechas por medios de prensa. Se refieren a las listad siguientes: The Telegraph’s 110 best books/The Perfect Library, The Guardian’s top 100 books, Oprah’s Book Club, the St. John’s College reading list, Wikipedia’s list of all-time bestsellers, the New York Public Library’s books of the century, the Radcliffe Publishing Course’s list of the 100 best English-language novels of the 20th century, The Modern Library’s 100 best novels and 100 best works of nonfiction, Time’s 100 best English-language novels from 1923 to the present, and NEWSWEEK’s own list of current top 50 choices. Es obvio que las novelas elegidas siguen los cánones anglosajones de lo que es una buena novela y lo que son obras "esenciales" para ellas. Entre los 1o primeros puestos, por ejemplo, aparecen solo tres no anglófonos (Tolstoi, Homero y Dante Aligheri) aunque, cabe resaltar, La Guerra y la Paz está en primer lugar. Y entre los primeros 25, solo hay cinco autores no anglófonos. Kafka no aparece, Flaubert está en el 46 y Proust tiene que hacer cola hasta el puesto 65. Obviamente, no esperen demasiado en castellano, por si acaso. O no esperen nada (el único mencionado, en el puesto 17, es Cien años de soledad de García Márquez, y Miguel de Cervantes- increíblemente- no aparece). En diversos blogs han rebotado y traducido la Meta-lista. Dejo aquí los primeros 25 puestos.

1) Guerra y paz, León Tolstoi

2) 1984, George Orwells

3) Ulises, Joyce

4) Lolita, Vladimir Nabokov

5) El sonido y la furia, William Faulkner

6) El hombre invisible, Ralph Ellison

7) Al faro, Virginia Woolf

8) La iliada y la Odisea, Homero

9) Orgullo y prejuicio, Jane Austen

10) Divina Comedia, Dante

11) Cuentos de Canterbury, Geoffrey Chaucer

12) Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift

13) Middlemarch, George Eliot

14) Todo se desmorona, Chinua Achebe

15) El guardián entre el centeno, J. D. Salinger

16) Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell

17) Cien años de soledad, Gabriel García Márquez

18) El gran Gatsby, Scott Fitzgerald

19) Catch 22, Joseph Heller

20) Beloved, Toni Morrison

21) Viñas de Ira, John Steinbeck

22) Hijos de la medianoche, Salman Rushdie

23) Un mundo feliz, Aldous Huxley

24) Mrs. Dalloway, Virginia Woolf

25) Hijo nativo, Richard Wright

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Henry James proustiano

6.16.2009
Carátula del libro. Fuente: joan flores constant

Un libro póstumo de Henry James, de difícil acceso en inglés y nunca antes editado en castellano, ha sido publicado por Ediciones de El Cobre. Se titula El sentido del pasado y Rodrigo Fresán comenta en su reseña en el ABCD las letras los poco visibles, pero consistentes, vínculos entre Henry James y Marcel Proust. Dice la reseña:

En El sentido del pasado se revisitan obsesiones de James: la idea del ayer como -en el decir de Hartley- ese país extranjero donde se hacen las cosas de manera diferente; el efecto de las vibraciones invisibles pero poderosas de lo que pudo haber sido sobre lo que finalmente fue; y, marca de la casa, la delgada línea que separa a una aparición de un fantasma. Se sabe que James no sólo revolucionó la idea de la novela clásica, modernizándola sin por eso faltarle al respeto, sino que, además, transformó para siempre el espíritu del cuento espiritista. Así, desde James y para siempre, los fantasmas se alimentan de las pasiones de los vivos y el Más Allá está mucho más cerca de lo que parece. Y fue Edith Wharton quien le obsequió a James el primer volumen de En busca del tiempo perdido, pero, curiosamente, nada se sabe de la impresión -ni siquiera hay evidencias de que lo haya leído, aunque cuesta creerlo- que Marcel Proust pudo haber causado al autor de Lo que Maisie sabía y del autobiográfico Un chiquillo y otros, títulos a los que más de un crítico señaló como obvios precursores del universo proustiano. Poco cuesta suponer -y a mí menos me cuesta pensar; pocas cosas más atronadoras y elocuentes que un silencio incomprensible y caprichoso- que las intermitencias en la escritura de la finalmente inconclusa El sentido del pasado (iniciada en 1899, interrumpida en 1900, retomada en 1914) bien pueden haberse debido a las poderosas radiaciones emitidas por Proust. Me gusta imaginar a James alcanzando la última página de Por el camino de Swann, suspirando, abriendo un cajón, recuperando aquel manuscrito y -empujado por el desafío de una no del todo saludable pero sí nutritiva envidia- volver a poner mano y pluma a la obra. Hay una cosa cierta: es James quien ayuda a la novela a cruzar la frontera del siglo XX y es Proust quien la está esperando al otro lado. Y aquí -como en Combray y alrededores- la invocación del ayer y la idea de volver allí es el motor de la trama. Pero mientras Proust emprende la travesía a partir de una exaltación de los sentidos, James lo hace exaltando los sentimientos.

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¿Leen franceses en Francia?

3.24.2009
Marcel Proust, uno de los pocos escritores franceses que leen los escritores franceses. Fuente: mercantilelibrary

Esta encuesta de Telerama.fr, de la que me entero vía el blog En Minúscula, hecha a 100 escritores francófonos me ha dejado asombrado. Se les pide que voten por sus 10 libros favoritos. Si la misma encuesta hubiera sido hecha en Inglaterra o EEUU, a duras penas podríamos encontrar a un autor de otra lengua en el top ten. Casi imposible que aparezca. Pero los franceses no votan por ellos mismos, eso está claro. En la lista de 10 libros favoritos, solo hay cuatro libros franceses . Y en la lista de autores, lo mismo, entre los 10 primeros solo hay cuatro franceses. Comparto además la interrogante de Ezequiel Martínez, administrador de En Minúscula, respecto a que en la lista abundan escritores clásicos y los contemporáneos brillan por su ausencia. ¿Será que los franceses están, en el fondo, de acuerdo con aquello de la decadencia de su cultura? ¿O es que son muy conservadores (tomando en cuenta la lista general, donde solo hay clásicos) en sus gustos? Eso sí, donde hay unanimidad es en que Marcel Proust y su novela En busca del tiempo perdido es el primer lugar indiscutible. William Faulkner es el único que le sigue los pasos (y que incluso consigue dos novelas suyas en el top ten). Anoto una sorpresa más: a la hora de escoger la novela que más gusta de Gustave Flaubert, no aparece Madame Bovary sino La Educación sentimental. Sin duda, cada uno lee a su cultura desde su perspectiva.

Los 10 autores más votados

Marcel Proust (33 veces)
William Faulkner (24)
Gustave Flaubert (23)
Fiodor Dostoïevski (16)
Virginia Woolf (15)
James Joyce (14)
Franz Kafka (14)
Louis-Ferdinand Céline (13)
Samuel Beckett (11)
Arthur Rimbaud (11)


Los 10 libros más votados

En busca del tiempo perdido de Marcel Proust (33 veces)
Ulises de Joyce (13)
Ilíada y Odisea de Homero (9)
La princesa de Cleves de Mme. de La Fayette (9)
El sonido y la furia de William Faukner (8)
¡Absalon, Absalon! de William Faulkner (8)
Las flores del mal de Baudelaire (8)
Bajo el volcán de Malcolm Lowry (8)
Don Quijote de Miguel de Cervantes (8)
La educación sentimental de Gustave Flaubert (7)

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Asesinos reunidos

1.09.2009
Sangre. Fuente: talavera post/ comunidad el país

¿Matar puede ser considerada como una de las bellas artes? Quizá matar no, pero escribir sobre el asesinato puede serlo. La editorial Adriana Hidalgo le encargó a Alvaro Abós una compilación de textos sobre asesinatos de distinta estirpe, relatados por narradores y poetas. El resultado es Asesinos, una antología que incluye autores insospechados. Dice la nota en suplemento Ñ:

Asesinos habilita diversos abordajes: la sólida e imbatible dupla entre violencia y narrativa es una de ellas. Aun los escritores más plenamente literarios, aun aquellos para quienes la tensión narrativa no es un recurso barato y a la mano para sumar tensión fácil, no han podido evitar que el color púrpura se derrame profusamente en sus páginas. Un cuchillo relampaguea en la noche, un disparo ilumina súbitamente el espacio literario y el drama moral comienza y las páginas corren con un voltaje dramático casi imposible de empardar con otras astucias argumentales. La posterior formalización del género policial, avanzado el siglo XIX, con el impulso que recibe primero desde el mundo anglosajón y enseguida desde Francia, no hizo otra cosa que renovar y perfeccionar un envase que ya estaba presente en la imaginación creativa, oculta o manifiesta entre los textos sagrados y en la tragedia clásica. Casi no hay narrativa sin que el asesinato aceche. La más actualizada concepción de que todo crimen es finalmente un crimen de Estado se posó mucho antes en el relato literario que en la reflexión política.La antología preparada por Abós -que también se encarga de actualizar las traducciones- reconfirma el maridaje entre la narrativa y el crimen en sus múltiples posibilidades.

La nota menciona a algunos de los autores antologados:

La selección es amplia en el espacio y en el tiempo: de Marcel Proust a Ambrose Bierce, de Arthur Conan Doyle a Bram Stoker, de Ivan Turgueniev a Wilkie Collins. Hay también perlas y sorpresas como el Impulso perverso del poeta norteamericano Walt Whitman. Intercalada entre los representantes del canon universal, hay tres relatos inevitables para una sumaria antología rioplatense, los de Paul Groussac, Ricardo Güiraldes y Horacio Quiroga.

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El Lote 83

12.19.2008

"Acercaros a la silla". Fuente: Boomerang

Iba a ponerlo como actualización del post sobre la subasta de los objetos de Marcel Proust que postee hoy, pero creo que bien vale un post autónomo. Jean-Francois Fogel escribe en su blog en Boomerang sobre el Lote 83 que incluye la última frase que escribió Marcel:
El lote 83 es algo emocionante: las últimas palabras escritas por el autor, el mismo día de su muerte, el 18 de noviembre de 1922. "Cleste Odilon peut partir dans 10 minutes, et rentrer vers 6h1/2, 7h du matin. Approchez de moi la chaise". (Cleste Odilon puede irse dentro de diez minutos, y volver como a las seis y media, siete. Acercaros a la silla.) Las manchas de café en el papel corresponden, según Cleste que cuidaba su casa, al intento de beber una taza para complacer a su hermano y a ella.

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Subastan a Proust

Marcel Proust subastado. Fuente: revista ñ

11.250 euros por un mechón del cabello de Proust. Y eso es solo lo anecdótico. Los fanáticos se arrebataron las cartas, telegramas y lo que sea que esté por ahí que lleve el sello Proust, subastado hace unos días por Sotheby's. En plena caída de las Bolsas de todo el mundo, con el precio del crudo de barril en picada (36 dólares según último reporte), parecía imposible que esta subasta funcionase. Pero, como dijo Alain Renner, subdirector general de Sotheby's en Francia: "Cuando uno tiene los artículos adecuados para vender, los compradores siempre están allí, crisis o no crisis". Dice la nota en la revista Ñ:

Dieciocho lotes de Proust, entre ellos cartas y telegramas a quien fue su ama de llaves durante nueve años, Celeste Albaret, fueron el atractivo del remate de 173 artículos que recaudó 2,2 millones de dólares, coincidiendo con la estimación anterior a la venta, señalaron voceros de la casa de subastas Sotheby's. Reiner Speck, un médico de Colonia de 67 años, pagó 11.250 euros por un mechón del cabello de Proust, cuyo pronóstico anterior a la venta fue de 1.500 euros. Speck, que es también presidente del Marcel Proust Gesellschaft, de 500 miembros y con sede en Alemania, dice que descubrió la obra de Proust de niño y ha sido su admirador desde entonces. Los fuertes intereses literarios de los coleccionistas ayudaron a Sotheby's a desafiar una caída en la demanda de antigüedades y obras de arte. Pero ventas recientes, también en las de su competidor Christie's International no alcanzaron los pronósticos, porque los compradores evitaron gastar en objetos de alto precio en medio de la crisis financiera global.

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Tics

10.12.2008
Moleskines agrupándose en desorden: mi tic. Fuente: moleskinerie

El obsesivo Martín Kohan puede respirar tranquilo: no es el único maniático. Aquí hay un libro que ningún escritor puede perderse: Escribir es un tic (Paidós) del escritor italiano Francesco Piccolo. Ahí se propone contar decenas de anécdotas (tics, manías, supercherías) de escritores consagrados que incluye esta apetecible lista: Balzac, Hemingway, Claudio Magris, Ian McEwan, Thomas Mann, Marcel Proust, Gabriel García Márquez, Paul Valéry, Kafka, Sartre, Georges Simenon, William Faulkner, Marguerite Duras, Mark Twain, Raymond Carver, Italo Calvino y Gustave Flaubert. Dice Silvina Friera en Página12:
Aquí algunas de las anécdotas:

Proust tenía la costumbre de volver a su casa muy tarde. Se ponía el pijama y un grueso jersey de lana del Pirineo, y trabajaba hasta las siete de la mañana o incluso hasta más tarde. Sentado en la cama, las rodillas le servían de escritorio; la posición era incómoda, pero Proust no se preocupaba por su salud ni por su comodidad. En una carta a su amigo Louis de Robert cuenta que, al escribir así, apoyado en el codo, en papeles inestables, se sentía muerto de cansancio al cabo de diez renglones. Escribía deprisa, con pluma de marca Sergent Major. En la mesita de luz tenía quince plumas al alcance de la mano (si una se le caía, no tenía que recogerla), dos tinteros escolares de vidrio, un reloj de péndulo barato y material para sus inhalaciones. Gabriel García Márquez señala que su maestro fue Hemingway. La lección que aprendió del narrador norteamericano fue ésta: “El descubrimiento de que el trabajo de todos los días sólo debe interrumpirse cuando ya sabes cómo reanudarlo al día siguiente. No creo que se haya dado nunca un consejo mejor para escribir. Es, ni más ni menos, el remedio absoluto contra el fantasma más temido por los escritores: la agonía matutina ante el papel en blanco”. El propio Hemingway narró de un modo magistral su jornada de escritor parisiense en París era una fiesta. Por lo general escribía en una cafetería, pero durante una temporada solía alquilar una habitación de hotel bien calefaccionada, y mientras escribía comía mandarinas o castañas asadas. Subía a la habitación con una idea en la cabeza, trabajaba toda la tarde desarrollándola, escribiéndola una y otra vez hasta que surgía otra idea. Cuando aparecía esa nueva idea, Hemingway dejaba de escribir. Cerraba el cuaderno y salía, muy contento, a dar una vuelta por París; sabía que hasta el día siguiente ya no debía pensar en esa idea, para que el subconsciente trabajara por él. Leía, caminaba, hacía gimnasia, se acostaba con su mujer. Un caso especial es el de Salman Rushdie. Cuando se pronunció la fatwa contra él, cambió radicalmente su vida y en pocos años vivió en más de cincuenta casas distintas; pero a pesar del peligro y la vida desordenada, todos los días encendía la computadora a las diez y media de la mañana y trabajaba unas cuatro horas.

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Lectores crepusculares

12.21.2007
El lánguido fantasma de Proust. Ilustración: PHILIPPE PETIT-ROULET Fuente: The New Yorker

Gracias al blog de Jean Francois Foguel me entero de este excelente artículo en The New Yorker de Caleb Craigh titulado "Twilight of the Books" y que lleva como subtítulo una pregunta touché: "What will life be like if people stop reading?". La imagen de los lectores después de leer ese artículo, la mía misma, me recuerda a esa frase de Martín Adán: "Lima tiene hermosos crepúsculos. Por ejemplo, yo". Foguel comenta así la nota:
"Ahora me toca introducir otro artículo en inglés, mucho más polémico, del semanal The New Yorker sobre "los libros en el atardecer". No hay mucho que decir sino que es una lectura imprescindible aunque su punto de salida es demoledor: se trata nada menos que de explicar por qué la humanidad se dedica a algo muy poco natural como la lectura. La frase clave: «There's no reason to think that reading and writing are about to become extinct, but some sociologists speculate that reading books for pleasure will one day be the province of a special "reading class," much as it was before the arrival of mass literacy, in the second half of the nineteenth century. » (No hay razón alguna de pensar que la lectura y la escritura van a desaparecer, pero unos sociólogos se preguntan si la lectura de los libros por mero placer no se va a transformar en el territorio de una «clase de lectores», tal como lo era antes de la llegada del alfabetismo de masa en la segunda mitad del siglo XIX). El artículo se apoya en las teorías de Walter Ong sobre la oralidad. Da mucho para pensar.

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Proust era un neurólogo

11.02.2007
Carátula del libro. Fuente: amazon

Si van al blog "Historias Clínicas" de Aldo Vivar, que está en el rol de recomendados, verán que en éste Aldo intenta hacer una lectura médica de algunas novelas. ¿Tiene sentido? Mucho. Por ejemplo, el libro de Jonah Lehrer que acaba de aparecer, titulado Proust era un neurólogo, intenta demostrar que muchos escritores no sólo saben de medicina sino que incluso se adelantan en la descripción de síntomas de enfermedades aún no descubiertas. La nota, que no tiene desperdicio, aparece en el ADN.es

Dice: " De Whitman a Stravinsky, pasando por Proust, Virginia Woolf, Cezanne, Gertrude Stein o el chef Auguste Ecoffier. Lehrer repasa cómo todos ellos expusieron tesis realmente innovadoras para su época y, cómo décadas o siglos más tarde, se ha demostrado su autenticidad. Cezanne estaba convencido de que nuestra visión, al igual que el arte, depende de muchos factores. Lo que nosotros vemos no es lo que verdaderamente está al alcance de nuestra mirada, sino que está condicionado por nuestros conocimientos o experiencias. Al igual que un pintor interpreta una obra, nosotros interpretamos el mundo y, desde que pasa por la retina hasta que el cerebro lo procesa, creamos una nueva realidad. Marcel Proust, por su parte, mostraba en sus novelas cómo las memorias de sus personajes iban cambiando en función del momento y los sentimientos. Es decir, el cerebro las iba adaptando y modificando de manera que la memoria siempre sufría alteraciones. Algunos de los presupuestos quizá no parezcan hoy en día realmente novedosos, pero, en su tiempo, estas figuras demostraron ir contracorriente. El poeta estadounidense Walt Whitman, por ejemplo, se manifestó contrario al positivismo de la época, y aseguraba que mente y cuerpo están indisolublemente unidos. Virginia Woolf, por su parte, estaba convencida de que el yo que percibimos es una ilusión y así lo plasmaba en sus escritos. El cocinero Auguste Eccofier se valió de su teoría -que el gusto es un 90% olfato- para hacer platos cada vez más apetitosos y la escritora George Eliot fue la primera en hablar de tesis cercanas a la neurogénesis o que el ADN nos condiciona. Lo más sorprendente es cómo esas hipótesis que surgieron simplemente de la reflexión puramente artística tuvieron luego su reflejo en descubrimientos científicos. Las teorías gramaticales de Gertrude Stein fueron argumentadas por Noam Chomsky cincuenta años más tarde. El mismo tiempo que tardaron dos neurólogos para demostrar los presupuesto de Wolf. Su genialidad les llevó por caminos que científicamente parecían improbables. Pero el tiempo les dio la razón. Hay más caminos que los que marca la ciencia.

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Ponte sobre Swann

8.14.2007
Jeremy Irons interpretando a Swann en la película de Volker Schlöndorff. Fuente: jacques casari

El escritor cubano Antonio José Ponte es el encargado esta semana de responder a la pregunta de "El País": ¿Cuál es tu personaje de ficción favorito? Su respuesta es Charles Swann, el protagonista de la primera parte de En busca del tiempo perdido.

Dice Ponte: "A Charles Swann lo forman no tanto ciertos episodios y ocurrencias como la hipótesis de otros acerca de su existencia. Es menos una presencia propia que un montón de opiniones. Vive no por lo que es, sino por lo que significa. Es siempre huésped, nunca anfitrión. Y no tiene habitaciones propias, aunque en alguna página aparezcan éstas. Frecuentador de los más exclusivos salones parisienses, visita también a algunos burgueses de provincia, mendiga el acceso a una velada de poca monta si asiste a ella la mujer perseguida. Su drama no carece de comicidad: será groseramente repudiado por gente muy inferior a él, se equivocará de mujer (...) Unos amores de Swann es una pequeña novela incluida en la obra mayor que es En busca del tiempo perdido. Se trata, al parecer, de un vestigio del proyecto de hacer a Swann protagonista de los siete volúmenes. Y concluye con uno de los momentos más memorables entre las tantísimas felicidades que pueblan estos libros: Swann exige a un peluquero que su peinado no se deshaga en el viaje que le espera, piensa en Odette, y se dice esto a sí mismo: "¡Cada vez que pienso que he malgastado los mejores años de mi vida, que he deseado la muerte y he sentido el amor más grande de mi existencia, todo por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!"

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Proust en la oficina

6.25.2007
Proust descubierto por Alonso Cueto en una oficina. Fuente: chik.net

¿Puede el tiempo que se pasa inútilmente en la cola de una oficina burocrática retornar? Esa es la pregunta que se hace Alonso Cueto y la respuesta es que sí, al parecer sí regresa a uno, sobre todo si ese tiempo de espera se usa para leer. Cueto habla en su columna de hoy sobre Proust redescubierto en una oficina.

El tiempo transcurre y llega la hora de que me atiendan en la ventanilla. El trámite resulta rápido, fácil y, finalmente, inútil. Por razones que no vienen al caso detallar, los días siguientes me demuestran que había ido a esa oficina en balde. Pero esa mañana permanece en mi memoria por algo esencial: el retorno a las páginas de Proust gracias a un texto de un periódico. Las colas (en los bancos, en las oficinas) tienen una enorme ventaja. Quizá son un invento de las editoriales. Nos dan un pretexto para la lectura. Lástima por toda esa gente que espera sin un libro en la mano, viendo cómo los minutos se les escapan para siempre, lejos del tiempo recobrado.

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