Proust en la oficina
¿Puede el tiempo que se pasa inútilmente en la cola de una oficina burocrática retornar? Esa es la pregunta que se hace Alonso Cueto y la respuesta es que sí, al parecer sí regresa a uno, sobre todo si ese tiempo de espera se usa para leer. Cueto habla en su columna de hoy sobre Proust redescubierto en una oficina.
El tiempo transcurre y llega la hora de que me atiendan en la ventanilla. El trámite resulta rápido, fácil y, finalmente, inútil. Por razones que no vienen al caso detallar, los días siguientes me demuestran que había ido a esa oficina en balde. Pero esa mañana permanece en mi memoria por algo esencial: el retorno a las páginas de Proust gracias a un texto de un periódico. Las colas (en los bancos, en las oficinas) tienen una enorme ventaja. Quizá son un invento de las editoriales. Nos dan un pretexto para la lectura. Lástima por toda esa gente que espera sin un libro en la mano, viendo cómo los minutos se les escapan para siempre, lejos del tiempo recobrado.
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Es imposible concentrarse en un libro cuando uno está en una cola. Hay que estar atento al avance de la cola, retener en la mente què hace uno allí, estarse fijando si no nos van a robar el sitio. Mejor es llevarse una revista o un periódico.
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