Henry James proustiano
6.16.2009Un libro póstumo de Henry James, de difícil acceso en inglés y nunca antes editado en castellano, ha sido publicado por Ediciones de El Cobre. Se titula El sentido del pasado y Rodrigo Fresán comenta en su reseña en el ABCD las letras los poco visibles, pero consistentes, vínculos entre Henry James y Marcel Proust. Dice la reseña:
En El sentido del pasado se revisitan obsesiones de James: la idea del ayer como -en el decir de Hartley- ese país extranjero donde se hacen las cosas de manera diferente; el efecto de las vibraciones invisibles pero poderosas de lo que pudo haber sido sobre lo que finalmente fue; y, marca de la casa, la delgada línea que separa a una aparición de un fantasma. Se sabe que James no sólo revolucionó la idea de la novela clásica, modernizándola sin por eso faltarle al respeto, sino que, además, transformó para siempre el espíritu del cuento espiritista. Así, desde James y para siempre, los fantasmas se alimentan de las pasiones de los vivos y el Más Allá está mucho más cerca de lo que parece. Y fue Edith Wharton quien le obsequió a James el primer volumen de En busca del tiempo perdido, pero, curiosamente, nada se sabe de la impresión -ni siquiera hay evidencias de que lo haya leído, aunque cuesta creerlo- que Marcel Proust pudo haber causado al autor de Lo que Maisie sabía y del autobiográfico Un chiquillo y otros, títulos a los que más de un crítico señaló como obvios precursores del universo proustiano. Poco cuesta suponer -y a mí menos me cuesta pensar; pocas cosas más atronadoras y elocuentes que un silencio incomprensible y caprichoso- que las intermitencias en la escritura de la finalmente inconclusa El sentido del pasado (iniciada en 1899, interrumpida en 1900, retomada en 1914) bien pueden haberse debido a las poderosas radiaciones emitidas por Proust. Me gusta imaginar a James alcanzando la última página de Por el camino de Swann, suspirando, abriendo un cajón, recuperando aquel manuscrito y -empujado por el desafío de una no del todo saludable pero sí nutritiva envidia- volver a poner mano y pluma a la obra. Hay una cosa cierta: es James quien ayuda a la novela a cruzar la frontera del siglo XX y es Proust quien la está esperando al otro lado. Y aquí -como en Combray y alrededores- la invocación del ayer y la idea de volver allí es el motor de la trama. Pero mientras Proust emprende la travesía a partir de una exaltación de los sentidos, James lo hace exaltando los sentimientos.
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