Henry James proustiano
Un libro póstumo de Henry James, de difícil acceso en inglés y nunca antes editado en castellano, ha sido publicado por Ediciones de El Cobre. Se titula El sentido del pasado y Rodrigo Fresán comenta en su reseña en el ABCD las letras los poco visibles, pero consistentes, vínculos entre Henry James y Marcel Proust. Dice la reseña:
En El sentido del pasado se revisitan obsesiones de James: la idea del ayer como -en el decir de Hartley- ese país extranjero donde se hacen las cosas de manera diferente; el efecto de las vibraciones invisibles pero poderosas de lo que pudo haber sido sobre lo que finalmente fue; y, marca de la casa, la delgada línea que separa a una aparición de un fantasma. Se sabe que James no sólo revolucionó la idea de la novela clásica, modernizándola sin por eso faltarle al respeto, sino que, además, transformó para siempre el espíritu del cuento espiritista. Así, desde James y para siempre, los fantasmas se alimentan de las pasiones de los vivos y el Más Allá está mucho más cerca de lo que parece. Y fue Edith Wharton quien le obsequió a James el primer volumen de En busca del tiempo perdido, pero, curiosamente, nada se sabe de la impresión -ni siquiera hay evidencias de que lo haya leído, aunque cuesta creerlo- que Marcel Proust pudo haber causado al autor de Lo que Maisie sabía y del autobiográfico Un chiquillo y otros, títulos a los que más de un crítico señaló como obvios precursores del universo proustiano. Poco cuesta suponer -y a mí menos me cuesta pensar; pocas cosas más atronadoras y elocuentes que un silencio incomprensible y caprichoso- que las intermitencias en la escritura de la finalmente inconclusa El sentido del pasado (iniciada en 1899, interrumpida en 1900, retomada en 1914) bien pueden haberse debido a las poderosas radiaciones emitidas por Proust. Me gusta imaginar a James alcanzando la última página de Por el camino de Swann, suspirando, abriendo un cajón, recuperando aquel manuscrito y -empujado por el desafío de una no del todo saludable pero sí nutritiva envidia- volver a poner mano y pluma a la obra. Hay una cosa cierta: es James quien ayuda a la novela a cruzar la frontera del siglo XX y es Proust quien la está esperando al otro lado. Y aquí -como en Combray y alrededores- la invocación del ayer y la idea de volver allí es el motor de la trama. Pero mientras Proust emprende la travesía a partir de una exaltación de los sentidos, James lo hace exaltando los sentimientos.
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Tal como dice Fresán, fue Edith Wharton quien dio a James a leer el primer volumen de la novela de Proust. Pero, a diferencia de lo que afirma Fresán en su reseña, sí que hay noticia de esa lectura jamesiana de Proust. Wharton cuenta en su autobiografía ('Una mirada atrás') lo siguiente: "Inmediatamente envié el libro a James, y su carta de respuesta muestra la profunda impresión que le causó. (...) Nadie excepto un novelista sabe lo duro que es para alguien del oficio leer las novelas de otras personas; pero en presencia de una obra maestra todos los prejuicios y reservas de James desaparecían. Así pues, se apoderó de 'Por el camino de Swann' y lo devoró en un apasionado arrebato de curiosidad y admiración (...) reconoció al instante una nueva maestría, una nueva visión y un diseño estructural todavía ininteligible para él, pero tan indiscutiblemente presente como la dureza del hueso bajo la carne blanda de un organismo vivo. (...) Yo contemplo con peculiar placer el haber hecho conocer Proust a James, porque el encuentro le deparó su última y una de las más fuertes emociones artísticas".
Hay noticias, pues, de que James pudo recibir el influjo de Proust, tal como Rodrigo Fresán aventura.
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