Hoy apareció
una columna ( la he puesto por lo pronto en mi blog de notas porque no se puede leer en la página del diario, pero si el autor quiere la saco) de Leonardo Aguirre sobre el tema “Literatura y política” que se ha debatido esta semana en diversos blogs peruanos, y su arbitraria interpretación ha sido respondida con contundencia por
Gustavo Faverón y
Daniel Salas, además de algunos comentaristas asiduos a esos blogs como Félix Reátegui. Con afán conciliador, digo que no creo que el artículo de Aguirre demuestre una capacidad limitada como lector, pero sí una
ligereza enorme: leyó por encima los post, leyó los comentarios fijándose en los más grandilocuentes o demagógicos, y escribió una nota de x caracteres sobre el tema para su columna en
La República porque no se le ocurrió nada mejor.
La ligereza en un artículo periodístico semanal es comprensible (aunque no justificable); pero para un escritor que, además, ha ejercido la crítica literaria, es una tara casi más grave que tener baja comprensión de lectura. La pregunta pertinente sería: ¿Cuántos de los libros que criticó con rudeza e incluso desprecio fueron leídos con esa ligereza? ¿Cuántas reseñas "cachacientas" son fruto de su ligereza al redactar una nota, además de cierta ingenuidad al pensar que es impune a que aquella ligereza cause llantos de escritoras o puñetazos de escritores?
Lo que me queda claro, en todo caso, es que el saco de “crítico literario
incisivo” le ha quedado grande a Leonardo. No solo es incapaz de continuar con argumentos el debate literario que se inició en su blog (el inicio de los blogs de Daniel y de Gustavo están ligados al de Aguirre), sino que incluso se muestra desinteresado (en su último post dice “
Yo no comentaré nada. Discutan ustedes y yo me sentaré a escucharlos”) a pesar de que supuestamente su ingreso en la literatura peruana era para "desenmascarar" algunas "vacas sagradas" del
establishment literario, y
desplumar plumíferos (según metáfora propia), dando la cara y no escondiéndose bajo un seudónimo como Aquiles Cacho.
Finalmente, la monotemática excusa de Leonardo Aguirre ante cualquier objeción o crítica a su labor periodística, reseñista o como blogger (“yo lo único que soy es un escritor, júzguenme por mis obras”) en este caso plantea un problema aún más grave: si la
ligereza es una mancha oscura en un critico literario o periodista, en un escritor es una enfermedad terminal.
En estos momentos, Leonardo Aguirre debe tener una preocupación más grande que la de sentir que todos le hacen cargamontón: debe discutir consigo mismo si asume su carrera de escritor con la misma ligereza con que asume sus otros roles vinculados con la literatura.
Espero que la respuesta, por el bien de su carrera literaria que sigo con interés y cariño de ex profesor, sirva para que Leonardo se entere de que
una rata olfateando es la amenaza menos dañina que puede tener la máquina de escribir de un auténtico escritor.