MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Padres

9.14.2009
Padres e hijos. Fuente: bbtmagazine

Hace algunos meses escribí este texto para "Babelia". Sin embargo, múltiples razones -entre viajes, mudanzas y una breve enfermedad- que también me alejaron del blog, no me permitieron enviarle el texto al suplemento español. Hace unas semanas, finalmente, lo envié y este sábado 12 de setiembre apareció en la sección "Crónicas de América Latina". Las cosas, felizmente, han mejorado un poco desde entonces: Mi padre ya no está en el hospital, sino en casa. Aunque sigue la recuperación y está visiblemente debilitado, ya no está postrado en la cama y al parecer se rehabilita más rápido de lo que pensábamos durante los meses de temor que estuvo en el Hospital. Sin embargo, los sentimientos por mi padre y por mis "padres" literarios no han cambiado y por eso el texto mantiene su vigencia. Se los dejo aquí:

PADRES

Mi padre está internado. Duerme. Ha tenido una isquemia cerebral y luego le han detectado un cáncer al colon que tuvieron que operar dos veces. Está internado en el Hospital del Empleado porque eso es lo que ha sido toda su vida, un empleado. Durante el evento Bogotá 39 nos preguntaron frecuentemente sobre nuestra relación con los autores del boom narrativo, nuestros padres literarios. Lo que opino de ellos es lo mismo que opino sobre mi padre: los admiro aunque sostuvieron ideas, escribieron libros y tuvieron preocupaciones que no comparto y que siento completamente ajenas e incluso envejecidas. Veo a mi padre vulnerable en esa cama de hospital y pienso en su vida. Y ahora que soy también padre no puedo dejar de pensar en lo complicado que debe haber sido para él, como ahora para mí, no sólo pagar cuentas sino compartir conmigo el amor, la educación, la enseñanza, el tiempo libre. Pienso en lo complicado que debe haber sido, también, escritor latinoamericano en una época en que ese artefacto no existía en el mundo. Mi padre me dejó una enseñanza de perseverancia; mis padres literarios también. ¿Qué me ha heredado mi padre? ¿Qué he heredado de los autores del boom? No un camino para transitar ni una alta vara de excelencia que debe ser superada, como podrían pensar algunos, sino la evidencia de que los compromisos se deben asumir, las batallas se deben pelear y que nada es fácil nunca, para nadie, en ninguna época, en ninguna parte. Antes de la enfermedad de mi padre, por coincidencia -aunque las coincidencias no existen- estuve leyendo libros sobre padres e hijos. El de Martin Amis y su padre, el de Philip Roth y su padre, el de Hanif Kureishi y su padre. También leí hace poco, por segunda vez, El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince. A diferencia de los libros de Amis, de Kureishi o de Roth, en el de Abad no parece haber un arreglo de cuentas sino, al contrario, rendida admiración por aquel padre que le enseñó que la felicidad y el amor son no sólo ingredientes para una receta familiar sino una medicina social y preventiva contra la violencia. Sin embargo, incluso en ese relato tan entrañable de amor filial ocurre el parricidio inevitable: el hijo debe esperar la muerte del padre para entrar en su propia vida. Antes del asesinato del padre, el narrador se presenta como un joven fallido, incapaz de domesticar la velocidad de un auto o su propia vida de padre joven sin trabajo. Luego de la muerte y del exilio, el retorno a Colombia lo convierte en el escritor extraordinario que ahora es y que su padre supo prever.

El cuento más hermoso, más justo, que he leído sobre la relación padres e hijos es uno de Julio Ramón Ribeyro llamado Las botellas y los hombres. En él, un padre que abandonó a su hijo de pequeño va a buscarlo a su trabajo cuando éste es mayor. El hijo es ahora un joven casi adulto, dedicado a enseñar tenis en un club donde empezó como recogedor de pelotas extraviadas. A pesar de que aún guarda rencor por el padre ausente, y siente asco y lástima por las fachas de alcohólico y vagabundo del padre, decide invitarlo a beber unas copas con sus amigos y luego prestarle un poco de dinero. ¿Por qué lo llevó a ese bar? Quizá tenía la secreta intención de ver cómo su padre lo admiraba y lo necesitaba. Quizá sólo quería recuperar a su padre. Sin embargo, el hombre menoscabado que se le acercó tras las rejas del club una vez dentro del bar y movido por el alcohol asume su verdadera personalidad, aquella que la alejó de su familia. Ahora es un hombre agresivo, ingenioso, parlanchín, seguro de sí mismo, machista. Y en el colmo de su cinismo, olvidando que está siendo invitado por aquel hijo educado por la mujer que él abandonó, se atrevió incluso a ofender a la madre del muchacho. Eso colmó el vaso y los resentimientos salieron a flote. Luego de una discusión, decidieron terminar la pelea a golpes. Los dos caminan hacia un callejón detrás del bar, en silencio. Se internan en la oscuridad, se distancian, se quitan los sacos y muestran los puños. Ahí tenemos la imagen simbólica fotografiada: padre e hijo a punto de representar con los puños aquella pelea antiquísima, la pelea tribal por el poder. Sin embargo, el padre está tan borracho que ante el primer golpe tropieza y cae. No se levanta más. El hijo entonces hace algo admirable por su complejidad, por su dramatismo, por su capacidad de resumirlo todo en un gesto: al ver a su padre vencido finalmente, se saca un anillo de rubí y se lo pone en el dedo. Y para evitar que se lo roben, para cuidar la joya y cuidar a su padre, le da vuelta a la piedra.

Mi padre ha despertado, me mira con ojos húmedos e intenta hablar. Es el dolor de la enfermedad y, al mismo tiempo, está conmovido de verme al pie de su cama. Ambos sabemos que hemos peleado nuestras batallas muchas veces en aquel callejón oscuro y muchas veces ha sido él quien ha debido levantarme, aunque también he tenido mis triunfos. Discutir con mi padre o leer a los autores del boom con el rabillo del ojo, da lo mismo, son cosas normales, cosas de botellas y hombres diría Ribeyro. Pero ahora es diferente. Mi padre respira agitado, tiene miedo de morir. Entiende que ahora soy yo el que lo cuida, como antes era él quien velaba mi sueño de niño enfermizo. Los dos lo hemos comprendido. Sonríe y le sonrío. Es como dar vuelta a un anillo para esconder un rubí. O como leer a los 40 años una novela de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes, de García Márquez o de Julio Cortázar con una nueva mirada. La mirada de la distancia, pero también del agradecimiento.

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En el diván

7.13.2009
Diván. Fuente: páginadelguión

Me encantan los psicoanalistas. Pienso que son extraordinarios personajes de ficción (a pesar de eso, no puedo soportar dos capítulos seguidos de In Treatment). Por eso me interesa mucho las dos novelas con personajes de diván que han aparecido en castellano este año. Una es Elegía para un americano de Siri Hustvedt, guapa y famosa esposa de Paul Auster, y la otra es Algo que contarte de Hanif Kureishi (que he dejado a la mitad para leer El viajero del siglo de André Neuman). Ambas editadas por Anagrama, por cierto. En Radar Libros Gabriel Lerman tiene la estupenda idea de comentar las similitudes y diferencias en ambos libros:

Hay semejanzas entre la última novela de Hanif Kureishi, Algo que contarte y Elegía para un americano de Siri Hustvedt, ambas publicadas a comienzos de este año en castellano. La primera salta a la vista y es que sus dos protagonistas y narradores son psicoanalistas, es decir, personas que viven de escuchar relatos, y la segunda –casi como efecto de la primera– es la construcción de una suerte de novela-balance de época, que entre la literatura del yo y el ensayo de historia cultural intentan diseñar nuevos modelos del recuerdo, nuevas tentativas entre memoria y ficción. Que Jamal Khan y Erik Davidsen sean psicoanalistas no es poco ni casual. Casi como la contracara del joven de provincias siglo XIX a la Balzac que sueña con triunfar en París, desde la inocencia natal al fango desmoralizante del centro, estos antihéroes desencantados que superan los cincuenta intentan comprender el derrotero de sus seres queridos desde una posición de realización profesional y abundantes logros personales, conscientes de las ventajas que esto supone en un mundo aciago y bárbaro, donde se vive la crisis civilizatoria desde los centros de Occidente: Londres y Nueva York. (...) Sin embargo, el imperialismo recargado de Estados Unidos y Gran Bretaña desde mediados de los noventa, cuando no los afanes de neocolonialismo, han colocado a estos escritores progresistas y refinados de mediana edad en un espantoso brete. La guerra de Irak, y como huellas en sus ciudades los atentados a las Torres Gemelas y en el Metro londinense, coronó el desencanto. La novela posmoderna, entonces, abandonó la celebración de la pluralidad y los pequeños relatos, para refugiarse o rozar una especie de repolitización y examen cultural del mundo, a través de narradores que les permiten explicarse y contarse por qué ese mundo se ha vuelto tan loco. De allí los psicoanalistas. Ya no hay guerrilleros ni roqueros sino analistas: expertos que escuchan y no proclaman ni agitan. (...) Las cosas que diferencian a esta novela de Kureishi de la última de Hustvedt también son evidentes. Y esto incluso implica alguna referencia sobre la crisis de la cultura contemporánea. Porque, contra lo que podría esperarse, mientras que esta novela inglesa resulta fresca, vital, plena de humor y colores, la novela norteamericana surge ciertamente preciosista, engolada, de una interioridad fina en exceso, acaso cargada. En resumen, los términos parecen haberse invertido. Según estas novelas, el clima de los Estados Unidos de hoy pareciera conservador y brumoso, frente a cierto aire cosmopolita y desprejuiciado del otro lado del océano. El Viejo Mundo corre por izquierda al nuevo, tal es la paradoja de la hora, al menos entre los anglosajones o, específicamente, entre los países que lideraron una de las últimas marchas imperiales.

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Kureishi en Sheperd´s Bush

5.14.2009
La casa de Hanif Kureishi en Sheperd´s Bush. Fuente: coromandal

Hanif Kureishi se dejó entrevistar, en un café de Sheperd´s Bush, por Rachel Donadio para el NYT a raíz de su nueva novela Algo que contarte. Esta esperadísima novela (que ha tenido tantas puyas como loas en Inglaterra), la más ambiciosa después de El Álbum Negro y El Buda de los suburbios según dicen, se centra en la vida, las amistades y la familia de un psicoanalista anglo-paquistaní llamado Jamal. Yo espero que, más que ambiciosa, de directamente al blanco como dio Intimidad. El ADN Cultura reproduce en castellano esta larga entrevista. Aquí algunas escenas de la entrevista:

Durante nuestra conversación en un café de Sheperd´s Bush, Kureishi describe la novela como "una crítica de la noción de placer ilimitado", un reexamen de la revolución sexual. "¿Es esto lo que pensamos que seríamos en los años 60, cuando bailábamos con flores en el pelo y deseábamos una vida más erótica y más sexual?", dice, mientras bebe su té con pimienta. "Si la sociedad ya no te instala los valores, tu felicidad y tu placer dependen completamente de ti; tú tienes que trabajar y ganarte tus propios valores morales." Esto, apunta, tiene que ver con "una queja común de Occidente contra el islamismo radical: ¿Por qué tienen que seguir preguntándole a Dios? Bueno, es mucho más difícil crear tus propios valores morales que recibirlos impuestos por otra gente o por el sistema". Las cosas eran "miserables" antes de la revolución sexual, dice Kureishi, pero ahora "nos hemos movido de la represión a la no represión", que viene con sus propias dificultades. En la visión de Kureishi, el islamismo radical y la sexualidad radical intersectan. "Se producen una a la otra, de alguna forma", dice. (...) Después de desayunar en el café, convenzo a Kureishi de que me deje ver su casa y estudio. Antes, él me había dicho que a "la señora" no le gustan los periodistas, pero al ver a Proudlove, una mujer de ojos verdes que nos recibe en la entrada, queda claro que es Kureishi el que protege su privacidad. En el living, dominado por un juego de tambores, impresiona la mezcla de libros en el estante: algunas novelas de Henry James, la biografía de Bertrand Russell escrita por Carolina Moorehead, Situaciones de Sartre junto a Entre creyentes de Naipaul, ambos al lado de Deseo sexual: una filosofía moral de lo erótico de Roger Scruton. Definitivamente, esos libros son guías en la tierra de Kureishi. El escritor trabaja en un amplio estudio arriba, sus paredes cubiertas con imágenes: una foto de un joven John Lennon, un póster de una pintura de William Blake, una pintura al estilo de Matisse de Monique. Hay muchos CDs en el escritorio -Prince, Jeff Buckley, la banda de sonido de Trainspotting - y algunas fotos de los hijos de Kureishi. Sobre el escritorio también noto una pequeña imagen en blanco y negro: un hombre de rodillas, su cara firmemente plantada entre las piernas de una mujer desnuda. Y es que los libros de Kureishi son extremadamente sexuales. Casi en cada página, hay alguien que da sexo oral o está siendo azotado o penetrado (o pensando en eso). En los años 70, Kureishi hasta escribió pornografía literaria bajo el seudónimo de Antonia French. Le pregunto por su interés en el tema. "Cuando yo era un muchacho y quería entrar en contacto con algo sexy o sucio, leía un libro", dice Kureishi. "¿Puedes imaginar a Harold Robbins, Henry Miller, el Marqués de Sade o D. H. Lawrence como apoyo sexual?". Hoy, la literatura pornográfica es un arte perdido, dice, pero las imágenes sucias están disponibles en todas partes. "La pregunta es: ¿Qué más necesita la gente para sentirse viva?" (...) En Londres, Kureishi y yo caminamos alrededor del mercado de Sheperd´s Bush, donde tiendas tradicionales están siendo reemplazadas por carniceros africanos que venden colas de cerdo, tripas y batatas. En un puesto, Kureishi ordenó un falafel para llevar a su casa de almuerzo, "con salsa extrapicante, jefe". Le pregunto sobre los bombardeos del 7 de julio de 2005, los que mataron a 52 personas e hirieron a más de 700 en el sistema de transporte de Londres. "Todo el mundo esperaba que ocurriera", dice.

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Kureishi en España

3.20.2009
Hanif Kureishi. Foto: daily dose of imaginery

En mayo, mi querido amigo y chasqui llegadito desde Burdeos -con una parada un día en Madrid- Ricardo Sumalavia, traerá en su maleta de mano tres libritos para mí: la novela breve de Julia Leigh, la esperada y ansiada novela de Philip Roth y Algo que contarte, la última novela de Hanif Kureishi traducida por Anagrama. Ayer presentaron justo esta novela en Barcelona y la revista Ñ comenta lo que dijo Kureishi:

Junto al editor de Anagrama, Jorge Herralde, y a la editora de Empúries, Eugènia Broggi, Kureishi ha defendido con vehemencia la pervivencia de la novela y ha reflexionado sobre el proceso de escritura."Cuando termino una obra me pregunto si he aprendido alguna cosa nueva y veo que ahora sé escribir libros, pero también veo que cada vez sé menos. En eso radica la sabiduría, eso es hacerse mayor: ver que sabes poquísimo y que entiendes menos". En esta novela tiene su importancia el psicoanálisis y Kureishi ha querido ahondar hoy en ello, aseverando que el gran tema de la época actual "no es tanto la locura, sino qué es ser normal". A su juicio, un concepto como normalidad "es algo que coacciona, porque se utiliza para estigmatizar a los que no lo son y eso que todos, de una manera u otra, sufrimos algún trastorno, desde una depresión, un desorden sexual, una fobia o una paranoia, empezando por mí mismo".El autor londinense ofrece, por otra parte, una mirada cómica a algunos aspectos de la vida de cada día, de la que dice absorberlo todo.

Como muchos saben, cada vez que Kureishi publica un libro, su hermana aparece mandando cartas a todos los medios para acusarlo de usar la historia familiar para su beneficio, además de ridiculizar a la familia. Este libro no fue una excepción. Kureishi reconoce que hay algo autobiográfico en la novela que muchos consideran la más ambiciosa del genial autor de Intimidad:

Asimismo, ha reconocido que hay retazos de su biografía en este relato, como el viaje que hace a Pakistán el protagonista y que éste escribe textos pornográficos, "lo que yo también hice durante un tiempo, en los años setenta". Respecto a la posibilidad de levantar ampollas entre su familia y conocidos sobre alguna de las historias que cuenta, sostiene Kureishi que escribir "es siempre peligroso, porque es un oficio que molesta y causa disturbios" y ha agregado que "con esta novela espero, igual que con otras, haber molestado e irritado a alguien, si no habré fracasado".

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Lo nuevo de Kureishi (y su hermana)

7.06.2008
Hanif Kureishi. Fuente: papercuts

La novela Something to Tell you de Hanif Kureishi ha sido considerada su obra cumbre. ¿Más que El buda de los suburbios? ¿Más incluso que Intimidad? Al parecer, sí. Aprovechando que Radar libros no ha actualizado su contenido, comento este texto de Martín Pérez en el que habla de la nueva y ya exitosa novela de Kureishi:
Si bien los recuerdos son el punto de partida del relato de Jamal [un psicoanalista, protagonista de la novela], el eje de Something to Tell you (traducible como Algo para decirte) es el de ser un fresco post-generacional de la vida urbana contemporánea, a la luz de las utopías fallidas de los ’60 y las crisis ideológicas de fin de siglo. Casi reescribiendo su novela El buda de los suburbios, pero eligiendo poner la lupa en el presente en vez del pasado, algo que Kureishi hace a través de la voz de un personaje fiel al perfil de los que protagonizan sus ficciones más confesionales. Criado en el suburbio, hijo de un padre paquistaní y una madre británica, Jamil intenta llegar a buenos términos con sus deseos y el estado actual de su vida afectiva y sentimental. Aquel revisitado pasado de amistad con un grupo de jóvenes criminales y una novia que desapareció demasiado rápido de su vida funciona apenas como motor de las lucubraciones de una novela que termina siendo una suerte de canto al Londres multiétnico, aun cuando amague mutar en lamento al entrometerse en su historia el tan presente atentado terrorista.


Martín Pérez no ha querido dejar, además, de comentar las peleas que desde hace años tiene Hanif con su hermana Yazmin, harta de que el narrador utilice los recuerdos del pasado (y en especial de su padre, personaje omnipresente en diversas novelas del autor) en sus novelas. No en vano, el autor ha declarado que, más allá del éxito o el fracaso de sus libros, siempre se puede confiar en su hermana para que envíe alguna carta acusatoria a los medios. Y de hecho, aunque reconoce que esta vez no se trata de ella ni de su familia, en The Independent no dejó de darle su chiquita Yazmín:

It seems rather ironic that Hanif's latest book should centre on psychoanalysis, because I'm afraid I've always been his emotional dustbin. And now (perhaps because he doesn't speak to me) he's using the media to play out his game of bullying and intimidation. He only does "hate" with me, always has, always will; even when we were speaking, it was always there festering, like some psychotic cocktail. I'm surprised he hasn't resolved those issues around sibling rivalry with his analyst. Think Dorothy Rowe's sister and sadly you have my brother. The psychologist says in her book about sibling rivalry, My Dearest Enemy, My Dangerous Friend: "All siblings in a position similar to mine, and there are a great number of us, find ourselves in a power struggle where we are in double jeopardy: first, the ordinary power struggle between two siblings; second, the undeserved revenge for something which we had been powerless to prevent." Put this together with my brother's access to the media, his ruthlessness and my powerlessness, and I'm in an awful position.

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Kureishi no cree en talleres

5.28.2008
Hanif Kureishi. Fuente: ny magazine

Malas noticias para mis alumnos (y para mí mismo, que me gano la vida dictando talleres desde hace décadas). El escritor británico Hanuf Kureishi ha abierto la olla de grillos en el Hay Festival declarando que no cree en los talleres de literatura, y menos aún en aquellos que tienen la palabra "creativo" en su título (es decir, los llamados talleres de escritura creativa). ¿Pero acaso en Soñar y contar no tiene una sección dedicada a los talleres? Voy a verificarlo en mi ejemplar. Duda de que en esas escuelas aparezcan buenos escritores, pero no duda de que son lugares ideales para crear locos. Los ha calificado como "nuevos sanatorios para enfermos mentales". Así lo reseña The Guardian:
The celebrated novelist, screenwriter and playwright Hanif Kureishi has launched a withering attack on university creative writing courses, calling them "the new mental hospitals". Kureishi, himself a research associate on the creative writing course at Kingston University in London said, "One of the things you notice is that when you switch on the television and a student has gone mad with a machine gun on a campus in America, it's always a writing student (...) He said that creative writing courses set up false expectations among students that a literary career will inevitably follow. "The fantasy is that all the students will become successful writers - and no one will disabuse them of that. "When you use the word creative and the word course there is something deceptive about it." Fay Weldon was more upbeat, when asked about creative writing course she teaches in a later session. There are lots of readers out there and they need lots of books to be written, she said. If you can teach some of the writers that "the fewer adjectives and the fewer adverbs the better, you're just doing the world a favour." Aspiring writers have plenty of things to say, acknowledged Kureishi, "but then they get degrees. I always give people the same mark - 71% - and then you write these reports. I always say they were well-behaved, well-dressed. "Then they write me these nice letters saying, 'I never expected I would get so much.' But how can you mark creative writing?" Kureishi was on particularly caustic form at his event. Of readers' frequent inquiries about the relationship between autobiography and invention in his work, he said, "It's such a dull question. And then people always want to know what time you get up, or whether you write with the window closed or a little bit open, or what your desk looks like."

Por otra parte, también ha despotricado contra la serie fotográfica de The Guardian titulada Writers' Rooms, (una de mis secciones favoritas) en la que se fotografían los escritorios de los escritores. "People come and take pictures of writers' desks. They don't come and take photographs of your desks, do they? It's as if the talent is in the desk" Y con respecto a sí mismo y su escritorio, ha declarado que cada vez que se sienta en él para escribir algo se pregunta por qué está haciendo eso y lo considera un suicidio.

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Kuresishi en Hay Festival

10.02.2007
Hanif Kureishi y Rodrigo Fresán. Foto: Elena Cabrera. Fuente: adn.es

Una de las estrellas del Hay Festival de Segovia, que concluyó hace unos días, fue el británico Hanif Kureishi, quien tuvo una conversación con Rodrigo Fresán ante el público. Ahí comentó sobre su padre, un escritor frustrado a quien Kureishi le dedica la novela Mi oído en su corazón (Anagrama). En el diario ADN.es aparece una reseña de la presentación.

Dice la nota: "El agente literario de Kureishi le entregó un día el manuscrito de una novela de Shanoo Kureishi que había permanecido once años en un cajón. Cuando su hijo alcanzó la fama literaria con El buda en los suburbios, Shanoo aprovechó para intentar publicar, sin éxito, su novela inédita Una adolescencia india. Moriría poco tiempo después. "Yo siempre pensé que lucharía mucho tiempo contra él", recuerda Kureishi, quien consideraba que esta competencia era buena para la relación entre ambos. Mi oído en su corazón es un ajuste de cuentas, una conciliación con el pasado, un ensayo sobre la memoria familiar que reconstruye el devenir de la novela de Shanoo y la herencia generacional. "El pop era trangresión, pero ahí está ahora, en el centro de la sociedad, lo oímos en todas partes y lo inunda todo" afirma el co editor de un libro esencial sobre la materia, The Faber book of pop "Pero el problema -continúa- reside en encontrar límites, fronteras, maneras de no estar siempre pendientes del placer. Esta abundancia es un vértigo del consumismo, nunca se tiene demasiado. Mi vida es una especia de lucha por intentar disfrutar menos".

Kureishi trabaja ahora en una novela titulada Something to tell you (Algo que decirte), que se extiende hasta las 400 páginas, mucho más papel del que suelen contener sus libros habitualmente. "Se ha convertido en una olla enorme donde meter todo lo que me interesa de la mente humana y cómo configuramos la sociedad" dice el escritor, fascinado por los sueños, antes de ayer eligió La interpretación de los sueños, de Freud, como su libro favorito. Tal es su obsesión por ellos que "si vinieras a mi casa a las cuatro de la madrugada, me encontrarías levantado y escribiendo el sueño que he tenido esa noche, ya que ellos nos dicen la verdad sobre nosotros mismos y lo que queremos reconocer".

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