[CLARIN] Si he de creer al buscador de Moleskine, la única vez que he mencionado el nombre de David Goodis antes de hoy fue como parte de
una respuesta de Marcelo Cohen sobre el héroe de las novelas policiales. A mí me parecía que antes de eso le dediqué un post entero. Como sea, hoy leo en la revista Ñ del diario
Clarín un homenaje a este escritor atípico de novelas policiales, de la serie
pulp más precisamente, un autor de culto pese a que tantas veces se codeó con la fama, incluyendo el hecho de que una de sus novelas sirvió de base para la película de Francois Truffaut
¡Disparen sobre el pianista! La nota, por cierto, anuncia que el talento de este norteamericano nacido en Filadelfia fue reconocido en primer lugar en Francia y mucho antes de que Truffaut lo adaptara al cine. No es la primera vez que Francia "lanza" a un escritor estadounidense en su propio país. Lo hizo con Auster. Lo hizo, ni más ni menos, que con Poe. Un documentalista que trabajó con Goodis en vida lo explica así: "
Me pregunto si los franceses no encontrarán cierta melancolía existencial en las novelas de David; una postura desprovista por completo de cualquier juicio hacia las personas tocadas y dominadas por el destino y que, a pesar de ello, no pierden su dignidad, ni determinados valores éticos, ni su capacidad para sentir las cosas. En todo esto hay cierto existencialismo". Este párrafo del artículo es notable porque, además, nos regala un buen cuadro comparativo entre genios del género: "En los melancólicos antihéroes de Raymond Chandler hay, siempre, una pizca de esperanza, una mirada piadosa, la búsqueda ideal. El Spade de Dashiell Hammett, duro y cínico, sabe que a pesar de todo es posible obtener un poco de justicia. Los personajes de Goodis, en cambio, están marcados desde su nacimiento: nada ni nadie puede alterar el curso de sus destinos. Un destino que jamás lleva hacia la luz. Un destino que es muerte, autodestrucción, autohumillación, culpa, impotencia, derrota y desolación. Para Goodis, la existencia es un mero hecho contingente. Sus personajes viven escapando del pasado; agobiados por la desdicha, no esperan nada del futuro. En medio de tanta negrura, a veces se cuela una muchacha frágil, de pelo lacio, casi asexuada, vehículo del bien y de la pureza, pero también prisionera de la fatalidad. Su mundo es descripto con un estilo preciso, que rechaza las metáforas, que desdeña toda retórica, que siempre opta por la frase corta. "Caminaba muy lentamente, y no sentía la mordedura del viento helado, no sentía nada. Y poco después, al doblar en las esquinas, no se molestó en mirar los nombres de las calles. No sabía hacia dónde se dirigía, y tampoco le importaba". Así termina Viernes 13, otra de sus grandes obras."