MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

La no-ficción, aún

1.14.2010
Truman Capote homenajeado por Warhol. Fuente: thecityreview

Aunque la noticia que más me ha impactado de la página Cultural de El País hoy es la de Robert Downey Junior diciendo: "He conseguido no destruime a mí mismo" (mientra se aferra dramáticamente a la cintura de su mujer) debo seguir mi ruta de periodista literario ad-honorem y decir que Javier Cercas, Santiago Roncagliolo y Miguel Barroso se jutaron en Casa de América para celebrar un aniversario de Música para camaleones de Truman Capote y hablar de la no-ficción. Nada envejece más rápido que lo que está demasiado de moda. ¿La no-ficción? ¿Eso todavía existe? Yo creo que la caída libre está anunciada, pese a que el libro de Cercas fue el más celebrado el año pasado. Siempre se llega al pico antes de caer. Eso lo sabía muy bien Andy Warhol y por eso se bebió todo lo que tenía mientras pudo (y ya no podría). Es decir, la No-Ficción ya fue. Seamos honestos: Truman Capote, por culpa de sus biografías y películas y émulos universales, ha envejecido en estos dos últimos años más que en toda su vida. Los cronistas latinoamericanos se quedaron si historias que contar. Kapu ya no dicta cursos. La realidad los ha superado y ya ni el dentista de García Márquez (un abrazo, maestro Chang) los salva de la caries instalada en el centro mismo de su cuarto de hora de fama. ¡Volvamos a inventar el mundo! Por lo pronto, dice la nota:

Algunos dicen que su precursor fue el escritor Truman Capote con A Sangre Fría. Recientemente se han reeditado las obras del periodista Manuel Chaves Nogales y parece que el sevillano ya se había adelantado en los años 40. Se trata de la literatura llamada de no ficción. Un género que mezcla la investigación periodística, basada en hechos reales, con unas gotas de inventiva y un toque de narración literaria. La Casa de América de Madrid, reunió ayer por la noche a los escritores Javier Cercas (Cáceres, 1962), Santiago Rocangliolo (Lima, 1975) y Miguel Barroso (Zaragoza, 1954) para que hablaran sobre los entresijos de esta forma de relatar la vida y sus historias. "La obligación de todo escritor es acercar al lector a una problemática de la mejor forma posible. [...] Para Santiago Rocangliolo, la mayoría de los lectores busca reafirmar sus ideas y pensamientos en los libros que leen. Por eso, para el autor peruano "una función primordial de la literatura es la de desactivar y romper esas creencias". Rocangliolo habló sobre la escritura de su reportaje sobre el líder guerrillero del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán. Y de las dificultades que implica contar una historia de un tipo que casi "vuela en pedazos al Estado y mató a 70.000 personas". El autor de Memorias de una Dama, sostuvo que "la gente que está haciendo crónicas en América Latina, son más interesantes que los de ficción". El diálogo también se ocupó del papel de las fuentes en el trabajo de los escritores. Fuentes que, en ocasiones, suelen convertirse en personajes de sus propias novelas. "Con las fuentes hay que negociar y forcejear", aseguró Miguel Barroso. Cuenta el autor de Autoras en la Sombra (Plaza & Janés, 2009) que con el tiempo, algunas de esas fuentes se han convertido en "amigos de mi vida e incluso alguno se me ha muerto".

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Truman Capote y Lola

2.17.2009
Truman Capote en el Plaza. Fuente: tsupen.blogspet

De manera equívoca, algunos lectores podrían creer que el volumen Los perros ladran (publicado por Anagrama en 1999 y reeditado en el 2006) que reúne dos libros menores de Truman Capote (Color local y Se oyen las musas), además de una autoentrevista, tienen interés solo para especialistas y fanáticos. Creo que el libro es estupendo para todo aquel que quiera acercarse a la obra y la personalidad de Truman Capote, tan manipulado (queriendo o sin querer) por las bio-pics de hace unos años. Las anécdotas de sus viajes, por más atractivas o impresionantes que sean, quedan relegadas ante el poder del preciso observador ("El tren se movpia tan lentamente que las mariposas entraban y salían por la ventana") y el gran contador de historias, el fabulador. Es obvio que exagera, que maquilla la realidad, pero eso no es malo, al contrario, es algo que debemos agradecer. Color local comenta sus diversos viajes y sus estancias más o menos prolongadas en Europa, África y EEUU. Se oyen las musas, su primera obra de "no ficción" al parecer, es un largo relato de un viaje de 1956 por la Rusia comunista siguiendo al grupo teatral americano Everyman Opera que representaba la comedia musical Porgy and Bess en plena guerra fría. La auto-entrevista es sumamente divertida, aunque ligera. Una entrevista condescendiente consigo mismo. Pudo ser más devastadora.

Pero de todo el conjunto titulado Los perros ladrán (debido a un proverbio árabe que le regaló André Gide como conjura contra las malas críticas: "Los perros ladran, pero la caravana avanza"), lo que más me llamó la atención de lejos es el relato titulado "Lola". Ahí cuenta la historia de un cuervo hembra que le regalaron en Italia. Al principio detestaba al animal, pero luego fue encariñándose con él. Lola nunca se consideró pájaro, se creía perro como el bulldog inglés y el terrier irlandés que tambié criaba. Se hizo parte de la familia y al fin, por su culpa, el escritor tuvo que mudarse de su enorme casa en un lugar aislado de Sicilia pues su criada acusó a Lola de ser de malagüero y a él, por tanto, de echar el mal de ojo. Una maldición imposible de rebatir. Se mudó a un pequeño ático en Via Margutta, en Roma, donde Lola se apropió del balcón. El final de Lola es triste. Pero fuera de que ese relato sea el más redondo, el imprescindible, del volumen, lo que dice Truman Capote sobre éste en el Prefacio que acompaña la edición es absolutamente genial: le da una vuelta de tuerca, lo convierte en un ars poetica:

"(...) Lola tiene una curiosa historia. Fue escrito para exorcisar el fantasma de una amiga perdida, y posteriormente lo compró una revista americana, que no lo publicó porque el director de la revista decidió que lo encontraba horrendo: dijo que no sabía de qué se trataba y que, además, lo encontraba negro y siniestro. Yo disiento, aunque comprendo a qué se refiere; instintivamente debió de penetrar la máscara sentimental de este relato verídico y comprender, sin reconocerlo del todo, de qué trataba en realidad: de los peligros y la perdición que supone no percibir y aceptar los límites de nuestra supesta identidad, las clasificaciones que nos imponen los demás: un pájaro que cree ser un perro, Van Gogh insistiendo que es un artista, Emily Dickinson en que es poeta. Pero sin esos juicios erróneos y esas conviccones los mares dormirían, y nadie hollaría las nieves eternas".

Amén.

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Las cartas de Capote

8.08.2007
Truman Capote, ocioso para escribir cartas. Foto: Arnold Newman

La reseñista Patricia Espinoza, en El Financiero, comenta el libro Un placer fugaz , la correspondencia de Truman Capote, y afirma que el narrador estadounidense no era un buen escritor de cartas. ¿Por qué? Porque evidentemente, a diferencia de otros autores de correspondencia, Capote usaba las cartas sólo para mandar noticias, informaciones, comentarios, etc. Eso no quiere decir que no supiera que la posteridad cogería esas cartas y las haría públicas, él estaba conciente de su trascendencia. Pero, simplemente, usaba la herramienta para cosas concretas y no pensando en los futuros lectores. ¿Es un error eso? No creo. Lo que sí creo es que se hubiera sentido mucho más cómodo con el email.

Dice la reseña: "Según explica en el prólogo: «Truman escribía a sus amigos sin reservas, inhibiciones ni formalismos». Pero aún así es evidente que el género epistolar no era algo que el escritor valorara. Muy por el contrario, parecía considerarlo una pérdida de tiempo. Es sabido que Capote prefería desplegar su extravagante personalidad («Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio») en las reuniones sociales que se celebraban en Nueva York. Durante años fue el centro de atención del mundo artístico y literario con su inagotable caudal de chismes y anécdotas maliciosas. Clarke dividió la correspondencia de Capote en cuatro secciones. Estas abarcan los primeros pasos del escritor en la escena literaria; su larga estadía en Europa durante la década del 50; los años dedicados a la escritura de «A sangre fría» (la novela «no ficcional» que lo catapultó a la fama en 1966 y que narra el brutal asesinato de una familia de Kansas) y sus últimos años de decadencia, en donde el escritor se ve cada vez más sumergido en las drogas y el alcohol.

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Truman Capote cartas

7.29.2007
Truman Capote. Fuente: Radar libros

¿Puede alguien contar la historia de su vida a través de cartas? Seguro que sí. Publicando cartas, desde luego, no sólo destinadas a las personas importantes de su vida sino recopilando incluso las notas más intrascendentes podemos traducir las personalidades más compleja, contradictorias, creativas. Y también una reconstrucción de su tiempo. Esa novela, por cierto, se ha escrito miles de veces cuando se publica la correspondencia de un autor. Y ahora se ha escrito nuevamente al publicarse la correspondencia de Truman Capote, que abarca cartas desde los 11 años hasta los últimos de su vida. Si tuviéramos que deducir por la primera y última la carta de este hombre, ¿qué diríamos? Necesidad de afecto, inseguridad, búsqueda de identificación. Todo lo que sabemos por sus novelas y sus biógrafos, pero ahora dictadas por él mismo. Hoy aparace una reseña a Un placer fugaz, las cartas de Capote, en "Radar libros". El libro ha sido publicado por De Bolsillo y, gran noticia, lo venden en la FIL Lima en el stand de Ibero. Hasta hoy lo pueden comprar con descuento.

Dice la reseña de Libertella: "Quienes quisieran leer sólo la primera y la última carta de la correspondencia de Truman Capote, se encontrarían acaso con el verdadero Truman: un sureño melancólico y atormentado que supo refugiarse bajo los pliegues de uno de los escritores más famosos y mediáticos del mundo. La primera epístola data de 1936; Truman, de once años, le escribe a Arch Persons, su padre: “Como sabrás, mi apellido ya no es Persons sino Capote, y me gustaría que en el futuro te dirigieras a mí como Truman Capote, ya que todo el mundo me llama así”. La última carta, así sin mayúsculas ni otros protocolos, como las solía redactar, es de 1982, y está dirigida a Jack Dunphy, su pareja: “te echo de menos dime cuándo llegas besos Truman”. Dos años después, sitiado por adicciones diversas, moriría en Los Angeles, un mes antes de cumplir los sesenta años. En el medio hay de todo. Cientos de cartas (breves, largas, apasionadas, ascéticas) que arman el mapa de una vida que, sobre todo, no supo de mapas. La vida de un escritor que tuvo un prematuro abandono familiar, que conoció la orfandad, la escuela militar, los trabajos mal pagos, las grandes revistas de literatura, la fama desmesurada, los excesos, la depresión y la muerte que llegó demasiado pronto."

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