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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Las cartas de Capote

Truman Capote, ocioso para escribir cartas. Foto: Arnold Newman

La reseñista Patricia Espinoza, en El Financiero, comenta el libro Un placer fugaz , la correspondencia de Truman Capote, y afirma que el narrador estadounidense no era un buen escritor de cartas. ¿Por qué? Porque evidentemente, a diferencia de otros autores de correspondencia, Capote usaba las cartas sólo para mandar noticias, informaciones, comentarios, etc. Eso no quiere decir que no supiera que la posteridad cogería esas cartas y las haría públicas, él estaba conciente de su trascendencia. Pero, simplemente, usaba la herramienta para cosas concretas y no pensando en los futuros lectores. ¿Es un error eso? No creo. Lo que sí creo es que se hubiera sentido mucho más cómodo con el email.

Dice la reseña: "Según explica en el prólogo: «Truman escribía a sus amigos sin reservas, inhibiciones ni formalismos». Pero aún así es evidente que el género epistolar no era algo que el escritor valorara. Muy por el contrario, parecía considerarlo una pérdida de tiempo. Es sabido que Capote prefería desplegar su extravagante personalidad («Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio») en las reuniones sociales que se celebraban en Nueva York. Durante años fue el centro de atención del mundo artístico y literario con su inagotable caudal de chismes y anécdotas maliciosas. Clarke dividió la correspondencia de Capote en cuatro secciones. Estas abarcan los primeros pasos del escritor en la escena literaria; su larga estadía en Europa durante la década del 50; los años dedicados a la escritura de «A sangre fría» (la novela «no ficcional» que lo catapultó a la fama en 1966 y que narra el brutal asesinato de una familia de Kansas) y sus últimos años de decadencia, en donde el escritor se ve cada vez más sumergido en las drogas y el alcohol.

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