MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

El santo bebedor

6.08.2009
Los Roth austrohúngaros: Fannie Roth, Sophia Roth, Joseph Roth, Max Silverstein, Lillian Roth, Siggie Krongold, Helen Roth. Fuente: itolman

El santo bebedor es el nombre con que el húngaro Géza von Cziffra conoció a su amigo Joseph Roth y es el título, además, del libro que le dedicó y que ahora aparece en castellano. Mercedes Monmany le hace justicia en su reciente reseña del ABCD las letras que es, además, un réquiem dedicado al narrador de un país (y un siglo y un mundo) perdido:

Con los recuerdos de este personaje contradictorio, desconcertante, inasible y sentimental, Géza von Cziffra construiría, con el título de El santo bebedor, uno de los mejores, más honestos y auténticos homenajes posibles hacia el que es sin duda uno de los mejores escritores del siglo XX. Alguien cuyas metamorfosis, extravíos, cambiantes visiones del mundo, así como fantásticas imposturas sobre su vida, crearon un halo de leyenda y también de afecto vinculante entre los que le conocieron y, sobre todo, entre un nutrido grupo de amigos devotos de su talento que desfilan por esta biografía. Por la Viena y el Berlín de entreguerras o por el París de los exiliados de Hitler, y en interminables tertulias de lugares míticos -el Café Central y el Herrenhof vieneses, el Romanische Café berlinés, también llamado «café de las posibilidades infinitas»-, desfilarán el magnífico microcuentista y periodista praguense Egon Erwin Kisch; una de sus últimas amantes, la escritora Irmgard Keun; Alfred Döblin, el húngaro Odön von Horváth, su adorado Alfred Polgar, Heinrich Mann, el siniestro jefe del agitprop soviético en la Europa occidental Willy Münzenberg -al que Rothodiaba profundamente- y su gran defensor y amigo, Stefan Zweig. Sus maníacas fidelidades de cantor y legitimista de los Habsburgo, o esas narraciones coloristas e hipnóticas que cautivaban a entregados auditorios, produjeron siempre entre sus más antiguos conocidos una mezcla entrañable y protectora de complicidad. Aún así, no pudieron defenderle de una muerte anunciada. Alcoholizado sin remedio desde hacía años, murió prematuramente en París, huyendo del infierno en la tierra que habían traído los nazis, el 27 de mayo de 1939. Tenía 45 años. (...) Siempre anheló ser otro, mientras fantaseaba y se adornaba con mil mentiras sobres sus orígenes y su vida como «oficial» de su adorado Ejército Austrohúngaro. Un Imperio que se instaló en su mente como la mejor tierra de tolerancia y civilización que le fue dada conocer. Su entierro fue, para su puñado de perpetuos amigos y seguidores, un quebradero de cabeza. Reunidos en el cementerio dos curas católicos y un rabino dispuesto a pronunciar su kaddish, y sin poder afirmar a ciencia cierta lo que siempre dijo acerca de su conversión, al final se decidió enterrarlo «como había vivido»: en un cementerio mixto.

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Las cartas de Joseph Roth

3.06.2009
Dibujo de Joseph Roth con copa de ajenjo. En la escritura anuncia que se siente ebrio pero lúcido. Fuente: el cultural

Cada día me gusta más Joseph Roth. No es un escritor al que llegué fácilmente, pese a que he leído desde temprano sus obras (y aunque la primera impresión fue la mejor, Hotel Savoy), sino al que me ha costado trabajo leer y entender. Su drama personal (el alcohol, la bohemia, la soledad, el exilio, la errancia de hotel en hotel) se imponía siempre sobre sus novelas. Pero no dejaba de leerlas con afán, sabiendo que detrás de todo eso se escondía una joya. Luego de Hotel Savoy, el otro clarinazo de alerta del genio me lo dio La leyenda del santo bebedor, suerte de carta de despedida y dramática reescritura de La muerte de Iván Ilich según me parece. Hace unos años, gracias a la editorial Acantilado, pude leer muchísimas de sus novelas y entonces sí la entrega fue absoluta: Roth es de los míos, es decir de aquellos escritores que se imponen sobre el nihilismo y pesimismo de su naturaleza y logran ofrecer un auténtico aprendizaje. ¿Habrá algo de ese aprendizaje en estas cartas sobre el dinero que escasea y la sombra de la guerra cayendo sobre Europa? Habrá que ver si la correspondencia que ahora publica Acantilado y anuncia con muy justificada minuciosidad Nuria Azancot, reafirma mi impresión de sus novelas. Aunque no sería extraño que la correspondencia, con interlocutor concreto, no sea tan iluminadora como lo es la obra, escrita siempre para uno mismo. Dice la nota en "El Cultural":

La primera carta la dirige un Roth adolescente a su prima Resia Gröbel. Son las vacaciones de verano de 1911, el escritor aún no ha cumplido los 17 y se sorprende por la falta de entusiasmo patriótico de su prima, (“No entiendo por qué temes tanto la guerra”). La misma exaltación le empuja, el 26 de marzo de 1915, a confesar: “Desde que mi fuego amenazó con extinguirse bajo la manguera de los bomberos que llevaba el lema "sentido común", tuve el gran deseo de mostrárselo a la gente, a toda costa, para que me reconocieran a distancia por mi humo. Con esa determinación quedé satisfecho, porque el tabaco (del tiempo antiguo) es conocido como uno de los más importantes casi del genio”. En esta primera parte del epistolario, Roth abandona su aldea natal y escribe desde Viena, Berlín, Colonia, Aviñón, París o Marsella, donde descubre la Fiesta de los toros el 26 de agosto de 1925. Le horroriza: “Vi aquí corridas de toros por primera vez. Si no ha visto usted nunca algo así, no puede hacerse idea de esta bestialidad”. Lo peor, con todo, es el sentimiento de orfandad de un hijo del Imperio sin Imperio: “Estoy muy desesperado -escribe el 30 de agosto de 1925- [...] Cuando murió el emperador Francisco José, yo era un "revolucionario", pero lloré. Me enrolé voluntario por un año en un regimiento vienés, una "tropa de élite" que hacía guardia de honor ante la cripta de los capuchinos, y lloré de veras. Una época quedó enterrada”. Las desgracias se suceden. Friederike Reichler, con la que se había casado en 1922, muestra los primeros síntomas de su esquizofrenia, mientras él despilfarra todo lo que gana en legendarias borracheras. El dinero de los libros no llega, tampoco el de las colaboraciones en los periódicos, al punto de que, el 14 de junio de 1927 le confiesa al filósofo Ludwig Marcuse que se encuentra “desesperado, enfermo y sin dinero”. Porque ésa es su obsesión, el dinero, por el que escribe, ruega, insulta o suplica a lo largo de cientos de cartas a amigos, editores, colegas, parientes... El 27 de febrero de 1929, y desde París, explica al también escritor Stefan Zweig sus condiciones de vida: “Trabajo urgido por un solo motivo, que es material. Porque tengo que llegar a cubrir un mínimo de mi existencia sin tener que escribir regularmente artículos que me perjudican la salud. [...] Desde que cumplí dieciocho años, jamás he habitado una vivienda privada, a lo sumo, una semana como huésped en casas de amigos. Todo lo que poseo son tres maletas. Y eso no me parece extraño.” El 13 de mayo de 1930 le refiere también a Zweig (convertido en su compañero más fiel, y en su mecenas) que una amiga se había suicidado después de haber ido a buscarlo, sin éxito : “No me encontró, y estoy convencido de que yo hubiera podido evitar su muerte. Por todas partes sufrimiento y muerte. Me pondría a llorar por esta impotencia de que ni siquiera pueda uno hacer ese poco de bien que podría salvar a una sola persona”. Los meses no mitigan su pesimismo, más bien lo acentúan, como evidencia este fragmento de otra carta a Zweig, desde Francfort, el 23 de octubre de 1930, y en la que, además de confesar que “Las Baleares me seducen extraordinariamente”, se lamenta de la situación del viejo continente, acosado por los totalitarismos: “¿A quién no le asquea la política? Tiene usted razón, Europa se suicida. Y la manera prolongada y cruel de ese suicidio se debe a que quien lo comete es un cadáver. Esta decadencia tiene una endiablada semejanza con una psicosis. Parece el suicidio de una psicótica. El diablo gobierna realmente el mundo. Pero sigo sin entender a los extremistas de las dos alas”. En febrero de 1933, desde París, profetiza: “Sabrá usted que nos aproximamos a grandes catástrofes. Aparte de lo privado -nuestra existencia literaria y material queda aniquilada-todo conduce a una nueva guerra. No doy un céntimo por nuestras vidas. Los bárbaros han conseguido gobernar. No se haga ilusiones. Gobierna el infierno”, escribe a Zweig, quien tercia con editores, le manda dinero, y, sobre todo, intenta que abandone el alcohol, sin éxito. Mientras Hitler conquista Europa y el mundo se derrumba, Roth sigue bebiendo. Su última carta, a Blanche Gidon, vieja y generosa amiga, es del 11 de marzo de 1939 y habla, cómo no, de dinero: “Sólo yo tengo los derechos, no la editorial. Sin embargo, por desgracia tengo que pagarle el 25%”. Meses después, el 23 de mayo, la noticia del suicidio de Ernst Toller le abruma hasta ahogar sus últimos francos en alcohol. Sumido en el delírium tremens, muere el 27 de mayo en el Hospital Necker de París, haciendo que una de sus últimas cartas, del 8 de agosto de 1937, resulte más conmovedora y terrible: “Tengo un miedo enorme a caer al hondón de estas letrinas. Por favor, vea que no es mi culpa. [...] He previsto tantas veces el final. Créame, se lo ruego, que si se atrasa no es por mi culpa.” Tal vez su muerte no fuese ésa “tan liviana y hermosa” que soñó, en La leyenda del santo bebedor, para los dipsómanos. Pero Joseph Roth, que no llegó a ver a las tropas nazis en París, ni supo que su familia fue exterminada en campos de concentración, 70 años después ocupa un lugar de honor en la literatura mundial.

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Antes del premio

10.10.2007
Philip Roth, el nuevo favorito de Landbroke. Fuente: coaloalb

Este es el último post antes de que mañana, en el siguiente post, sepa cuál es el ganador del premio. Nunca como ahora el secreto ha sido tan cuidadoso y, por ello mismo, la respuesta tan ansiada. Las especulaciones indican que la Academia Sueca no repetirá el plato del año pasado: un autor prestigioso y con convocatoria política como Orhan Pamuk. Eso limita las posibilidades de Amos Oz y la de Cees Noteboom. Al parecer, son dos las corrientes fuertes de apuestas: aquellos que apuestan por la rotación de territorio, y los que apuestan por géneros.

En la primera corriente se ubican la mayoría de votantes e intelectuales internacionales. Se piensa que, sin duda, la Academia se acordará de algún país olvidado. Estados Unidos es el país que encabeza los olvidos (12 años sin premio es bastante) y por eso Philip Roth encabeza las encuestas. Pero también asoman otros nombres como el de Joyce Carol Oates, Thomas Pynchon, Don DeLillo, John Updike e incluso Cormac McCarthy. En esa misma corriente estaría los que piensan que le toca el premio a Arabia (Adonis es el favorito), el de África (Chinua Achebe es el favorito) o a Latinoamérica (Vargas Llosa y Carlos Fuentes).

En esta primera corriente es que debemos entender los dramáticos cambios ocurridos en la casa de apuesta Landbrokes en los dos últimos días. En primer lugar, la candidatura de Claudio Magris pierde fuerza y cae hasta el cuarto lugar (7/1) mientras que la de Philip Roth da el salto hasta el primer lugar con un sólido (7/2). Amos Oz sube al tercero pero la subida más impresionante es la de Haruki Murakami que llega al segundo con un asombroso 5/1. Ese es el sentir de los lectores "de a pie" digamos, por lo que las candidaturas de Les Murray, Thomas Transtroner o Adonis se mantienen en bajo continuo. Otro que subió fue el poeta francés Yves Bonnefoy (que al principio ni aparecía) ante el soplo de que será un poeta raro. Y luego, Mario Vargas Llosa también tiene una escalada muy importante, de 20/1 (estana 50/1) hasta el puesto 14, dejando muy atrás a Carlos Fuentes (que cae incluso en nivel de apuesta y se coloca en 50/1).

El hecho de que haya aparecido recién en estos días JK Rowling en la lista demuestra que el grueso de los votantes de Landbrokes son lectores no eruditos. Pero, ojo, que en los últimos tres años Landbrokes acertó con el ganador. ¿Será Philip Roth entonces?

En la segunda corriente, están los intelectuales cercanos a la Academia, como son los suecos interrogados por el diario SvD, quienes opinan que el premio debe ser dado a un poeta y mejor aún si es un poeta que representa a una cultura olvidada o relegada. Una sopresa. La lista ahí repite el nombre de Adonis, y se complementa con el de Les Murray, Assia Djebar, el surcoreano Ko Un, la letona Vizma Belsevica, la danesa Inger Christensen y Maryse Condé, natural de Guadalupe. Y también, la caridad empieza por casa, el sueco Thomas Transtorner.

¿Qué podrá ocurrir? ¿Será el factor sorpresa, que tanto entusiasma a los círculos académicos, el que prime? ¿O la Academia buscará seguir recuperando el prestigio puesto en duda con el premio a Jelinek, premiando a un autor incuestionable por el gran público aunque los eruditos le hagan ascos? Lo sabremos mañana a las 11:00 GMT.

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Joseph Roth periodista

8.12.2007
Joseph Roth, periodista. Fuente: dl.shuttle.de

Joseph Roth no sólo fue escritor -un extraordinario escritor, hay que acotar- sino también periodista. Pero obviamente sus crónicas periodistas no son tan reconocidas como sus novelas. Acaba de aparecer una antología de estas crónicas bajo el título El juicio de la historia (Siglo XXI) en la que se muestra el punto de vista del escritor en un momento crucial de la historia del mundo, como es la Europa de mediados del siglo XX. Alvaro Matus hace la reseña en la Revista de Libros.

Dice Matus: "En El juicio de la historia se aprecia que en realidad le interesaba todo: la fotografía, los juguetes, la guerra polaco-rusa, las vitrinas, la arquitectura, el fin del amor, los violines, un campeón de tenis y un largo etcétera: Roth escribió cerca de mil artículos, muchos de los cuales todavía permanecen inéditos. La crónica que da título al libro es un modelo de lo que sería su trabajo periodístico. Se trata de un comentario a un célebre diccionario enciclopédico que incluía la historia más reciente de Europa; es decir, la que Roth había visto con sus propios ojos. "La palabra humanidad -escribe- sigue ahí. Significa carácter humanitario. Pero eso sólo existe en el diccionario".Para él, lo más importante era narrar los hechos tal como los había vivido, demostrando así que el mentado nuevo periodismo ha existido siempre, por mucho que Norman Mailer, Tom Wolfe y Gay Talese todavía se peleen la paternidad del movimiento. En "Cuando se busca trabajo", por ejemplo, Roth realiza un balance de tres días de búsqueda laboral. Acude a una lavandería, donde un carbonero y a un banco, entre otros lugares. Nunca emite un juicio, pero los diálogos reproducen la indiferencia y los malos modales con que es rechazado. "Escribientes de direcciones" es el texto sobre una fila de 500 personas que aspiran a ser copistas de una destacada empresa de Berlín: "Los jóvenes parecen hijos de los viejos. Los viejos parecen el futuro de los jóvenes", concluye con desánimo".

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Job

5.27.2007
Joseph Roth, de saco oscuro, acompañado de Stefan Zweig. Foto: Tierra de nadie.

José María Guelbenzu lo recomienda para la Feria del Libro de Madrid. Y como yo lo he visto en librerías limeñas, al menos hace unos años, resalto su reseña/recomendación y se las ofrezco en Moleskine Literario: leer Job, la mística odisea de Mendel Singer, una de las mejores novelas de uno de los más imprescindibles escritores del siglo XX: el austrohúngaro Joseph Roth.

Para ver la contratapa de Job, pulse aquí.

Dice Guelbenzu: "Tiene Joseph Roth (Galitzia (actualmente Ucrania), 1894-París, 1939) una extraordinaria capacidad para convocar un ambiente o una situación con cuatro trazos. Un ejemplo: "Una tarde de finales de verano, un forastero entró en la casa de Mendel Singer. La puerta y las ventanas estaban abiertas. Las moscas, silenciosas, negras y satisfechas, se pegaban a las paredes ardientes y soleadas, y la salmodia de los alumnos fluía desde la casa hacia la blanca callejuela". Tiene en la rapidez y concentración con que despliega su escritura un máximo efecto de expresividad. Un ejemplo: "Con un claro relámpago el sol golpeó en la ventana, dio en el reluciente samovar de hojalata y lo encendió, convirtiéndolo en un espejo convexo. Así empezó el día". Y tiene una notable habilidad para encabalgar frases cortas y construir transiciones descriptivas entre las escenas intimistas, por ejemplo, la visión de la América de ensueño en la mente del protagonista que hallamos en la página 140 y la visión de la realidad de pobreza del barrio humilde judío americano en la página contigua."

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