Caicedo en el Bafici
"¿Cómo alguien que acaba de comprar una heladera se suicida?" se preguntó ayer Luis Ospina en el Bafici, donde junto a Alberto Fuguet habló ayer en una mesa redonda sobre Andrés Caicedo. Albero Fuguet se encuentra promocionando el libro Mi cuerpo es una celda que le dedicó al escritor caleño (y que yo reseñé hace unos meses en este blog). El suicidio fue uno de los temas tocados:
Para Fuguet que enseguida recogió el guante da para pensar que "se le fue la mano" con los 60 seconales (el mismo final que eligieron, entre otros, Charles Boyer, Marilyn Monroe, Judy Garland y Alejandra Pizarnik) justo después de recomendar por carta, tal como aparece en el libro, que hiciera una crítica justa (buena) de Taxi Driver, del genial Scorsese, un película, que a priori es más inspiradora que depresiva. "Él sabía perfectamente que matarse iba colaborar a su mito y efectivamente lo logró. Si bien no era una estrella sí salió en un diario 'se suicidó un crítico de cine caleño'. El suicidio es parte de su obra, por eso iba dejando notas y así como a Luis Ospina le tocó recoger parte de su legado ahora me tocó a mí", insistía minutos antes Fuguet para justificar porqué hizo su "own private Caicedo". "Yo también quería saber por qué se mató, pero también sentía que Caicedo tenía que llegar a más gente, salir de su país, donde sólo era considerado como un rockero. Yo sentí que tenía que cumplir ese rol y a la larga es por agradecimiento, porque él contribuyó a hacer este mundo más fácil", se emociona un ahora emocionante autor de Sobredosis.
Por otra parte, también la moda Caicedo fue comentada en la mesa:
"A mí también me molesta esté de moda, pero yo lo había leído antes", se ufana Fuguet. "Es una etapa, y este tipo se merece la oportunidad de acceder a nuevos lectores. Esto -un documental, una conferencia y una charla casual sobre el autor- era impensable hasta hace poco tiempo incluso en Bogotá. Hace cinco años era un fenómeno exclusivo de Cali", se calma Fuguet (...) De una forma u otra la sala y el auditorio del Espacio Bafici estaba colmado de jóvenes que reafirmaban el mito de la iglesia caicedeana. No había tantos, como por ahí se dijo, lookeados como el rey muerto, como los que asquearon a Fuguet cuando los vio drogándose y añorándolo, besando su lápida en el cementero caleño donde Caicedo descansa. "Caicedo era joven y estaba embobado con los jóvenes. Era un chico de 24 años, un autor en proceso. Por eso creo que ¡Que viva la música! es más que nada para jóvenes, pero Mi cuerpo es una celda tiene la capacidad de alterarte tengas la edad que tengas", promete. (...) Entre el mito, el personaje, la pose cool y desafiante tomándose "el paquete", queda nada más que su prosa vertiginosa, apurada y abrupta, como sus textos. Queda también la última y celebratoria reflexión de Fuguet: "Que se presente un libro de él en el Bafici significa que Caicedo logró lo que siempre quiso lograr".
A propósito, en Radar Libro aparece el epílogo al libro de Norma dedicado por Fuguet a Caicedo. Es de lo mejor del libro, no pueden perdérselo.
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Te invito a leer mi opinión sobre la charla que organizó el Bafici acerca de Andrés Caicedo:
http://kinephilos.blogspot.com/2009/04/andres-caicedo-no-es-un-blogger.html
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