Lectura en Starbucks de Trujillo. Foto: moleskine 1.-
Primera confesión: En 1994, un amigo escritor colombiano que moriría unos meses después, autor de
Opio en las nubes, me regaló en Barquisimeto su propio ejemplar de
Que Viva la Música en la que, sospecho, era una primera edición. Fue un gesto de desprendimiento insólito motivado solo por una conversación en la que me declaré fan de los
Rolling Stones. Leí la novela en Lima apenas regresé de aquel encuentro, y la encontré muy mala. Unos meses después, la vendí en un lote de libros viejos a un precio miserable ignorante de la celebridad que luego adquiriría Andrés Caicedo. Pese a ello, lo único que en realidad lamento es haberme desprendido de un objeto que le perteneció al bueno de
Rafael Chaparro.
2.-
Segunda confesión: Apenas me enteré por internet de la aparición de Mi cuerpo era una celda (Norma) supe que era un libro que jamás leería. Las fotografías de Caicedo como hippie o como nerd me hartan -la edtorial Norma en Lima ha mandado hacer una ridícula publicidad con la silueta recortada de Caicedo cogiéndose los huevos-, su novela y sus cuentos me parecen malos, su actitud suicida es una mitología adolescente de la que ya tuve bastante con Luis Hernández (quien, a diferencia de Caicedo, por lo menos era un buen poeta). ¿Por qué tendría que leer, entonces, un libro dedicado a un autor que considero menor y sobrevalorado? Lo único que me tentaba era que el autor era Alberto Fuguet (amigo mío y a quien respeto como escritor) y la curiosidad del método de composición que Alberto había elegido -a manera de montaje a partir de la correspondencia y los artículos de Caicedo- para redactar el libro. Pero eso no era suficiente para comprarlo. Desde que dejé Vano Oficio ya no me regalan nada, así que debo pensar bien qué comprar y qué no. Y este libro era un no rotundo.
3.-
Tercera confesión: Nunca entendí aquella fascinación que tiene Alberto Fuguet por los personajes looser de la literatura. Por recomendación en su blog vi las dos temporadas de Californication y su ídolo-modelo de escritor, Hank Moody, me parece un completo imbécil (su ex esposa, en cambio, está muy guapa y salva la serie). Siempre he pensado que Alberto se defiende a puños cerrados contra lo "literario" porque, en el fondo, le teme. Probablemente, siente que en un mundo de lectores cultísimos y escritores virtuosos, él es un salvaje que no puede ni sabe competir. Es como si todo el tiempo estuviera esperando que Donoso lo eche de su taller por no haber leído a Dostoievski. Incluso su desprecio por la obra de ficción de los autores, que lo conduce a sobreestimar las obras de no-ficción de algunos, me parece sospechosa y sintomática de alguien que teme ser rechazado por el mundo (mucho más complejo y con reglas más imprecisas que el de los diarios personales y las correspondencias) de la poderosa ficción. A pesar de eso, Fuguet no sólo es un buen escritor de ficciones sino, además, una persona capaz de crear generaciones y lectores, como lo hizo con McOndo. Y ojo que no es fácil conseguirlo. Decenas de editores, escritores, prologuistas, agentes literarios y periodistas han intentado crear un grupo de escritores identificable y reconocible para promocionarlos, y no lo han logrado jamás. A Alberto le bastó una palabra, McOndo, para conseguirlo. Pese a ello, ese compulsivo comedor de sushi que es Alberto Fuguet desconfía de la literatura y prefiere meterse en un mundo definitivamente más competitivo, frívolo (y menos complejo por lo general) como es el del cine. Un mundo lleno de concesiones y donde un solitario escéptico, como él, debe lidiar con productores mezquinos y actores divos. Una contradicción aparente. Por eso no me llamó la atención que Fuguet finalmente escogiera como ídolo literario ("amigo imaginario" lo llama en el libro) a un escritor menos talentoso que él como Caicedo. Es el camino inverso al de Mario Vargas Llosa (ídolo literario de Caicedo y del mismo Fuguet, por cierto) quien le dedica años de investigación a obras auténticamente transgresoras, fundamentales y prometeicas como las de Víctor Hugo, Flaubert, Gabo u Onetti. Fuguet en cambio prefiere dedicarle su tiempo a autores cuya discreta obra no ha influido en nada al mundo literario al que Fuguet pertenece e influye, aún sin quererlo.
4.-
Cuarta confesión: Tenía calor en Trujillo. Una persona con la que debía encontrarme me falló, y otro amigo me dijo que lo esperase unas horas. Me metí en una librería y compré Mi cuerpo era una celda para leerlo, para más mcondianismo, en un Starbucks de aire acondicionado. ¿Por qué compré ese libro y no otro? Bueno, sí compré otros libros, pero de pronto pensé que sería bueno leer lo de Fuguet con todas las expecatativas en contra, y dejarlo olvidado en una mesa cuando mi amigo viniese a rescatarme. Sin embargo, el libro me atrajo. No ha logrado convencerme de que Caicedo es un buen escritor de 24 años (no es esa la intención del libro, además), y no comparto la opinión de Alberto de que sus críticas de cine o su correspondencia son más respetables que sus textos de ficción, pero hay algo en ese libro que rescata al personaje. Y es el método de composición. Curiosamente, lo que Fuguet ha descubierto es algo que jamás pretendió hacer: que la vida de cualquier sujeto puede resultar atractiva e incluso intensa cuando detrás de él hay un buen montaje. Este libro es lo más Puig que he leído en mi vida. Las cartas intrascendentes, las lamentaciones adolescentes en su páginas de diarios y las impresionistas críticas de cine empiezan a adquirir sentido al aparecer montadas una sobre otras, del mismo modo como las fotografías más anodinas de alguien podrían adquirir significado hasta épico si son filmadas por un director genial, con un soundtrack motivador y un montaje inteligente. No voy a decir que no me ha conmovido el personaje: aquel muchacho ingenuo que a los 21 años pretende vender un guión de cine en Los Angeles sin saber las reglas formales de cómo se hace un script; aquel chico edípico que le pide plata a su madre, que anda enamorado de sus hermanas, y le envía cartas llenas de temor al padre; el cinéfilo solitario y rabioso; el hippie nerd; el amante de la música que lo mismo cita a los Rolling Stones que a la Fania o a un bolero de Leo Marini; el bisexual reprimido, cuya ambiguedad sexual no es lascivia sino, al contrario, anafroditismo y soledad terminal; el enamorado de una casquivana que al final lo desprecia y lo cornea; y aquel que, antes de cumplir con su tantas veces anticipado suicidio, el mismo día que recibe los ejemplares de su novela, se da tiempo de escribir una carta llena de comentarios técnicos sobre películas a un amigo. Sí, es un buen personaje, pero en todo ese espectro el Andrés Caicedo escritor está muy por debajo de la línea, algo anecdótico casi. El empeño de Alberto Fuguet de convertirlo en el eslabón perdido entre el Boom y McOndo es fallido. Sin embargo, no lo es el convertirlo en un personaje real, complicado, entrañable, un ser humano lleno de contradicciones luminosas, de aquellos que parecen existir solo en las mejores ficciones y jamás en la realidad. En este libro, escrito con las palabras de otro, Alberto ha firmado algo más que un método de composición o un homenaje a un ídolo literario. Lo que ha hecho, en realidad, es escribir una de las más sensibles, sofisticadas e inteligentes obras de ficción escritas por los autores de su generación en los últimos años. Y Alberto ni se ha enterado.
Etiquetas: alberto fuguet, andres caicedo, chile, colombia, norma, rafael chaparro, RESEÑA, SIN PLUMAS
This entry was posted
on 2.09.2009 at 11:50 a. m..
You can skip to the end and leave a response.
Claro y por eso tu encono contra el pobre Caicedo. Ni su suicidio es una excusa para despreciarlo como lo haces en este post. Me pongo psicoanalitico y digamos que en el fondo te jode que Caicedo estando muerto desde hace ya mucho tiempo, sea hoy un escritor con
-y aqui agarrese fuerte Thais-
FAMA, esa fama que te enajena, que te jode y que deseas asi tengas que vender (¿un libro de Caicedo que te regalo un gran amigo que tambien esta muerto, acaso?)
lo que tengas que vender.
8:50 p. m.
Querido Ivan: Lamento tu opinión tajante sobre Caicedo.
Entiendo tu frustración con la creación de un fenómeno Caicedo-- todavía no merece padecer ese peso.
Pero en sí, la imagen-- como el escritor mismo-- es un fenómeno interesante.
No estoy de acuerdo con tu dictamen sobre ¡Que viva la musica! Yo la encuentro una novela quizás no del todo lograda, pero sí inmensamente rica en sugestiones, colores de época, y lecturas sobre la contracultura latinoamericana-- ese encuentro, que resultará muy productivo, entre las culturas norteamericana y sudamericanas. (No leí el libro de Fuguet, pero me imagino que dice algo igual, te doy mis propias razones ... :)
No es arbitrario que se enriquezca muchísimo la literatura de Caicedo si la leemos en conjunto con obras contemporáneas como la de Paulo Leminski, Torquato Neto, Ana Cristina Cesar-- brasileños que también existieron en ese territorio-- rock, cultura & música local, drogas, generación desesperada, entre izquierdas y el vacío ... los '70 etc. Es literatura al margen, tal como pudo existir dentro de nuestras posibilidades, y más relacionada con la música que con la tradición literaria o el canon.
Y no me digas, sea cual fuere tu opinión sobre los respectivos autores y el trato que reciben hoy día en el mercado, que el estilo narrativo de ¡Que viva la música!, una primera persona desenfadada, híper oral, casi diría torrencial, sin pelos en la lengua, no predice el estilo de novelas como "Amuleto" o "Nocturno de Chile" o hasta "Los detectives salvajes" de Roberto Bolaño. Sí, estoy de acuerdo que el método oral es tomado de Vargas Llosa, el de "Conversación en la catedral," diría yo-- pero el resultado es distinto, es otra categoría de trabajo sobre el habla. En fin, existe una genercación Caicedo, y es la de una contracultura latinoamericana que por represión política y fragmentación cultural no llegó a formar una generación cohesiva, pero ahí está: en particular en la música: la Tropicália psicodélica, la FANIA de Hector Lavoe, Willie Colón, y Rubén Blades, el infrarrealismo, el rock argentino de primer momento (Tanguito), todas las neovanguardias de medio pelo, etc. Y también en los libros de Caicedo: llenos de jerga disparatada y alocuiones desbordantes, un canto de época, sí, pero uno que tuvo sus descendientes.
9:06 p. m.
Pensé que nunca nadie se iba a atrever a cuestionar el encumbramiento de Caicedo y esa especie de fundamentalismo de AF por defender lo naíf, por lo que está exactamente del otro lado del canon literario (y a veces cinematográfico). Tal vez esté exagerando, pero es seguro que Fuguet va a terminar siendo un recurrente objeto de estudio y tesis (es al único chileno vivo que se lee en mi facultad y sus textos periodísticos se toman como modelos) antes que el rockstar o autor de culto que hubiera querido ser: el amplio registro de su obra (la fresquísima premisa de Las películas de mi vida, la muy visual Tinta roja o la psicológica y juvenil Mala onda como ejemplos) fácilmente da para eso.
Un gusto que en el blog también se hallen reflexiones de esta profundidad.
9:15 p. m.
vaya!
iván, siempre estás en contra de todo.
igual me gustó mucho tu post. te felicito.
4:37 a. m.
Al anónimo de las 5:15
En estos momentos estoy escuchando la canción LA FAMA de Héctor Lavoe. Se la dedico a ud con mucho cariño.
sld.
IVAN
6:50 a. m.
Hola Ivan. Antes que todo te quiero felicitar por el blog. La información que publicas me es muy útil. Sin embargo, lo que criticaría sobre este post es cuando afirmas que el mundo del cine es frívolo y menos complejo que el de la literatura. Lo que sostienes me parece una arbitrariedad y que no necesariamente es cierto. Depende de qué tipo de cine hables. Por el contrario, el cine es tan complejo que la literatura; es más, me atrevería decir que inluso es mucho más complejo que la literatura; ya que el lenguaje cinematografico implica una gran variedad de cuestiones tecnicas y artisticas que un director tiene que manejar. Por lo tanto, me parece que en este punto te equivocaste Ivan. Sólo eso. Nuevamente te vuelvo a felicitar por el blog. Espero que sigas asi. Exitos.
Hardy Rojas
7:17 a. m.
Iván, lo tuyo sobre Fuguet/Caicedo es lúcido y valiente. Aguanta. Abrazo de un lector.
8:01 a. m.
Es curioso que Thays critique la apariencia "hippie o nerd" de Caicedo. En las fechas que comenta de su estadía en Trujillo me lo topé caminando por la calle con una adolescente. Parecía quererla impresionar o meterle floro. Lo comenté con mi mujer, que me acompañaba. Nos los quedamos mirando con curiosidad desde la vereda. Se metieron a un restaurante del Jr. Pizarro. El pata era lo más parecido a un Caicedo peruano que se puede imaginar: pelo canoso y largo, recogido en una cola de caballo; camisa rosada suelta, tipo "hippie", zandalias. Su próximo libro tal vez se titule "La paja en el ojo ajeno".
8:12 a. m.
Como siempre eres tramposo. Este párrafo tuyo:
"A Alberto le bastó una palabra, McOndo, para conseguirlo. Pese a ello, ese compulsivo comedor de sushi que es Alberto Fuguet desconfía de la literatura y prefiere meterse en un mundo definitivamente más competitivo, frívolo (y menos complejo por lo general) como es el del cine. Un mundo lleno de concesiones y donde un solitario escéptico, como él, debe lidiar con productores mezquinos y actores divos."
No era así. Era infame y lo leí más de una vez sin poder creer eso de que "el del cine es un mundo frívolo y menos complejo" (lo cual, como sabes, es una tontería sin pies ni cabeza como la mitad de este artículo y de los previos y de cualquier post en el que hablas de cosas que no sabes pretendiendo ser polémico y novedoso cuando no tienes vuelo crítico ni nada que se le asemeje). Eso de los "productores mezquinos y actores divos" lo agregaste hoy.
Te apuesto que este comentario lo silencias, como silenciaste el comentario de Agreda a tu novela. Eso se llama TRAMPA.
8:28 a. m.
Prefiero cien mil veces a Caicedo con sus historias sorprendentes, alucinantes, pero puras, sinceras, montadas y centradas en la cotidiana realidad de la vida y sus obsesiones, bien escritas y cercanas a la realidad de tantos, que las aburridas páginas de Thays en sus monótonas novelas sobre siempre el mismo tema, propias de alguien que no vive ni conoce otra cosa que su propio egoísmo. Hay esta película con Sean Connery (regular para abajo) "Knowing Forrester" creo que se llama, donde aparece este personaje fracasado, que es profesor de literatura y aplanador de talentos ajenos de puro frustrado. Te pareces cada vez más a ese, Thays. (No escribiré mi nombre para que no abolles mi novela que ya viene... ¡eres capaz! y todavía hay gente que te escucha, gracias a lo bien instalado que estás en la argolla de Ampuero y cía.) Obvio, ya sé que no aprobarás este mensaje... Pero igual lo, leíste: ¡jojolete!
8:54 a. m.
"pelo canoso y largo, recogido en una cola de caballo; camisa rosada suelta, tipo "hippie", zandalias"
jajaja, quién será ese pata? Yo ya no tengo el pelo largo y luego de mi mala experiencia en Cartagena, jamás usaría sandalias, salvo en la playa.
Ya pues, trujillos, decídanse: ¿O andaba solo con mi iPod o andaba con adolescentes?
saludos
IVAN
11:01 a. m.
Excelente Thays.
Primera vez que leo algo tan acertado, aunque sea sólo tu opinión y no merezca tanto la pena.
Realmente buenísima.
saludos
Paulina Arancibia Cortez-Monroy
1:03 p. m.
Ay, esto de putearse inteligentemente a través de la red, con recursos "literarios" como dividir un puro y simple ataque en confesiones número uno, dos... y con prosa "suelta y argumentativa". Como si con ello fuera a dejar más claro el hecho -lo único que se deja entrever en el texto, al fin- de que Thays, ahora un poco inflado por conseguir un segundo lugar en un premio de una editorial catalana, elige un camino a seguir, un cuento que comprarse y contarse a sí mismo para reafirmar su vocación de escritor, y siente que al hacerlo debe desmarcarse de autores como Caicedo, está claro. Y también de Fuguet (tanta gente que cree que lo correcto es divergir de Fuguet, parece una moda hacerlo), quien, dicho sea de paso, hace rato eligió, o bien no le quedó otro remedio que dedicarse a escribir o hacer lo que le da la gana (películas, por ejemplo, ¿qué de malo hay en eso?) del modo cómo lo hace o le sale hacerlo, lo aprueben editoriales catalanas sobrevaloradas en Perú -y en Chile, por cierto-, o no lo aprueben ni siquiera los que, más encima, se "confiesan" sus amigos.
No le hará falta, digo yo.
1:28 p. m.
Creo que el anonimo que compara la relación que vive con la literatura y la pelicula "Knowing Forrester" ha logrado una de las mejores metamoforas con la vida de este autor dado el parecido que tiene alonso cueto que sería el gran escritor Forrester para usted. En todo caso, una relectura de la obra de Caicedo no le haría nada mal para entender a un escritor que no temió arriesgarse como lo harían otros que se cuelgan de las modas como la violencia politica. Creo que ahora pondre "periodico de ayer" para recordar su fallida novela...
8:56 p. m.
Me gustó. Siento valor en este post, siento vocación por no dejarse apabullar por la corrección política de venerar la obra de quienes se mataron, sólo porque se mataron. No puedo juzgar porque no he leído a Caicedo, aunque debo confesar que me intriga ese pequeño altar mediático que la editorial Norma viene levantando alrededor del suicida. De hecho, para un escritor es un verdadero riesgo matarse, no sólo porque estando frío ya no hay marcha atrás, sino porque ya no es posible serenar las ideas, revisar los textos de uno, pensar en lo que se ha escrito, en la relevancia de lo que se ha escrito, en la relación entre la escritura y la vida. Qué triste ha de ser un escritor malo o mediocre y matarse. Y más triste, porque el suicida nunca lo sabe. Veremos quién es Caicedo. Ojalá que al menos nos ayude a saber quiénes somos nosotros (y a conservar la vida).
4:28 a. m.
No veo donde está la "trampa" en corregir mi propio post para que las cosas queden más claras.
Realmente, hay mucha paranoia por acá...
saludos
IVAN
4:33 a. m.
Una reflexión que no quiero dejar de hacer, a raíz del último comentario recibido, es que no puede esperarse tampoco de Caicedo que sea un extraordinario autor pues murió muy joven. Es cierto que en América Latina la precocidad ha sido muy frecuente (pienso en Martín Adán a los 16 años, Vargas Llosa a los 26, pero sobre todo Trilce a los 30 años) pero no tiene por qué ser la media.
Caicedo, pienso, era un joven talentoso y probablemente terminaría siendo un gran escritor. Pero definitivamente, solo podemos leer sus obras y no su proyección. Y en ese sentido, creo que está muy sobrevalorado.
saludos
IVAN
5:09 a. m.
Estoy en total acuerdo con su comentario acerca de la obra de Caicedo. En mi tag "lecturas" hice una brevísima reseña sobre "Noche sin fortuna". Insisto, estoy de acuerdo.
PD. Vaya intensidad de los comentarios recibidos.
10:26 a. m.
Al margen de coincidir o no en lo señalado por el post, destaco la elección de los epígrafes por Fuguet... El tema de "Faith No More" en "Mala Onda" o el de "Arcade Fire" en el texto sobre Caicedo nunca pudieron ser mejor elegidos...
En sana discrepancia,
Juan Carlos
2:31 a. m.
Cómo se nota que no han leído a Caicedo. El problema, creo yo, es que es un autor tan fuerte como Cortázar o Borges en el sentido en que son muy usados y/o manoseados y de inmediato son imitados, y se consumen de una manera bestial. Eso es una lástima. Además que es muy fácil criticar la figura de Caicedo desde nuestro acelerado 2009. No olviden que todo lo que hizo lo hizo en los 60´s, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza escribir de esa manera, por lo menos en Colombia. Y ya lo decía Julio Ramón Ribeyro: es una pena que el Perú no dé textos y autores como Bukovski. ¿Qué Querría decir?
6:40 p. m.
Por el tenor de los comentarios, voy derecho al fracaso con este... Pero bue...
Yo encuentro que Caicedo, pudo ser todo lo genio que muchos creen, pero le faltó vida. Bosquejó mucho, pero no fue. Seguro porque no alcanzó, personalmente creo que del embrollo que hizo de su vida, no salía fácil nadie. Pero lo más atractivo de su comentario Ivan, es lo que dice de Fuguet... Es exacto lo que me cautiva de este escritor. Su necesidad de reparar en personajes débiles o pequeños. Tomar sus vidas y reestructurarlas, hasta hacer un libreto coherente y sustancioso.
A mí, que no soy escritora, que no soy muy brillante, que no pertenezco a ningún grupo literario y que, pone en serio riesgo mi presupuesto comprar un libro... Me grita una voz interna, que corra a buscar ese ..."personaje real, complicado, entrañable, un ser humano lleno de contradicciones luminosas, de aquellos que parecen existir solo en las mejores ficciones y jamás en la realidad"... que Fuguet resucitó.
Hasta dar con su comentario Iván, no había conceptualizado lo que me atrae de Fuguet, como escritor.
Desde este lado, es decir como una simple lectora, me declaro muy complacida de haberle leido.
Claudia Muñoz Melo.
7:25 p. m.
Iván, estoy de acuerdo con su reseña. De hecho, yo también había escrito una, y coincidimos en varios puntos. Este es el link: http://elpersa.blogspot.com/2008/12/caicedo-por-fuguet_15.html
» Publicar un comentario