Parejas (in) disolubles
En estos días, las carteleras cinematográficas de Lima están presentando -con mucho atraso- dos películas con disonantes parejas románticas basadas en textos literarios: El lector, basada en la novela homónima de Bernard Schlink y Elegía, basada en Animal Moribundo de Philip Roth. Ya está dicho: La felicidad no crea buena literatura; en cambio, las parejas románticas en colapso pueden originar novelas extraordinarias. Este extenso artículo en La Vanguardia y Clarín así lo confirma. Son varios ejemplos los que brinda la nota. Empezando por el rapto de Helena de Troya, los adulterios de Madame Bovary y Ana Karenina, las novelas de Richard Yates, Vladímir Nabokov, hasta Mario Vargas Llosa y su niña mala y la pareja de moda Mikael Blomkvist / Lisbeth Salander de Millenium de Stieg Larrson. Muchas veces, las malas relaciones entre personajes son reflejos de la vida de los propios autores. Por ejemplo, sobre la obra de Scott Fitzgerald dice:
"Las vidas americanas no tienen segundo acto", dijo Scott Fitzgerald, refiriéndose a que la felicidad como promesa siempre desemboca en eso, en una promesa. A decir verdad, para algunos autores ninguna vida tiene segundo acto, y los matrimonios difícilmente llegan a finalizar el primer acto sin nocturnidad y alevosía. Si hay una pareja que llegó a alcanzar cotas de amor y odio inaccesibles para los mortales fue el matrimonio Fitzgerald, o lo que es lo mismo, Francis Scott y Zelda Sayre. Una novela, Alabama song, escrita por Gilles Leroy y premio Goncourt 2007, cuenta la historia de Zelda. El amor de Leroy por el escritor estadounidense le hizo descubrir la personalidad excepcional y esquizofrénica de Zelda, y exponer la cara oscura del autor de El gran Gatsby y uno de los mitos de la Generación Perdida. Zelda no era una gran escritora, pero sus textos demuestran su influencia en la novelística de Fitzgerald. Existen tantas Zeldas en las obras del autor, que la caída a los infiernos del escritor fue a la par de la destrucción mental de su mujer. Ella le sobrevivió ocho años, hasta que falleció en 1948, durante el incendio en el psiquiátrico en el que estaba internada. No sin ciertas dosis de imaginación, Leroy utiliza la voz de Zelda para tildar a Scott Fitzgerald de homosexual y de mantener relaciones con un supuesto Hemingway. Sean ciertas o no las especulaciones literarias del francés, debemos agradecer a la tormentosa relación del matrimonio una novela como Tierna es la noche. La Generación Perdida fue definida por Scott Fitzgerald como aquella generación que había encontrado "todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida". Pero mientras algunos de sus miembros lograron la eternidad narrando los desastres de la Gran Depresión, los Fitzgerald alcanzaron la gloria y la destrucción ahogados por la marea de los felices años veinte,eslogan inventado por el propio escritor, tan hermoso y maldito como sus personajes. Como la vida misma Tierna es la noche es la propia historia de los Fitzgerald, convertidos en Dick Diver, psicoanalista, y en su antigua paciente y actual esposa Nicole, glamurosa pareja que ha alquilado una villa en la Costa Azul. Ricos y triunfadores, los falsos cimientos de un matrimonio empiezan a resquebrajarse cuando admiten en el grupo a una actriz llamada Rosemary Hoyt. Es el principio del fin. Los celos descubrirán la verdad sobre los Diver. Ella es una rica heredera enamorada locamente de su marido y confesor; él es un psiquiatra con deseos de triunfar. Pero el idealismo va desapareciendo y poco a poco van sumergiéndose en la vida extravagante y superficial. Si bien Dick utiliza la frágil psicología de Nicole para escalar socialmente, al final será él el gran perdedor. La caída de Dick Diver en el alcoholismo y la autodestrucción por haberse quedado allí, en el primer acto de la vida, narcotizado por el opio del lujo, irá en paralelo al resurgimiento de Nicole. Como la propia existencia de los Fitzgerald. El escritor murió en Hollywood en 1940, alcoholizado y malviviendo como guionista fracasado dejando como legado sus novelas y un estilo literario que sería adoptado por muchos de los autores que le siguieron.
Sobre Francosi Sagan y Buenos días, tristeza dice:
Es probable que sin la novela de McCullers Frankie y la boda (1946), la francesa Françoise Sagan no hubiese escrito en 1954 Buenos días tristeza con dieciocho años. El amor de Cécile por su padre Raimond hará de ella una Electra de la Francia de los cincuenta y sus sentimientos conducirán al drama más rotundo. Sagan triunfó con esa novela triste, acorde con los pensamientos de esa niña bien y despreocupada que terminará transformándose en el más melancólico de los verdugos. Huérfana de madre, tras estar interna varios años, Cecile descubre los placeres de la vida y el lujo en el París del flash y lahautecouture o bajo la suave luz de la Costa Azul. Idolatra asu padre, su mentor y su príncipe, pero la aparición de Anne, mujer equilibrada y recta, y el anuncio de la inminente boda con Raimond, hacen que los sentimientos de Cécile bailen serenamente entre el amor y el odio por su futura madrastra. Admira a Anne, pero deberá destruirla para recuperar una dolce vita en la que ella dominaba el mundoasu antojoyenel que era el centro de las atenciones de su padre. Aunque, como cabía esperar, los planes fallan y Cécile abandonará para siempre la dulce adolescencia cuando Anne y Raimond terminan dentro de un coche en el fondo de un acantilado. No hay mejor remordimiento literario que el que se torna tristeza.
También comenta la novela de James Salter Años luz:
De la misma generación que Yates, James Salter escribió también una novela fantástica que versaba sobre la disolución de una familia en apariencia sin fisuras. Años luz es la crónica de veinte años de vida en común de Nedra y Viri Berland, acomodado matrimonio que habita en el valle del Hudson. Influenciado por la prosa de Hemingway, Miller y Gide, Salter cuenta, con una prosa lúcida, cómo va pudriéndose la idílica unión de los Berland sin que ellos se den cuenta de la gangrena. Sin sobresaltos, sin culpabilidades, los Berland pasan de la alegría a la desilusión, y de la desilusión a una invisibilidad con una sola salida de emergencia: el adulterio y el divorcio. La prematura muerte de Nedra sumirá a Viri en la derrota: el hastío venció las expectativas de un matrimonio cuyas ambiciones estaban, al final, separadas a años luz. Una historia, la de los Berland, con claras similitudes a la de Salter, como quedó reflejado en las magníficas memorias del escritor tituladas Burning the days. El amor, al fin y al cabo, puede descubrir los páramos más oscuros de nuestro carácter.
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