La era anti-Salinger
Me parece muy pertinente el artículo que Edmundo Paz Soldán ha publicado en Babelia, ante tanto malosentendidos por culpa de las fotografías de los escritores (Mordzinski tiene la culpa) y encuentros literarios, mientras que los románticos lectores buscan que todos se conviertan en Salinger y se encierren en su casa en New Hampshire, donde reciben chicas de 16 años para seducirlas con frases budistas como aquello del sonido de una palmada. Ya lo anticipé al hablar de Abraham Valdelomar en La disciplina de la vanidad (libro que Edmundo no ha leído porque se quedó pegado con el snob El viaje interior): el escritor debe ofrecer su cuerpo, su personalidad, como un escudo para defender su obra. Dice Edmundo:
Durante un buen tiempo, yo pensé que el fenómeno de la proliferación de festivales y ferias del libro se debía sobre todo a un tema de gestión de la cultura: las ciudades -las grandes, las medianas, las pequeñas— necesitan una amplia oferta cultural, y una de las cosas de más amplia difusión e impacto resulta ser el festival de literatura. En mis momentos más optimistas, también creí que se podía tratar de un resurgimiento del interés en la literatura. El libro vuelve a ocupar un lugar privilegiado, me dije; con la romántica recuperación de su aura, todos quieren tener un escritor a mano. Esos factores sólo explican una parte del fenómeno. Ahora creo que la cosa es más compleja, y no tan optimista. El exceso de festivales, de ferias de libro y de congresos, se debe principalmente a una conjunción de ansiedades. Por un lado, en una ecología de medios inundada de ofertas, las editoriales deben luchar para hacerse de un espacio, y los deseos de promocionar a sus autores van de la mano con el interés genuino de los promotores culturales para dar relevancia al libro. Por otro lado, hay una creciente sensación de que la palabra escrita ya no es suficiente. Ésta necesita que la acompañe la figura del autor, la lectura de un texto en voz alta, la performance. Hay una respuesta para la aguda pregunta de Bellatin ("¿por qué ponen tanto el cuerpo?"): a pesar del star system que los acompaña estos días, los escritores saben que se sostienen en un lugar muy precario. Si los vemos por todas partes, debemos preocuparnos: significa que una nueva fe ha tomado los templos, y que el autor, con el fervor de los cruzados, ha salido a defender la novela, la poesía, el ensayo.
Bellatin, por cierto, es el maestro. Cuando no habla de sí mismo, se dedica a hablar de las vidas imaginarias de artistas o escritores que son, finalmente, él mismo siempre. También recuerdo que, hace años, en un encuentro de escritores peruanos, a Alonso Cueto se le acusó de "conchudo" y "egocéntrico" porque en vez de hablar de algún escritor desconocido que se supone que es genio en su barrio, se puso a dar as claves que explicaban La hora azul que acababa de ganar el Herralde. Sin embargo, fue una de las exposiciones más lúcidas que he oído y cuando un escritor nos ayuda a entender su propio libro, solo nos queda agradecer.
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Por regla general, mientras más extremo es el texto, más extrema es la explicación o defensa. Un texto como "La Hora Azul" puede ser explicado por el autor en una sesión, pero para cosas como "La invención de Morel" existe, por ejemplo, una edición del Grupo Anaya que incluye un análisis morfosintáctico, semántico y retórico que parece, carajo, la Breve Historia del Tiempo de Hawkins. Pienso que algunas cosas deberían dejarlas así, sin explicaciones, es parte de la magia. Será por eso nunca quise escuchar a nadie explicándome el final de 2001: A Space Oddysey, de Kubrick.
8:06 a. m.
Bueno, para un SUBNORMAL una hora es mas que suficiente para entender la novela de alonso cueto. Pero para un buen lector, es muy insuficiente
saludos
i.
11:48 a. m.
Con esto, Iván, demuestras que el ecuatoriano Douglas Coronel tiene razón al tildarte precisamente de SUBNORMAL. Sigue reventándole cohetes a tu papacito, por no decir que le haces otra cosa.
Saludos para ti también y para toda la mafia.
12:53 p. m.
Para que lo disfrutes, el artículo en mención.
http://memoriafutura.net/temas/notas
Necesitamos más gente como Iván Thays.
Como todo el mundo sabe, Iván Thays es un subnormal. Sin embargo, afirmo que la blogósfera necesita más gente como él. Porque hay que reconocerle al tipo el vasto talento para copiar y pegar noticias literarias. Pocas se le escapan, a Iván. Además si usted tiene, como yo, la urgente necesidad de saber qué pelagato ganó el premio literario Antón Pirulero este año, no tiene más que dirigirse a la página del susodicho y ¡zas! lo encuentra en primera plana. Junto con el respectivo chupado de medias, un ingrediente que nunca debe faltar y que, de hecho, nunca falta, pues Thays jamás dejó de chuparle las medias a alguien que le podría hacer un favor. Tipo inteligente, a pesar de, como dije, subnormal.
Me mueve una profunda envidia, lo confieso. Reconozco que a mi sitio no lo visitan ni almas en pena. Diablos, ni siquiera yo lo visito. A lo mucho recibo un par de insultos de vez en cuando, ay de mí.Y quienes me visitan lo hacen por equivocación, las más de las veces, luego de escribir una frase del tipo “chullita quiteña follada” o algo por el estilo, en sus oráculos virtuales. El blog de Iván, en cambio, es parada obligatoria para todo el que quiera empaparse de noticias literarias. A Andrés Neumann se le cayó la baba en Chile. A Jorge Volpi, luego de deshacerse de sus horrosos sacos, le creció la melena y le salieron pectorales. Jaime Bayly besó a un guapo presentador de noticias y se convirtió en príncipe azul. Vargas Llosa se tiró un pedo en Caracas. Y mató cien vacas. Etc. Todo el mundo sabe que es imposible vivir sin noticas de la farándula literaria. Son el equivalente a las andanzas sexuales de las celebridades.
El misterio claro está, es qué piensa Thays, si es que alguna vez se le ocurre hacerlo. Porque su bló, a pesar de estar lleno de todas esas interesantes noticias, pocas veces nos presenta la opinión del autor. Excepto, por supuesto, para recalcar cuánto él adora a sus amiguitos. Especialmente aquellos que son jueces de certámenes literarios. Pero cada quien con sus preferencias sexuales.
El caso es que Thays siempre se reserva su opinión para sí mismo. ¿Será que no piensa? Me pregunto a veces. Luego reflexiono. No, no es que no piense. A lo mejor lo hace, quién sabe.O no, en el mejor de los casos. La cuestión es que a nadie le importan las opiniones de un subnormal como Thays. O como usted. O como yo. Y en ello, en darse cuenta de aquel hecho, reside el genio de Iván Thays.
Por ello es que necesitamos más Thayses y, seamos honestos, muchos menos tipos como usted.
Te veré en el infierno, payaso.
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