El otro sueco
Ayer, por equivocación, en una nota sobre Stieg Larsson puse que el "sueco" que prefería por encima de los demás era Peter Stamm. Y dos lectores me hicieron recordar, de inmediato, que Stamm es suizo. ¿Cómo pude confundirme? ¡Sus camisetas son absolutamente distintas en los mundiales! En fin, lo cierto es que sí hay otro sueco además de Larsson dando vueltas por las librerías de España y se trata de Henning Mankell, autor también de policiales, quien ha decidido vivir seis meses del año en Mozambique, ni más ni menos. Acaba de publicar en castellano El Chino (Tusquets) y aparece entrevistado en Babelia.
Seguramente El chino sea su novela más global; los personajes se mueven por tres continentes, pero parte de la obra transcurre en la Suecia que se desvanece con el nuevo milenio, plagada de granjas casi desiertas y pueblos aislados, un tipo de sociedad que Mankell conoce bien. Nació en Estocolmo, pero desde pequeño vivió en pequeñas aldeas en el norte del país en las que su padre ejercía como juez. Abandonados por su madre, él y sus hermanos fueron criados por su abuela, la persona que incitó desde bien pequeño a Mankell a escribir y a leer. Cuando recuerda el pasado y la aldea en la que creció y se contempla en Maputo no puede evitar cierta nostalgia y un golpe de vértigo: "¡Vaya viaje!", dice con la mirada perdida. "La decisión de quedarme a vivir en África la tomé ¡en Salamanca!", en el curso de un viaje en coche desde Suecia hasta Portugal donde debía embarcar rumbo a Maputo. Alquiló una habitación en un hotel de carretera, pero el ruido de las cañerías y el tráfico no le dejaron conciliar el sueño. "Pasé la noche en vela dando vueltas a una idea y nunca me he arrepentido. Pasar seis meses en Europa y seis en África me ayuda a mantener la perspectiva". Además de sus carreteras y hoteles inolvidables, de España le gusta Goya. Cada dos años como máximo regresa al Museo del Prado de Madrid para rendirse ante sus cuadros. "Es el mejor contador de historias que conozco" declaró. El inevitable paso del tiempo en una mujer que no se atreve a preguntarse qué ha sido de su vida y el recuerdo de su pasado como militante maoísta en los años sesenta le sirven en esta ocasión como marco argumental, pero Mankell niega cualquier proximidad ideológica con ese personaje. Nunca militó en la extrema izquierda ni en los grupos cercanos al partido comunista. "Siempre fui libre con respecto a los partidos", aunque cuando contaba 20 años apoyó las protestas contra la guerra de Vietnam. "Todavía tengo alguna marca", añade señalando en algún punto de su cabeza la cicatriz que oculta su blanca caballera. Se trata de una herida de guerra, recuerdo de la policía francesa cuando corría por las adoquinadas calles de París, en pleno Mayo del 68. Entonces y ahora, la cuestión básica en la que basa su militancia personal se llama solidaridad. "Sin ella es difícil crear una sociedad justa". Para explicarlo recurre a una historia que les suele contar a los jóvenes: "Imagina que te encuentras en casa viendo televisión y en un momento dado escuchas que alguien grita en la calle pidiendo socorro. Tienes dos opciones: subir el volumen o bajar a la acera y tratar de ayudar. La solidaridad pesa más que las ideologías. Muchas personas creen que esa fraternidad se identifica con un tipo de emoción, y es verdad, pero también es algo racional que tiene que ver con la inteligencia; si quiero que mis hijos tengan un mejor futuro, debo procurar que los otros también lo alcancen".
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Lindo el final...
1:06 a. m.
Efectivamente, Mankell era el otro sueco. Desde la semana pasada la BBC esta trasmitiendo Wallander. Una serie (3 capitulos) basada en las novelas de Henning Mankell y que tiene a Kenneth Branagh, personificando a Kurt Wallander (excelente!). Branagh se reclama fan de Mankell.
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