Dennis Johnson en castellano
Cuando llegué a Barcelona, busqué afanosamente la novela de Denis Johnson traducida literalmente como Árbol de humo por Mondadori, pero aún no la habían repartido a librerías. Sin embargo, sí a los periodistas. Marcos Giralt Torrente, por ejemplo, tenía un ejemplar en sus manos y lo estaba leyendo. Ha dejado un comentario al respecto en "Babelia". Seguro si iba a Madrid, mi querido hermano Marcos, a quien siempre consideraré mi alma gemela literaria, me regalaba el libro además de su compañía. Pero no fui. Pero después de leer esta reseña que da en el blanco de lo que siempre pensé de Johnson, empiezo a exigir a gritos que alguien viaje a España para que me la mande.
Estamos ante un libro desmesurado por su ambición y desmesurado por el riesgo asumido. ¿Qué otra cosa puede decirse de una novela que pretende arrojar luz sobre un asunto de trascendencia histórica tan tratado como la Guerra de Vietnam, y hacerlo sin ninguna concesión estilística, argumental ni ideológica? La senda elegida por Johnson tiene poco que ver con cualquier idea preconcebida. No hace una obra pacifista, que se limite a execrar la guerra y el intervencionismo imperialista de su país; no hace, por supuesto, una obra patriótica que intente salvar ese desastre que fue Vietnam; ni hace tampoco un neutro retrato de costumbres de la vida de quienes allí lucharon. Johnson está más interesado en el destino individual que en el colectivo y su envite tiene más que ver con las preocupaciones presentes en su obra anterior que con un alegato político. Utiliza la guerra (una guerra, como ésa, nada heroica) a la manera de un escenario extremo donde plasmar su visión del hombre. En la medida en la que dicha visión sirve para entender lo inexplicable, el despropósito, por ejemplo, de mentes en principio bien amuebladas que contribuyeron a la infamia, o los excesos cometidos por soldados antes inocentes reconvertidos en criminales, Árbol de humo es también una obra acerca de la Guerra de Vietnam. Pero lo primordial, repetimos, es la idea del hombre que trasciende de ella. (...) Los personajes de Johnson sufren atrozmente porque han sido derrotados o se han vuelto locos o están enfermos o han tenido una pérdida insoportable, pero es de esa experiencia límite de donde surge su redención. No porque se arrepientan, no porque rectifiquen, sino mediante una especie de afirmación nietzcheana de la voluntad, de perseverancia en la raíz de su propio dolor, que, cuando han tocado fondo, acaba otorgándoles, a través de una revelación o epifanía de carácter casi religioso, la capacidad de ver más allá de sí, de elevarse por encima de su condición. Un viaje de esas características definía tanto a los perdedores del espléndido Hijo de Jesús como al doliente profesor de El nombre del mundo, y un viaje así es el que emprenden los atribulados militares de Árbol de humo. (...)
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Interesantes palabras...
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