Cueto sobre Conrad
Alonso Cueto ha celebrado los 150 años de Joseph Conrad con un artículo en el suplemento mexicano "Confabulario". El "eterno extranjero", el solitario, así lo califica. Un artículo imperdible, lleno de anécdotas, para absoluto disfrute de los que admiramos al escritor polaco (a contrapelo de lo que quisiera nuestro padre Nabokov, el cascarrabias, quien lo menospreciaba).
Dice Alonso: "Aún hoy, quizá Conrad tendría motivos para no sentirse del todo aceptado por los ingleses. No es de extrañar que el 150 aniversario de su nacimiento (el último tres de diciembre) haya pasado casi inadvertido. Una nota del diario The Independent hace notar que el único indicio que queda de la vida de Conrad en Londres (donde vivió durante largas temporadas) es una placa azul en Pimlico, en un edificio donde compartió un cuarto con varios otros huéspedes. Hay otra pequeña placa en Kent, donde vivió con su familia. Con ocasión de este aniversario, la Sociedad Conrad solicitó que el Servicio Postal hiciera un retrato del escritor, pero la petición cayó en saco roto. Y sin embargo, en una ocasión, Conrad le dijo a un amigo inglés, “Soy más inglés que tú, porque yo elegí serlo”. En realidad, Conrad no era un inglés ni un polaco ni un europeo ni un extranjero sino todo aquello junto. Hijo del nacionalista polaco Apollo Korzeniowski, a los cinco años (en 1862) acompaña a su padre y al resto de la familia a una prisión rusa, en Siberia, un castigo por sus actividades políticas. Poco después su madre muere de tuberculosis y cuando Conrad tiene apenas doce años, ve morir a su padre, que es enterrado en Cracovia. Huérfano de padre y madre, al cuidado de su tío Tadeo, en 1874, a los dieciséis años, abandona Polonia para ir a Marsella, donde iniciará su vida en la marina mercante. Para entonces, aunque era un muchacho, su vida había estado tan llena de eventos que tenía la experiencia de un adulto. Al subir al tren que lo exiliaba de Polonia, sintió que “se subía a un sueño”.
La soledad de sus personajes no sólo reproduce la de su vida sino de sus opciones como escritor. En el prólogo a El negro del Narciso , uno de los textos más emocionantes que se han escrito sobre el arte de escribir, Conrad rechaza todas las escuelas y define la escritura como la “tentativa de un espíritu individual para hacer justicia, lo mejor que se pueda, al universo visible”. En este mismo texto afirma que “todo arte debe dirigirse en primer término al universo de los sentidos” y resalta que la primera función de un texto narrativo es “hacer ver” este “fragmento de vida”. Sin embargo, Conrad evidentemente no es un escritor realista. En sus obras, con frecuencia sentimos que entramos en un universo de sueños y de pesadillas. La realidad tangible de estos escenarios funciona como punto de partida para la exploración de una metafísica. Sombras, rumores, visiones borrosas pueblan sus visiones nocturnas. No en balde puso en el inicio de “Un náufrago en las islas”, la frase de Calderón: “La vida es sueño”. En sus cartas, confesaba que le interesaba contestar de alguna manera a la pregunta de qué es lo que hace que los seres humanos continúen con sus vidas, al margen de las leyes morales o de los principios legales. La respuesta, creo, es el apego a la realidad que los hombres comparten. Para Conrad, la realidad era un espacio infinito de exploración, un universo místico, inesperado, lleno de aventuras, capaz de producir la mayor variedad de registros. Ese apego a la aventura, a la exploración y al redescubrimiento de la realidad sostiene a sus héroes. Nunca quiso entender sino ser plenamente consciente de la vida de sus personajes y de la suya propia. La frase de Linda Viola a Nostromo en el final de la novela, lo expresa: “No lo puedo entender. Pero nunca te olvidaré. Nunca.”
Etiquetas: alonso cueto, conrad, inglaterra, NOTICIA, polonia
hola Iván, me parece que lo mismo publicó Cueto en el Dominical este domingo, vaya coincidencia!
9:56 a. m.
Es el mismo artículo, pero la versión de EL DOMINICAL es una versión reducida
saludos
IVAN
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