MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

El Atlas Mailer

Norman Mailer. Foto: Steve Pyke. Fuente: pyke-eye

Y continuando con los homenajes a Norma Mailer, no quiero dejar de citar el extraordinario Atlas que le dedica el suplemento Radar de Página12. Aparecen ahí una serie de tópicos del autor explocados por él mismo. Además, una serie de comentarios sobre el impacto de conocerlo realizado por personalidades mediáticas como Marlon Brando y, por supuesto, escritores como John Updike, Alberto Moravia o Arthur Miller. Y, por si fuera poco, un top 5 de lo Imperdible del escritor norteamericano.

Por otra parte, les recomiendo también la reseña que JM Coetzee hizo para el New York Review of Books sobre la última novela de Mailer. Una reseña genial -¿acaso hay que subrayarlo?- que a diferencia de las mayorías de reseñas, no está dirigida a probables compradores sino a lectores. Enormísima diferencia. La reproduce el suplemento Confabulario de México.

Algunas entradas del Atlas americano:

La novela: El propósito último del arte es intensificar y exacerbar la conciencia moral de la gente. Pienso, en particular, que la novela es, cuando es buena, la forma más moral de las artes, porque es la más inmediata, la más insoportable, si usted quiere. La más inescapable. La novela nos cambia la vida. Ha habido, por ejemplo, matrimonios disueltos porque alguno de los dos leyó una novela y llegó a la conclusión de que la vida del personaje del libro era más interesante que la suya propia. Es doloroso leer una buena novela. Por eso hay pocos que lo hagan.

El público: Creo escribir para un público que carece de tradición para medir su experiencia, pero posee la intensidad y claridad de su propia vida interior. Para ese público me gustaría ser lo suficientemente bueno como escritor.

Hemingway: Parece más o menos evidente que los hombres que han convivido mucho con la violencia suelen ser más amables y más tolerantes que los que la aborrecen. Los boxeadores, los toreros, gran cantidad de soldados, los héroes de Hemingway en suma, casi siempre son hombres muy amables. Y no porque hayan leído a Hemingway. Eran amables mucho antes de que naciera Hemingway. Sucede que éste fue el primer escritor que observó esa repetición y la respetó profundamente.

Orgasmo: No existe sexo en gran escala si no se atraviesa un momento apocalíptico. Williams Burroughs cambió el curso de la literatura norteamericana con una sola frase. Dijo: “Vi a Dios en mi ano durante el relámpago de la lámpara del flash del orgasmo”. (Es la primera frase de El almuerzo desnudo). Se trata de una frase increíble: surgió a finales de la época de Eisenhower, se imprimió cerca de 1959 en el Big Table de Chicago. Recuerdo que la leí y pensé: “No puedo creer que acabo de leer esas palabras.” No sé decirle la cantidad de tabúes que violaban. En primer lugar, no se suponía que se podía conectar a Dios con el sexo. En segundo lugar, nunca se hablaba del ano y evidentemente no en relación con el sexo. Y si lo hacías, eras la forma más baja del pervertido. En tercer lugar, la observación era obviamente homosexual. En esos días no había costumbre de ver tales cosas impresas. Y en cuarto lugar, había allí un feo matiz tecnológico: ¿por qué tuvo que incorporar una lámpara de flash? ¿De qué naturaleza era ese orgasmo? Por primera vez alguien hablaba de la naturaleza interior del orgasmo.

TV: La televisión adultera las relaciones humanas. La TV hace a las relaciones humanas lo que los alimentos congelados hacen a los verdaderos.

Borges: Está bien, era un conservador, pero... No soporto pensar en un escritor en términos políticos. Y menos en primer lugar. Es lo mismo que pensar en alguien y empezar por el ano. Borges tiene la mágica habilidad de tomar una anécdota e invertirla por completo. Muchas veces he pensado que Borges hace en cinco páginas lo que a Pynchon le cuesta quinientas. Borges nos muestra los recursos de la novela. Es el mago de los magos.

Garcia Márquez: Es maravilloso. En Cien años de soledad creó cientos de mundos, no uno solo. No sé cómo es capaz de hacerlo. La gente aparece en sus libros... En diez páginas crea una familia que tiene dieciocho hijos durante diez años, y uno conoce a cada uno de los hijos y todos los acontecimientos que les sucedieron en la vida.

Liberalismo: A los liberales no les gusta creer en el vasto poder del inconsciente, en la malignidad del verdadero asesino que reside dentro de la gente más ordinaria. Confundir la superficie con la realidad es el reflejo básico del liberal. En efecto, los liberales se lo pasan diciendo: “No veo a Dios, ¿por qué suponer entonces que existe?” De aquí proviene, me parece, su actual bancarrota. El liberalismo no tiene nada incitador ni excitante que proponer. Creo que este fracaso se origina en su incapacidad de encarar el asunto más temible del siglo XX, que no es el comunismo, sino el nazismo. No ha podido ni siquiera acercarse a la comprensión de ese increíble fenómeno que se apoderó del país, de la gente más decente, trabajadora y limpia del mundo, el fenómeno increíble de un fascismo que fue mucho más allá de los límites normales del totalitarismo y provocó el más extraordinario y despreciable exterminio de enormes cantidades de gente. Y esto surgió de una nación que siempre respetó tremendamente la ley. El inconsciente es, en verdad, un lugar inmundo. Los liberales, que son incapaces de integrar este pensamiento dentro de su filosofía, saludaron obviamente muy felices esa frase de Hannah Arendt. Pero creo que hablar de la banalidad del mal nos empuja precisamente en la dirección equivocada.

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