Lo que trae Fráncfort
Peter Mayer fue editor de Penguin y actualmente es responsable de The Overlook Press. Ha participado durante 40 años en la Feria de Fráncfort y este año también se presentó. En medio de todos los líos sobre la cultura catalana, es bueno salir un poco del embrollo y recordar la importancia que tiene para la literatura mundial Fráncfort. Y en especial para países como los latinoamericanos, así como países africanos o asiáticos en vías de desarrollo, y sus autores que encuentran (o deberían encontrar, más bien, pero le resulta difícil) en Fráncfort un mínimo resquicio para tener una oportunidad.
Y ya que hablamos de ediciones (y editores) y compras de derechos para el mercado internacional, les recomiendo que lean con atención este artículo de Boyd Tonkin en The Independent. Crisis por todos lados.
Dice Mayer: "Hay que decir que la introducción de temas en la feria se hizo, en parte, para contrarrestar el avance hacia la comercialización de la muestra; la primera feria temática fue la de 1976 (literatura latinoamericana), en la que se dedicó gran atención a Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Desde entonces, en todas sus ediciones -salvo alguna excepción-, la feria ha destacado una región o un tema no regional, que centra la atención de todos y, fundamentalmente, de los medios alemanes especializados. Este año es Cataluña, una región de la geografía política de España. Los temas han contribuido a impulsar aún más el carácter internacional de la feria. En realidad, ésta sólo fue exclusivamente alemana un año, en 1949. Cinco años después ya había más participantes internacionales que alemanes (hoy es la feria de Leipzig la que permanece exclusivamente dedicada a lo alemán). Desde mi punto de vista personal la feria, dado el mundo en el que vivimos, representa una mezcla razonable de comercio y cultura, que otorga cada vez menos importancia -por el desarrollo de las tecnologías de impresión- a las coproducciones de libros visuales. En los libros no visuales existe cada vez menos interés por las obras procedentes de Estados Unidos y más por compartir con otros países nuestras respectivas culturas. El papel de Estados Unidos es peculiar. Su enorme poder mediático hace que menos del 5% de los títulos publicados proceda de países de habla no inglesa. Esta vergonzosa paradoja se da en todo el mundo anglosajón: por ejemplo, el Reino Unido, cuyos medios tienen mucha menos influencia, no parece estar tampoco muy interesado por la literatura extranjera. A pesar de esa anomalía y otras semejantes, la Feria de Francfort, en la ciudad natal de Goethe -el alemán más universal-, sigue siendo una feria comercial que conmemora la diversidad de los componentes culturales de las distintas naciones y regiones del mundo. Ahora bien, algunos podrían criticarla alegando que la mano de los grandes conglomerados empresariales y la tendencia a publicar con la vista puesta en los beneficios (en vez de la diversidad que sería de esperar) han reducido esa variedad que parecía posible. Es verdad que cada vez se publican más libros en todo el mundo, pero cada libro vende menos, y los éxitos de ventas venden mucho más que antes. ¿Acaso el triunfo el hombre corriente presagia el fin de la diversidad? En otras palabras, la feria es una representación auténtica de lo que ocurre en el mundo editorial en general, y tanto Sigfred Tauber como Peter Weidhaas, y hoy Juergen Boos, han introducido esos cambios con el crecimiento físico y la adaptación de las infraestructuras de la feria, en un intento de ofrecer antídotos contra los problemas que, decenio tras decenio, siguen apareciendo.
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