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El Hablador 17, Ribeyro

Julio Ramón Ribeyro. Serigrafía: Cecilia Podestá. Fuente: elmisteriodelaluz

El número 17 de la revista virtual El Hablador está en la red. Como siempre, aparecen las secciones de reseñas, de artículos críticos, de entrevistas, de debate, de ficción (poesía y cuento). De lo más destacable: la entrevista a Miguel Mota, uno de los responsable de los festejos por el centenario de Malcolm Lowry; también entrevistan a Rafael Cadenas, poeta venezolano ganador del Premio FIL 2009; el encuentro entre un gruppie colombiano y Pedro Lemebel; y un homenaje a Julio Ramón Ribeyro organizado por Christian Elguera, donde se le plantea una serie de preguntas a varios escritores (entre ellos Enrique Vila Matas, Alejandro Zambra y Carlos Calderón Fajardo) sobre la vigencia de Julio Ramón Ribeyro. Una coincidencia, pero también un justo desagravio contra el gran narrador peruano, atacado en un extraño homenaje por autores que, desde luego, no pueden compararse con los antes mencionados. Les dejo algunas respuestas de estos autores sobre Ribeyro:

sobre la vigencia de JRR:

Enrique Vila Matas: No estaba la obra tan vigente cuando Ribeyro vivía. Quiero decir que es ahora cuando más concuerda la obra de Ribeyro con el espíritu del tiempo. Apostó por un tipo de literatura que entonces aún no era plenamente bien vista en los ambientes literarios latinoamericanos: cuentista que mezclaba a Maupassant con Kafka; ensayista que –quizás arriesgo al decirlo– hacía autoficción. Mejor será decir autobiografía, en el sentido de que construía literariamente su diario, su vida. Es cierto que no fingía, pero construía sus verdades para el diario literario. Él mismo lo dice en La tentación del fracaso: "Literatura es afectación". Y explica que quien ha escogido para expresarse la literatura, y no la palabra (que es un medio natural) debe obedecer a las reglas del juego. De ahí que toda tentativa para parecer no ser afectado –lenguaje coloquial, monólogo interior- acabe convirtiéndose en una afección aún mayor. Era pues afectado. Y creo, además, que era más moderno de lo que supieron ver sus contemporáneos.

Carlos Calderon Fajardo: Porque el nunca escribió un cuento pensando que lo hacía en función a una época determinada, es decir, nunca se preocupó por pensar que sus libros estuvieran a tono con la moda o con los últimos experimentos narrativos. Por ejemplo, él estaba en Francia en pleno apogeo de la nueva novela francesa o de las novelas de Beckett, que seguía con mucho interés, pero a las cuales no les prestaba ninguna atención en el momento de escribir sus libros. A él le interesaba mucho más, o le bastaba, el mismo lo decía, “me basta Maupassant, Chejov y unas cuantas gotitas de Kafka”. El escribía en función de cosas que el tenía que decir. Por ejemplo, yo le observé que el cuarto tomo de la palabra del mudo me parecía no era del mismo nivel de los libros anteriores, y como tenía cierta confianza con él le dije, un poco atrevidamente, que de repente no publicase ese cuarto tomo, y el me respondió que no podía porque en ese tomo estaban los cuentos sobre su barrio, el de Santa Cruz, “Los relatos santacrucinos”. Decía que debían publicarse porque tenía que dejar constancia de ese lugar, que si no los publicaba ese tema iba a quedar en el olvido. Es decir, ese tipo de cosas era lo que lo preocupaba más que pensar si estaba al tono de los tiempos. Pensaba que la literatura era anacrónica, por eso no se preocupaba mayormente por experimentaciones de estilo, y escribía con un lenguaje muy posicional para decir lo que quería decir.

Alejandro Zambra: Porque tiene y tendrá lectores. Porque nadie escribe como escribía él. Hay algunos que escriben mejor, pero nadie escribe como escribía él.

principal aporte de su obra:

Enrique Vila Matas: Introdujo al héroe solitario, aislado, al hombre que se asoma a una realidad que le resulta extraña y totalmente insoportable. Pero su principal aporte está todavía por ver. El tiempo lo dirá. Lo que está claro es que era, por ejemplo, un cuentista formidable. Sin ir más lejos: de la misma categoría que John Cheever, lo que ya es decir.

Carlos Calderon Fajardo: Es difícil de poderlo responder, él nunca se preocupó porque su literatura fuese conocida o ampliamente conocida. Recuerdo la anécdota con Feltrinelli, el editor más importante de Italia. Bryce consiguió que Feltrinelli visitara la casa de Ribeyro para conversar sobre las posibilidades de la traducción de su obra al italiano. Alina Cordero, la esposa de Julio Ramón, organizo una comida en la casa para la una de la tarde, pero ya eran como las tres y Ribeyro no llegaba, entonces Feltrinelli dijo que se tenía que ir y se retiró. Lo que realmente ocurrió fue que Julio Ramón estaba en el bar de la esquina, viendo que este editor se fuera para regresar a su casa. No le habría importado o sería timidez, pero en ese momento se había perdido la oportunidad de que Ribeyro fuera conocido en Italia. Ahora, él probablemente no hubiera sido conocido en América Latina como lo es ahora si no hubiera sido por Alfredo Bryce. Él se preocupó mucho porque fuera publicado por Seix Barral, pero Julio Ramón nunca hizo ningún esfuerzo, nunca. Además, como él no apareció cuando debió haber aparecido, cuando posteriormente fue ya leído en el mundo de habla hispana, habían pasado el boom, Rulfo, Onetti, y una serie de grandes cuentistas latinoamericanos, y su obra no fue justipreciada como un aporte para la literatura latinoamericana.

Alejandro Zambra: Diez o veinte cuentos magistrales.


cuál es el mejor Ribeyro:

Enrique Vila Matas: Es una injusticia que a un escritor que creó un estilo propio queramos verlo por separado. El de los diarios está muy conectado al fragmentario, y el fragmentario está conectado al escritor que aspira a la totalidad, que es el del excepcional texto dedicado a su biografía de fumador.

Carlos Calderon Fajardo: Ribeyro tenía una virtud que pocas personas tienen, que la tienen por ejemplo Hinostroza, Cisneros en poesía, la tenía Tolstoi, y era que todo lo que escribía era casi todo bueno, o lo poco que no es muy bueno es bastante bueno. Donde más bien sí flaquea un poco es en novela, aunque eso también es discutible. Por ejemplo, hay gente que piensa que Los geniecillos dominicales ha sido mal valorada, pero donde hay un absoluto acuerdo es que Crónicas de San Gabriel es una gran novela, que debería ser más estudiada, y que fue publicada antes de La ciudad y los perros. Es decir, La ciudad y los perros no fue la primera gran novela moderna, claro ya estaba Arguedas obviamente, pero entre Arguedas y Vargas Llosa está esa novela de Ribeyro. Ahora, la vertiente fantástica es excelente, la urbana también. En los diarios habría que ver la obra completa, porque faltan, creo, uno o dos tomos por publicar; lo que hay me aparece interesante porque Julio Ramón introduce dentro de la narrativa peruana la dimensión de la intimidad, el diario como género que antes no había existido; claro que antes han habido algunos diarios en nuestra literatura, como el de Juan de Arona, pero no con la calidad de Ribeyro, quien da un salto cualitativo, es decir, el escritor deja de ser un testigo de la vida social para ser un testigo de su vida íntima. Él también apreciaba la crítica, allí está La caza sutil; creía además que en Prosas apátridas y Dichos de Luder estaba concentrado su máximo aporte, pero yo creo que su máximo aporte es el cuento.

Alejandro Zambra: No sé, me cuesta decidirlo. Entré a Ribeyro por La tentación del fracaso y Prosas apátridas y me gustan esas bellas cartas que escribía a su hermano, pero en su obra de ficción hay momentos buenísimos también.

imagen del autor:

Enrique Vila Matas: No creo que construyera conscientemente una imagen de sí mismo, porque se buscaba a sí mismo. Pero involuntariamente fue creando la imagen de alguien distinto a lo que él llamaba “los nuevos ricos” de la literatura latinoamericana. Creó, sin quererlo, la imagen de un autor peruano que oponía al esplendor de los triunfadores la crónica mínima e intensa de los hechos comunes y pequeños que vivía un escritor triste en París, en el fondo siempre en el Perú que no había podido jamás dejar.

Carlos Calderon Fajardo: Yo creo que él era escéptico en relación con unas cosas, pero no con otras. Y esto por una razón fundamental: Una persona que escribió los cuentos que escribió, con una gran humanidad, difícilmente pudo haber sido ser escéptica en su relación con la vida; de ser así, sus cuentos hubieran sido terribles, retorcidos, negativos. Es cierto que el personaje principal de sus cuentos es el fracasado, pero desde una mirada comprensiva. Pero tal vez tenía un cierto escepticismo sobre las relaciones humanas, aunque parezca mentira. Sobre la vida en general parecía que no tenia escepticismo, pero sobre las relaciones humanas sí. Hay una famosa frase de él que dice: “Cada vez me convenzo mas de lo mezquino, lo cruel, del ser humano”. Sobre todo, era relativamente escéptico en relación con el Perú. Sería motivo de estudiar si esa frase de Vargas Llosa, “¿En que momento se jodió el Perú?”, no estaría implícita en todos los cuentos de Ribeyro: “¿En que momento fracasó el Perú?” Y él era escéptico en la posibilidad de que ningún tipo de gobierno político, ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro, ni ninguno de los presidentes que hubo ni los que podían venir, podrían solucionar el problema del país. Tampoco era una persona que no gustase de la vida. Le gustaba comer, tomar, fumar, platicar, los amigos. No era ni como Cioran o como Onetti que se encerraban, todo lo contrario, era una persona muy sociable, pero seleccionaba mucho a las personas con las que se relacionaba. Era, además, muy gracioso, con un humor negro terrible. Gozaba mucho de la vida. Le gustaba la playa, nadar, beber buen vino, los cigarrillos. Era una persona que le daba mucha importancia a la cortesía, a las maneras, al trato. Le molestaba mucho la grosería, el mal comportamiento, era delicado en su trato, tal vez por cuestiones familiares, sociales. Era, por decirlo de alguna manera, un aristócrata del espíritu, de gustos refinados: la música, la pintura. Sobre su diario, el título siempre me fue enigmático, porque el título debería haber sido, lógicamente, La tentación del éxito. Él nunca fue un fracasado, nunca dijo, por ejemplo, esta terrible frase de Arguedas: “que vivió en vano”. Se sabía un gran cuentista, y estaba seguro que iba a pasar a la posteridad, porque hay algunos que dudan. Podría tratarse de la tentación de sentirse atraído por el fracaso.

Alejandro Zambra: Vivía para escribir. Como Flaubert. Y practicó una escritura íntima que pasa por estados muy diversos. No creo que su figura pueda quedarse solamente en uno de esos estados, en esos disfraces.

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