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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Retrato de Hemingway con elefante

Hemingway y el elefante cubano. Foto: radarlibros

El libro La buena vida de Ernest Hemingway, editado en España lujosamente por Belaqva, es una recopilación de fotografías y frases célebres del autor de El viejo y el mar, premio Nóbel, boxeador, cazador, torero, alcohólico, mujeriego y suicida. La recopilación la ha hecho A. E. Hotchner y la comenta para Radar Libros Rodrigo Fresán. En cuanto a las frases, Fresán es implacable: Hemingway no era precisamente Oscar Wilde. Sus proverbio son aburridos, predecibles, ingenuos, aunque a veces da en el blanco como acota Fresán al poner énfasis en una frase que deberíamos poner todos los escritores en un polo o colocarla sobre la cabecera de la cama: "Nunca te creas una buena crítica porque entonces estás obligado a creerte las malas". (me hubiera gustado conocer esa frase antes de ponerme a postear todas las notas sobre Un lugar llamado Oreja de perro, caramba). Fresán enumera con malicia algunos proverbios perfectamente olvidables:

Aquí van algunas de ellas que el célebre “detector de mierda” de Hemingway evidentemente no pudo detectar: “Sólo conozco dos reglas absolutas acerca de la escritura: una es que si haces el amor mientras estás atascado en una novela, corres el peligro de que las mejores partes se queden en la cama; la otra es que la integridad de un autor es como la virginidad de una mujer: cuando se ha perdido, no se recupera nunca”, “La prueba definitiva de un libro es cuánto material bueno le puedes quitar”, “Para escribir sobre la vida, ¡primero hay que vivirla!”, “Escribir y viajar, además de ensancharte las miras, te ensanchan el culo, así que prefiero escribir de pie”, “El impreso de las carreras es el verdadero arte de la ficción”, “Nunca confundas acción con movimiento”, “¿Por qué a los buenos toreros les tocan siempre los buenos toros?”, “Me podrás enseñar cómo se escribe, cómo se dispara o se hace el amor, pero nunca me podrías enseñar cómo se entra en una bahía”, “Para ser un buen padre hay una regla: cuando tengas un hijo, nunca lo mires durante los dos primeros años”, y mejor me detengo aquí porque la prueba definitiva de un buen artículo de revista es cuánto material bueno le puedes quitar o algo así. Y Hemingway es tan bueno disparando comillas...

Mucho mayor interés le despiertan a Fresán las fotos de Hemingway. Para Fresán, el escritor era absolutamente consciente de su necesidad no de escribir la Gran Novela Americana sino de convertirse, antes, en el Gran Escritor Americano, y la novela vendría por añadidura. Las innumerables fotos que se tomó en vida formarían parte de ese plan. Dice Rodrigo Fresán:

(...) puede afirmarse que Hemingway fue un consciente y astuto enfocador de sí mismo casi desde el principio de la leyenda. Alcanza con comparar las fotos de Hemingway con las de los otros dos ángulos de la Santísima Trinidad de la Literatura Made in USA: Francis Scott Fitzgerald y William Faulkner. Puestas junto a las fotos siempre movidas y en movimiento de Hemingway, las de Fitzgerald son siempre estáticas, correctos retratos que desbarrancan hacia lo patético (aquella postal navideña de Scott junto a Zelda y a Scottie, los tres levantando sus piernas en un cancán doméstico con arbolito al fondo; o aquella otra con sombrero charro en la frontera mexicana) o proféticamente peligrosas (Faulkner vestido como gentleman cazazorros montando el caballo que lo arrojaría hacia la muerte). Pero uno y otro, por lo general, sonríen y miran fijo desde escritorios. Un poco incómodos, acaso sabiendo que no hay cosa menos interesante que contemplar a un buen escritor haciendo lo que mejor hace. El cuarto hombre -–y según Faulkner el mejor de ellos por la ambición de su inevitable fracaso– fue el literariamente expansivo y literalmente gigantesco Thomas Wolfe, y sus fotos cumplen la función de poner las cosas a escala. Así, nos enteramos de que el manuscrito Del tiempo y el río le llegaba casi hasta su altísima cintura y que podía cambiar las bombillas del techo sin necesidad de subirse a una silla. (...) Así, en sus fotos, Hemingway aparece cazando, pescando, boxeando, toreando, abrazando, bebiendo, combatiendo, sonriendo siempre, con todos y cada uno de sus dientes, esa sonrisa todavía más automática y desesperada que la de Tom Cruise. La sonrisa, sí, de alguien consciente de que, en alguna parte, cerca, alguien dispara una cámara para volver a robarle un poco de su alma. Hemingway supo o decidió que las fotos de un escritor tenían que ser fotos que contaran, que pudieran verse como si se las leyera, como si se tratara de cuentos instantáneos.

Evidentemente, Fresán no es un rendido admirador de Hemingway. Aunque sí rescata algo de él, una novela no terminada y casi desconocida (editada póstumamente) titulada El jardín del Edén donde "por una vez, el joven aprendiz de cazador es un delator y no un héroe y traiciona con su pequeñez la grandeza del animal". En ella aparece un elefante y sobre elefantes (y fotos con elefantes) trata el último párrafo de esta espléndida nota:

En La buena vida según Hemigway (elegantemente editado por la editorial Belacqua, de Barcelona, publicado justo cuando empiezan a rescatarse los –dicen–, muy reveladores papeles cubanos del autor) hay, por supuesto, una foto de Hemingway con elefante en Cuba. En ella, Hemingway asume la estampa de dueño de circo y el elefante, obediente, se para sobre sus patas traseras. Tal vez -–seguro– sea idea mía, pero el elefante tiene cara de estar pensando, hemingwayanamente, algo así como “Nunca le apuestes a un animal que habla, excepto si eres tú mismo” y que a toda buena vida le puede llegar su mala muerte. Mientras tanto y hasta entonces –la distancia que hay entre el click del disparador y el bang de un disparo– mantener este libro lejos del alcance de los niños, no intentar hacer en casa lo que hizo su autor, y una vuelta de mojitos para todos.

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7:00 a. m.

SERIA BUENO QUE LE ECHE UNA MIRADA AL BLOG SIETE JERINGAS, HACE UN SUPER COMENTARIO SOBRE ESTE EXCELENTE ESCRITOR.
El Corsario    



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