Sumalavia sobre Un lugar llamado Oreja de perro
Hacer reseñas críticas sobre amigos es algo muy complejo, infinitamente más complejo que escribirlas sobre los "enemigos" (suponiendo que eso existe en literatura, lo que dudo, al menos en mi caso, pues a los enemigos uno los escoge y los persigue, y yo prefiero obviarlos). Y no porque no se pueda ser crítico y duro con el amigo (si es un buen amigo, aceptará esa dureza o crítica y hasta sabrá agradecerla) sino porque es complicado no sentirse afectado por lo que escribe alguien cercano a ti, en especial si ese libro dice tanto sobre él y su vida interior (como, me temo, sucede excesivamente en Un lugar llamado Oreja de perro). Sumalavia, lo saben muchos lectores de Moleskine Literario, no solo es mi amigo sino un hermano y sé que escribir una reseña sobre mi novela fue un gesto generoso y espontáneo (tan espontáneo que no se lo pidió nadie, lo hizo solo para su blog) pero, antes que eso, un intento de entender lo que hay detrás de esa novela que él ha leído como un objeto literario pero, al mismo tiempo, como el testimonio dramático y camuflado (pero jamás escamoteado) de la vida de un amigo.
Sumalavia dejó su reseña en el blog Primeras impresiones/ La cueva y a mí no me queda sino mandarle un abrazo fuerte, que es el contínuo e inacabable primer abrazo que nos dimos cuando publicó (él como editor y yo como escritor, en una imprenta donde me llamaban "ingeniero") mi gris -por las tapas y por el tono- libro de cuentos Las Fotografías de Frances Farmer en la editorial Pedernal. Dice por ejemplo:
Antes, casi todas las novelas las leíamos bajo el principio de que debían ser verosímiles -guardar su lógica interna- y que debían, por tanto, hacernos olvidar de que se trataban de mundos ficcionales. En estos últimos tiempos, por el contrario, hay escritores que le enrostran al lector que lo que están leyendo es ficción, un artificio, que no deben creer lo que leen. Sin embargo, estas evidencias causan un efecto perturbador en el lector, pues surgen nuevos modos de lectura. Por otro lado, en esa estrategia, el autor interviene, o puede hacerlo, como personaje –tal cual o distorsionado-, y él también se convierte, entonces, en un artificio, en una mentira descubierta por todos, en un entrometido entre la ficción y la realidad. En un lugar llamado Oreja de Perro me es inevitable no notar la correspondencia con el autor. Pero para los que no saben nada de Iván Thays, difícil –diría imposible- en estos tiempos de facebook, blogs y toda difusión por Internet, hasta la mínima información del autor en la solapa del libro nos da una advertencia y nos predispone a su presencia en la novela. Pero lo que se consigue, lo que busca en esta sobre exposición, es desaparecer. En un pasaje de la novela, el protagonista observa desde su ventana como se graba unas secuencias de lo que podría ser una telenovela o una película. De pronto deja de lado la imagen de los camarógrafos y todo el equipo de grabación y se concentra en la pareja de actores. Pero todo se detiene, la pareja se interrumpe. El observador ha terminado por entrometerse en la filmación. Luego el observador se retira, se esconde detrás de una cortina y vuelve a su propia representación.
(...)
En Las fotografías de Frances Farmer, publicado en 1992, hay un cuento titulado "No necesariamente rubia" en el que un hombre público, que lleva un programa de televisión, es llamado por la policía para que responda unas preguntas a propósito del descubrimiento del cadáver de un muchacha. Paralela a esta historia, vemos otra, la de una niña en una pequeña casa a orillas del mar. En su historia, la de la niña, vemos un pasaje que nos lleva también a otro de Un lugar llamado Oreja de Perro. La lugareña embarazada le cuenta al protagonista los momentos previos a la desaparición de su madre. El pasaje en común se refiere a que ambas niñas disfrutan al contemplar y lavarse los pies en una batea llena de agua. En la novela la niña se frota los pies con los de su madre. Es inevitable no ver una comunión, un rito de amor y purificación en este hecho. Un momento de felicidad al cual hay que aferrarse.
***
Algo más me queda claro: con esta novela, Iván Thays confirma que la intimidad -una estética de la intimidad, podríamos decir-no se riñe con el imaginario colectivo, con una problemática social determinada. Esta afirmación debería ser una perogrullada, pero en el Perú no lo es.
Un lugar llamado Oreja de Perro nos lanza al vacío, como debe ser.
Etiquetas: anagrama, blogs, oreja de perro, peru, RESEÑA, ricardo sumalavia
Como me ha hecho reir Ivan con eso de "ingeniero", que buena anecdota, breve y contundente,
saludos
3:33 a. m.
¿Podrá conseguirse en Argentina?
3:36 a. m.
¿No deberías tú también una reseña sobre la novela de Ricardo Sumalavia? Sólo piensas en ti (y en tu hijo) Los demás...
6:59 a. m.
por favor apenas tengas fecha y hora confirmada de la presentacion de tu libro en la feria ricardo palama, publicala aca con anticipacion, y si puedes que sea tarde a las 7 u 8 para la gente que trabaja!!!
saludos
un fan
7:56 a. m.
Qué asco!! No te da verguenza, Iván, tirarte harta bomba, autobomba. Es asqueroso. Felizmente, TODOS, incluso tus amigos, sabemos que nunca pasarás de ser un pobre figruón sin talento. Jajaja
12:56 p. m.
ANONIMO DE LAS 3:36
me encantaría escribir sobre la novela de sumalavia, pero yo no tengo esa capacidad de análisis. En todo caso te recomiendo, si acaso no lo conoces ya tan bien como si tú mismo lo hubieras escrito, lo que Pepe Donayre escribió sobre él en su blog.
saludos
IVAN
1:44 p. m.
¿Qué tiene de malo mencionar crítica literaria del nuevo libro de Iván Thays? No existe el Moleskine literario para eso?
Yo no sé quienes serán esos contundentes TODOS que opinan tan malamente del escritor, pero algunos no compartimos la misma opinión. Lo que es horrible es enviar ese tipo de comentarios y encima publicamente. Si no fuera por el blog, los que no vivimos en el Perú no nos enteraríamos sobre los escritores locales (ser reconocido fuera del país no es siempre sinónimo de calidad)
En fin, yo me fui de aqui hace bastante tiempo y me acuerdo de Iván Thays cuando era flaquito y pelucón dictando clases en el Museo de Arte -conversaciones que eran,aunque sea para nosotros, como una confirmación de que TODO podía ser literatura ...Y por eso mismo voy a leer el libro.
Saludos,
A Reader
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