Listas: momentos románticos
Tengo que aceptar (asumir es la palabra precisa) que lo que más me gusta de las mujeres son sus momentos de fragilidad. Me gustan las mujeres algo neuróticas, olvidadizas, vulnerables, pedigüeñas, desordenadas, que desconfían de sí mismas aunque no son necesariamente inseguras, algo hipocondriacas e incluso ligeramente enfermizas (gripes súbitas, asma bajo control, alergias desconocidas, breves dolores de estómago, bajadas y subidas de presión intermitentes). Juan Carlos Onetti confesó que se enamoró de una Dolly, una muchacha rubia y baja de estatura entonces, que cargaba un contrabajo y esperaba un taxi improbable en la acera. Yo colecciono también esos momentos, y no solo en la vida sino en la literatura. Aquí dejo mi lista de cinco escenas de obras distintas que tuvieron un efecto inmediato en mí: me enamoré de sus protagonistas perdidamente y para siempre.
1.- Cuando Anna Karenina, después de conocer a Vronsky, regresa en tren donde su marido y lee una novela con los pliegues aún no cortados. Lleva un estilete para ayudarse. De pronto, en medio de la confusión de sus últimos días (el propio Vronsky la ha seguido en ese tren) confunde su abrigo de piel con un animal verdadero. ¿Es un abrigo o un animal? ¿Qué es aquello? ¿Quién soy yo?
2.- Cuando el hermano y detallista biógrafo del fallecido narrador exiliado Sebastián Knight, narrador de la novela, conoce a la novia de su hermano Claire Bishop. Ella está con una gripe atroz, se suena la nariz roja con disimulo, y busca por todo el restaurante unos guantes que ha perdido. Cuando al fin los encuentra y salen del restaurante, recuerda unas cuadras más adelante que ha dejado unos paquetes. Sebastián regresa al lugar para recuperar sus bongs-bongs.
3.- Cuando luego de pasarse los tres primeros tomos de la novela El cuarteto de Alejandría pensando en Justine, el narrador en medio de una travesía en bote de pesca junto a su gran amiga y cómplice Clea es testigo de cómo un arpón desviado alcanza su brazo y la desangra. Podría morir si no actúan a tiempo. Y en ese momento descubre que ama perdidamente a esa mujer-real que observa cómo brota su sangre con miedo y curiosidad.
4.- Cuando la provinciana e infantil Ana Sergevna -la dama del perrito- perdió sus impertinentes, una tarde que se la pasó espiando a los recién llegados en barco a Yalta junto a Gurov. Luego tendría que conseguirse otros impertinentes para ir a óperas mediocres en el pueblo de S. donde vivía con el lacayo de su esposo.
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Woow, una de las mentadas listas legendarias por aquí, primera vez que leo una, y siempre sobre mujeres...Malditas... Suerte para la próxima...
No entiendo eso de blong-blong, nunca he oído de ellos.
Vaya, eso del arpón suena interesante. Va sin "h", por si acaso.
La última me dejó una mezcla de realidad e irrealidad.
7:41 a. m.
agregaría el encuentro de hans castorp y la parta clawdia, la de los hombros magníficos y moral relajada, en el hospital de la montaña mágica...
salud
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