MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Contra los Kafkólogos

Kafka. Fuente: laotrapiel

Se ha publicado en Argentina, bajo el sello Emecé, el libro del checo José Cermak, Kafka, ficciones y mistificaciones que tiene además un prólogo de Kodama, la viuda de Borges. En Moleskine Literario hablamos ya del tema. Cermak pretende desmitificar a Kafka, especialmente a aquel creado por quienes lo conocieron personalmente como Max Brod y Gustav Janouch. Sin embargo, Juan Forn anuncia que el libro no es mucho más que una extensa diatriba contra Janouch hecha por un especialista pero sin mayores fundamentos. Dice Forn:
(...) lo más llamativo de su libro es que, luego de repetir una y otra vez que el engaño de Janouch sólo fue posible por su endiablada habilidad para inventar “imponentes aforismos”, Cermak procede a decirnos muy suelto de cuerpo que ese hombre capaz de crear un Kafka tan magistral que el mundo entero se lo creyó (empezando por Max Brod y Dora Dymant, la mujer en cuyos brazos murió Kafka) no consiguió ganarse la vida con la pluma “ni siquiera en el ala más barata de la literatura”. Según Cermak, “los intentos de Janouch por hacerse valer como escritor en revistas y periódicos checos fracasaron definitoriamente”. Razón por la cual se pasó a la lengua alemana “y allí tuvo una suerte inesperada: consiguió escribir una obrita que por un tiempo le reportó éxito mundial” (se refiere, por supuesto, a las Conversaciones con Kafka) “y aún tendrá que pasar tiempo para que se vea que la estatua por él creada es sólo de arena, al lado de la verdadera, que es de granito”. Una estatua de arena. Eso es lo que nos ofrece Janouch, según Cermak: un libro de arena. Será quizá por eso que su libro tiene un prólogo de María Kodama. Y fíjense lo que dice en él la primera viuda de nuestras letras: “El deseo de apoderarse de la obra de un escritor ha sucedido desde el alba del mundo hasta nuestros días. Curiosamente, los destinos de Borges y Kafka se acercan en esta suerte de vampirismos de las rémoras” (no me miren a mí; yo me limito a citar la palabra alada de Kodama). “Ambos, ya transpuesto el Gran Mar, como llamaban a la muerte los florentinos” (¿qué tendrán que ver los florentinos? perdón, perdón, sigue la cita), “fueron y son víctimas de la voracidad de quienes, muchas veces sin conocerlos, escriben supuestas biografías y conversaciones, que ocultan la ambición de lograr un lugar en la literatura al que nunca accederán por mérito propio”. ¿Tiene el libro de Cermak “mérito propio”? ¿Tiene alguna virtud que el de Janouch no tenga? Permítanme contestar esta pregunta con unas palabras del libro Kafka. Los años de las decisiones, que escribió Reiner Stach, publicó Siglo XXI y ojalá algún día reciba la justicia que se merece. “Una sensación de agarrotamiento ataca a quien visita el estante K en cualquier biblioteca especializada en Germanística: metros y metros de Kafka. No hay instrumento metodológico que no se haya aplicado a su obra. Infinidad de sesudos análisis se citan mutuamente y nos recuerdan los juegos autistas: no es posible imaginar a quién van dirigidos. El escenario está dominado por el principio de repetición y el del plagio. Uno no puede dejar de preguntarse si lo que aquí se representa es la exacerbación, la parodia o la mera decadencia del culto a Kafka. Las escasísimas perlas que se pueden descubrir proceden casi en su totalidad de no especialistas, y en ellas presta providencial ayuda la empatía allí donde el conocimiento termina”. Los kafkólogos se jactan de haber reconstruido la vida de Kafka casi instante por instante (“quedan aún algunos momentos poco conocidos”, afirma con petulancia Cermak en cierto momento de su libro). Podrán quizá recitar hora por hora, incluso minuto por minuto, lo que hizo Kafka cada día de su vida, pero es evidente que todavía no han llegado a conocerlo como lo conocieron –y nos lo hacen conocer– Brod y Janouch.

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