Fresán sobre Divisadero
Mañana, con suerte, tendré mi ejemplar de Divisadero en las manos. Coincidentemente, Rodrigo Fresán ha comentado la novela de Michael Ondaatje., Divisadero, editada por Alfaguara. Su entusiasmo es inocultable y marca una diferencia con los lectores que encuentran la prosa del autor nacido en Sri Lanka "cursi, alambicada, artificiosa y, sí, poética en el peor sentido de la palabra". Fresán no se amilana y disfruta de sus novelas hasta el punto de calificarlas como "indestructibles". Dice la reseña:
Divisadero es uno de esos libros en cuyo nombre uno no duda en jurar. Uno de esos libros que uno quisiera que nunca se terminaran; pero en su final, en el llegar allí, también hay un placer único y un privilegio irrepetible. Y, afortunadamente, los libros para armar de Ondaatje (no es casual que también haya firmado una larga y reveladora conversación con Walter Murch, montador de cabecera de Coppola y de Minghella) aguantan sucesivas relecturas, porque ahí están todas esas frases, esperando, esperándonos a que volvamos a ellas. Uno de esos libros que, para ir cerrando -y ésta suele ser una de las críticas negativas que más frecuentemente se le hacen a Ondaatje-, nunca cierran del todo; aunque yo prefiero decir que no es que no cierren, sino que nunca se cierran. Uno de esos libros artísticos y verdaderos. Un libro indestructible.
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