Los cultivos de Julián
Julián Rodríguez es no solo el editor de Periférica sino uno de los escritores españoles últimos más alabados, con una obra coherente y sólida que se complejiza en cada libro. Cultivos es la última de sus obras -llamarla "novela" sería reducir la propuesta-, editada por Mondadori, y ha sido motivo de diversas reseñas. En el ABCD las letras, por ejemplo, a pesar de que reconocen que la obra "no le ha salido tan redonda" como otras, lo ponen por encima del promedio:
Pedirle a este libro coherencia o uniformidad sería situarse fuera de lo que el mismo libro plantea. En primer lugar, no es una novela, sino una entrega memorialista, que nace como homenaje particular a sus raíces campesinas. Casi todo lo que en el libro incluye lo allega el autor como fuente de su imaginario, de sus gustos, de su formación e incluso de sus deudas afectivas, como puede verse en la emocionante elegía por el amigo muerto, con la que cierra el volumen. Al ser planteado de esa forma, todo lo sostiene una pesquisa sobre la identidad propia. Eso proporciona mucho, le da garra, porque se ve de inmediato que a Julián Rodríguez le importa aquello de lo que escribe y sabe traducir ese vínculo, aunque la excesiva particularidad de alguna situación le resta también un poco. Quiero decir que la selección de cuanto desea decir, o tiene necesidad de decir, no responde siempre a algo que al lector pueda importarle de la misma forma. Considero lo mejor del libro aquello que tiene que ver con la reflexión sobre el mundo rural, sus propias raíces familiares, la manera como se presenta como eslabón ya roto de una cadena de transmisión de la cultura campesina a la que sitúa en su lugar de reconocimiento. Arranca páginas formidables en esa veta por su lirismo, por haber sabido huir, siendo poético, de lo sentimental, sensiblero o ñoño; por el procedimiento de nutrirse de reflexiones sagaces, tomadas de filósofos, de antropólogos; incluso resulta estimulante el tirón de orejas a Sartre. También por el arte de la ironía distanciadora, que el lector celebra y que revela a un escritor ya hecho.m Sin embargo, cuando el libro se sale de ese pivote fundamental, que es su motivo y eje, ya no funciona de igual manera. Pongo dos ejemplos de lo que considero menos logrado: la larga serie de reflexiones sobre su frustrado libro primero, el titulado El Doble, con páginas incluidas de sus proyectos o esbozos, incluso de la realización que reproduce. Tampoco termina siendo muy allá la particular historia de Chico Rubio, que resulta un poco «pegote» respecto al propio mapa que el libro se ha propuesto.
Por otra parte, en el suplemento "El Cultural" del diario El Mundo la reseña está a cargo de Santos Sanz y en ella destaca la originalidad del autor que se impone sobre la moda de la literatura sin género:
Hace tiempo ya que hemos llegado a la celebración rutinaria de la literatura mestiza y sin género, y de la autoficción. Este fenómeno que convierte en moda algo menos nuevo de lo que se piensa produce el espejismo en algunos escritores de lanzarse a semejantes formas sólo por creerlas el no va más de la modernidad. El resultado paradójico son libros de contenido misceláneo carentes de singularidad, anodinos y repetitivos; hijos bastardos, en suma, de una tendencia formal. Justo lo contrario ocurre con una de las voces nuevas y todavía jóvenes más interesantes de este momento, Julián Rodríguez, que transita la manera narrativa indicada pero con absoluta originalidad. Y esta originalidad no es exotismo ni ganas de asombrar sino la consecuencia de la respuesta personal a una escritura auténtica. Podría haber buscado o encontrado otro molde diferente para su exigencia de expresarse, pero ha hallado uno que consiste en la mezcla de muy diversos materiales.
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