Futuro prometedor
Adolfo García Ortega dice que la literatura latinoamericana tiene un "panorama prometedor" en un artículo en el ABCD las letras. Y cita algunos nombres y estilos. Aquí la nómina:
La narrativa latinoamericana actual es prolífica y diversa. La voluntad de experimentar sin doblegarse al éxito fácil ha sido mantenida por Ricardo Piglia y reencarnada en Rodrigo Fresán y Alan Pauls, como si se tratara de una identidad literaria argentina. Con vocación de cronistas, una buena porción de escritores renueva la visión que tenemos de la historia -William Ospina, Roberto Burgos Cantor- o revisan los mitos de la modernidad (Consuelo Triviño, Juan Villoro). Las lúcidas miradas sobre las encrucijadas que acechan el mundo actual adoptan la máscara de inquietantes dramas individuales en la narrativa del peruano Alonso Cueto o inteligentes inquisiciones científicas (Jorge Volpi). Transitamos por la parodia y el humor negro en las novelas de Dante Liano y Elmer Mendoza, en los sutiles relatos de Marcelo Birmajer, en las narraciones de Ricardo Silva, Rafael Courtoisie y Fernando Iwasaki. La novela policial ha sido el continente de mensajes que han trascendido los límites de un género preciso en sus formas (Guillermo Martínez, Guillermo Fadanelli, Leonardo Padura). La literatura fantástica está viva con decenas de creadores afanados en descubrir nuevos asaltos de lo sobrenatural -Álvaro Enrigue, Guillermo Samperio, Eduardo Berti-. La novela de denuncia social continúa con perspectivas múltiples, menos ingenuas tal vez, en Carlos Cortés, Carlos Franz y Abilio Estévez. Una brillante generación de escritores jóvenes se hace presente con obras inusualmente logradas. Su origen simbólico puede situarse en Andrés Neuman. Se suman Guadalupe Nettel por la línea fantástica, Ariel Magnus, en la de humor, Edmundo Paz Soldán y Daniel Alarcón como parte de los que se han propuesto enfocar los procesos sociales. Un panorama prometedor pero, ¿quiénes serán sus lectores? Quienes pertenezcan a una generación cuya fantasía se conformó a partir de la lectura, sometiéndose a su hechizo, no dejarán de inquietarse ante el hecho de que hoy la imaginación de los jóvenes se rinda a otros estímulos y la lectura sea sólo una parte, a menudo marginal(...) Durante la «Edad de Oro» de los relatos de aventuras para jóvenes en Estados Unidos (de 1885 a 1915) los principales temas fueron los de la historia de la América hispánica. ¿No seremos capaces de aprovechar esos recursos en nuestra lengua? A las posibilidades que ofrecen las crónicas puede sumarse la relectura de la historia literaria. Desde Baldomero Lillo (Sub terra) hasta Alberto Fuguet (Sobredosis) en Chile. De Ricardo Palma a Fernando Ampuero (Paren el mundo que acá me bajo) en Perú. Y Francisco Hinojosa en México, Andrés Caycedo en Colombia, Perla Suez en Argentina. Autores y obras no faltan. ¡Que después de tanto esfuerzo por conquistar al lector cómplice no desemboquemos en la inercia y el letargo!
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