Acuarelas de Miller
Los que han leído Big Sur o las naranjas de Jeronimus Bosch, de Henry Miller, sabrán que Miller siempre estuvo interesado en la pintura, en especial en la técnica de la acuarela. Hay varios sites y museos reales (en Japón existe uno muy importante y hay muchos fanáticos del Miller pintor que incluso, creo, desconocen al narrador) donde se exponen los cuadros del autor de Trópico de Cáncer. Y también hay muestras itinerantes. Una de ellas, titulada Transmutaciones, acaba de llegar a México y así lo cuenta Milenio:
Pianista amateur, el escritor neoyorquino tuvo una faceta poco conocida, aun cuando la desarrolló con fruición en la última etapa de su vida: la de artista plástico, algunas de cuyas obras forman parte de la exposición Transmutaciones, albergada por la sala Leopoldo Méndez de la Galería del Sur de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana. El escritor Andrés de Luna, coordinador de la muestra, cuenta que las 27 litografías y serigrafías, procedentes de colecciones privadas de Japón, iban a presentarse en una edición pasada del Festival Internacional Cervantino, pero la misma sorpresa que causa conocer a Miller como artista plástico propició que hasta ahora se difundan las obras, que se exhiben por vez primera en México. “Miller no sólo fue uno de los escritores más importantes del siglo XX, sino también un grandísimo artista que hay que conocer y apreciar. Lo más interesante es que es como la parte complementaria: si en sus libros es muy crudo, su lenguaje, sus formas, la manera de ver al mundo, en la parte plástica hay una especie de reconquista de la inocencia perdida: es un trabajo bellísimo, casi ingenuo, pero con una muy buena idea técnica: no sólo es un muy buen concepto, sino que su realización es excelente”, explica (...) Las piezas de la exposición son propiedad de los coleccionistas japoneses Tamako Shimizu y Kunio Akachi, en cuyo país se valoraron mucho los grabados realizados por Miller, de ahí que los grandes coleccionistas de este trabajo sean de aquella nación, lo cual se debió al nexo creado porque su última esposa era japonesa, y eso casi lo obligó a ver al grabado japonés.“En la vejez se refugió mucho en las artes plásticas. Desde que tenía 50 años se concentró en la idea de plasmar todas sus emociones y no sólo a través de la escritura. Con motivo de sus 80 años de edad escribió un texto en el que uno encuentra la vitalidad de un hombre que no se rinde ante la edad, que forma parte de un mundo erotizado en el mejor sentido de la creación, no sólo en la alcoba, sino también en la creación, en el estudio.”
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