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La librería de los escritores

Carátula del libro. Fuente: fragmentos

La editorial mexicana Sexto Piso es un modelo de lo que podría -o debería- ser una editorial joven, independiente y alternativa. En vez de intentar competir con editoriales más grandes, haciéndose un hueco en el mercado pero repitiendo los mismos vicios de esas editoriales, y asimismo incapaces de asumirse sólo como una "plataforma de lanzamiento" de autores jóvenes, optó por el camino difícil: editar los libros que ninguna otra editorial se atrevería a hacerlo. Consiguió así hacerse de un catálogo impresionante de primeros libros de autores célebres, joyas literarias extraviadas y traducciones de autores de culto, ya sea contemporáneos o antiguos. En su visión predomina el cosmopolitismo, la heterodoxia y el exquisito gusto literario. Ahora, la editorial ha empezado a moverse por España y junto con la librería catalana La Central ha conseguido editar un libro donde todos esos dones se conjugan de manera perfecta: La librería de los escritores. Muchos buenos lectores me han comentado, sorprendidos, ese libro que sería impensable si no hubiese detrás editores que aman realmente la literatura. Aquí, el testimonio de uno de esos admirados lectores: Christopher Domínguez Michael.

"La Librería de los Escritores (2007), coeditado por la editorial mexicana Sexto Piso y por La Central, la librería española, es una joya bibliográfica: una edición a la vez modesta y magnífica que remite a un pequeño capítulo, que yo ignoraba del todo, en la historia de la resistencia intelectual contra el totalitarismo. La Librería de los Escritores ofrece el testimonio de Mijaíl Osorguín sobre cómo se las ingeniaron un grupo de intelectuales, escritores y bibliófilos rusos para enfrentar, entre 1918 y 1922, la penuria económica y moral que fue desecando la cultura rusa tras el triunfo de la revolución bolchevique de 1917. Al dulce testimonio de Osorguín, se suma la reproducción de las ilustraciones que el cuentista e ilustrador Alexéi Rémizov (1877–1957) hizo para acompañar lo que, al parecer, fue el último proyecto de la Librería de los Escritores: publicar libros manuscritos, un puñado de originales, que algunos de los más tenaces escritores rusos, como Marina Tsvietáieva (1892–1941), caligrafiaron. De la gran poeta se ofrece, en La Librería de los Escritores, el facsímil de tres poemas, traducidos por Selma Ancira con la ayuda de Francisco Segovia.El testimonio de Osorguín, publicado originalmente en italiano por la revista Adelphiana (septiembre de 2001) y a cuyo original en ruso tuvo acceso Ancira, comienza mostrando el estupor de los escritores rusos, la gran mayoría partidarios de la revolución, cuando ésta suprimió todo tipo de censura en 1917. “No supimos qué hacer”, dice Osorguín (1879–1942), él mismo un novelista de simpatías revolucionarias, un literato italianizante que había sido el introductor de Marinetti al ruso. Poco duró el aprendizaje de la libertad y el régimen bolchevique dio inicio casi de inmediato al juego del gato y el ratón, la censura y la atracción que caracterizó durante los años veinte su trato con la vanguardia artística. Es notorio, en el relato que hace Osorguín, que las dificultades sufridas por los escritores que decidieron mantener abierta en Moscú, a como diera lugar, una librería, no se debían tanto a la persecución ideológica sino a la estatización emprendida por los bolcheviques, tan brutal que en 1923 hubieron de reintroducir parcialmente la economía de mercado para salvar a la joven URSS de la hambruna y de la bancarrota. Paradójicamente, fueron los impuestos los que acaban por quebrar a la Librería de los Escritores que mantuvo hasta su cierre una relación más que oficiosa con la Unión de Escritores."

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