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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Amos Oz sobre Gabo

Amos Oz. Fuente: La jornada

¿Ganará Amos Oz el Premio Nobel como lo soñó Gustavo Faverón? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que Oz está interesado en los Nobel, al menos en algunos de los ganadores. Aquí les dejo el texto, publicado en el diario mexicano "La Jornada", en el que Amos Oz habla sobre la novela El otoño del patriarca del colombiano Gabriel García Márquez. O más precisamente, sobre el inicio de esa novela:

Dice Oz: "Como el comienzo de El capote de Gógol y las primeras páginas de El castillo de Kafka, las que inician El otoño del patriarca no cierran ninguna puerta. Podemos entenderlas como una descripción, incluso como una descripción grotesca redactada en un talante fantástico-latino, de la ocupación del palacio por el pueblo después de la muerte de un viejo gobernante en cierta república bananera en la que reinan la crueldad y la corrupción. O igualmente podríamos interpretarlas como una versión artística de un manifiesto anarquista en el que se censurara la corrupción de todos los regímenes, mostrando en vivos colores la degeneración de todas las elites gobernantes. Una interpretación de este tipo se expone a pasar por alto la dimensión metafísica o teológica de El otoño del patriarca. No olvidemos que el monstruoso dictador es inmortal. Su muerte no supone el final. Una y otra vez, la muchedumbre irrumpe en sus aposentos, una y otra vez encuentra su cadáver, picoteado por los buitres, una y otra vez domina sin rival, está siempre presente, tortura a sus súbditos… o les concede inescrutables e imprevisibles favores. Los emisarios del castillo de Kafka, seres taimados y sospechosos, abordan al hombre que aguarda una entrevista, lo ridiculizan sin compasión y lo atormentan, pero ese hombre nunca conseguirá entrar en el castillo ni conocer a su jefe. Por el contrario, El otoño del patriarca se inicia con una invasión del castillo del señor, con el descubrimiento de su cadáver, pero aquí –en cierta medida como en Gógol– no es posible tocar el poder mismo aunque sí, como mucho, tocar a sus emisarios, a sus nauseabundos representantes, su opaca y absurda crueldad. Por lo que al gobernante se refiere, “ningún mortal lo había visto desde los tiempos del vómito negro, y sin embargo sabíamos que él estaba allí, lo sabíamos porque el mundo seguía, la vida seguía, el correo llegaba…”

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