Graham Greene
Si existe un escritor que me intriga muchísimo, además de la admiración que me provoca su literatura, por la vida que tuvo es Graham Greene. Me intriga más que Truman Capote y Ernest Hemingway, por ejemplo, y con eso lo digo todo. Por eso ha sido un placer leer el texto de Manuel Vicent en "El País" sobre el autor de novelas tan espléndidas como Nuestro hombre en La Habana. Pero ojo, si no conocen a Greene no lo lean, porque se perderán todas las señales.
Dice Vicent: "Su niñez estuvo dividida entre dos lealtades. Su padre era director del colegio de Berkhamsted, ubicado en un viejo edificio que se comunicaba con la casa natal del pequeño Graham por una puerta tapizada de bayeta verde. Greene jugó a la ruleta rusa cuatro veces con una Smith & Wesson, calibre 32, cuyo tambor era de seis balas Esa puerta daba también a dos lados de su propio cerebro. En una parte hervía la brutalidad escolar del patio donde sus compañeros le exigían compartir los ritos feroces contra los maestros; en otra estaban su padre y los hermanos dentro del orden apacible del hogar. En el recreo su timidez mórbida se hallaba a merced de las humillaciones que le infligía el más duro e inteligente de la banda, un tal Carter, para que tomara partido contra el director, y esta tortura le produjo una esquizofrenia de la que nunca se repuso. Graham Greene ha confesado que se hizo escritor sólo para vengarse de aquel tipo. Derrotar a Carter, enmascarado después en varios perdedores de sus novelas, se convirtió en un destino".
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