Amos Oz lector
Nunca deja de ser interesante conocer las lecturas de algunos escritores notables. Nos llama inevitablemente la atención saber cómo han leído, disfrutado e interesado, esos escritores algunas obras que también nosotros hemos leído. Ya sea los textos de Mario Vargas Llosa en La verdad de las mentiras, los de Martin Amis en La guerra contra el Clisé, los de Roberto Calasso en Cien cartas a un desconocido, los de Vladímir Nabokov en sus Lecciones, los de Ricardo Piglia, los de JM Coetzee y un sin fín de etc. que alcanza obviamente a Jorge Luis Borges (incluyendo las reseñas que escribió para "Mi Hogar", sus ensayos y sus chismes en "Borges"), todos de alguna manera refuerzan mi idea de que la lectura es el placer más intenso y perdurable incluso -o sobre todo- para los escritores. Ahora le toca el turno a Amos Oz y ya casi puede saborear lo que será mi lectura -cuando este libro llegue a Lima- de sus ensayos sobre las primeras frases de decenas de libros (ideal genial ciertamente, que no tendrá desperdicio para quienes les interesa escribir) que bajo el título La historia comienza ha sido publicado en Siruela. La reseña está en "Babelia":
Dice la reseña: "(...) dedica su ensayo a examinar las frases iniciales de una decena de relatos, algunos poco conocidos, como Mikdamot, de S. Yizhar, o Effi Briest, de Theodor Fontane, el primero del volumen; otros mucho más cercanos, como Un médico rural, de Kafka; La historia: una novela, de Elsa Morante (espléndida autora que regresará en breve a nuestro mercado en nuevas traducciones), y Nadie decía nada, de Raymond Carver, y alguno decididamente popular como El otoño del patriarca, de García Márquez. Cada breve capítulo persigue averiguar el valor de la frase inicial y sus consecuencias narrativas, pero en realidad resulta ser un ejercicio de fina lectura hecho en voz alta ante el lector, como si Amos Oz quisiese compartir con él los mecanismos detectivescos y las deducciones, sospechas y relaciones que todo lector lleva a cabo cuando se enfrenta a un texto cuya frase inicial le proyecta todo un mundo virtual, mecanismos que nuestro autor desea hacer transparentes. La historia comienza es sobre todo la aventura de un lector explicada a otros lectores, las claves de lectura que uno cree entrever reveladas con júbilo al lector anónimo. Es un ejercicio de crítica literaria, un anzuelo eficaz lanzado con ímpetu a lectores renuentes y, por encima de todo, un divertimento a vueltas con los protocolos de la lectura: "El juego de leer exige al lector que tome parte activa, que aporte su propia inocencia y astucia. Los contratos iniciales son unas veces como el juego del escondite y otras se parecen más a una partida de ajedrez. O a un crucigrama. O a una invitación a entrar en un laberinto. O a una travesura". Ese sentido lúdico y a la vez trascendente que se agazapa en las frases del comienzo del relato se desentraña con destreza en los capítulos dedicados a Kafka, Chéjov y Morante, que son muy lúcidos, y sin lugar a dudas el que deshace la madeja de alusiones y elipsis de Carver es una apresurada y modélica clase de literatura. No obstante, los breves capítulos resultan en ocasiones reiterativos por lo que hace a los conceptos teóricos que sustentan el volumen, y el dedicado a la novela de García Márquez, por ejemplo, se muestra endeble. Dicho tal vez de otro modo, más estimulan la lectura sus felices intuiciones de lector que su discurso ensayístico, concéntrico y en ocasiones deslavazado.
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