Salvado de la humillación
Mientras todos dan con palo a La Humillación (Mondadori) de Philip Roth, tanto en Estados Unidos como en el ámbito castellano (recuerden las burlas de John Crace en The Guardian o el rechazo de Paz Soldán en su blog) en la reseña de "El Cultural" Rafael Narbona le da una salvada ligera, pero salvada al fin. Una oportunidad, digamos. La llama obra "menor" frente a Lolita (bueno, es casi un elogio, después de todo qué obra no es menor frente a ese prodigio de Nabokov) pero profunda. ¿Leer o no leer? Sería más fácil si me mandaran los libros como a los blogs españoles o argentinos. En fin, soy solo blogger peruano en el Perú, y perdonen la tristeza. Dice la reseña:
Philip Roth plantea su novela como una tragedia en tres actos, pero la desgracia no se desencadenará por culpa de un destino inevitable, sino por la imperfección del ser humano, que ambiciona más de lo que puede obtener. Simon es un ingenuo y Pegeen un ser amoral y ferozmente egoísta, que ha convertido el placer sexual en un absoluto irrealizable. Su insatisfacción apenas es comparable con el estrago que causa en sus parejas, meros objetos de una fantasía perversa y sin grandeza. El erotismo de Pegeen no es el erotismo que asocia el placer a la muerte o a un vacío místico, sino un erotismo banal, adquirido en la familiaridad con las películas pornográficas y los catálogos de artilugios eróticos. De hecho, Pegeen viaja con una maleta repleta de consoladores, látigos, lencería de cuero y un arnés rematado con un gigantesco pene verde. Simon cree que conseguirá retenerla a su lado porque Pegeen asegura que “una polla está viva. Te llena como no lo hacen los consoladores ni los dedos”. Cuando practican el sexo anal, Pegeen admite que le ha dolido, pero no le importa: “eras tú dentro de mí”. El espejismo de estabilidad se desvanece en seguida. Para complacer a Pegeen, que continúa con sus escarceos homosexuales, Simon invita a una desconocida a pasar la noche con ellos. Es una chica vulgar, de 19 años, a la que Pegeen penetra salvajemente con su polla verde. En segundo término, Simon observa y aprecia que en el frenesí de Pegeen hay algo primitivo, atávico. La prótesis sexual obra como la máscara de un chamán, transformándola en una fuerza destructiva, que despersonaliza y humilla. No estamos ante una pieza menor, sino ante una obra profunda, sin miedo a los tabúes, pero que no llega tan lejos como Lolita, de Nabokov, pues Pegeen no es creíble como una mujer de cuarenta años. Pegeen es una niña, una nínfula, con la perversidad que sólo puede brotar de una falsa inocencia y Simon es un Humbert Humbert que ha contenido su cinismo, pero con un destino igualmente trágico. El mito de Lolita revive en La humillación como una variación menor, pero infinitamente más desesperanzada.
Etiquetas: eeuu, españa, john crace, mondadori, nabokov, paz soldan, philip roth, RESEÑA
Saludos, Jorge de Monte Grande, Pcia.Buenos Aires, Argentina
2:11 p. m.
Pues a mi me apetece leer el libro.
Un saludo
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