MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Literatura alemanan en Argentina

Marcel Beyer. Foto: Sven Paustian. Fuente: altefeuerwache.com

El Goethe Institut de Buenos Aires invitó a ese país a cuatro escritores alemanes, y uno suizo, para que visiten Argentina y así se estrechen los lazos entre la literatura argentina (próxima estrella en Fránkfurt) y la narrativa alemana de última hornada. La nota de Ariel Magnus en el ADN Cultura al respecto me deja con una frase que me causó gracia (y que podría subrayar con literaturas de otras nacionalidades e idiomas) "Godard decía que prefería ver una mala película americana a ver una mala película noruega. En ese sentido, yo también prefiero una mala novela estadounidense a una mala novela alemana" Lo dijo Ulrich Peltzer (1956), el mayor de todos, quien interesó a Eterna Cadencia quien posiblemente lo traducirá. Otro dato que me causó risa es que otro de ellos, el suizo Rolf Lappert, alquiló un departamento en San Telmo y terminará una novela. El sueño realizado de todos los escritores que conozco: alquilar un departamento en Buenos Aires y terminar una novela. Yo lo intenté alguna vez, pero no se dio. De estos cinco escritores que visitaron Argentina el único al que tenemos realmente acceso es a Marcel Beyer, de quien Debate a publicado sus dos novelas principales El técnico de sonido y Espías (esta última está en la mesa de remates de todas las ferias del libro peruanas, vale la pena). Un caso curioso es que, a pesar de su juventud, Beyer recurre obsesivamente al tema de la posguerra mundial. Sin embargo en Kaltenburg (Edhasa), su nueva novela, no ha dejado de lado esas preocupaciones por el mundo nazi aunque ahora se centra en la figura real del zoólogo Konrad Lorenz. En ADN Cultura, Ariel Magnus lo entrevista sobre esta novedad y ahí Beyer explica:

"En noviembre de 2001, sentado en un café de Barcelona, vi un viejo mozo y pensé que debía de haber visto muchas cosas en su vida -cuenta-. Me interesaba una figura así, un hombre al que nadie le pregunta nada, pero que podría contar muchas cosas sobre el siglo XX. Me lo imaginé hablando con algún cliente que alguna vez fue un pez gordo del franquismo. Tardé dos años en empezar a escribir la historia. Entretanto, el mozo se convirtió en un ornitólogo y el personaje pasó a estar inspirado en el zoólogo Konrad Lorenz, una figura que yo conocía de chico aunque recién a fines de los años noventa descubrí su pasado nazi.

-¿Por qué ese interés, ya presente en sus otros libros, por figuras de pasado oscuro?
-A mí me educaron mirando lo bueno. Y entonces es lógico que uno desarrolle un interés por conocer el otro lado. En los años sesenta la diferencia entre buenos y malos era muy clara. Habría sido un escándalo que uno dijera que se encontró con un nazi simpático. ¡Pero los hay!

En los últimos años se ha registrado un cambio de perspectiva en el abordaje de la Segunda Guerra y sus consecuencias. El interés parece haberse desplazado de las víctimas del Holocausto a las víctimas de la guerra en general, empezando por los propios alemanes. ¿Cómo ve esa evolución?
-Este cambio respecto de qué víctimas lamentamos viene de la mano de otro cambio sospechoso, según el cual todos los testigos tienen razón: yo recuerdo de una forma y usted de otra. Se tiende cada vez más a aceptar la opinión de viejos miembros de la SS que dicen: "Yo lo vi así". Eso es muy peligroso.

-Pero su libro trata el bombardeo de Dresde, emblema de esa nueva mirada.
-Ese bombardeo juega un papel muy importante en la identidad de los habitantes de esa ciudad. No podía esquivar esa noche si quería escribir sobre Dresde. El bombardeo fue el 13 de febrero. Y el 14 de febrero los últimos judíos que vivían en Dresde tenían que presentarse en cierto lugar para ser transportados a los campos de exterminio. Por eso hay personas que hoy dicen que ese bombardeo les salvó la vida, porque al día siguiente ya ni se hablaba de los transportes. En mi libro quise reflejar ese conflicto.

-¿Existe aún la diferencia Este-Oeste en la literatura alemana?
-Sí, absolutamente. Lo normal es que un autor del Este hable de su vida en la República Democrática Alemana. No sé si la prensa aceptaría fácilmente el libro de un autor del Este donde no se hable de eso. Como autor de Alemania Occidental, yo tengo mucha mayor libertad.

-Pero vuelve una y otra vez al nazismo.
-Es verdad. En ese sentido, quizá no soy tan libre. Es una herencia que llevo conmigo. Mis abuelos vivieron esa época, y algo de ellos seguramente perdura en mí.

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