Zambra recuerda el Perú
La revista virtual El Hablador, luego de un receso, vuelve con fuerza en su número 16. Los platos fuertes, sin duda, son el Dossier dedicado a la traducción literaria y las entrevistas a escritores extranjeros, entre ellos el colombiano Jorge Franco, el argentino Alan Pauls y el chileno Alejandro Zambra. De este último, además, se publica un breve texto titulado "Fiestas Patrias" en el que recuerda su viaje al Perú en julio del año pasado. Una estupenda crónica que recuerda lo absurdo de las peleas entre Perú y Chile. Por eso, aunque esté pintada de cualquier color y me despierte en la madrugada arañando en la guitarra "El gato triste y azul", cuando viaje a Santiago me quedaré en la casa de Alejandro. Y cuando él venga a Lima se quedará en la mía, aunque no haya ceniceros. Dice Zambra:
Compro un diario cualquiera, tienen tantos: no se descarta un alza de combustibles, el FMI recomienda al Perú que baje la inflación, Eva Ayllón prepara un nuevo show. También hay decenas de noticias para mí crípticas que leo con atención, como resolviendo grandes misterios: interrogarán al “Doc” por caso Cuatro Suyos, colombiano Vargas puede vestirse de celeste, la “misilera” está condenada. Me quedo con la historia de una mujer de Trujillo que pintó la fachada de su casa con los colores de la bandera chilena. El motivo del gesto fue, según ella, que durante quince años mantuvo una relación con un chileno. Era un homenaje y no una afrenta, pero los vecinos reclamaron ante lo que consideraron, sobre todo en vísperas de fiestas patrias, una provocación, y el jaleo fue tal que tuvo que ir el alcalde a pedirle que cubriera la estrella solitaria con pintura azul. La historia no ha terminado pues los vecinos ahora piden que la mujer cubra el azul con rojo: que convierta la bandera chilena en bandera peruana. Hay un agravante curioso: en el lugar funciona un expendio de bebidas alcohólicas que la enamorada ha bautizado botillería, como en Chile, y no licorería, como en Perú. La foto muestra a la mujer sonriendo y agitando una banderita peruana en señal de arrepentimiento. En el fondo se ve una casa pequeña ya sin la estrella pero con los colores chilenos en perfecta proporción. Es una fachada impensable en Barranco, pienso, a modo de chiste incierto. Cierro el diario, busco banderas peruanas y encuentro quince, dieciséis. (...) Las conclusiones del viaje son, como siempre, medio raras: que me gusta mucho Lima, que me gusta el sonido de la palabra huachafo, y que me parece excelente que la gente, por amor, pinte las casas con los colores de otro país. Aunque la fachada quede un poco fea, claro.
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