MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Vargas Llosa y el Museo de la Memoria

Para no olvidar. Fuente: pucp.

La promesa de Alemania de donar dos millones de dólares para la construcción de un Museo de la Memoria, que vendría a ser una continuación de la extraordinaria y conmovedora exposición que organizó la Comisión de la Verdad bajo el título Yuyanapaq, ha originado varios rechazos. Algunos, sorprendentemente, de parte de cierto grupo de personas vinculadas a la cultura peruana que piensan (erróneamente, según creo) que un Museo "necesariamente" es algo estático y protocolar, que se opondría -supuestamente- a acciones más directas y concretas para no olvidar los tristes sucesos de la violencia política en el Perú. No entiendo en qué sentido la creación de un Museo de la Memoria se opondría a que se realicen esas acciones simultáneamente en vez de, por ejemplo, ser un pretexto para motivar a que éstas existan y, al mismo tiempo, un motivo para la reflexión entre sus visitantes nacionales y extranjeros. Por otra parte, un sector de la política nacional también se ha opuesto a la fundación del Museo de la Memoria y ahí la intolerancia es manifiesta. Piensan que no es una necesidad para el país e incluso, que vendría a ser una suerte de provocación para algunos sectores (como lo fue para ellos las escultura El Ojo que Llora de Lika Mutal). Con esa actitud lo único que consiguen es enfatizar lo poco que hemos aprendido aún de esos sucesos, descritos detalladamente por la Comisión de la Verdad, y por ende subrayar la urgencia de ese Museo. Incluso un congresista ha "denunciado" que la famosa foto del hombre con un ojo vendado, que fue el símbolo de la CVR y de la exposición, no se trataría de una víctima del terror sino de un campesino con ursuelo. Como si lo que estuviese en discusión fuera una anécdota y no el símbolo del dolor y la pena que está expresada simbólicamente en esa fotografía y que es, con precisión y honestidad artística, el retrato fiel del estado de ánimo de aquellos años.

Mario Vargas Llosa ha comentado en su última Piedra de Toque la necesidad del Museo de la Memoria. Dice:

El autor de esta teoría -que el Perú no necesita museos mientras sea pobre y con carencias sociales- es el señor Ántero Flores Aráoz, ministro de Defensa del Gobierno peruano. No se trata de un gorila lleno de entorchados y sesos de aserrín, sino de un abogado que, como profesional y político, ha hecho una distinguida carrera en el Partido Popular Cristiano, del que se separó hace algún tiempo para representar al Perú como embajador ante la OEA (Organización de Estados Americanos). ¿Qué puede inducir a un hombre que no es tonto a decir tonterías? Dos cosas, profundamente arraigadas en la clase política peruana y latinoamericana: la intolerancia y la incultura. Para situar el ucase del ministro en su debido contexto hay que recordar que entre 1980 y 2000 el Perú padeció una guerra revolucionaria desatada por Sendero Luminoso cuyo salvajismo terrorista provocó una respuesta militar de una desmesura también vertiginosa. Cerca de 70.000 peruanos, la inmensa mayoría de los cuales eran humildes campesinos de los Andes y habitantes de los pueblos más pobres y marginales del país, murieron en ese cataclismo.
Al terminar la dictadura de Alberto Fujimori (a punto de ser condenado en estos días por los crímenes contra los derechos humanos perpetrados durante su régimen), el Gobierno democrático nombró una Comisión de la Verdad y la Reconciliación para investigar la magnitud de esta tragedia social. Presidida por un respetado intelectual y filósofo, el doctor Salomón Lerner, ex rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Comisión elaboró un documentado estudio de esos años sangrientos y un cuidadoso análisis de las causas, consecuencias y el saldo en vidas humanas, destrucción de bienes públicos y privados, torturas, secuestros, desaparición de personas y de aldeas de la violencia de esos años. Un vasto sector de opinión pública reconoció el valioso trabajo de la Comisión, pero, como era de esperar, sus conclusiones fueron criticadas y rechazadas por círculos militares y por las pandillas sobrevivientes del fujimorismo, que de este modo se curaban en salud de su complicidad con un régimen autoritario que, además de cleptómano y corrompido hasta los tuétanos, detenta un pavoroso prontuario de asesinatos, torturas y desapariciones perpetrados con el pretexto de la lucha antisubversiva. La Comisión organizó, con los materiales de su investigación, una de las más conmovedoras exposiciones que se hayan visto jamás en el Perú y que todavía se puede visitar, aunque en formato algo reducido, en el Museo de la Nación, en Lima. Llamada "Yuyanapaq" (Para recordar), muestra en fotos, películas, cuadros sinópticos y testimonios diversos la ferocidad demencial con que los terroristas de Sendero Luminoso y del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), y, también, comandos de las Fuerzas Especiales y grupos de aniquilamiento -como el tristemente célebre Grupo Colina- sembraron el horror segando decenas de millares de vidas humanas inocentes y la impotencia y desesperación de los sectores más humildes y desamparados del país ante ese vendaval que se abatió sobre ellos desencadenado por el fanatismo ideológico y el desprecio generalizado de la moral y de la ley.
Cuando la primera ministra alemana, Angela Merkel, vino en visita oficial al Perú ofreció que su Gobierno ayudaría a financiar un "Museo de la Memoria", que, siguiendo las pautas sentadas por "Yuyanapaq", sería, a la vez, un documento genuino, didáctico y aleccionador sobre los estragos materiales y morales que padeció el Perú en los años del terror y un llamado a la reconciliación, a la paz y a la convivencia democrática. Por razones obvias, Alemania es sensible a estos temas, y no es extraño que un país que ha hecho un admirable esfuerzo para enfrentarse a un pasado atroz con sentido autocrítico y ha conseguido superarlo y es por eso ahora una sociedad sólidamente democrática, haya querido apoyar la iniciativa de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Fiel a la palabra de la canciller, el Gobierno alemán propuso donar dos millones de dólares al Perú para la construcción del Museo de la Memoria, el que cuenta ya, incluso, con un posible terreno, en el Campo de Marte, en torno a una hermosa escultura de Lika Mutal inspirada en ese mismo drama: El Ojo que Llora. El Gobierno peruano, en una actitud lamentable, ha hecho saber que no acepta el donativo alemán. Y el ministro de Defensa ha sido el encargado de justificar semejante desaire con la teoría resumida en el título de este artículo. El ministro ha explicado que en un país donde faltan tantas escuelas y hospitales y donde tantos peruanos pasan hambre, un museo no puede ser una prioridad. Según esta filosofía, los países sólo deberían invertir recursos en defensa de su patrimonio arqueológico, monumental y artístico una vez que hubieran asegurado la prosperidad y el bienestar para toda su población. Si semejante pragmatismo hubiera prevalecido en el pasado, no existirían el Prado, el Louvre, la National Gallery ni el Hermitage, y Machu Picchu hubiera debido ser rematado en subasta pública para comprar lápices, abecedarios y zapatos. Y el ministro ha refrendado las críticas que ya se habían hecho en el pasado a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y a "Yuyanapaq": falta de imparcialidad, mantener una abusiva equidistancia entre los terroristas y las fuerzas del orden. (...) Los peruanos necesitamos un Museo de la Memoria para combatir esas actitudes intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política. Para que lo ocurrido en los años ochenta y noventa no se vuelva a repetir. Para aprender de una manera vívida adónde conducen la sinrazón delirante de los ideólogos marxistas y maoístas y, asimismo, los métodos fascistas con que Montesinos y Fujimori los combatieron convencidos de que todo vale para lograr el objetivo aunque ello signifique sacrificar a decenas de miles de inocentes. Los museos son tan necesarios para los países como las escuelas y los hospitales. Ellos educan tanto y a veces más que las aulas y sobre todo de una manera más sutil, privada y permanente que como lo hacen los maestros. Ellos también curan, no los cuerpos, pero sí las mentes, de la tiniebla que es la ignorancia, el prejuicio, la superstición y todas las taras que incomunican a los seres humanos entre sí y los enconan y empujan a matarse. Los museos reemplazan la visión pequeñita, provinciana, mezquina, unilateral, de campanario, de la vida y las cosas por una visión ancha, generosa, plural. Afinan la sensibilidad, estimulan la imaginación, refinan los sentimientos y despiertan en las personas un espíritu crítico y autocrítico. El progreso no significa sólo muchos colegios, hospitales y carreteras. También, y acaso sobre todo, esa sabiduría que nos hace capaces de diferenciar lo feo de lo bello, lo inteligente de lo estúpido, lo bueno de lo malo y lo tolerable de lo intolerable, que llamamos la cultura. En los países donde hay muchos museos la clase política suele ser bastante más presentable que en los nuestros y en ellos no es tan frecuente que quienes gobiernan digan o hagan tonterías.

Etiquetas: , , ,

« Home | Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »
| Next »

1:58 a. m.

(...)= «Esas críticas son de una injusticia flagrante. Nadie criticó al terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA más que yo. Fui candidato aquellos años y dediqué buena parte de mi campaña a denunciar sus crímenes y su locura fanática y a defender la necesidad de combatirlos con la máxima energía, pero dentro de la ley, porque si un Gobierno democrático empieza a utilizar los métodos de los terroristas para derrotar al terrorismo, como hizo Fujimori, aquellos de algún modo ganan la guerra aunque parezca que la pierdan. Por eso, hubo dos atentados fallidos contra mi vida, uno en Pucallpa y otro en Lima. Por otra parte, creo haber criticado con la misma constancia las contemporizaciones, cobardías y medias tintas de los intelectuales de izquierda frente al terrorismo. Por todo ello creo poder decir con total objetividad, sin ser acusado de simpatías extremistas, después de haber pasado muchas horas leyendo los trabajos de la Comisión, que hay en ellos un esfuerzo sostenido para desenterrar la verdad histórica entre el dédalo de documentos, testimonios, informes, declaraciones y manipulaciones contradictorios que debió cotejar. Sin duda que en esos nueve abultados volúmenes se han deslizados errores. Pero ni en sus considerandos ni en sus conclusiones hay la menor intención de parcialidad, sino, por el contrario, un afán honesto y casi obsesivo por mostrar con la mayor exactitud lo ocurrido, señalando de manera inequívoca que la primera y mayor responsabilidad de esa monstruosa carnicería la tuvieron los fanáticos senderistas y emerretistas convencidos de que asesinando a mansalva a todos sus opositores traerían al Perú el paraíso socialista.»

JK    



12:57 p. m.

Qué opinas ahora de que Alan "habría" aceptado la construcción del museo. No te parece irónico que un genocida construya algo para recordarlo como lo contrario. ¿Qué dirán las futuras generaciones (en caso de que esto tenga apertura masiva y docente como lo espera el señor Salas), acaso que el señor García fue un luchador de los derechos humanos, una figura diáfana y pura en la historia de los peruanos?    



1:48 p. m.

El Museo de la Memoria es para el país, no para el presidente X o Y. Nos lo debemos todos los peruanos.    



1:53 p. m.

Ese primer comentario con las iniciales JK me parece alturado y sincero. ¿Pero porque oculta su identidad el comentarista?
Me parece extraño que tanta lucidez sean ocultada en el anonimato.    



10:42 a. m.

Ivan, dos cosas.

1. Muchos nos oponemos al museo porque el tema del terrorismo aun no ha acabado. Oiste hablar del VRAE imagino. Ademas, la CVR fue formada apresuradamente para atacar a Fujimori, nada mas y nada menos. Su metodologia y sus miembros no fueron cuidadosamente estudiados. El informe es un chambeado de ciencia social mal llevada.

2. Saludo tu interes por el tema y tu opinion es respetable. Sin embargo creo que tanto tu como Vargas son literatos y no analistas politicos o sociologos. Como dice mi tia Cristina "zapatero a su zapato".

Saludos y suerte con las ventas de tu ultima novela.

Un amigo.    



» Publicar un comentario