MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Ermitaños literarios

La última foto conocida de JD Salinger. Fuente: caretas

La muerte de Julien Gracq ha hecho recordar a muchos la figura del escritor retirado, el eremita, que muere en silencio y lejos de cualquier plataforma mediática (incluso hay pocas fotografías suyas, ni se diga de asistir a programas de TV o mantener blogs). ¿Es la figura del escritor ermitaño un dinosaurio pronto a desaparecer en tiempos mediáticos? Jesús Marchamalo, para el ABCD las letras, menciona algunos casos notables:

"A pesar de este mercado de vanidades, este escaparate de notoriedad, hay quien decide convertirse en eremita de las letras. El escritor alemán Patrick Süskind, por ejemplo, raramente concede entrevistas, ni aparece fotografiado, y ha rechazado varios premios. Tampoco Philip Roth resulta especialmente accesible. Vive en su casa de Conecticut, apenas da entrevistas -un síntoma recurrente- y se precia de no haber aparecido jamás sonriendo en una foto. Y hay quien, como Thomas Pynchon, ha hecho de su defensa de la intimidad una seña de identidad. De él se cuenta que ni siquiera sus editores lo conocen, y que destruyó documentación sobre su servicio militar y su paso por el instituto para borrar las huellas de su pasado. Aunque sin duda el personaje esquivo por definición sea Salinger, cuya última foto conocida, increpando al fotógrafo que se la hacía, dio la vuelta al mundo. Últimamente, Cormac McCarthy, autor de La carretera y No es país para viejos, también se ha pasado al bando de los huidizos. McCarthy, según su agente, no existe para los periodistas, ni existe para sus editores. Y aunque en junio de 2007, a los setenta y tres años, concedió su primera entrevista en televisión a Oprah Winfrey (tampoco es una mala elección), entiende que su escritura y su obra hablan perfectamente por sí mismas.
Pimpampum de feria. «Es cierto que todavía el escritor mantiene una aureola sacra -opina el editor Constantino Bértolo-. Provoca una curiosidad saber cómo es, qué piensa, cómo se expresa. Creo que en este sentido aún hay cierta necesidad de tocar al santo. Pero hay quienes tienen claros los límites. Hace tiempo conocí a Naipaul y, aunque tiene fama de maleducado, no se niega a participar en un diálogo sobre su obra, siempre desde el respeto. No entiende que alguien pueda ir a hablar de sus libros sin haberlos leído, o que le saque a colación otros temas que nada tienen que ver con la literatura, o que lo traten no como a un escritor sino como a un pimpampum de feria. Es perfectamente capaz de distinguir entre el autor y la obra.» En España, entre otros muchos silenciosos ilustres, Javier Marías, que es relativamente reacio a aparecer en los medios de comunicación fuera de los estrictos periodos de promoción, y Rafael Sánchez Ferlosio: no suele conceder entrevistas, ni hacer apariciones públicas, ni declaraciones. Parece que cuando el entonces director del Instituto Cervantes y hoy ministro de Cultura, César Antonio Molina, le comunicó en un acto público que pensaban poner su nombre a una biblioteca, el escurridizo Ferlosio le miró, tomó la palabra, y allí mismo le dijo que de ninguna manera.

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