Reseña disticosa
¿Existe la palabra "disticoso"? ¡No seas disticoso para comer! Recuerdo que así me decían en casa cuando era chico y comía con desgano, separando las arverjas del arroz con el tenedor, buscando lo que no me gustaba en el plato (una zanahoria que se había pasado pese a que yo exigí claramente "sin ensalada") con la nariz arrugada y los cubiertos precisos como pinzas de entomólogo o cirujano. Pues bien, esa misma impresión me ha dejado Miguel García Posadas al reseñar el libro ganador del Herralde, Ciencias morales, de Martín Kohan. Mezquino en el elogio y disticoso en el rechazo y los errores. Ha leído el libro hurgándolo con guantes de plástico, como si de saque no le cuadrara la fórmula latinoamericano + anagrama. Bueno, no me sorpende. Ya conozco a Miguel, el auto pretendido némesis de Mario Bellatin y Alejandro Zambra, y ahora de Kohan. Felizmente, este fin de semana terminaré mi "Semana Literaria Argentina" leyendo el libro de Kohan y estoy seguro que lo disfrutaré como disfruto hoy (post dieta) de la comida: con enormísimo placer, sin represión, completamente entregado a él.
Por cierto, en el ABC también aparece una reseña a Recursos Humanos de Antonio Ortuño, la finalista. Ahí, Jorge Carrión no reprime elogios ni se muestra disticoso. Dice por ejemplo: "Ortuño tiene a los treinta y un años lo que todo escritor ambiciona tener en la madurez: un estilo y un mundo"
Dice la reseña de Miguel G-P: "Como otros autores de la casa, Kohan está viendo publicadas sus obras en diversos países europeos. No sabemos la suerte que correrá esta novela; alberga, de todos modos, los tics suficientes para suscitar la adhesión de cierto público. Es Ciencias morales, ante todo, una novela muy argentina, y no lo afirmamos por su presunto exotismo, inexistente en verdad. Es argentina porque el discurso doctrinal que la sustenta es un discurso psicoanalítico, freudiano, propio del país en el que el freudismo ha encontrado afiliaciones más duraderas. (...) No cabe negar cierta sutileza constructiva a Kohan, pero hay que decir también que la conversión de los lavabos en eje central del espacio novelesco resulta un poco desmedida; había, creemos, otras alternativas para desarrollar el tema, entre ellas la indagación en la sentimentalidad de la protagonista, que se nos escamotea, sustituida, hasta donde ello era posible, por la prolija intriga desarrollada en torno a la posibilidad de que fuera sorprendida en el curso de sus insistentes infracciones. Por lo demás, Kohan se vale de una prosa desnuda, severa, ascética, que recuerda a la de otros escritores argentinos de la hora presente, como el infortunado Jorge Barón Biza, el notable autor de El desierto y su semilla, una de las novelas más turbadoras que ha producido la literatura argentina en los últimos años. Biza extrae insólitas potencialidades de su prosa despojada; no así, nos parece, ocurre en la novela de Kohan: la severidad del estilo no es siempre condición fundante de la felicidad literaria. Creemos detectar en Kohan una deliberada voluntad de autocontención, de no «hacer sangre», es decir, de no hablar abiertamente de los elementos turbios -pasiones, vicios- que colorean o presiden la vida humana. Esta Teresa Cornejo se despide del lector como una suerte de prodigiosa virgen y no mártir. La caracterización de impotente que el escritor asigna al superior jerárquico de Teresa, aunque simbólica, no se integra del todo, a nuestro juicio, en el mecanismo narrativo de la novela, quizá porque esa caracterización es menos fuerte de lo que el personaje exigía".
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