Kriptonita y reseña
Pero no todo puede ser felicidad para Alan Pauls. En Argentina han descubierto, y varios lectores están indignados con eso, que en la página 10 de Historia del llanto Pauls confunde las propiedades de la kriptonita verde y la roja sobre Superman. Como comprenderán, para los geeks comic-maniacos que circulan por internet el gazapo es imperdonable. La anécdota le sirve a Daniel Link para arremeter contra las editoriales pero, sobre todo, para hacer una buena reseña de la novela:
"Qué es Historia del llanto? Una nouvelle que lleva como subtítulo "un testimonio" pero que, sin embargo, está escrita en tercera persona. En ese pequeño disturbio se juega la distancia entre lo cercano y lo lejano, que obsesiona al narrador: ¿qué es un recuerdo, y, todavía más: qué es una vida, sino un juego de perspectivas, planos y focalizaciones inciertas? Eligiendo el testimonio pero poniéndolo en tercera persona, Pauls (que no ignora que el tema está de moda) ejerce una violencia sutil contra el sentido común.Pero Historia del llanto es también una nouvelle que elige contar la infancia totalmente en presente, un tour de force gramatical que Pauls había ya ensayado en El coloquio (novela totalmente narrada en potencial) pero que supera en efectos a su precedente: lo que en El coloquio se dejaba leer sólo como un preciosismo jactancioso, adquiere aquí sentido en la superposición: todos los recuerdos funcionan en el mismo plano de conciencia, y son uno, podría decirse: forman uno, desenvolviéndose en capas sucesivas alrededor de un núcleo vacío de verdad. Las dos operaciones: el reemplazo de la primera persona por una tercera, y el deslizamiento del pasado ("estaba, fui") al presente ("estoy, soy") hubiera hecho naufragar a todas las prosas en escollos imposibles de superar. No a la de Alan Pauls, que ha decidido abandonar la segura elegancia en la que siempre supo moverse para lanzarse a desafíos mayores: al principio cuesta compadecerse con la construcción porque entendemos que navegamos aguas procelosas, pero una vez que comprobamos que la nave no hace agua y sigue adelante, y nosotros con ella, nos abandonamos a una curiosidad infantil y deliciosa, porque la infancia del protagonista es también la nuestra, la de todos. Dice Alan Pauls que Historia del llanto continuará con otras dos nouvelles sobre los años setenta. Ojalá así sea.
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