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Contra el biógrafo de Schulz

Charles Schulz. Fuente: elpaís

Como ya he comentado antes, la familia de Charles Schulz se le ha ido con todo al biógrafo del creador de Snoopy, Charlie Brown y demás Peanuts, David Michaelis. Eso no quita que la biografia haya sido todo un éxito, especialmente por descubrir las pistas que muestran cómo la personalidad de Shulz se reparte entre todos los personjes. Hace poco alguien me dijo que Charlie Brown era libra. ¡Con razón! ¡Ahora entiendo por qué nadie me daba tarjetas en San Valentín! Snoopy, por si acaso, es acuario. En el diario "El País" comentan el escándalo.

Dice la nota: "Tras las cartas de amor que Snoopy escribía desde su caseta a la chica "de las pezuñas suaves", se escondían los mensajes que el dibujante Charles Schulz le enviaba a su amante, Tracey Claudius, con la que se la pegó a su primera mujer. El padre de la tira cómica Peanuts (Carlitos y Snoopy, en español), nacido en 1922 y fallecido hace siete años, mimó con celo durante casi cinco décadas a Carlitos, Linda y el resto de niños de sus viñetas, las más populares y culturalmente significativas de Estados Unidos y quizá del mundo. Cuando al propio Schulz le costaba besar y abrazar a sus propios hijos. Son algunas de las sorprendentes revelaciones de la biografía autorizada Schulz and Peanuts (Harper), recién editada en EE UU y que ha sido tan alabada por la crítica como vapuleada por la familia del artista. "Este libro es una estupidez y David Michaelis [su autor] es un idiota", fue lo primero que Monte Schulz pensó tras leerlo. La opinión del mayor de los cinco hijos del que llegó a ser el dibujante más rico del planeta coincide con la de sus hermanos, herederos de un imperio multimillonario basado en unos personajes tan sencillos en el trazo como intelectualmente complejos en su fondo.

Peanuts fue un nombre impuesto contra la oposición de Schulz por su primera editorial (United Feature Syndicate) en 1950 y significa literalmente cacahuetes, pero en inglés también sirve para referirse a los niños (originariamente era Lil' folks, gente pequeña). A través del universo de estas criaturas cabezonas y expresivas, Schulz supo mostrar las inquietudes no sólo de una nueva generación, la primera en despertar a la vida de las áreas suburbanas, sino de un país en plena metamorfosis política y social. Eran niños con insatisfacciones de adultos. Por eso, enamoraron también a los mayores: Carlitos, el protagonista, no es un triunfador, como imponía la incipiente cultura mediática de posguerra, sino el marginado del grupo, un antihéroe que nunca acierta con el bate a la pelota. (...) Si Carlitos representaba sus inseguridades y su melancolía, Lucy tomaba prestado el perfil temperamental y sarcástico de su primera esposa. Linus escondía el reflejo de sus inquietudes intelectuales y Schroeder su perfeccionismo y su pasión artística. ¿Y el bueno de Snoopy? Parte de la respuesta a esta pregunta hay que buscarla en el origen noruego de la palabra: snupi que significa cariño y le fue sugerida por su madre (noruega) antes de morir para bautizar al próximo perro de la familia. Bien, el animal demasiado humano con el que Schulz alcanzó la inmortalidad, representaba su sensación de no sentirse reconocido profesionalmente. Muchas veces definido como un hombre reservado y humilde, el retrato que Michaelis traza de él es el de un artista agrio, melancólico y ambicioso que nunca superó la muerte de su madre. Reconoce la genialidad del artista pero echa por tierra esa imagen de entregado padre de familia, sencillo y honesto que el propio dibujante ayudó a construir en centenares de entrevistas. "No esperábamos la biografía de un fan ni un tributo glorioso. Pero hay múltiples errores y hay mucha gente a la que Michaelis entrevistó para escribir el libro y a la que no cita porque contradice sus tesis sobre mi padre", explica el mayor de los Schulz. La familia rechaza de plano la imagen de hombre distante, depresivo e inseguro, pese a que ellos mismos aparecen en algunas páginas del libro recordando la frialdad de su progenitor. Su segunda esposa, Jean Schulz, se queja no tanto de la falta de veracidad como del sesgo que el autor le ha dado. "Sparky [como conocían a Schulz sus amigos] era melancólico, cierto, pero también, más cosas".

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4:45 p. m.

Habría que leerlo.
Pero llama la atención esto que comentas: "especialmente por descubrir las pistas que muestran cómo la personalidad de Shulz se reparte entre todos los personjes", pues en resumidas cuentas es biografismo; es decir, confundir a los personajes de una obra con el autor. Lo cual, sería absurdo ¿verdad?    



1:33 a. m.

Yo también he leido el artículo de El País y no que no entiendo es como están en contra de el biográfo si le permitieron el acceso a archivos y documentos personales, etc.
De todas formas la polemica es buena para la venta ¿no?. Yo compraré el libro porque soy muy aficionada a las biografías: generalmente me gusta más el personaje que lo que hace, jejeje, aunque suene a contrasentido.

isabel

http://www.libros-literatura.com/inicio/    



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