Kenzaburo Oe en el bosque
Para ir a esa hipotética isla desierta a la que se puede llevar libros, uno de los que sin duda llevaría es Una cuestión personal de Kenzaburo Oe. Para mi vida de lector, existe un antes y un después de ese libro. Desde entonces, leo todo lo que consigo del premio Nóbel japonés. Y sin dude, apenas asome a Lima, leeré M/T y la historia de las maravillas del bosque (Seix Barral), lo nuevo que acaba de publicar y reseña Mercedes Monmany.
Autor caracterizado por una serie de fantasmas circulares que saltan de un libro a otro, a través de unos traumas, hitos o metáforas «fundacionales» que conforman el corpus simbólico de su obra (el restringido núcleo familiar y espacial de su isla natal de Shikoku, el nacimiento de su hijo «monstruoso» con lo que al principio pareció una «doble cabeza», Hiroshima y la experiencia apocalíptica de la bomba atómica, la pervivencia del fanatismo y de una sombría atracción por el terror, por las Verdades Supremas y por el Mal en nuestras sociedades), su nuevo libro, M/T y la historia de las maravillas del bosque, rinde un poético y apasionado homenaje a la imaginación y «verdad histórico-mágica» que encierran las leyendas populares y ese tiempo suspendido de una infancia sedienta de historias y cautivada por la fantasía. Escuchar y transmitir. Una fábula deliciosa, llena de emoción y de «irreprimible nostalgia», que nos habla, a la manera de los cuentos tradicionales, de sus orígenes como narrador. Es decir, como ser predestinado, al que le fue imposible sustraerse de un destino que lo ligaba no sólo a un lugar, sino a la misión terrenal de «escuchar y luego transmitir» los mitos y leyendas que le contaba su abuela. «Si K. tiene por oficio escribir -se dirá en la novela- proviene de ese vínculo que contrajo desde su infancia.» Un vínculo que le venía introducido a través de una fórmula mágica que le obligaba a repetir su abuela, nada más comenzar sus relatos: «Zas, ésta es la historia. Verdadera o falsa, cualquiera sabe. Pero como es una vieja historia, debes escucharla creyéndola verdadera, aunque sea falsa. ¿De acuerdo?». Y el niño que era K. tenía que responder sin titubear un segundo, «¡sí!», como si se tratara de una promesa «lo bastante fuerte para que la mantuviese tras su muerte»...
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Iván
Voy a ver cómo me consigo ese libro. Yo también soy un fan de Oé. Un grande, a pesar del Nobel. Aunque mi favorita es El grito silencioso.
Un abrazo
Ernesto
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