Milonga
El narrador argentino Edgardo Cozarinsky, quien asistió al Festival de Berlín este año, sin duda habrá asistido a las múltiples casas milongueras de esa ciudad que está fanatizada con el baile. En el Perú, es divertido ir al "Patagonia" a ver bailar a los que saben. La milonga está poniéndose de moda (de hecho, yo estoy buscando una pareja para aprender) y Cozarinsky la vincula a la necesidad de ficción. Y por eso, comentando su libro Milongas para la revista Ñ, no deja de mencionar la relación del baile con algunos escritores argentinos. El libro aparece con Edhasa y lleva unas fotos del estupendo Sebastián Freire.
"Victoria Ocampo confiesa, a sus 74 años, que el tango le gustó cuando empezó a bailarlo -"como baile descubrí su carácter inimitablemente argentino", dice ella- mientras anota, entre otros recuerdos, que lo vio bailar por primera vez en casa de su abuelo, ubicada donde hoy está el cine Ambassador, en Lavalle al 700. "La pareja bailó cara contra cara en medio de un silencio casi religioso, esa fue mi primera visión del tango y no comprendí por qué prohibían un baile tan solemne", cuenta en sus memorias. Las letras de tango, que a ella le parecían un poco sentimentaloides, están redimidas por el baile. Y dice que los campeones de las milongas que se hacían en la casa -con la orquesta de Fresedo, todos los jueves- eran nada menos que el escritor Ricardo Güiraldes -el milonguero "perfecto"- y Vicente Madero, hijo del vicepresidente de Julio Roca, Francisco Madero. Refiriéndose a Madero, ella dice que "cuando caminaba el tango, todo su cuerpo, al parecer inmóvil, seguía elásticamente el ritmo, lo vivía, lo comunicaba a su compañera que, contagiada, obedecía a ese perfecto y acompasado andar". En cuanto a Julio Cortázar, yo creo que el cuento "Las puertas del cielo" -publicado en "Bestiario" (1951)- está entre lo mejor que escribió. En la milonga que describe Cortázar se reconoce la famosa Enramada, en Palermo y durante el primer peronismo. Algunos leen "Las puertas del cielo" como un relato antiperonista, es posible, pero no agota la fascinación de este cuento. Yo me pregunto si no hay algo más tanguero que esa búsqueda de la mujer amada -que ha muerto- entre las parejas de una milonga, el tango es aquí el sueño de un regreso imposible. Estamos ante un tema clásico, la búsqueda de la amada inmortal, el sueño de recuperar a los muertos queridos. A mí me inspiró una película -"Crepúsculo rojo" (2003)- donde un hombre, en una ciudad desconocida, con el tango convoca a su novia muerta".
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