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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Vida y Destino

Vasili Grossman. Fuente: dbpedia.org

Si ustedes entran a la página web de la FNAC encontrarán que entre los libros más pedidos se encuentra el extenso (más de 1000 páginas) Vida y destino de Vasili Grossman, la reedición de una traducción (hecha por Galaxia Gutemberg) que se ha llevado todos los elogios de la crítica y los lectores y que, sin duda, se convirtió inusitadamente en el gran libro del año en España (al menos en lo que se refiere a traducciones). En el suplemento ABCD Las letras aparece dos notas sobre el libro definitivo de Grossman, escrita por Almudena Guzmán ("La poesía y la historia") y por Mercedes Monmany ("La conversión de Vasili Grossman"). Hagamos fuerza mental para que el libro llegue a Lima (y después dicen que soy pesimista).

Dice Monmany: "Un escritor, como nos recuerda Tzvetan Todorov en el espléndido e iluminador prólogo realizado para la edición de las obras de Grossman aparecidas el año pasado en Francia (Oeuvres, ed. Robert Laffont) que, en los años más duros del estalinismo, aún se mostraba remiso a firmar, actuar o interceder por antiguos compañeros del Partido o incluso por familiares, liquidados sin piedad en las terribles purgas de los años 1937 y 1938. La «conversión» de Grossman tiene lugar paulatinamente y, en especial, en los años de la guerra. Un cambio que se concreta, como escritor, en una obra que será prohibida por los censores de la época de Kruschev: Vida y destino, que finaliza en 1959 y que él había concebido en un principio, en 1943, como una saga de dos novelas, Gentes sencillas (o bien Stalingrado) y, posteriormente, Vida y destino. Pero Todorov concreta aún más el momento «psicológico» de la mutación del estricto revolucionario (como aquellos que Danilo Kis retrató en su magnífica novela Una tumba para Boris Davidovich, Acantilado) que fue Grossman: la muerte de Stalin en 1953. En ese momento, dice Todorov, Grossman «se libera del miedo», un miedo atroz a un tirano que sojuzgaba millones de almas aterrorizadas de un inmenso territorio, y «le hace despertarse un día como otro hombre». Si Hitler confirma al asimilado Grossman en su judaísmo, es el otro tirano, Stalin, cuyo antisemitismo es igualmente activo y crece día tras día, el que le acaba de ofrecer toda la materia en vivo y en directo para su recusación «global». Por primera vez, ya que al iniciar la redacción de su saga desconocía la existencia de la obra magna de Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Grossman retrató en su libro el perverso paralelismo de las dos grandes ramas de los totalitarismos del siglo XX, el comunista y el nazi, que se «miraban como en un espejo» (como dirá Liss, el cínico oficial de la Gestapo de su novela) y que tan sólo se encontraban aparentemente enfrentados («En nuestra "noche de los cuchillos largos" Stalin encontró la idea de las grandes purgas del 37», dirá con sarcasmo Liss).

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