Luis Gusmán
Como es previsible, los encuentros de escritores no sólo sirven para leernos entre nosotros mismos sino para recomendar a esa larga fila de escritores nacionales que, pese a que sus libros no logran salir al extranjero, tienen una obra notable. Me recomendaron, por ejemplo, a Germán Marín en Chile. Ahora que probablemente me pase una tarde en ese país buscaré algo de él. Y aunque ya lo conocía de antes (leí El frasquito gracias a un amigo que me lo trajo de Bs As), me comentaron la obra del argentino Luis Gusmán. Justamente acaba de publicar una nueva novela, El peletero, que aparece con Edhasa y en ADN Cultura lo reseñan.
Dice la reseña: "En Hotel Edén , otra ficción de Gusmán, el escritor Ochoa visitaba una localidad que había sufrido una inundación arrasadora. Los habitantes del lugar tenían la impresión de haber sido tragados por "un ojo de agua, una fuerza centrífuga que nos succionaba". Esa fuerza centrífuga, que monta un sistema de vasos comunicantes entre realidad material y realidad psíquica, llega hasta El peletero . Su médium principal, aunque no el único, es Landa, que recuerda al capitán Ahab, según la interpretación que el propio Gusmán daba del personaje de Melville en los ensayos de Epitafios : el mundo que lo lleva de un signo a otro se desplaza tan vertiginosamente como el Pequod navegando tras la ballena. Para el peletero, como para Ahab, todo sugiere "la desmesura de lo profético". La realidad le parece imantada por una multitud de claves dispersas. Al entrar en la cámara frigorífica de su local, tiene la impresión de que el espíritu de los animales perdura vivo en las pieles y que el sudor de su propio cuerpo se mezcla con esas emanaciones. Landa termina por abandonar su peregrino proyecto de incendiar el local y decide infiltrarse en Greenpeace, con el raro impulso heroico de atentar contra un rompehielos, uno de los barcos insignia de la ONG: su propia, obsesiva, paródica Moby Dick. Ese proyecto demencial será la excusa, sin embargo, para profundizar su relación con Hueso e intuir una supuesta historia de sujeción y dominio de la que el marginal sería víctima. En la senda de las novelas paranoicas norteamericanas (aunque con una impronta que nada les debe), El peletero de Gusmán no aspira a las certezas, sino a indagar hasta la médula esa textura tan anfibia como escurridiza, material y al mismo tiempo ideal, que, por pura convención, llamamos realidad.
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